Un mutuo malentendido,después de los hechos.La sensibilidad construye una prisiónen el acto final.Perdemos el norte,no dejamos ninguna piedra sin levantar buscando algo.Sin lágrimas que te condenen,cuando los celos duelen.
EMILY COLLINS
Richard entró en desesperación cuando llegó y tuve que entrar en mi papel.
Luego de que Scott se sorprendiera por completo con lo que dije, fue de inmediato a acondicionar todo para que mi plan saliera como esperaba. Cuando llevó a Richard junto a la niña, supe que se acobardaría por lo que debía utilizar todas mis armas para convencerlo de que me siguiera el paso.
—¿Te lo creyó? —pregunté a mi hermano cuando lo vi regresar de cuidados intensivos solo—. ¿No tiene ninguna duda?
—No tiene ninguna duda —replicó entre dientes demasiado molesto—. Em, yo no puedo...
—No quiero oírte, Scott —lo corté de inmediato.
—¡Pero es una locura!
—Es por el bien de mi hija y fin del asunto. No quiero oír tus reproches y decir que no puedes hacer algo tan sencillo como lo que te pedí. Recuerda quién financio este hospital, quien te ayudó a cumplir tus sueños.
—¿Me estás chantajeando?
—Solo te estoy recordando que gracias a mí tienes todo esto.
—No podrás engañarlo por mucho tiempo, Em. ¡Él no es un estúpido! —advirtió y bufé.
—Tú solo ocúpate de hacer tu parte que yo me encargo de lo demás. Sé perfectamente como manipularlo; todos los hombres tienen un punto débil, Scott. Incluso tú.
—Estás loca… —murmuró, marchándose en otro sentido del largo pasillo.
Ahora solo me restaba, ocuparme de que aquella mocosa pensara lo peor y lo terminara odiando.
Tomé mi móvil y marqué su número.
—Hola —oí del otro lado.
—¿Cómo siguen las cosas?
—No hay nada nuevo que reportar; la chica estuvo haciendo compras durante la mañana y luego regresó a su casa. Hasta el momento, no volvió a salir.
—Mantenme informada de todos los movimientos que haga esa chiquilla.
—Entendido, señora.
Volví a repasar cada paso de las cosas que debía hacer.
Tenía que encontrar la manera de que Richard no tuviera ningún contacto con esa niña. Lo conocía demasiado como para afirmar que salió desesperado de Boston y con la diferencia de hora, estaba segura que aún no le había hablado a la sobrina de John.
¿Quién iba a imaginarse que aquella niña insoportable se le metería por los ojos a un hombre como Richard?
Aun la recordaba, con aquellas coletas y un aspecto de niño por los atuendos que vestía. Y es que si John la criaba, no se podía esperar otra cosa. Sin embargo, ese patito feo creció y se ha convertido en todo un cisne que embrujó a mi querido ex esposo.
Aproveché el momento para revisar el pequeño equipaje de Richard y ¡bingo! No tenía a mano su laptop y el móvil con la batería tampoco estaban. Tal vez lo tenía consigo y debía asegurarme de que no llamara aun a aquella mocosa.
Antes de que regresara, coloqué todo en su sitio y esperé pacientemente a que volviera. Cuanto más se tardara, más me favorecía.
Al regresar, lo increpé con disimulo y luego de asegurarme de que no sospechaba nada, decidí que era hora de marcharme. Sin embargo, mis planes cambiaron cuando preguntó si tenía un tonto cargador porque le urgía realizar una llamada. Eso solo confirmaba mis sospechas de que no se comunicó con la sobrina del odioso de John y que tendría muchísima ventaja si por azares de la vida, ese condenado teléfono desaparecía.
En el elevador pensé pacientemente en lo que haría, hasta que se me ocurrió una grandiosa idea.
Saqué de mi bolso el pequeño gotero con la medicina para dormir que me había recetado Scott y sonreí victoriosa. Salí del establecimiento hasta la cafetería que quedaba a media manzana y pedí un descafeinado. Le tiré un par de gotas de aquella medicina para dormir y regresé feliz a la clínica.
Me encontré con Scott en el elevador y solo ignoré su mirada de reproche.
—Te ves muy feliz, Em. ¿Tan segura estás que lograras lo que pretendes?
—Bastante, querido hermanito. Sabes que siempre me salgo con la mía.
Suspiró cansino negando con la cabeza. Miró el vaso térmico que llevaba en una mano y enarcó una ceja.
