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2. Nuestro encuentro

Siete años antes

El examen se mira borroso, creo que por fin he alcanzado mi limite. Siento que mi cerebro tiene demasiada información, no procesar todo. Mi cabeza duele.

Miro la parte en blanco de mi hoja, no puedo dejar de intentar, sería como perder y yo nunca pierdo. De algún lado de mi cabeza saque la respuesta a la ecuación.

El timbre suena, con ello dejo salir un suspiro. Maya, mi amiga me mira. Alza su dedo pulgar, en señal de victoria, le copio el gesto. Al dejar nuestros exámenes, salimos juntas.

— Por un momento pensé que no podría acabarlo, pero me dije “joder que no quiero volver a repetir algo que ya vi” —me dice Maya copiando su voz— Te miré por un momento, vi tu determinación cuando tus cejas se fruncieron, no me quedaría atrás. Tenemos que salir hoy juntas.

— Hablando de eso —miro a otro lado pensando como decirlo, luego la miro a ella— Estoy muy cansada, no quiero salir hoy.

— No seas aburrida, además siempre dices eso y terminas tomando hasta por los codos. No soy una mala amiga, si viera que vas mal, yo misma me quedo a estudiar a tu lado… pero vamos, que hemos pasado todo, tenemos que quitarnos todo este estrés de la cabeza. Un poco de alcohol después de nuestra última salida, que, por cierto, fue ya hace varios meses no nos haría ningún mal.

Sonrío — Tienes razón, como siempre.

Seguimos caminando por los pasillos de nuestra universidad. Tenemos un año de estar aquí, cuando entramos fuimos a la fiesta de despedida de esa generación. Ahora sigue otra, igual que la pasada. Me gustaría decir que conozco o tengo muchos amigos, pero no. La verdad es que me he dedicado a estudiar y no morir en el proceso. Yo nunca me rindo, ese es mi lema.

Nunca.

Mi ultimo novio fue antes de entrar a la universidad. La verdad es que lo quería muchísimo, después supe que me engañó, pero eso solo hizo más fácil el dejarlo en el pueblo. ¿Me dolió? Muchísimo, pero yo nunca me voy a quedar estancada por algo que se puede solucionar. Todo problema tiene solución, todo problema.

— Debes usar el vestido negro que te mandó mi madre —la mamá de Maya es una diseñadora que siempre me está regalando ropa. Por ser la mejor amiga de su hija, supongo. Como un pago.

— Será la única ocasión, así que sí. No volveré a salir hasta el próximo año —bromeo, creo.

— Ojalá fuera broma, pero creo que así será. Así que disfrutemos la noche de hoy.

La fiesta se llevará a cabo en una mansión. Cada generación siempre tiene a al menos unos tres hombres o mujer que son designados como herederos de grandes fortunas. Ya es una tradición que al menos, uno de ellos ponga la casa.

Mi familia no es de una gran cantidad de tierras, pero mi padre es un gran abogado. Aunque ni de broma nos acercamos a las grandes fortunas que algunos estudiantes manejan.

Al llegar la noche, después de como tres horas, finalmente me estoy colocando unos tacones con swarovski, son los tacones mas caros que hay en mi closet. Maya y yo, rentamos un departamento cómodo en el centro de la ciudad.

— ¿Pido taxi? —me pregunta al verme— luces bellísima, siempre envidiaré como puedes llegar a lucir.

— Si, si tomamos ninguna podrá manejar de regreso. Solo tengo amigas bellas, así que no puede decirte menos de lo que tu me dices, Maya.

Maya es muy linda. Su piel es trigueña, es nacida es Guatemala, su padre Europeo así que le heredó unos increíbles ojos azules que le resaltan de forma fenomenal. Su cuerpo, un poco latina un poco modelo de Balenciaga, al menos. Es demasiado bella.

— Vamos, vamos

(…)

La mansión Walton está valuada mas que la universidad, tiene muchas decoraciones de oro y otras perlas o diamantes que son demasiado llamativos, a decir verdad. Solía hacer bromas con otros amigos sobre la riqueza de los Walton, sobre algunas desviaciones de dinero y sus empresas fantasmas.

— Espérame un momento en la barra, debo hablar —Maya con su barbilla señala a alguien al fondo.

Me giro para ver de quien habla, veo a Stefan. Stefan y Maya fueron novios o algo así por al menos tres años, hace mas de seis meses que juegan a no ser nada, pero cada uno se pone celoso del otro.

— No creo que sea buena idea. No quiero verte triste hoy, quedamos que no vamos a divertir hasta olvidar nuestros problemas, no nadar directo a ellos.

— Tengo que hacerlo, Claire. Stef me ha dejado un mensaje muy raro hoy, quiero hablar cobre ello. No quiero hacer un escándalo, solo quiero preguntar a que se refería y ya. Es todo.

— No preguntes cosas que no puedas manejar su respuesta. No quiero ver ni una lagrima tuya, al menos no hoy y no por él.

— Lo prometo, te veo en un rato, Claire.

Me quedo unos segundos viendo como mi amiga se va tras el que dice ser su amor de vida. No podría decir que el amor de su vida es una persona caótica que la ha hecho llorar mas en lo que duraron juntos que toda su vida. Ni siquiera sé que o como debería ser alguien que cualquier persona pudiera llamar “el amor de mi vida”.

Pero sé que no llamaría así a una persona como Stefan. Ha lastimado mucho a Maya, puedo decir que lo hace a propósito, pero también he visto a Maya queriendo lastimarlo a él. No sé qué deberían hacer ninguno de los dos.  

Cuando me siento en una banca muy alta y pesada de una fina madera, espero a que el barman se haya desocupado para pedirme un trago. Cualquier cosa para quitarme el trago amargo que acabo de pasar.

— ¿Qué te puedo dar, linda? —me pregunta con un coqueteo leve el barman.

— Blue elephant, por favor.

— ¡Uy! —me mira divertido— Alguien quiere divertirse hoy. Sale en seguida.

Admiro las hazañas que el barman hace para preparar mi bebida. O eso intentaba hasta que otra persona lo tomó del brazo para decirle algo en el oído. Me encantaría decir que no me interesa, pero verlo hizo que un escalofrío recorriera toda mi espina dorsal.

Es alto. Pelo largo y castaño. Visiblemente hace algún deporte. Es bastante atractivo.

El barman le dice molesto algo, haciendo que el nuevo rodee el lugar para sentarse a mi lado. Siento su aliento, está muy borracho.

— Aquí tienes —me dice el barman pasándome mi bebida azul.

— Gracias.

Cuando hablé, sentí sus ojos atravesarme. Si un trago muy largo a mi bebida, para al menos quitarme los nervios que ese hombre está creando en mí.

—  Jamás te había visto, dime donde estabas escondida, ¿preciosa? —algunas palabras le salen arrastradas, visiblemente por el alcohol que tiene en su sistema.

No puedo evitar sonrojarme, pero el alcohol hace que le mire a los ojos.

— Nunca me ibas a encontrar si solo buscas en bares o lugares con mucho alcohol.

Tiene unos increíbles ojos azules. Aunque estoy por terminar mi bebida, siento algo que recorre todo de mí.

— Me encantaría darte la razón, pero… te encontré aquí, preciosa.

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