—Señor Eduardo, le agradezco su visita de ayer, pero temo que debo declinar su ofrecimiento. Voy a seguir mi compromiso con Henrick Godric porque ese es mi deseo. — Bernadette apretó la mano de su prometido entre la suya, sin dejar de mirar a Eduardo Cervantes directamente a los ojos. Henrick, manteniéndose firme junto a ella, también miró a aquel hombre directamente. —Entonces, señor Cervantes, como puede ver no hay nada más que decir. — dijo Henrick con la misma calma que mantenía siempre. Eduardo sonrió. Mirando a Bernadette, sintió como la sangre le estaba hirviendo dentro de las venas, pero mantuvo su porte elegante y su sonrisa placentera como hacia siempre. —Entonces no hay nada más que decir, tal y como dice el señor Godric. Fue un placer conocerla, señorita Baskerville, y puedo asegurarle que está no será la última vez que nos vemos. Con su permiso. — y dándose la vuelta, Eduardo Cervantes regresó por el camino de la terracería hacia su vehículo. Henrick mantuvo su mira
—Nadie debe de saberlo señor López, nadie debe enterarse que no me queda mucho tiempo. — dijo la reina con un deje de resignación en su voz. El doctor López miró con gran tristeza a la reina.—Tal vez debería ser honesta al menos con su sobrina, su real majestad. Bernadette Baskerville debe de estar lista, su pronóstico es de al menos seis meses, es tiempo suficiente para irse preparando para lo que viene. Mis informantes dicen que los Cervantes no han dejado ni un solo día de moverse, creo que nosotros debemos de hacer lo mismo. — dijo el médico con seriedad. La reina se acomodó en su cama. Sabía que el tiempo no era su mejor aliado en ese momento; su enfermedad avanzaba con gran fuerza, pero no podía darse el lujo de mostrarte débil o tan siquiera un poco vulnerable, nadie debía saber aún que poco a poco estaba muriendo. —Este cáncer es terrible, los dolores me consumen y tan solo deseo quedarme en la comodidad de esta cama a esperar el dulce beso de la muerte para finalmente
Los grandes territorios de Bukingham se alcanzaban ya a apreciar a la vista. La belleza de sus extensos jardines, y las maravillas que se guardaban celosamente al interior de la residencia oficial de la reina, volvían a aquel lugar un cuento de hadas de la realidad que desde tiempos ancestrales protegía a los monarcas de Inglaterra por decisión de la reina Victoria. Bernadette Baskerville sonrió al descender del vehículo y ver a su padre que ya la estaba esperando. —Mi querida Bernadette, al fin puedo verte. — dijo Mikael Baskerville abrazando amorosamente a su hija. —Papá, me da mucho gusto volver a verte. — respondió Bernadette notando la ausencia de su madre. — ¿En dónde está mi madre? — cuestionó. Mikael negó. — No te preocupes por ella, estará aquí para la ceremonia de compromiso, solo se retraso por alguno de sus muchos pendientes. — aseguró. Bernadette sabía la clase de pendientes que tenía la mujer que le dio la vida, negando, volvió a abrazar a su padre. —Vamos adent
—Vamos, vamos, debemos terminar. — La servidumbre y empleados del castillo de Bukingham, corrían de un lado a otro terminando con los últimos preparativos para la celebración de esa noche. El elegante salón de banquetes, estaba ya delicadamente decorado con hermosas rosas blancas y narcisos espléndidos, así como bellísimas hortensias que dejaban ver el exquisito gusto de la reina Berta. Chiara observaba todo aquello con gran envidia y frustración, pues aunque su celebración de compromiso había sido hermosa, nunca fue tan opulenta y magnífica como estaba siendo la Bernadette y Henrick Godric. Ella y Kendrick habían sido alojados en una habitación de invitados y no una habitación real. Eran demasiadas humillaciones para tolerarse. —Cariño, ¿Podríamos hablar? — interrumpió Kendrick en medio de sus pensamientos.Caminando con su esposo, ya imaginaba lo que iba a decirle. —No estarás en la celebración, ¿No es así? — cuestionó Chiara realmente furiosa.Kendrick negó. — No quiero ver c