—Tú no bebes café.
—Es para Richard.
—No le habrás puesto algo, ¿cierto?
—¿Por quién me tomas? —repliqué ofendida y rodó sus ojos.
—Encuentra otra manera de retenerlo aquí en Londres, Em. Te doy dos semanas a lo mucho para que te lleves a Erín de aquí o le diré toda la verdad —amenazó con firmeza y sonreí. Sabía que no haría jamás nada en mi contra.
El elevador se abrió y Scott se sorprendió de ver a Richard cavilando en una silla de espera. Le ofreció un cuarto y cuando bebió el café, sonreí complacida internamente. Todo marchaba mejor de lo que esperaba.
Aguardé paciente a que la medicina surtiera efecto e ingresé despacio a su habitación. Había fingido marcharme para que mi hermano no sospechara que tramaba algo.
Visualicé el móvil sobre la mesilla y oí los suaves ronquidos de Richard. Tomé rápidamente el teléfono y me marché del hospital victoriosa.
Definitivamente, las casualidades estaban de mi lado.
***
Al día siguiente llegué a las ocho al establecimiento médico. Sin embargo, Richard aún no había despertado. Al parecer, se me habían ido las gotas y lo dormí demás. ¡Ni modo!
Cuando alrededor de las once apareció cabreado, supe que ya se había dado cuenta que su teléfono desapareció.
—¿Cómo dormiste? —pregunté con seriedad para que no se reflejara en mi rostro la satisfacción que sentía al verlo así.
—Demás —fue lo único que dijo—. Debo salir un momento. Veré a Erín y luego iré al centro comercial.
—Precisamente de eso venía a hablarte, Richard —frunció el ceño—. Scott me acaba de decir que Erín ha tenido una reacción adversa a unos medicamentos.
—¡¿Qué?! —bramó furioso y suspiré—. ¿Pero cómo sucedió eso?
—No sabían que podía tener alergia ya que nunca las tuvo ni siquiera con la comida. El caso es que tengo una junta que he estado aplazando por Erín y hoy es el último plazo que me han dado.
—¿Qué quieres decir?
—Que necesito te quedes aquí y no te muevas hasta que yo regrese.
—¡Pero necesito hacer algunas cosas!
—Richard, nunca te he molestado y siempre me he encargado sola de la niña todos estos meses. Que te quedes un par de horas, no hará que nadie muera.
Bufó negando, pero al final accedió.
—Está bien; puedes ir tranquila.
—Gracias —sonreí y me marché.
Alrededor de las tres p.m., regresé y me lo encontré en el mismo sitio donde lo había dejado, pensativo y suspirando.
Al parecer, esa niña le gustaba demasiado, tanto que nunca lo había visto tan angustiado como en ese momento. Sin embargo, los sentimientos eran para los tontos y lo que importaba era que mi hija conservara lo suyo íntegramente; que a su padre lo obnubilara el deseo en aquellos momentos, no era bueno para el futuro de Erín.
—Ya regresé —dije para llamar su atención y saltó de su silla.
—Iré al centro comercial —anunció furioso, mirándome con rabia y se marchó.
Me encogí de hombros y tomé asiento, viéndolo divertida cabrearse.
Una hora más tarde, mi móvil repicó y respondí de inmediato.
—¿Nuevas noticias? —indagué sin saludar.
—Fue a buscarlo a su casa, pero no la dejaron pasar a pesar de tener la llave.
—Tenemos que pensar una manera de que no lo siga buscando. ¿Has hecho lo que te pedí en la noche?
—Por supuesto. Pero al parecer, no está dispuesta a creer en ese texto así como así.
—Era de suponerse… —pensé en un modo, pero no se me terminaba de formar una idea para que dejara de hurgar en los asuntos de Richard—. No la pierdas de vista por el momento; ya pensaré en algo más.
—Entendido.
Colgué la llamada y tomé de mi bolso la tablet. Escribí el nombre de la mocosa en el buscador, pero no hallé nada interesante. Pulsé en los enlaces que aparecían y en uno de ellos, una nota de hace una semana donde se hacía mención de que el hijo de un fulano empresario, pronto contraería matrimonio con ella.
Entonces… no había roto su compromiso oficialmente.
Interesante.
Sin embargo, no me convenía ponerme en contacto con su novio y mucho menos, decirle lo que pasaba entre esa chiquilla y mi ex esposo… si es que aún no lo sabía.
