Los jardines del palacete de Baskerville, comenzaban a sentirse fríos y desolados. Las personas del pueblo cercano, los observaban de lejos preguntándose que era lo que había estado pasando allí. Los últimos días se había visto mucho movimiento de lo más sospechoso, y un par de viejas mujeres observaban con desconfianza a los hombres que llegaban a hacer compras casualmente. El otoño se estaba sintiendo en el aire, y las hojas de los árboles comenzaban a tornarse rojizas y amarillentas. —Creo que debemos andar con cuidado, el viento predice que algo malo va a ocurrir, y solo espero que los Baskerville puedan enfrentar esta tormenta. — dijo una de las mujeres mientras la otra asintió detrás del mostrador del mercado. —¿Pero que dice? Los Baskerville no se han preocupado de nosotros durante años, ¿Por qué deberíamos preocuparnos por ellos? — dijo en tono molesto un hombre joven que compraba en el lugar. —No debería soltar improperios sin nada más saber muchacho, los Baskerville hi
Henrick observaba a su hermano dormir en aquella cama de hospital; su intento de suicidio casi había resultado exitoso. Kendrick estaba pasando por diferentes situaciones que lo habían llevado al borde; quizás ese no era el mejor momento de decirle que tenía una pequeña hija que de su desliz había surgido y no lograba imaginar que era lo que había estado cruzando por la mente de su hermano en el momento en que tomó esa drástica decisión. Saliendo de la habitación, Henrick marcó el número de su ayudante, él aún tenía cosas que atender y Kendrick no debía de estar solo. Entonces, la mano de Kendrick lo detuvo logrando sorprenderlo.—Hermano… — musitó Kendrick apenas sin voz.—No te sobre esfuerces hermano, intenta descansar, llamaré al médico enseguida. — respondió Henrick.Kendrick negó a duras penas.—T-Tienes que ir con Bernadette…y-yo, fui un completo imbécil, y t-todo lo que me pasa lo tengo merecido por no creer en ella. Bernadette siempre dijo la verdad…ella no me traiciono, y el
—Cervantes…Cervantes… — murmuró la monja antes de perder el conocimiento.Henrick la apretó contra si con dolor, y soltando un grito de frustración camino con ella hacia su auto. ¿Cuánto más le iban a arrebatar los Cervantes? ¿Cuánto más dolor iban a provocar en inocentes? Dejando a la monja en la parte trasera de su vehículo, condujo acelerado hacia el castillo Devonshire, Bernadette iba a quedar destrozada al saber lo ocurrido con las hermanas y los niños del orfanato.En Baskerville, Chiara observaba a la noche cayendo sobre los prados que rodeaban aquel insignificante pueblo de callejuelas empedradas. Bajando del autobús y vestida con ropas sencillas, tomó su maleta y encaminó sus pasos hacia el palacete de los Baskerville. Eduardo se había convertido en la potestad de esa localidad; había escuchado a algunos pueblerinos hablando maravillas de su pariente. Sonriendo, le iba a encantar lo que tenía planeado; finalmente y por las buenas o las malas, los Windsor, los Godric, los Suss
—Señor, la princesa se ha desmayado, y ahora la está viendo el doctor López. — informo una sirvienta.Henrick dejo a la joven monja en los brazos de otro sirviente.—Llévala a una de las habitaciones de invitados, veré que el doctor López la revise, y ustedes. — dijo mirando a las sirvientas. — Cambien sus ropas por algunas prendas secas, apresúrense. — ordenó. Y corriendo tras de la sirvienta a la habitación de su madre, subió las escaleras angustiado por Bernadette.Entrando en la alcoba, Henrick vio que el doctor López guardaba sus cosas dentro de su maletín médico.—Ah su joven alteza, me alegra verlo, dejemos que la preciosa princesa descanse un poco, ha estado sometida a mucho estrés últimamente lo que le valió en parte ese abrupto desmayo, pero no tiene nada de lo que debamos preocuparnos, pero debo de hablar con usted, ¿Podríamos pasar a su estudio? — cuestionó el médico.Henrick se acercó a la cama en donde su hermosa prometida estaba durmiendo al parecer plácidamente.—¿Está
