—¿Está seguro de esto, mi señor? — cuestionaba un hombre a Henrick Godric quien tan solo asintió sin mostrar expresión alguna en su rostro. El sonido de la pala se enterraba en la tierra y el olor a humedad llenaba aquel espacio ya deteriorado. Mirando las paredes de aquel enorme mausoleo, leyó con rapidez los nombres de todos sus ancestros que moraban allí como su último lugar de descanso. Pronto, escuchó aquella pala chocando contra algo metálico, y entonces supo que pronto lo sacarían de allí; el cuerpo de su madre. —Sacaremos el ataúd como usted ordenó para subirlo a la ambulancia. La exhumación está completa. — dijo uno de los sepultureros para luego, con ayuda de otros, sacar aquel elegante ataúd algo deteriorado. El ruido atronador del ataúd de su madre chocando contra el suelo, le hizo sentir un terrible escalofrío recorrerlo. Nunca habría deseado profanar de tan irrespetuosa manera su lugar de eterno descanso, pero tenía que conocer la verdad, tenía que tener la certeza
“Causa de muerte: envenenamiento.”Una lluvia cada vez más fuerte, caía sobre Devonshire. Las nubes completamente grises, habían sumergido en una parcial oscuridad al imponente castillo que se encontraba en silencio. Una botella vacía yacía al costado de un hombre que tenía su mirada perdida en la nada, y un sentimiento de culpa se había clavado en lo profundo de su alma. Henrick dejaba caer las hojas de los resultados de la autopista hecha a su madre al suelo de su habitación, mientras escuchaba el golpeteo de las gruesas gotas de lluvia chocando con ferocidad contra los vidrios de sus ventanales. Aquel dolor que sentía era inmenso, y la culpa de no haber hecho nada para impedir el fatídico destino de su madre, le estaba carcomiendo la mente, el alma y el corazón. Sus ojos celestes lucían apagados, como si la vida misma lo hubiese abandonado, y tan solo dentro de el permaneciera el dolor.—Si me hubiese dado cuenta antes…aún estarías con vida, mamá. — musitó apenas sin voz para s
El sonido de las gotas de lluvia chocando con los altos ventanales, rompía el silencio que reinaba en aquella habitación. A la luz de un rayo, los ojos violeta y celestes seguían mirándose fijamente en aquella oscuridad intencionada. La noche había caído sobre el castillo de Devonshire, y las caricias de unas manos femeninas reconfortaban el corazón de un hombre que, a ojos ya cerrados, sentía su alma acompañada en aquella soledad que durante tanto tiempo soportó. Cuando los ojos de Henrick Godric se abrieron, pudo verse reflejado en aquellos hermosos ojos color violeta que lo miraban con aquella devoción sublime propia del amor, y entonces lo supo como ya lo había sabido en aquel momento en que siendo un niño vio por primera vez a Bernadette Baskerville: ella seria siempre el amor de su vida, y todo lo que era en si mismo, le pertenecía solo a ella. Acariciando los caireles dorados de su hermosa prometida, Henrick besó con suavidad aquellos labios sin que ella pusiera resistencia.
