—Está noche es para celebrar el compromiso matrimonial entre Henrick Godric y Bernadette Baskerville, y también, para anunciar a quien será mi heredero. A las diez en punto se hará el nombramiento oficial de la persona que tomará mi lugar como monarca a mi fallecimiento. Mientras tanto, brindemos por la unión de Henrick y Bernadette. — dijo la reina sorprendiendo a cada persona en el lugar. El silencio se había apoderado del lugar, y Bernadette Baskerville se mostró genuinamente sorprendida. ¿La reina iba ya a anunciar que ella sería la nueva reina? ¿Por qué razón había decidido aquello? Henrick se mostró sereno, y mirando a su futura esposa, le sonrió aún cuando estaba igualmente sorprendido. La música comenzaba a sonar de nuevo, y ambos, reverenciando a la Reina Berta, la vieron sonriendo. —Se que ambos tienen muchas dudas, pero les aseguro que esto es lo mejor. — dijo la reina repentinamente. Bernadette quiso preguntar, pero la reina no se lo permitió, y tan solo la vieron al
El baile era un acto íntimo, un vigorizante coqueteo que bien podía estar marcado de inocencias o de perversiones ocultas que echaba a volar la imaginación y agitaba a los sentidos más dormidos. Movimiento tras movimiento y sin apenas tocarse, aquella pareja se miraba. Ojos violeta y ojos celestes, bailaban al compás de la melodía de primavera dejando ver la recatada sensualidad de un amor naciente en los corazones de ambos. Bernadette Baskerville sonreía y sus rubores soñadores eran manifestaciones de amor que Henrick Godric guardaba celosamente dentro de su corazón por mucho tiempo enamorado de ella. Hombre y mujer, paso a paso, habían dejado de ver el mundo que los rodeaba para ser solo ellos dos, y declararse aquello que sentían por el otro sin pronunciar palabra alguna. La mano de Henrick Godric sujetó la estrecha cintura de Bernadette Baskerville y la pego a su cuerpo con el recato propio de un caballero. Sintiendo su perfume, y deseando acariciar la aterciopelada piel de nieve
El Conde de Sussex observaba como el Duque de Devonshire era llevado a una habitación en dónde sería retenido. William Taylor se acercaba al Conde con disimulo.— Las paredes tienen ojos y oídos — dijo al aire mientras se acercaba.— Y el silencio es la mejor arma contra el enemigo. — respondió el Conde de Sussex. — Arthur, debemos hablar con Henrick Godric, los Cervantes que aún viven en España, se están movilizando. — dijo William con seriedad mientras al igual que Arthur de Sussex escuchaban los escandalosos gritos del Duque de Devonshire. — Si las cosas no cambian, tendremos una guerra civil en las manos. La Reina Berta anunciara formalmente a su heredero está noche, y no sabemos de quién se trata, pero hay suficientes Cervantes aquí mismo para informar a los suyos. Debemos actuar rápido. — dijo el apuesto rubio en tono sereno. William Taylor el Marques de Ailsa asintió. — El matrimonio de Henrick con Bernadette Baskerville puede resultar conveniente. Debemos estar listos para
— Inglaterra es nuestra madre patria, una tierra rica y prospera regida por Monarcas valientes y sabios. — dijo mirando a todos y la ansiedad mostrada en sus rostros por saber quién sería el nuevo rey. — Estos últimos años se han mostrado llenos de desafíos, y por ello es que, elegido a la persona más noble de nuestra tierra, en cuya sangre corre la de los primeros reyes legendarios de esta gran nación. — dijo haciendo que todos comenzarán a murmura. — ¡Silencio! Soy la Reina Berta de Inglaterra, y mi heredero al trono será… Bernadette Baskerville, la princesa de Baskerville e ilustre dama del sur. — dijo la Reina Berta con gran magnificencia y firmeza.Cada persona que se hallaba en el banquete, y todo aquel que estaba en el castillo de Buckingham, eran testigos de aquello que marcaba un precedente. Bernadette Baskerville había sido elegida como la siguiente en la línea sucesoria al no existir heredero alguno nacido de la Reina regente. Chiara Cervantes apretó los dientes; no era pos
—En el palacio de Buckingham ayer por la noche se hizo el nombramiento del nuevo sucesor a la corona, esto debido a que su majestad, la Reina Berta, no tiene herederos de sangre para asumir el trono. Bernadette Baskerville de la casa del sur, ha sido nombrada como la heredera al trono, comenzando a sostener el título de Princesa de Gales. Y en otras noticias, se ha anunciado el repentino fallecimiento de su alteza Kassius Godric el Duque de Devonshire… — Kendrick apagaba el televisor. Su mente estaba nublada; se sentía confuso, demasiado perturbado, como si estuviese flotando sobre una nube pestilente que lo movía de un lado a otro sin detenerse. Bernadette Baskerville había sido nombrada la Princesa de Gales heredera al trono de Inglaterra, y el se sentía sumido en un horrible abismo oscurecido por aquella noticia y el repentino fallecimiento de su padre, al mismo tiempo que no dejaba de pensar en las últimas palabras que Odette Brown le había dicho antes de perder el conocimiento.
