Seis años después…Cameron —¿Qué estás haciendo? —Me preguntó Claire, conteniendo el aliento mientras deslizaba lentamente el vestido a través de su muslo. —Creí que iríamos a cenar, eso fue lo que me dijiste. —Frunció el ceño cuando intenté acomodarla mejor sobre mi regazo. Sonreí de forma lobuna, al notar que no llevaba bragas. —Luego puedes pedir servicio al cuarto, una vez que estés en la suite. ¿No es bastante obvio para lo que te recogí? —Acaricié su hombro y le dejé un beso suave en el cuello que la hizo estremecer. —No me gusta que me hagan escenas, ni tampoco me gusta que intenten cambiarme. Ya conocías perfectamente los términos, preciosa. Nunca te he mentido. —Eres un capullo. —Espetó ofendida. —Lo soy y es claro que eso te pone muchísimo. —Repuse pellizcando su clítoris. Claire se retorció, sosteniéndose de mis hombros e inclinando la cabeza hacia atrás, dándome una vista perfecta de sus pechos a través del escote del vestido. Tampoco llevaba sostén. Lancé una risa
CameronTomé el anillo entre mis dedos acariciando con premura la inscripción grabada sobre el oro: «Siempre tendremos un lugar bajo las estrellas». Una vez más y me juré que sería la última.Hacía exactamente tres años, un mensajero apareció a las puertas de la compañía, diciendo que llevaba un paquete que solo le entregaría en persona a Cameron Hamilton.Al abrir el pequeño paquete, y ver los dos anillos que le regalé a Tessa, creí que se trataba de una señal que renovaba la esperanza que hasta ese momento escasamente me había permitido guardar.Mis intentos por encontrarla habían sido en vano, incluso luego de contratar un investigador privado para que diese con ella, durante meses tomé el riesgo de colocar hombres que vigilaran a Landon, con la ilusión de que me llevase hacia ella. Todo fue en vano.Era como si luego de que verla por última vez frente a la tumba de su abuela, se la hubiese tragado la tierra. Iba a visitar esa tumba una vez al mes. Desde
Cameron Me detuve justo al final del pasillo, frente al altar donde diríamos nuestros votos, mientras el ministro preparaba todo para la ceremonia. Junto a mí, se hallaba mi padre, que había tomado a posta el papel de padrino, aunque en realidad solo se aseguraba de que no cometiese ninguna tontería, como escapar en cuanto viese a mi futura esposa caminando hacia nosotros. Dos bloques de sillas blancas para más de doscientos invitados enmarcaban el largo camino que recorrería la novia en solo unos minutos. Cada elegante hilera estaba ataviada con impresionantes ramos de rosas y lirios blancos. Estaba cayendo el sol, por lo que en el cielo se veían los tonos naranjas y rosa, perdiéndose sobre el océano, a través de las enormes puertas de cristal del salón que daban a la playa. Sobre nosotros flotaban enormes candelabros de cristal que se mecían con suavidad entre los arreglos florales que pendían del techo, y cuyos patrones brillantes danzaban sobre el mármol y el oro blanco de l
Cameron Me detuve justo al final del pasillo, frente al altar donde diríamos nuestros votos, mientras el ministro preparaba todo para la ceremonia. Junto a mí, se hallaba mi padre, que había tomado a posta el papel de padrino, aunque en realidad solo se aseguraba de que no cometiese ninguna tontería, como escapar en cuanto viese a mi futura esposa caminando hacia nosotros. Dos bloques de sillas blancas para más de doscientos invitados enmarcaban el largo camino que recorrería la novia en solo unos minutos. Cada elegante hilera estaba ataviada con impresionantes ramos de rosas y lirios blancos. Estaba cayendo el sol, por lo que en el cielo se veían los tonos naranjas y rosa, perdiéndose sobre el océano, a través de las enormes puertas de cristal del salón que daban a la playa. Sobre nosotros flotaban enormes candelabros de cristal que se mecían con suavidad entre los arreglos florales que pendían del techo, y cuyos patrones brillantes danzaban sobre el mármol y el oro blanco de l
