Las doce del mediodía ya habían pasado y las monjas preparaban la comida para todos los niños dentro del orfanato. Bernadette cuidaba de los pequeños junto con Odette y Charlotte mientras jugaban afuera y disfrutaban de la agradable tarde que apenas estaba comenzando.—Señorita bonita, mire, aquí hay un nido de golondrinas. — decía Oliver mientras intentaba alcanzar el nido.Acercándose, Bernadette le sonrió al pequeño; ver a Oliver y jugar con el de cierta manera le hacia sentir que en realidad no había perdido a su hijo y que todo aquello tan solo había sido una horrenda pesadilla…pero no podía escapar de su realidad, aunque lo deseara. Acariciando las mejillas sonrosadas del pequeño rubio, notó que este traía un pequeño pichón aun vivo entre sus manos.—¿Se ha caído del nido? — cuestionó la rubia.Oliver asintió. —Si, y creo que se le cayó a su mamita desde ese nido y está asustado, quiero subirlo, pero no puedo. — respondió.Bernadette miró lo alto de aquel árbol; no sería una lab
Henrick miraba aquel edificio en donde la dama Mérida Castle y su recién descubierta sobrina, se hospedaban bajo fuerte resguardo. Nadie, salvo el y William, sabían de la existencia de la niña, y había resuelto enviarla a Estados Unidos, tal y como Bernadette había sugerido. Que la niña existiera revelaba la moral retorcida de su hermano, pero aún no era momento de exponer tal cosa...menor involucrando a una inocente criatura que ni siquiera tenía un nombre propio. Subiendo al pent house donde las mantenía a salvo, aunque no iba solo. Tenía que terminar rápido con ello para luego ir a por Bernadette y llegar a tiempo a su celebración de compromiso.—Señor, ¿Qué está ocurriendo?, me ha hecho firmar varias cláusulas de privacidad y básicamente si abro la boca estaré perdido, ¿Por qué tanto misterio? ¿En dónde estamos? — cuestionó Harry, el secretario de Henrick.—Ya lo veremos, por lo pronto, te dejare a cargo de esto tan importante, y será mejor que tengas extremo cuidado en hacer todo
—Eduardo Cervantes es el hijo bastardo del actual Rey de España, su hijo legítimo y el príncipe heredero, falleció hace unos meses en un trágico accidente; eso es lo que dicen los medios, y luego de su fallecimiento, el príncipe Eduardo fue declarado como hijo legitimo del rey y se convirtió en su sucesor al trono. Charlotte y yo logramos averiguar eso con nuestros contactos de España, aunque, según sabemos también, el príncipe Eduardo no es bien aceptado entre la nobleza española debido a sus orígenes, pero se ha ganado el respaldo y cariño del pueblo español. Como lo veo, señora Baskerville, ese hombre es peligroso. — dijo Odette mientras movía ansiosamente sus dedos.Bernadette frunció el entrecejo; por supuesto, no le había inspirado nada de confianza ese hombre, aun y cuando por su “buena voluntad”, le había hecho entrega de esa atroz carta en donde Chiara Cervantes recibía instrucciones de su pariente y de la anterior reina para deshacerse de ella y del hijo que estaba en ese mo
—Señor Eduardo, le agradezco su visita de ayer, pero temo que debo declinar su ofrecimiento. Voy a seguir mi compromiso con Henrick Godric porque ese es mi deseo. — Bernadette apretó la mano de su prometido entre la suya, sin dejar de mirar a Eduardo Cervantes directamente a los ojos. Henrick, manteniéndose firme junto a ella, también miró a aquel hombre directamente. —Entonces, señor Cervantes, como puede ver no hay nada más que decir. — dijo Henrick con la misma calma que mantenía siempre. Eduardo sonrió. Mirando a Bernadette, sintió como la sangre le estaba hirviendo dentro de las venas, pero mantuvo su porte elegante y su sonrisa placentera como hacia siempre. —Entonces no hay nada más que decir, tal y como dice el señor Godric. Fue un placer conocerla, señorita Baskerville, y puedo asegurarle que está no será la última vez que nos vemos. Con su permiso. — y dándose la vuelta, Eduardo Cervantes regresó por el camino de la terracería hacia su vehículo. Henrick mantuvo su mira