¿En qué podría beneficiarme ese muchacho si estaba tan enamorado como afirmaron?
Absolutamente en nada. Las personas se vuelven estúpidas cuando se enamoran y estaba segura que ese jovencito estaría dispuesto a sacrificarse por esa chiquilla.
De momento, le dejaré como una pieza que tal vez en su debido tiempo, la mueva.
De pronto, mi móvil comenzó a repicar nuevamente y fruncí el ceño al ver el número en la pantalla. Los códigos eran iguales, pero no se trataba de él.
Respondí titubeante, pero grande fue mi sorpresa cuando quien me estaba llamando, era nada más y nada menos que John Richmond.
«Esto no podría ponerse mejor», pensé, mientras le lanzaba veneno tras veneno en relación a una posible reconciliación entre Richard y yo, ya que si estaba llamando, era únicamente porque ya estaba al tanto de la situación entre su sobrina y su mejor amigo, y guardaba esperanzas de que Richard hubiera venido a Londres por alguna emergencia con Erín.
Sonreí internamente porque definitivamente, la vida me había levantado su pulgar en esos instantes.
Definitivamente, a pesar de que había fraguado perfectamente mi plan y nada podía salir mal, las casualidades o el destino, estaban absolutamente a mi favor.
Cuando colgué con John, supe que no pudo haber sido más perfecto si no hubiera llamado. Lo había notado tenso y decepcionado, seguramente de que Richard se hubiera aprovechado de su adorada sobrina.
Al principio, cuando me enteré de la situación, creí que no permitiría esa estúpida historia entre esa chiquilla que crió y su mejor amigo, pero cuando nada ocurría y estuvieron a punto de formalizar su aventura en la cara de John, no me quedó más remedio que actuar y con lo que le dije, no sería demasiado difícil que él mismo me fuera de gran ayuda para terminar de imponer una distancia que nunca se acortaría, mientras ese hombre detestable estuviera vivo.
Lo conocía tanto que me lo imaginaba haciendo todo lo posible para que Richard no pudiera volver siquiera a hablar con su sobrina. Esbocé una sonrisa y suspiré tranquila porque ya no hacía falta que pensara en algo más para que la niña no pudiera comunicarse con mi ex esposo. El mismísimo John Richmond, con sus ínfulas de protector e instintos paternales, impondría una barrera que estaba segura, jamás Richard derribaría.
Tú eres la única a quien he querido, La única que me ha amado.Y ahora, tienes lo mejor de mí,Aunque no lo sepas…RICKMe quedé cabreado en la clínica cuando Emily se marchó. Sin embargo, Erín no tenía la culpa de todos mis problemas ni los de su madre, así que resignado, me mantuve en un mismo sitio esperando a que Scott se apareciera para increparlo por la reacción alérgica que tuvo Erín a unas medicinas.Miraba cada cinco segundos mi maldito reloj porque tenía prisa por ir al centro comercial. Con cada minuto y hora, sentía un desespero y angustia indescriptible. Temía que cuando lograra comunicarme con ella, fuera demasiado tarde.Pasé parte del medio día con mi pequeña hija, preguntando a cada momento si estaba mejor. Scott
Y aquí estoy desesperado,por todos esos besos que nunca te he dado,esperando mi turno para defenderme.RICKHabían transcurrido dos semanas desde que me marché de Boston y me fue imposible hablar con Samanta.Las veces que llamaba a la central de la empresa de John, la llamada directamente no entraba. Escribí a diario varios correos que nunca fueron respondidos y comenzaba a pensar que todo lo que Chris me decía con frecuencia sobre ella, eran mentiras.Para calmar la tormenta en la que comenzaba a vivir a diario, necesitaba con vehemencia decirle que la amaba, susurrarle al oído todo lo que estaba desgarrando a mi alma por tenerla lejos, que supiera que ella se había convertido en un ángel que curó todo mi pasado con su sonrisa, que todo este tiempo no he dejado de pensarla y que al reposar mi cabeza en la almohada, su rostro, su cuerpo, su forma de amarm
En la oscuridad no parecía importar, que casi todas las respuestas fueran absurdas.RICKMe contuve de salir a confrontarlos de inmediato y con un temple que no supe de donde salió, respiré hondo y saqué mi móvil del bolsillo de mi chaqueta.Encendí como pude el aparato y di unos pasos más hasta que estuve cerca de la puerta entreabierta. Pulsé sobre el icono de la cámara y encendí el grabador de video mientras ellos seguían discutiendo.—Ese no es mi asunto, Em. Entiende que ya no puedo seguir con esta farsa y además, es peligroso para la salud de la niña; ¿acaso no te importa lo que ocurra con ella? ¿No tienes miedo de que un día ya no despierte?Scott se oía desesperado pero eso no me tentaría el corazón para no incriminarlo en este asunto.
