Capítulo 2

¡Puff! No sé qué hago aquí, me siento como una tonta. En instantes como este es cuando me pregunto qué estoy haciendo con mi vida. Sé que no necesito ser mantenida por un hombre, que sea quien cumpla con mis caprichos. No sé… si es por la influencia que ejerce Eva y Clara en mí, que me dicen que no debo ser una tonta, que debo aprovechar ahora que estoy joven para vivir mi vida, que, como dice mi madre, al estar vieja me voy a arrepentir de lo que no hice de joven.

Algo que me gustó de estar cerca de Carl es que puedo ser yo misma con él. Parece que encajamos tan perfectamente, siento que no tengo que buscar nada en otros hombres, porque lo tengo a él. Si tan sólo… pudiera tenerlo conmigo… creo que podría ser una mejor persona, porque él me inspira a serlo.

Veo a mi hermana hablando por celular mientras sostiene una gran sonrisa. Ella no quiere aceptarlo, pero está bastante emocionada con la cita; ese chico Pablo, realmente le gusta. Hasta los corazones de hierro en algún momento se encaprichan, ojalá no se enamore, porque perderá en su propio juego.

Ella se vino cambiada con un short alto, una camisa de mangas cortas de color negro y unos botines negros de gamuza. Y ni qué hablar del maquillaje ahumado que se hizo y las horas que pasó arreglando su cabello.

Mientras que yo, toda sencillita con pantalón jeans, camiseta de Avengers y sandalias bajitas, ah… y como no quise peinarme, me hice un globo y listo, ni maquillaje ni nada. ¿Para qué? Si yo únicamente vine a comer. Ni para decir que no quiero opacar la belleza de mi hermana, porque ella hasta con mis fachas se ve mucho mejor que yo, en serio.

Hoy vengo en plan de espantar a cualquier amigo que Pablo invite y crea que me puede echar encima.

Eva se acerca a mí con rostro emocionado.

—Ya están aquí —informa—, están en el ascensor.

Mis ojos ruedan al fondo de la gran sala, mucho más allá de las sillas del comedor del centro comercial, donde se puede ver el ascensor de cristal. Al fin llegó mi cena, porque me muero de hambre y desde que ella me contó que tendría esta cita se me antojó un perro caliente de los que venden en este cine.

—¿Sabes? Averigüé el descuento de los combos hoy y el “tú y yo” está con treinta por ciento de descuento —le digo sin dejar de mirar al fondo de la sala—. Ese es el que trae el perro caliente gigante, ¿te acuerdas que una vez lo compramos cuando vinimos a ver Los juegos del hambre?

—Ajá —suelta Eva sin prestarme mucha atención.

—Bueno, ese es el que debemos quitarle —prosigo—. ¿A todas estas, qué película vamos a ver?

—¿No averiguaste los estrenos?

Volteo para ver la cartelera que está a mi espalda. Se me desfigura la emoción del rostro al ver que no hay nada bueno.

—Ah… pero salió Bad Boys —tarareo la canción del intro de la película mientras hago unos movimientos con las manos—. Bad boy, bad boys, whatcha gonna do, whatcha gonna do, when they come for you? —Lo repito varias veces porque es lo único que sé de la canción.

Mi hermana voltea a verme y me mira con gesto de desagrado, pero yo la ignoro y sigo repitiendo la canción mientras hago varios sí con la cabeza mientras muevo las manos mientras finjo ser un rapero.

Pero me detengo al ver que se acercan a nosotras dos hombres altos, fortachones, uno bastante blanco y el otro mucho más bronceado. Estoy segura que el blanco no debe ser de la ciudad, porque su semblante se ve mucho como si fuera del interior del país, donde todo el tiempo hace frío. Reconozco al chico bronceado, es Pablo, lo logro distinguir porque Eva me mostró varias fotos de él. Y sí, es bastante alto, es justamente como a ella le gusta. No puedo decir que tiene una belleza que es única, de esas de revistas, porque no es así: cabello negro, ojos marrones oscuro, alto, acuerpado y piel bastante bronceada por el sol. Pero lo que lo hace lindo es que se nota que se cuida, su cabello liso está perfectamente peinado a medio lado, tiene un sombreado de barba que lo hace ver más masculino y le luce muy bien, además, viene cambiado con una camisa gris estilo clásica que está remangada hasta sus codos y lleva puesto un jean oscuro.

El joven a su lado me está mirando fijamente mientras me sonríe y a la vista se muestran unos brackets de color violeta oscuro, detrás de ellos se puede ver lo que ya son unos perfectos dientes blancos. Me parece que ya he visto esa desagradablemente hermosa sonrisa en otro lugar. Sube un poco los hombros y después los relaja haciendo que su pecho se vea mucho más ancho.

Wow, es muy guapo. Está únicamente vestido con una camiseta roja, jeans negros con algunos desgarros, tenis y listo. Pero se ve jodidamente bien.