Aquella noche había sido maravillosa.Henrick Godric miraba el hermoso rostro de Bernadette Baskerville mientras dormía después de su apasionada faena que los había dejado completamente agotados. Aquel sentimiento que lo embargaba, era tan fascinante como tan diferente a todo lo que antes había conocido. Un nuevo sentimiento había nacido en su alma, y aquel amor que siempre había sentido hacia aquella bella durmiente entre sus brazos, había crecido tanto como nunca hubiese crecido posible. Bernadette era suya, completamente suya, y lo seria por siempre. Acurrucando a la hermosa rubia en su pecho, Henrick sintió el calor de su piel desnuda rosando la suya.—Mi sentimiento por ti…no lo cambiare jamás. — murmuró sin ser escuchado.Besando los labios de su bella durmiente, admiro una vez más la belleza de su mujer, y pronto, imagino toda una vida a su lado…incluidos pequeños hijos a su lado. Aquel amor que sentía, aquel amor que vivía, era todo lo que realmente tenía; Bernadette Baskervil
Mérida observaba los grandes y antiguos retratos de los anteriores Duques de Devonshire, mientras esperaba a Bernadette Baskerville y a Henrick Godric en aquel salón privado. Cada hombre y mujer de esa familia, había pasado por mucho, y los sirvientes colocaban una nueva pintura sobre la chimenea de ese salón, aquella en dónde Kassius y Abigail Godric sonreían con sus hijos pequeños sentados sobre sus piernas. Estaba segura de que Henrick Godric, el nuevo Duque, pondría todo en su sitio y los Cervantes finalmente verían su estrepitosa caída. —Disculpa la tardanza, no sabía que vendrías. — dijo Bernadette disculpándose con su dama. Mérida con la pequeña Abigail en brazos, negó. —Lamento presentarme repentinamente, pero me he sentido vigilada. Vi varios hombres sobre camionetas negras vigilando mi hotel, y temo por la integridad de la pequeña Abigail, así que no supe a dónde mad acudir. Intenté comunicarme con Charlotte, pero no me ha respondido. No la culpo, seguramente está muy o
Los jardines del palacete de Baskerville, comenzaban a sentirse fríos y desolados. Las personas del pueblo cercano, los observaban de lejos preguntándose que era lo que había estado pasando allí. Los últimos días se había visto mucho movimiento de lo más sospechoso, y un par de viejas mujeres observaban con desconfianza a los hombres que llegaban a hacer compras casualmente. El otoño se estaba sintiendo en el aire, y las hojas de los árboles comenzaban a tornarse rojizas y amarillentas. —Creo que debemos andar con cuidado, el viento predice que algo malo va a ocurrir, y solo espero que los Baskerville puedan enfrentar esta tormenta. — dijo una de las mujeres mientras la otra asintió detrás del mostrador del mercado. —¿Pero que dice? Los Baskerville no se han preocupado de nosotros durante años, ¿Por qué deberíamos preocuparnos por ellos? — dijo en tono molesto un hombre joven que compraba en el lugar. —No debería soltar improperios sin nada más saber muchacho, los Baskerville hi
Henrick observaba a su hermano dormir en aquella cama de hospital; su intento de suicidio casi había resultado exitoso. Kendrick estaba pasando por diferentes situaciones que lo habían llevado al borde; quizás ese no era el mejor momento de decirle que tenía una pequeña hija que de su desliz había surgido y no lograba imaginar que era lo que había estado cruzando por la mente de su hermano en el momento en que tomó esa drástica decisión. Saliendo de la habitación, Henrick marcó el número de su ayudante, él aún tenía cosas que atender y Kendrick no debía de estar solo. Entonces, la mano de Kendrick lo detuvo logrando sorprenderlo.—Hermano… — musitó Kendrick apenas sin voz.—No te sobre esfuerces hermano, intenta descansar, llamaré al médico enseguida. — respondió Henrick.Kendrick negó a duras penas.—T-Tienes que ir con Bernadette…y-yo, fui un completo imbécil, y t-todo lo que me pasa lo tengo merecido por no creer en ella. Bernadette siempre dijo la verdad…ella no me traiciono, y el
—Cervantes…Cervantes… — murmuró la monja antes de perder el conocimiento.Henrick la apretó contra si con dolor, y soltando un grito de frustración camino con ella hacia su auto. ¿Cuánto más le iban a arrebatar los Cervantes? ¿Cuánto más dolor iban a provocar en inocentes? Dejando a la monja en la parte trasera de su vehículo, condujo acelerado hacia el castillo Devonshire, Bernadette iba a quedar destrozada al saber lo ocurrido con las hermanas y los niños del orfanato.En Baskerville, Chiara observaba a la noche cayendo sobre los prados que rodeaban aquel insignificante pueblo de callejuelas empedradas. Bajando del autobús y vestida con ropas sencillas, tomó su maleta y encaminó sus pasos hacia el palacete de los Baskerville. Eduardo se había convertido en la potestad de esa localidad; había escuchado a algunos pueblerinos hablando maravillas de su pariente. Sonriendo, le iba a encantar lo que tenía planeado; finalmente y por las buenas o las malas, los Windsor, los Godric, los Suss