Zaideth

Siento mi garganta atascada con una piedra. Sin embargo, trato de mostrarme neutral, que nada de lo que dice este hombre me intimida, pero no es así. Me sorprende mucho su seguridad, a la vez me da risa, porque… sé que está entrando en terreno minado, va a salir muy lastimado como llegue a generar sentimientos de verdad hacia mí.

Me acaba de decir que gusta de mí, pero estoy casi segura que es capricho: una persona no puede tener sentimientos por alguien en unas cuantas horas, no es real, simplemente es su corazón jugando con su mente.

 —Espera menos de un mes —me dice con su estúpida voz segura—. Mientras eso sucede, vamos a tener más citas.

Suelto un jadeo irónico y parpadeo varias veces al no poder creer lo que estoy escuchando.

—Disculpa… —comienzo a decir.

—Disculpada.

Me detengo abruptamente y trato de hablar, pero únicamente gesticulo algunas palabras imposibles de entender.

Veo que él está disfrutando mucho del momento, se burla de mi mal. ¡Ay, Eva, ¿por qué demoras tanto?!

Me toma desprevenida su movimiento donde se pasa de su puesto al asiento continuo al mío. Ahora que lo tengo cerca, puedo notar que tiene pestañas largas, son tupidas y le definen bastante bien su mirada que combina perfectamente con sus ojos de color miel.

—¿A qué te dedicas? —me pregunta de repente, con tanta tranquilidad que me molesta.

—Estudio licenciatura —respondo mientras parpadeo desconcertada.

  —¿Cuál licenciatura?

—Lengua castellana. —No sé el por qué sigo respondiendo sus preguntas.

—¿Y dónde dejaste los lentes? —chista.

—No todos los que están en esta rama utilizan lentes —replico. Pero sí, utilizo lentes, únicamente que son para leer y estar en el computador, en pocas palabras, debo usarlos todo el día.

—Yo sí uso —confiesa—. A veces leo, cuando tengo tiempo.

Enarco una ceja con incredulidad. ¿Este hombre lee? Ahora que no me diga que lee memes, porque me levantaré de esta silla y me iré.

—¿Te parece sorprendente que un hombre como yo le guste leer? —inquiere.

—¿Qué lees? —indago presintiendo cuál va a ser la respuesta.

—Datos curiosos, un poco de historia; me interesa mucho saber lo que ha pasado con la humanidad…

Bueno, acepto que eso no es del todo lo que creía que me iba a contestar.

—…Aunque soy malo leyendo libros completos —comenta—. En toda mi vida me he leído tres libros completos, y eso, porque en el colegio me obligaron.

Aprieto los labios mientras lo observo fijamente; no sé por qué comenzaba a sorprenderme de él y generé ciertas expectativas de lo que pudiera salir de su boca. Pero veo que este hombre es mucho más predecible de lo que pensé.

—¿Cuáles fueron esos libros que leíste?

—Bueno, no me acuerdo mucho de dos, pero sé que el último fue… —Se nota que su mente comienza a rebuscar el nombre del dichoso libro que debió haber leído hace muchos años— “La culpa es de la vaca”, así se llama. ¿Lo conoces?

Intento guardar una risa, pero se me dificulta.

—Sí, claro que lo conozco —digo.

Vaya, y así osa a llamarse lector, qué insulto.

—Me gustó mucho, aunque… me salté algunas páginas —confiesa.

Parece que le gusta el tema de los libros. Por mi mente se pasa el remoto pensamiento de que podría llegar a ser un verdadero lector si se propone a leer libros no tan comunes, verdaderos libros que le den un pensamiento crítico. Llego a la conclusión de que, si este hombre leyera… sería increíblemente sexi.

—¿Y por qué no has seguido leyendo libros? —pregunto con curiosidad.

—Porque no me gusta —contesta.

Olviden lo que dije, este hombre no vale la pena.

—¿Y así dices que te gusta leer? —Vuelvo a enarcar una ceja con incredulidad.

—¿Para ser un lector debo leer libros, novelitas? No me parece.

Aprieto con fuerza mi mandíbula. Aish… ¡qué insulto! Quiero darle un puño en su estúpida cara perfecta.

