Capítulo 4
Cuando llegó a su trabajo y apenas se sentó, una compañera se le acercó y le dijo:

—Carolina, ¿te enteraste? Vendieron la empresa. La compró el tercer hijo de la familia Rodríguez, Lucas Rodríguez, el que estaba desaparecido.

Carolina se quedó helada, —¿Cómo se llama?

—Lucas, vi su foto y es muy guapo! Se dice que desapareció durante un año y que hace poco regresó con su familia. En cuanto volvió empezó a reformar la sucursal de aquí y adquirió nuestra empresa… Dios mío, con este jefe tan guapo, imagínate los sueños que tendré… ¡cómo para despertar sonriendo!

Carolina sacó el móvil y el primer mensaje que apareció fue la noticia del regreso de Lucas, el tercer hijo de la familia Rodríguez, que llevaba un año desaparecido. En la foto, el hombre vestía un traje negro, él pelo corto, sus ojos tan bellos, estaban bañados de esa aura fría. Apuesto, noble y frío.

Dejándose ver como el tercer hijo de la familia Rodríguez, y el magnate más importante de ciudad Nube.

Carolina sintió que todo era increíblemente irónico. Ella debería estar contenta porque su marido era rico y poderoso, con posibilidades de darle una gran casa, sin embargo, no podía ser feliz en absoluto, porque él se iba a divorciar de ella para hacerse cargo de otra mujer.

Sus ojos se aguaron mientras apretaba el teléfono en sus manos.

—¡Reunión, reunión, reunión! ¡Todos a la sala de conferencias! —salió anunciando el gerente en voz alta, y todos se dirigieron a gran sala de conferencias. Dentro de la enorme sala de conferencias. Ya adentro, se oía el consabido ruido con todo el grueso de trabajadores murmurando, pero los aplausos de alguien llamando la atención, hizo que fuese cesando gradualmente.

—Por favor, demos la bienvenida a nuestro nuevo director, el señor Rodríguez —dijo el gerente emocionado y enseguida la puerta de la sala se abrió, y un hombre, elegantemente vestido de traje, entró a grandes zancadas.

Carolina se sentó en la última fila, mirando al hombre que parecía acabar de resucitar y que le parecía un extraño ahora. Frío, distante, su voz grave pero nada cálida, que sólo daba órdenes sin parar.

Cuando terminó la extendida reunión, Carolina se levantó y se dispuso a salir como todos, pero llegando a la salida oyó detrás de ella aquella voz que ahora conocía, le dijo:

—¡Detente!

Ella paró y, frunciendo los labios, giró su cabeza y preguntó—¿Le sucede algo, señor Rodríguez? —totalmente impersonal, como si no fueran ellos los que se acariciaron la noche anterior.

Lucas sostuvo los documentos en sus manos, sus oscuros ojos la miraron, —Ven a mi oficina. — Tras decir eso, se marchó enseguida.

Carolina respiró hondo y le siguió.

La puerta del despacho se cerró, Lucas frunció el ceño y la miró, — ¿Por qué rompiste el acuerdo?

Carolina le miró fijamente, — Aún no le he felicitado, señor Rodríguez. — En tono burlón. Supuso que probablemente había recuperado la memoria hacía mucho tiempo, de lo contrario no habría podido volver a la familia Rodríguez y empezar a trabajar tan rápidamente. Se lo estaba ocultando. Para ser precisos, la estaba engañando.

El apuesto hombre dio un respingo y rezongó:

—Carolinita, ¿no podemos acabar esto en sana paz? ¡Sin conflictos! ¿No?

—¡No! — Carolina se exaltó al oírlo y, sin poder evitar sus lágrimas le dijo— ¡Nunca esperé que fueras tan perro, Lucas! ¿Cuándo recuperaste la memoria? ¿Cuándo pudiste hablar? Como tu esposa, que tiene una relación más íntima contigo, ¡acaso no sé nada!
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