TessaAun no entendía como había logrado tomar el ascensor y entrar a la sala de espera de la clínica Providence, sin caer redonda. Lo único que podía sentir era mi pulso en los oídos y el zumbido de los tubos fluorescentes que colgaban del techo blanco.Avancé por el pasillo que llevaba a la sala de espera privada que habían acondicionado para los Hamilton – Acher, y me detuve en la entrada con un nudo en la garganta, no importaba cuantas veces me hubiese dicho: «No fue tu culpa». En el fondo, lo continuaba sintiendo como mí responsabilidad.No es que no mereciese un castigo, uno gordo de hecho, pero quería creer que aún no era ese tipo de persona que es capaz de desearle la muerte a alguien. Además, no esperaba que el juego acabase tan pronto, no me conformaba con la justicia divina, quería que sobre Callum Hamilton, cayese la justicia de los hombres, mi justicia.Cameron estaba con la cabeza enterrada en sus manos y Alex a su lado. No podía creer como las cosas se habían complicado
Cameron—¿Qué rayos estás haciendo aquí? —Me preguntó Monty el consejero de HG, al verme sentado en el suelo de la azotea de la clínica, con la cabeza enterrada entre las rodillas. —Te he buscado por todos lados, estamos en un puto infierno y tú estás aquí tomando el aire. —Lo miré sobre el brazo, antes de incorporarme y encender un cigarrillo.—Lo sé, solo necesitaba poner mis ideas en orden. —Expulsé el humo, mientras él se sentaba a mi lado. Monty tenía más o menos la edad de Callum y al igual que él se mantenía en muy buena forma. Mentí, porque no quería decirle que salí corriendo como un loco tras la novia de mi hermano, sin importarme una mierd@ la salud de mi padre. Eso me hacía sentir fatal, aunque no era un secreto para nadie, lo tensa que era nuestra relación. Suponía que las personas esperaban ciertas cosas de un hijo.—Creí que ya no fumabas. —Me dijo. Tomó uno del paquete y lo encendió.—En realidad, ya no lo hago, pero es una ocasión especial, ¿no? —Le sonreí, estirand
CameronOía como Tessa, llamaba a mi hermano, pero parecía que no podíamos dejar de mirarnos desafiantes, como si en ese momento hubiésemos dejado de ser hermanos, para volvernos rivales acérrimos. Era algo tácito, él no sabía nada de mi historia con su novia, sin embargo tenía mis razones para creer que sentía la tensión que se acumulaba entre ella y yo.Cuando le prometí no acercarme, lo hice sinceramente, nada me hubiese hecho más feliz que ver a mi hermanito, sentando cabeza, enamorado y feliz. Pero no con ella, ¡joder! No con Tessa, ella era mía, seguía siendo mía. Podía percibirla, quemándome por dentro.Tessa, lo cogió por detrás para que no pudiese alcanzarme.—Ya basta, nada estaba ocurriendo. —Tiró de él con fuerza. —Solo tuvimos un intercambio de opiniones demasiado acalorado, eso es todo. No es algo que no me haya ocurrido antes.Él, no le creía, lo veía en su mirada cargada de odio. Se le había clavado la idea de que lo estaba traicionando, rompiendo mi promesa de tratar
TessaFinalmente la tormenta tras el verde de los ojos de mi novio había desaparecido. Sus mejillas, ya no estaban encendidas, ni su respiración agitada. Era momento de irme. De escapar antes de tener que enfrentarme también a Amelia. Necesitaba ondear la bandera blanca, durante lo que restaba del día o la noche.Aun así me costaba dejarlo, me parecía tan vulnerable y luego de la pelea con su hermano presentía que sería él solo contra el mundo.Compartirle la información que manejaba fue un error. Era algo que pensaba usar de una forma muy diferente. Iba a esperar a que no les quedase otra alternativa que declararse insolventes, pensaba sembrar rumores sobre las malas gestiones. Pero no sabía que también era el patrimonio de Alex hasta hacia escasas semanas.No tuve otra alternativa que advertirle para que tuviese la oportunidad de proteger lo que le correspondía. De alguna forma sentí que se lo debía.—Prometo que volveré en un par de horas. —Le dije a Alex que me miraba con esos eno