—Nadie debe de saberlo señor López, nadie debe enterarse que no me queda mucho tiempo. — dijo la reina con un deje de resignación en su voz. El doctor López miró con gran tristeza a la reina.—Tal vez debería ser honesta al menos con su sobrina, su real majestad. Bernadette Baskerville debe de estar lista, su pronóstico es de al menos seis meses, es tiempo suficiente para irse preparando para lo que viene. Mis informantes dicen que los Cervantes no han dejado ni un solo día de moverse, creo que nosotros debemos de hacer lo mismo. — dijo el médico con seriedad. La reina se acomodó en su cama. Sabía que el tiempo no era su mejor aliado en ese momento; su enfermedad avanzaba con gran fuerza, pero no podía darse el lujo de mostrarte débil o tan siquiera un poco vulnerable, nadie debía saber aún que poco a poco estaba muriendo. —Este cáncer es terrible, los dolores me consumen y tan solo deseo quedarme en la comodidad de esta cama a esperar el dulce beso de la muerte para finalmente
Los grandes territorios de Bukingham se alcanzaban ya a apreciar a la vista. La belleza de sus extensos jardines, y las maravillas que se guardaban celosamente al interior de la residencia oficial de la reina, volvían a aquel lugar un cuento de hadas de la realidad que desde tiempos ancestrales protegía a los monarcas de Inglaterra por decisión de la reina Victoria. Bernadette Baskerville sonrió al descender del vehículo y ver a su padre que ya la estaba esperando. —Mi querida Bernadette, al fin puedo verte. — dijo Mikael Baskerville abrazando amorosamente a su hija. —Papá, me da mucho gusto volver a verte. — respondió Bernadette notando la ausencia de su madre. — ¿En dónde está mi madre? — cuestionó. Mikael negó. — No te preocupes por ella, estará aquí para la ceremonia de compromiso, solo se retraso por alguno de sus muchos pendientes. — aseguró. Bernadette sabía la clase de pendientes que tenía la mujer que le dio la vida, negando, volvió a abrazar a su padre. —Vamos adent
—Vamos, vamos, debemos terminar. — La servidumbre y empleados del castillo de Bukingham, corrían de un lado a otro terminando con los últimos preparativos para la celebración de esa noche. El elegante salón de banquetes, estaba ya delicadamente decorado con hermosas rosas blancas y narcisos espléndidos, así como bellísimas hortensias que dejaban ver el exquisito gusto de la reina Berta. Chiara observaba todo aquello con gran envidia y frustración, pues aunque su celebración de compromiso había sido hermosa, nunca fue tan opulenta y magnífica como estaba siendo la Bernadette y Henrick Godric. Ella y Kendrick habían sido alojados en una habitación de invitados y no una habitación real. Eran demasiadas humillaciones para tolerarse. —Cariño, ¿Podríamos hablar? — interrumpió Kendrick en medio de sus pensamientos.Caminando con su esposo, ya imaginaba lo que iba a decirle. —No estarás en la celebración, ¿No es así? — cuestionó Chiara realmente furiosa.Kendrick negó. — No quiero ver c
El viento soplaba con gentileza, arrastrando consigo un sinfín de recuerdos que estremecían su corazón. Las copas de los altos árboles de los jardines reales, parecían danzar al son de las melodías que comenzaban a sonar dentro del castillo de Bukingham. El atardecer poco a poco iba muriendo, dándole paso a la noche que caía sobre Londres cubriendo de penumbra toda Inglaterra. Henrick Godric ajustaba su corbatín en el balcón de su alcoba real, y lució su traje real de pantalones negros con línea lateral roja y chaqueta militar roja con botones dorados tallados de oro, junto con una increíble capa de terciopelo azul, adornada con diferentes apliques que se relacionaban a su rol próximamente monárquico. Todo aquello le traía memorias, la mayoría de ellas, lamentablemente dolorosas, y aquella noche tan importante, se encontraba completamente solo, pues aunque su padre y hermano aún estaban con vida, jamás había sido realmente cercano a ellos. Toda su vida fue tratado como el segundo hij