—Si te consideras un lector, es porque te gusta leer libros y amas hacerlo —explico—. Tal vez no has encontrado el género que te guste, que te apasione. Soy una fiel creyente de que todas las personas tenemos un lector dormido por dentro, pero lo podemos despertar si le damos el libro correcto, por eso la literatura ha creado muchos géneros, para que haya un libro ideal para cada persona.

El entrecejo de Walter se arruga un poco. Parece que está meditando.

—Podrías comenzar con thriller —le sugiero—. Yo soy amante a ese género.

—¿De qué trata?

—De novelas policiacas, suspenso, drama. ¿Has visto Riverdale?

Un destello de brillo ilumina su mirada. Parece que le gusta mucho esa serie.

—Sí, me gusta —responde ocultando su emoción.

—Bueno, hay un libro muy clásico que se llama El psicoanalista, tiene un segundo libro, al igual como una película —explico con cierto interés en la conversación—. No te veas la película, primero lee el libro.

—¿Pero de qué trata la historia?

—De una venganza hacia el psicoanalista —explico—. Le dan quince días de vida antes de asesinarlo, donde deberá descubrir quién está detrás de esa venganza.

Veo que está bastante pensativo, pareciera que acabo de poner una incógnita en él. Algo me dice que es de esas personas que no se quedan con la duda de algo; justamente los buenos lectores somos así, no soportamos tener una incógnita.

—¿Lo vas a leer? —pregunto curiosa.

Vemos que Eva y Pablo se acercan a nosotros tomados de la mano.

—¿Nos extrañaron? —inquiere Eva sonriente.

—Ustedes son los que no nos extrañaron —dice Walter sonriente.

Eva y Pablo se sientan en los puestos donde anteriormente estaban situados. Nos reparan con cierta emoción. No sé por qué nos miran así. Ruedo la mirada a Walter y me doy cuenta que uno de sus brazos está recostado al espaldar de mi silla y da la impresión de que me está rodeando mi espalda con su brazo.

Me acomodo en mi asiento, haciendo que Walter quite su brazo de mi espaldar. Sin embargo, Pablo sigue sonriendo mientras nos observan.

—Hacen bonita pareja —comenta.

Eva acentúa con su cabeza y tiene un destello de brillo en su mirada.

—Sí… —acepta con cierta sutileza de emoción.

Walter de un impulso rodea mi cuello con uno de sus brazos y me atrae hacia él. Es tan rápido que me toma desprevenida y no sé cómo responder.

—Es mi futura novia —dice con tono de chiste.

Pablo y Eva sueltan un pequeño grito mientras ríen emocionados.

Me alejo de Walter mientras mis mejillas están encendidas de calor. Trago en seco e intento calmar mi respiración. Bajo la mirada un momento a uno de mis brazos y noto que está erizado; m****a, este hombre es como el punto débil de mi cuerpo.

Pablo llama a una mesera y pide que traiga el menú de los postres. Eva comienza a comer lo que ha quedado de pizza y el ambiente en la mesa se vuelve bastante agradable.

De fondo se escucha una buena música con la que Eva comienza a moverse al ritmo de esta. Parece que el grupo introduce un tema del cual yo no soy capaz de entender porque sigo impactada con lo que acabó de pasar.

Noto que Walter me está mirando por el rabillo del ojo, después, cuando llega la mesera con los menús, pone uno cerca donde está mi plato.  

—¿Quieres algo más? —me pregunta.

Salgo de mi trance y lo miro fijamente, él me sonríe y yo siento que mi piel vuelve a helarse.

—Que si quieres comer algo más —repite—. Veo que no comiste mucha pizza.  

—Estoy bien así, gracias —digo después de un suspiro.

—¿Ni un helado? ¿Nada?

Oh… helado, sí… puedo cerrar esta noche con un rico postre. Pero soy demasiado orgullosa para decirle a Walter que quiero que me compre uno.

Seguramente mañana me voy a arrepentir de no haber aceptado.

Verán, cuando uno ha dañado tanto la primera impresión con una persona, es difícil arreglarlo, intentar conectar de manera correcta con ella. Es justo lo que me está pasando con Walter. Siento mucha apatía hacia él, que… me comporto como una buena tonta con Walter y prefiero alejarme de él, no volver a verlo y ya, seguir con mi vida. Es una mala experiencia que únicamente deseo enterrar.

Niego con la cabeza mientras tomo mi celular de la mesa y enciendo su pantalla para poder ver la hora: falta una hora para que Eva me diga que debemos volver a casa.  