El viento soplaba con gentileza, arrastrando consigo un sinfín de recuerdos que estremecían su corazón. Las copas de los altos árboles de los jardines reales, parecían danzar al son de las melodías que comenzaban a sonar dentro del castillo de Bukingham. El atardecer poco a poco iba muriendo, dándole paso a la noche que caía sobre Londres cubriendo de penumbra toda Inglaterra. Henrick Godric ajustaba su corbatín en el balcón de su alcoba real, y lució su traje real de pantalones negros con línea lateral roja y chaqueta militar roja con botones dorados tallados de oro, junto con una increíble capa de terciopelo azul, adornada con diferentes apliques que se relacionaban a su rol próximamente monárquico. Todo aquello le traía memorias, la mayoría de ellas, lamentablemente dolorosas, y aquella noche tan importante, se encontraba completamente solo, pues aunque su padre y hermano aún estaban con vida, jamás había sido realmente cercano a ellos. Toda su vida fue tratado como el segundo hij
—Está noche es para celebrar el compromiso matrimonial entre Henrick Godric y Bernadette Baskerville, y también, para anunciar a quien será mi heredero. A las diez en punto se hará el nombramiento oficial de la persona que tomará mi lugar como monarca a mi fallecimiento. Mientras tanto, brindemos por la unión de Henrick y Bernadette. — dijo la reina sorprendiendo a cada persona en el lugar. El silencio se había apoderado del lugar, y Bernadette Baskerville se mostró genuinamente sorprendida. ¿La reina iba ya a anunciar que ella sería la nueva reina? ¿Por qué razón había decidido aquello? Henrick se mostró sereno, y mirando a su futura esposa, le sonrió aún cuando estaba igualmente sorprendido. La música comenzaba a sonar de nuevo, y ambos, reverenciando a la Reina Berta, la vieron sonriendo. —Se que ambos tienen muchas dudas, pero les aseguro que esto es lo mejor. — dijo la reina repentinamente. Bernadette quiso preguntar, pero la reina no se lo permitió, y tan solo la vieron al
El baile era un acto íntimo, un vigorizante coqueteo que bien podía estar marcado de inocencias o de perversiones ocultas que echaba a volar la imaginación y agitaba a los sentidos más dormidos. Movimiento tras movimiento y sin apenas tocarse, aquella pareja se miraba. Ojos violeta y ojos celestes, bailaban al compás de la melodía de primavera dejando ver la recatada sensualidad de un amor naciente en los corazones de ambos. Bernadette Baskerville sonreía y sus rubores soñadores eran manifestaciones de amor que Henrick Godric guardaba celosamente dentro de su corazón por mucho tiempo enamorado de ella. Hombre y mujer, paso a paso, habían dejado de ver el mundo que los rodeaba para ser solo ellos dos, y declararse aquello que sentían por el otro sin pronunciar palabra alguna. La mano de Henrick Godric sujetó la estrecha cintura de Bernadette Baskerville y la pego a su cuerpo con el recato propio de un caballero. Sintiendo su perfume, y deseando acariciar la aterciopelada piel de nieve
El Conde de Sussex observaba como el Duque de Devonshire era llevado a una habitación en dónde sería retenido. William Taylor se acercaba al Conde con disimulo.— Las paredes tienen ojos y oídos — dijo al aire mientras se acercaba.— Y el silencio es la mejor arma contra el enemigo. — respondió el Conde de Sussex. — Arthur, debemos hablar con Henrick Godric, los Cervantes que aún viven en España, se están movilizando. — dijo William con seriedad mientras al igual que Arthur de Sussex escuchaban los escandalosos gritos del Duque de Devonshire. — Si las cosas no cambian, tendremos una guerra civil en las manos. La Reina Berta anunciara formalmente a su heredero está noche, y no sabemos de quién se trata, pero hay suficientes Cervantes aquí mismo para informar a los suyos. Debemos actuar rápido. — dijo el apuesto rubio en tono sereno. William Taylor el Marques de Ailsa asintió. — El matrimonio de Henrick con Bernadette Baskerville puede resultar conveniente. Debemos estar listos para