Aquel cielo era precioso; tan azul como nunca antes lo había visto, y tan similar a los ojos de su amado Henrick. Las blancas nubes se movían pasmosas, como siendo empujadas por una tenue y agradable brisa que las acariciaba con amor. El canto de las aves era todo lo que se escuchaba en aquel paraíso silencioso en donde estaba sentada sobre el césped suave que le hacía cosquillas en las piernas, y entonces, la risa alegre de un niño, comenzó a llenar el viento haciendo que Bernadette dejara sus lágrimas caer libremente.—Ya te escuché, ¿Por qué no vienes conmigo? — dijo la hermosa rubia sonriendo mientras las lágrimas caían desde sus ojos violeta.Aquel era uno de aquellos pocos sueños hermosos en donde podía escuchar a su hijo reír como perdiéndose en el viento. Entre la hierba alta, Bernadette pudo ver a un niño vestido de blanco con cabellos rubios que se ondeaban en el viento, y corriendo hacia él, igual que cada hermoso, se tornaba en pesadilla intentando alcanzar a aquel hermos
Fuera del palacete de los Baskerville, una turba iracunda comenzaba a entrar en los jardines, y la madre superiora supo que aquella era la señal para escapar. Tomando a sus niños, salió de la habitación notando que toda la servidumbre parecía estar armada y buscando a Eduardo Cervantes. Recordando la petición de aquel joven sirviente, tomó aquel objeto oscuro que se encontraba en la maceta tal y como le habían dicho, y corriendo con sus pequeños y sus monjas salieron a los jardines. Sin embargo, recordó la petición del joven sirviente; el señor Baskerville estaba atrapado en los calabozos. En medio del caos, la madre superiora tomó a una joven sirvienta de la mano.—¿Puedes decirme en donde están los calabozos? — cuestionó.La joven sirvienta, asustada, señaló hacia el fondo de los jardines.—Hermana Charlotte, por favor tomé a los niños, yo los alcanzaré. — dijo la madre superiora corriendo a duras penas hacia el fondo del jardín.—¡Madre, espere! — gritó Charlotte mirando a la madre
—Yo soy la futura reina de Inglaterra, por supuesto que iré. ¡Mi deber como la reina que seré, es proteger a todos! — dijo Bernadette con solemnidad, mostrando bravura en sus hermosos ojos violeta.Los aplausos de William no se hicieron esperar.—¡Bravissima! — dijo el marqués con regocijo.El doctor López sonrió al igual que Henrick Godric, aquella joven princesa si tenía el porte y el carácter de una verdadera reina.—No cabe duda de que su majestad, la siempre venerada Reina Berta, supo elegir bien a su sucesor, pero me temo pequeña, que puede ser demasiado arriesgado para usted, su majestad, el enfrascarse en una pelea directa con los Cervantes, esos miserables no dudaran en hacer uso de todo el poderío que han reunido. — dijo el médico.Arthur asintió y Henrick se acercó a su futura esposa.—Se que deseas ser tu quien lo resuelva, pero debes mantenerte a salvo por nuestro hijo. — dijo tocando el vientre de su mujer. — Esta vida que crece dentro de ti, no es solo nuestro bebé, es
—Rápido, la cirugía de extracción no puede esperar más tiempo o la perderemos, una sepsis podría estar comenzando. —Los médicos y enfermeras del hospital San Peter, corrían apresurados para atender a la paciente que recién llegaba en helicóptero.—Es la madre superiora del convento del condado Devonshire. —Leía una enfermera en el informe medicó que le fue entregado por los paramédicos que llegaron junto a la paciente.—Recibió un impacto de bala a la altura del esternón, la situación se agrava debido al tiempo transcurrido y a la edad de la paciente. —Los nervios no se hacían esperar, y varios de los presentes rogaban al cielo por una cirugía exitosa. Pero aquella pregunta que rondaba la menta de todos, pronto se convirtió en un rugido generalizado cargado de indignación.¿Quién había disparado contra una monja anciana?Bernadette corría por los pasillos del hospital seguida por Henrick y los demás. Lágrimas se escapaban de su rostro, ¿Cuántos más inocentes iban a pagar por la amb