—Claro, a ella le encanta el helado de vainilla —escucho que dice mi hermana—. No le hagas caso, tiene pendejadez

—Bueno, nos da dos helados de vainilla con fresa —dice Walter.

—¡Ay, yo quiero uno —suelta mi hermana emocionada—, pero de mandarina con vainilla y este otro sabor! El de copa.

Alzo la mirada y veo que el grupo está hablando con una mesera que está viendo el menú que le muestra mi hermana.

No puedo creerlo, Eva le acaba de decir a Walter que yo tengo vergüenza, que no me haga caso y él acaba de ordenar para los dos.

Siento que es demasiado pesado el estar al lado de Walter. No, es muy incómodo que él esté cerca de mí y se relacione con las personas más cercanas a mí, me hace sentir como una tonta.

La mesera se va y todos siguen conversando como si nada. Mientras, yo me siento excluida de todo, con este mal sabor de boca en el paladar.

—Sí, estoy de vacaciones —escucho que dice Walter.

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar? —pregunta Eva.

—Un mes, después debo volver.

Los miro y veo que la mesera ha llegado con una bandeja donde están las copas de helado y las está poniendo sobre la mesa.

—Un militar, wao… —suelta mi hermana—. ¿Te ha tocado matar a alguien?

—¿Eres militar? —inquiero.

—Sí —responde Walter mientras me mira—. Pensaba que ya lo sabías.

—No, para nada —contesto, perpleja.

—Toda mi familia lo es —explica Walter—, bueno, mi hermana no —suelta una pequeña risa—, ella está estudiando medicina. —Toma una copa de helado y la pone en frente de mí—. Mi padre es general en el ejército, quiero ser igual que él.

No sé nada de cómo funciona el ejército, pero suena a que su padre tiene un puesto importante allí.

 —Pero quiero hacerlo sin su ayuda —prosigue Walter—, quiero escalar gracias a mi esfuerzo, dedicación y buen desempeño.

—Wao, eso suena espectacular —suelta Eva—. Te va a ir muy bien.

—Gracias —Walter amplía su sonrisa—. ¿Y a qué te dedicas, Eva?

—Ah… trabajo en la alcaldía en un proyecto de renovación de zonas verdes de la ciudad —explica con orgullo.

—¿El de los parques? —inquiere Walter sorprendido.

—Sí, fui la que creó la idea —suelta y no hay poder humano que la baje de su nube.

—Fue una muy buena idea, me encanta cómo han remodelado los parques.

—Ahora estamos remodelando el malecón de la Bahía —comenta ella.

—Sí, eso vi —Walter se ve impresionado. Rueda la mirada hacia mí—. ¿Y tú? ¿Trabajas aparte de estudiar?

—Bueno… —Quedo en blanco, siento que al lado de ellos soy una perezosa que no hace mucho—. Estoy enteramente dedicada a estudiar.

 —Da clases extracurriculares a los estudiantes de la universidad —dice mi hermana en un intento por dejarme bien ubicada—. Imagínate, ella les explica a estudiantes universitarios lo que no entienden. Siempre le digo que es una hazaña grande, yo nuca fui capaz de dar refuerzo a mis compañeros, al contrario, yo debía recibir las tutorías.

Pablo y Walter están concentrados en mí.

—¿Te pagan por las tutorías? —indaga Pablo.

—Sí, por hora —respondo un tanto tímida—. Pero es de lengua castellana, no es gran cosa.

—El castellano es una de las lenguas más difíciles en el mundo —replica Pablo—. Oye, yo tengo un ensayo final que debo entregar, pero no me siento seguro con mi redacción, no soy tan bueno, ¿cuánto me cobras por corregirlo?

Me sorprendí al escuchar aquello, aparte que me hizo sentir bien el ver que sí hacía algo interesante aparte de estudiar en la universidad.

Seguimos conversando y acordé con Pablo de revisar primero el ensayo antes de cobrarle.

Cuando llegó el momento de despedirnos, vi que Pablo y Eva se besaron, pero no fue un beso corto, no… ¡fue el señor beso!

Walter y yo no pudimos disimular que nos sorprendimos al ver aquella escena. Además, de alguna forma u otra los dos nos sentimos incómodos al verlos besarse.