Es en ese momento en que te arrepientes de ser tan descuidada con tu apariencia, cuando deseas que la tierra se abra y te trague. Quiero salir corriendo y hacerme bolita en mi cama. ¡Ay, Dios!, ¡déjame regresar el tiempo para arreglarme bien diva apoteósica! ¡¿Qué hice para pasar semejante humillación?!

Trago en seco e intento que mis mejillas no se ruboricen. Pero mis labios han comenzado a temblar y siento que mis axilas empezaron a transpirar —me sucede cuando estoy demasiado nerviosa—, algo bastante malo porque la camiseta que llevo puesta refleja mucho el sudor. Pero ¿yo qué iba a saber que me iba a encontrar en esta situación?

—¿Esperaron mucho? —pregunta Pablo con una voz que se escucha bastante amorosa.

—Ah… no, acabamos de llegar —responde Eva con una amplia sonrisa.

Mentira, me dijo que no podía hacerlos esperar, por eso llegamos diez minutos antes, y ellos se retrasaron diez minutos, así que tenemos veinte minutos esperando.

—Qué bueno, es que… —Pablo lleva una mano detrás de su nuca, eso me hace ver que está bastante nervioso— tuvimos un pequeño problema antes de salir.

Algo me dice que no se decidía por la ropa, porque como está vestido, se nota que la escogió meticulosamente, todo lo contrario a su compañero, que se nota que se puso lo primero que encontró.

—No te preocupes —suelta mi hermana y después sube sus hombros con timidez.

Parpadeo varias veces mientras observo la escena. Esos dos… se nota que se gustan muchísimo… Ay no, eso es una mala señal.

—Ah… —Pablo me mira—, ¿tú eres Zaideth?

Vaya, por fin se dieron cuenta que yo existo.

—Sí —respondo mientras acentúo con la cabeza—. Soy su hermana.

—Eso veo, se parecen mucho. —Sus mejillas se ruborizan—. Se parecen mucho, son igual de hermosas.

No logro retener una pequeña carcajada. ¿Me acaba de comparar con mi hermana? Y justo con las fachas que estoy vistiendo esta noche…

—Somos uña y mugre, inseparables —dice Eva mientras rodea mi espalda con un brazo.

—Si deseas conquistarla primero debes conquistarme a mí —digo con seguridad mientras sostengo una sonrisa—. Y a mi estómago.

—Ah… sí, claro. —Pablo ríe mientras me repara—. Ya me dijo tu hermana que te encantan los perros calientes de aquí y que eres capaz de comerte tres de ellos. 

Ay, no, ¿cómo se le ocurre decir eso cuando tiene al lado a semejante hombre? Qué vergüenza. Voy a matar a Eva por contarle eso a su futuro novio.

Escucho una pequeña risa y lentamente volteo a ver al joven al lado de Pablo. Qué horror, se está riendo de mí. A todas estas, ¿quién es? Ni lo han presentado.

Parece que Pablo comprende mi confusión y posa una mano encima del hombro de su amigo.

—¿No te acuerdas de él? —inquiere, y yo comienzo a presentir lo peor.

Ya se me hacía conocido, pero… hasta ahora mi mente comienza a escarbar en mis recuerdos.

—¿No me recuerdas? —pregunta el joven.

Ahora que escucho esa voz…

“No se necesita saber que eres un bruto que va por ahí golpeando al primero que se le cruza en el camino y hace un espectáculo de tal calibre en la calle” recuerdo.

Siento que me vuelvo pequeñita, que mi rostro se ruboriza y mis piernas se vuelven débiles.

Mi imprudente boca y yo. Aish… ¿Por qué tuve que decir todo eso esa noche?

—Claro, sé quién eres —suelto con desgana.

Me siento inofensiva. Esa noche llevaba puesto un vestido negro corto ceñido al cuerpo, estaba maquillada como una gran diva, aparte que tenía puestos unos tacones que me hacían ver diez centímetros más alta de lo que soy. Agréguenle a eso varios tragos en la cabeza y obtendrán a una Zaideth que cree que puede comentar todas las cosas que sus neuronas le envían.

Walter muerde por unos minutos su labio inferior mientras sigue sonriendo. Se nota que está gozando que yo me sienta ahora como un zapato viejo. Qué desagradable.

—Bien, ¿vamos a comprar las entradas? —pregunto, ignorando por completo a Walter—. Quiero ver Bad Boys.

—Lo que usted ordene, cuñada —acepta Pablo.

—Oye, todavía no vas a recibir ese título —bufo mientras camino delante de ellos.

Lo mejor que se puede hacer en momentos tan incómodos como este es tener una buena actitud, así la gente no se sentirá en el derecho de pasar por encima de ti. Lo menos que quería que se me pasara por la mente es que Walter tomaría este momento como venganza por lo mal que lo traté. No iba a permitir que me humillara.

Intenté ser lo más extrovertida posible y dar un ambiente agradable a la cita. Así fue como volví a mi plan inicial: comer y que no me importara nada.

Me tocó sentarme al lado de Walter (algo bastante incómodo, porque estaba demasiado callado) pero no como un tipo tímido, sino de esos que inspiran misterio y demasiada seguridad, tanta, que no deseas sentarte cerca de ellos.

