Atrapado en las garras de la maldad,
por amarte ciegamente.
SAMANTA
Al día siguiente, acudí con normalidad a la oficina. Sofi se había convertido en mi mano derecha, tal y como lo había sido para John y siempre esperaba por mí en la puerta de mi despacho.
—Buenos días, Sofi —saludé cordial, aunque apagada. Lo ocurrido en la noche me había envuelto en un insomnio que me tuvo pensando en la situación hasta la madrugada.
—Buenos día, Sam —me tendió el habitual café de las mañanas e ingresó tras de mí en la oficina.
Me detuve de repente, admirando el enorme ramo de flores rojas que reposaba sobre mi escritorio.
—¿Qué es esto, Sofi? —indagué sorprendida.
—Te enviaron flores —respondió como si fuera lo m&aac
Y te robé de la boca un beso,el último beso antes de partir.RICKCuando aquella riña verbal de confesiones terminó, sentí por un lado que un enorme peso había desaparecido de mis hombros. Sin embargo, por el otro, mi alma penaba porque Samanta había afirmado con convicción que no regresaría conmigo.Decirle al niño toda la verdad fue fácil; algo que al menos le dio un matiz de color a mi vida.Erín aceptó de buena gana tener un hermano y fue acostumbrándose a medida que ambos compartían horas de juego o salidas, pero con Samanta se comportaba distante, a pesar de que con absoluta sinceridad me confesó que no le caía mal, pero que extrañaba a Marina.Era de esperarse. Sin embargo, tuve que explicarle todo lo que ocurrió y lo que había hecho ella para que
SAMANTA6 meses después…Sábanas de seda rojas, almohadas con fundas de lino blanco… mi cabellera esparcida sobre ellas, mientras mis manos asían con fuerza el cabezal de la su enorme cama.Su rostro hundido entre mis piernas, torturaba mi sexo como nunca lo había hecho. Sentí un remolino de emociones en mi vientre, un cosquilleo intenso que subía hasta mi cabeza, enviando aquellas indescriptibles descargas eléctricas que precedían al orgasmo.Sus manos tomaron mis muslos, levantando aún más mis piernas sobre sus hombros para volver más intenso el contacto de su boca con mi humedad. Gemí fuerte por respuesta a aquella acción.La succión que empleaban sus labios me estaba matando, me estaba enloqueciendo y sentía que en cualquier momento todo en mi ser explotaría.Sujeté
Cuando te miro a los ojos,puedo ver un amor contenido,pero cariño, cuando te tengo:¿no sabes que siento lo mismo?RICKLuego de que Samanta se marchara de casa, me di una larga ducha y en la noche, delante de la chimenea y hundido en el mullido sillón de cuero con un escocés quemando mi garganta, comencé a pensar en las palabras justas que le diría a John mañana.Estaba seguro que al principio tiraría todo a su paso y lanzaría fuego por la boca. Que trataría por todos los medios separarme de su pequeña, como la llamaba, porque siempre ha mencionado que con alguien como yo, Samanta solo sufriría. Y tal vez, tenía razón en que el frágil corazón de esa mujer, podría romperse estando conmigo.Sin embargo, no podía dejarla y tampoco estaba en mis planes alejarla para que estuvier
Quiero que vuelvas y me lleves a casa,lejos de estas largas y solitarias noches.Te estoy buscando, ¿lo sientes también?JOHNMe había resignado al susodicho romance de Samanta e intuía con todas mis fuerzas de quien se trataba. Sin embargo, jamás había visto tan feliz a Sam que lentamente me fui haciendo la idea de que: o aceptaba su decisión, o ella saldría de mi vida para siempre.Fueron días enteros observándola, estudiando sus reacciones, su humor, su modo de comportarse cuando regresaba a casa, feliz después de un encuentro con el fulano aquel. Me había contenido para respetar su privacidad, no seguirla y confirmar de una vez las fuertes sospechas de que era Rick quien había intervenido en la vida de Samanta intempestivamente. Era el único que podría tener aquel poder sobre ella.
El amor con su ciencia,Nos vuelve tan inocentes…RICKUna fina lluvia de noviembre me recibió en Londres. Cuando salí del aeropuerto, cogí un taxi y cuarenta minutos después, me encontraba frente a un enorme edificio de la zona suburbana de la ciudad. Las enormes letras colgadas sobre la gran puerta principal, describían el sitio como Clínica Collins.Scott Collins era el hermano de Emily; un prestigioso médico que fundó su propia clínica y quien seguramente, estaba a cargo de la salud de mi hija.Miré mi reloj de pulsera y marcaba casi las doce del mediodía en Boston; cinco horas menos que aquí. Moría de ganas por llamar a Samanta, pero en primer lugar debía ver a mi hija y de todos modos, al móvil debía cargarle la pila.Me anuncié al cruzar aquella puerta y al
Un mutuo malentendido,después de los hechos.La sensibilidad construye una prisiónen el acto final.Perdemos el norte,no dejamos ninguna piedra sin levantar buscando algo.Sin lágrimas que te condenen,cuando los celos duelen.EMILY COLLINSRichard entró en desesperación cuando llegó y tuve que entrar en mi papel.Luego de que Scott se sorprendiera por completo con lo que dije, fue de inmediato a acondicionar todo para que mi plan saliera como esperaba. Cuando llevó a Richard junto a la niña, supe que se acobardaría por lo que debía utilizar todas mis armas para convencerlo de que me siguiera el paso.—¿Te lo creyó? —pregunté a mi hermano cuando lo vi regresar de cuidados intensivos solo—. ¿No tiene ninguna duda?—No tiene ninguna duda —replic&oa
Tú eres la única a quien he querido, La única que me ha amado.Y ahora, tienes lo mejor de mí,Aunque no lo sepas…RICKMe quedé cabreado en la clínica cuando Emily se marchó. Sin embargo, Erín no tenía la culpa de todos mis problemas ni los de su madre, así que resignado, me mantuve en un mismo sitio esperando a que Scott se apareciera para increparlo por la reacción alérgica que tuvo Erín a unas medicinas.Miraba cada cinco segundos mi maldito reloj porque tenía prisa por ir al centro comercial. Con cada minuto y hora, sentía un desespero y angustia indescriptible. Temía que cuando lograra comunicarme con ella, fuera demasiado tarde.Pasé parte del medio día con mi pequeña hija, preguntando a cada momento si estaba mejor. Scott
Y aquí estoy desesperado,por todos esos besos que nunca te he dado,esperando mi turno para defenderme.RICKHabían transcurrido dos semanas desde que me marché de Boston y me fue imposible hablar con Samanta.Las veces que llamaba a la central de la empresa de John, la llamada directamente no entraba. Escribí a diario varios correos que nunca fueron respondidos y comenzaba a pensar que todo lo que Chris me decía con frecuencia sobre ella, eran mentiras.Para calmar la tormenta en la que comenzaba a vivir a diario, necesitaba con vehemencia decirle que la amaba, susurrarle al oído todo lo que estaba desgarrando a mi alma por tenerla lejos, que supiera que ella se había convertido en un ángel que curó todo mi pasado con su sonrisa, que todo este tiempo no he dejado de pensarla y que al reposar mi cabeza en la almohada, su rostro, su cuerpo, su forma de amarm