—¿Y mi beso? —escuché que me dijo cerca de mi oído.

—Aish… —Me aparté de él mientras fruncía toda la cara.

Walter sonrió con todo su rostro y me atrajo hacia él con un brazo, para después darme un beso en la mejilla.

—Espera mi mensaje —me susurra al oído—. Debemos tener una cita los dos, a solas.

Con un brazo lo aparto para poder respirar, porque se me hizo incapaz tomar aire. Aun así, logro sentir el aroma de su perfume impregnado en mi nariz.

—No puedo, comenzaré semana de parciales —replico y me cruzo de brazos.

—No acepto un no como respuesta —dice mientras transforma su sonrisa en una seductora—. Te voy a conquistar en esa cita.

—En tus sueños —suelto mientras veo que Eva y Pablo terminan de despedirse.

Me acerco a mi hermana intentando escapar de Walter. Me despido de Pablo y a los minutos puedo respirar con tranquilidad al ya estar dentro del taxi rumbo hacia mi casa.

Pensaba que esta noche nunca acabaría…

—Walter es un chico espectacular —dice mi hermana con una amplia sonrisa—. Ustedes hacen una gran pareja, Zai.

Arrugo el rostro y la volteo a ver.

—¡Claro que no! —replico.

—Ay, por favor, acepta que también te gustó —gruñe—. Se te notaba en la cara que él te fascinaba.

—Claro que no: es un tipo arrogante, atrevido y, además, es militar, no estudia. —Clavo mi mirada en la pantalla de mi celular.

—Es de buena familia —replica Eva.

—Ah… ese es otro punto, su familia. Es un peligro… Ni loca me mezclo con gente tan peligrosa como esa.

—Ash… me chocas, ¿sabes? —se enoja Eva—. Criticas a las personas sin antes conocerlas. Walter es un gran chico, mejor no pudo haberte tratado hoy, se nota que le gustas muchísimo y mira cómo lo tratas. Uy no… Y lo peor es que todo es por culpa del tipo ese que te ignora. Estás como una buena pendeja esperando a que él se fije en ti, aun sabiendo que eso nunca va a pasar. Llevas tres años mendigándole amor, ¿y para qué? Porque únicamente te busca cuando necesita algo de ti, encima vive dándote falsas expectativas. Zaideth, necesitas cerrar ese ciclo, olvidarte de él y conocer a otros chicos. Walter es un buen muchacho, deberías darle una oportunidad.  

Mis ojos se llenan de lágrimas. Quiero que se calle, ¿ella qué puede saber de mis sentimientos? ¿Acaso yo quiero seguir amando a Carl? Si fuera por mí, hace mucho tiempo lo habría olvidado.

Nunca me fijaría en alguien como Walter, ¿la razón? No me gusta, simplemente eso. Hay personas que, por más que nos forcemos en intentar sentir algo por ellos, no pasa, porque no tenemos química.

Sí, lo acepto, Walter es un chico muy atractivo, pero nada de su personalidad me gusta, es demasiado plano para mí. No puedo bajar mis expectativas por no querer estar sola. Y si me obligan a darle una oportunidad, terminaré odiándolo.  

—¿Qué dices? ¿Aceptas? —pregunta Carl mientras me sonríe.

Me siento muda, mi corazón palpita muy fuerte. ¿Estoy soñando? No, no estoy soñando, esto es real, muy, muy real.

Carl me toma de las manos y las besa, vuelve a sonreírme. Siento que mi corazón va a explotar de la emoción. Gesticulo algunas palabras intendibles, a lo que él suelta una pequeña risita.

—Por favor, dime que aceptas. No soportaría que me rechazaras —suplica.

Una moto se parquea en frente de nosotros. Estamos a las afueras de la universidad, en el andén de la carretera principal.

Como dicha moto es bastante imponente, Carl y yo la comenzamos a ver. El chico que la conduce empieza a quitarse el casco.

Aprieto con fuerza las manos de Carl al ver que el chico de la moto es Walter y me mira fijamente mientras analiza lo que está pasando entre Carl y yo.

—Suéltala —dice Walter con semblante serio.

 Carl arruga su entrecejo y se ve sumamente confundido.

—¿Y por qué debería hacerlo? —inquiere Carl un poco molesto—. ¿Quién te crees para ordenármelo?

—Es mi chica. Imbécil —espeta Walter.   

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