Como me habían prometido, Pablo me compró el combo que traía el perro caliente y las entradas eran para las sillas VIP de la sala de cine. Como la película fue bastante buena, pude reír y gritar de la emoción (suelo concentrarme mucho en las películas). Nada comparado con Eva y Pablo que únicamente sabían conversar y reír como dos buenos tontos.

Me alivió ver que pude sobrellevar bien el estar al lado de un chico que había humillado una semana atrás. También me sentía tranquila que Walter fuera mi compañía en la cita, porque de esa forma no estaba tentada a que me llamara la atención, que fuera a encapricharme con él y después, al llegar a mi casa, llorara en el baño al sentirme ridícula por no haberme arreglado para la cita.

Pero todavía falta ir a la plaza de comidas para tomar algo y esperar a que se hiciera media noche para que Eva se decidiera volver a casa.

Y aquí estamos los cuatro. Bueno, más bien los dos, porque Eva y Pablo están en su mundo, teniendo su propia conversación. ¿Para qué nos invitaron si van a estar así?

Es re incómodo estar al lado de Walter y que haya ese silencio pulsante entre los dos. Bueno, yo me siento así, porque él está muy tranquilo comiendo su pizza de pepperoni mientras en ocasiones revisa su celular.

Yo intento hacer lo mismo, pero no estoy hablando con nadie, porque en momentos como este a ninguna persona que conoces se le ocurre escribirte. Así que reviso una y otra vez el inicio de I*******m y después me voy a los estados de W******p y así estoy desde hace hora y media. Trato de poner cara de que sí, wow, está muy interesante lo que veo, pero claro, únicamente estoy fingiendo. De hecho, es tanta mi incomodidad, que he abierto uno de los grupos de trabajos de la universidad y leo los mensajes que han enviado mis compañeros preguntándole a los profesores por temas de los trabajos que ellos nunca respondieron porque se perdieron en el océano de mensajes que todos ignoran.

Y llega mi punto de quiebre. Bajo el celular y dejo salir un suspiro mientras mis ojos se clavan en la gran pizza a medio comer que está en el centro de esta. Lentamente subo la mirada hasta Walter que está casi en frente de mí. Me sorprendo al ver que está tomando su jugo de piña mientras observa la panorámica de la plaza bastante tranquilo, como si nada lo atormentara.

Es bastante diferente a como lo conocí. Pensaba que era violento y prepotente, pero ahora parece ser de esas personas que es difícil de hacer enojar.

Nuestras miradas se cruzan y él me muestra una sonrisa ladeada.

—¿Aburrida? —pregunta.

—No —respondo con rapidez.

—Ahorita te veías más entusiasmada.

—Sigo estándolo —replico mientras tomo un trago de mi gaseosa.

Veo que Eva se levanta de su silla, a lo que mi corazón salta del temor.

—¿A dónde vas? —pregunto seria.

Ahora es Pablo quien se está levantando.

—Ya… venimos —informa Eva sonriente, inocente de lo que está sucediendo.

—¿Pero a dónde van? —insisto ahora con una voz un tanto molesta.

—Si se demoran me como toda la pizza —dice Walter con voz tranquila y despliega una sonrisa amable.

Me acomodo en el espaldar de mi silla y dejo salir un suspiro al darme cuenta que esta noche será más larga de lo que llegué a imaginar.

Veo a Eva partir con Pablo tomados de la mano mientras conversan alegremente. He perdido a mi compañera de locuras.

Un gran silencio invade la mesa. Antes no se marcaba tanto porque podíamos escuchar la conversación de Pablo y Eva, pero ahora… Dios… esto es demasiado incómodo.

—¿Eres novia de Nicolás? —pregunta Walter de repente.

—¿Qué? —volteo a verlo. Proceso la pregunta—. ¿Por qué preguntas eso?

—Esa noche discutieron como si lo fueran.

Tomo una torreja de pizza que estoy segura que no lograré hacer que pase por mi garganta.

—No debes saber de mi vida privada —evado la pregunta—. No te interesa, así como a mí no me interesa la tuya.

Walter ríe entre dientes y me contempla mientras entorna la mirada. Siento que quedo sin respiración y debo bajar la mirada hasta la pizza para poder calmarme.

—¿Es tu novio? —vuelve a preguntar.

—Aish… claro que no. —Alzo la mirada y frunzo el entrecejo.

Walter acentúa con la cabeza mientras me observa fijamente.  

—No te acordabas de mí, ¿verdad?

Dejo salir un suspiro tembloroso.

—Sí estabas ebria esa noche —dice Walter entre una risita burlona—. Menos mal no tomé en serio tus palabras.

—Realmente eres desagradable —suelto con tono aburrido.

—¿Por qué?

—¿No eres capaz de darte cuenta?

—No soy adivino —suelta con tono obvio.

Tomo un trago de mi gaseosa que siento que pasa lento por mi garganta.

No tengo nada que perder con este hombre, ya he dañado todo entre él y yo.

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