Por favor, cree que cada palabra que digo es cierta.Por favor, perdóname…No puedo parar de amarte…RICKEn la mañana, luego de corroborar que todo estuviera bien con Erín, llamé al abogado que me recomendó el doctor Farrell y me citó de inmediato en su bufete. Al llegar al sitio, me recibió al instante.—Gracias por recibirme —dije mientras tomaba asiento frente a su escritorio—. El doctor Farrell me ha hablado muy bien de su trabajo.—Haré todo lo que pueda para que usted quede complacido con los resultados. Confieso que me ha intrigado bastante la situación, además de que el doctor Collins es un médico con mucho prestigio en la ciudad. Será un verdadero escándalo.—Realmente eso es lo que menos me importa, el es
Esa clase de amor,convierte a un hombre en esclavo.Esa clase de amor,envía a un hombre directo a su tumba.RICKEse día amaneció el cielo teñido de gris, con el aire turbado y a la vez intenso, dando muestra indescriptible del invierno crudo que se avecinaba. Bebí un café y luego fui a encontrarme con la agente inmobiliaria para escoger una casa; no deseaba que Erín pasara encerrada en un piso la navidad y me urgía mudarnos antes de esa fecha.La primera casa que vimos quedaba cerca, en el vecindario de Linda. Era una residencia amplia, de dos plantas con un enorme jardín y estaba completamente amoblada. Solo faltarían algunos detalles para la habitación de la niña y quedaría perfecto. Cerramos el trato y pasé por una tienda a realizar varias compras para que Erín se alimentara adecuadamente, antes de
Si hiciéramos todo otra vez, desde el principio,intentaría cambiar las cosas.Tu orgullo ha construido un muro tan fuerte,que no puedo atravesarlo.¿De verdad que no hay posibilidad de empezar una vez más?Estoy enamorado de ti.RICKLa expresión de terror que demostró Sam, me estrujó el pecho al comprender que la había lastimado mucho más que ella a mí, al aceptar casarse con Müller.—¿Por qué aceptaste casarte con él? —le reproché con angustia y ella entornó su mirada que se había vuelto brillosa.—¡¿Has venido solo a cuestionarme?! ¿Solo estás aquí para decirme eso?Negué con la cabeza y suspiré. Me sentía desilusionado, impotente, pero sabía que no tenía demasia
No hay amor como tú,ni otro que te ame como yo.No hay lugares donde también quiera estar,Si tú no estás,RICKEl trayecto hasta el hospital me pareció eterno. No era hombre de perder el control con facilidad, pero lo que acababa de presenciar… ¡nunca había estado frente a algo semejante! Me sentía desolado, temblaba por fuera, por dentro, amenazado por la situación con desmoronarme en cualquier momento. Hice acopio de todo mi esfuerzo para poder conducir y seguir el camino sin perder el control.Un fuerte mareo me asaltó junto con náuseas que con cada minuto eran más difíciles de controlar. El temor que sentía porque el desenlace de la mujer que amaba fuera fatal, solo contribuía a que me siguiera descompensando gradualmente; me costaba respirar y en la garganta sentía un sabor agrio que subi
Tinieblas que te impiden ver el Sol,Tinieblas… Una barrera entre los dos.RICKApenas me vestí con un conjunto deportivo mirando a la nada. Salí a la terraza y rememoré la primera vez que Samanta pisó este lugar. Jamás creí entonces que todo se desencadenaría de este modo, pero el sentimiento que albergaba hacia ella ya era imposible de borrar.Oí dos golpes en la puerta y regresé dentro, girando el picaporte y topándome con Rose.—Ya tenemos todo listo, señor Jones —avisó.—Si terminaron con el desayuno, es mejor que nos marchemos.—¿Desea que lo ayude con su equipaje?—No es necesario. Oportunamente trasladaré mis cosas a la nueva casa.La mujer asintió con la cabeza y se marchó por donde vino.Fui h