La mirada era, muchas veces, un espejo para mostrar aquello que las expresiones bien podían ocultar. En los ojos de las personas, en ocasiones se podían descubrir intenciones y secretos, incluso, universos de emociones ocultas ante el mundo y sentimientos no expresados con palabras. Si la mirada pudiera matar, quizás, en ese momento, Kendrick Godric ya estaría muerto, pues aquellos hielos azules de la Reins Berta, lo miraban fijamente sin atisbo de piedad en ellos.—Kendrick Godric, se te ha acusado con pruebas, de entrar a los aposentos privados de la princesa Baskerville en Devonshire, e intentar dormir con ella por la fuerza. ¿Tienes algo que decir al respecto? — dijo la Reina sin ningún rodeo.Kendrick palideció. No sé le estaba acusando de haber sido el causante del accidente a la Dama Odette Brown, pero si se algo que era, tal vez, igual de grave. Uno de los guardias personales de la Reina, le acercaba aquellos botones de oro que se le habían perdido en su estrepitosa huida, y
Las trompetas se escuchaban sonando, mientras un cortejo fúnebre se abría paso entre los guardias a caballo que escoltaban aquel coche. Cámaras de televisión, personas vestidas de negro que lloraban una perdida que no era suya, y que parecían realmente creer que Kassius Godric, Duque de Devonshire, era un buen hombre. Los murmullos también se hicieron presentes, pues la viuda del Duque no se había presentado en sus funerales, y nadie parecía saber en dónde se encontraba ella. Para el nuevo Duque de Devonshire resultaba obvio: esa mujer, Melina Cervantes, había huido.Henrick observaba el tumulto de personas que se habían reunido en los jardines del castillo de Devonshire, y como la mayoría de ellos decían lamentar la muerte de su padre, sin embargo, solo eran máscaras; las mismas máscaras que todos usaban siempre para guardar las apariencias sin nunca admitir la verdad de sus pensamientos, las llevaban puestas hoy a juego con sus ropas de negro. Mirando a Kendrick, Henrick vio que su
El sonido de la pala contra la tierra fresca, rompía el sepulcral silencio en el camposanto privado que se hallaba en los territorios del castillo de Devonshire, destinado a sus Duques y miembros familiares cercanos. A ratos, algún sollozo se dejaba sentir, mientras aquella pala seguía echando tierra sobre aquel ataúd que yacía ya en la tumba que Kassius Godric había mandado hacer para su muerte y descanso, antes de meses después ser depositado en el mausoleo familiar. Un viento suave y casi frío, movía con gentileza las flores que decoraban el lugar como el último adiós al Duque de Devonshire, y Henrick y Kendrick Godric, dejaban caer una rosa cada uno, para que acompañara a su padre en su viaje al más allá. Kendrick sollozaba, y sin abrazar a Chiara Cervantes, se dejaba caer sobre el suelo. Henrick no había pronunciado palabra alguna, y aun cuando Bernadette lo abrazaba en señal de consuelo, ni una sola lágrima se derramaba en su rostro; Kassius Godric no había sido un buen padre pa