CAPITULO 4

Un mutuo malentendido,

después de los hechos.

La sensibilidad construye una prisión

en el acto final.

Perdemos el norte,

no dejamos ninguna piedra sin levantar buscando algo.

Sin lágrimas que te condenen,

cuando los celos duelen.

EMILY COLLINS

Richard entró en desesperación cuando llegó y tuve que entrar en mi papel.

Luego de que Scott se sorprendiera por completo con lo que dije, fue de inmediato a acondicionar todo para que mi plan saliera como esperaba. Cuando llevó a Richard junto a la niña, supe que se acobardaría por lo que debía utilizar todas mis armas para convencerlo de que me siguiera el paso.

—¿Te lo creyó? —pregunté a mi hermano cuando lo vi regresar de cuidados intensivos solo—. ¿No tiene ninguna duda?

—No tiene ninguna duda —replicó entre dientes demasiado molesto—. Em, yo no puedo...

—No quiero oírte, Scott —lo corté de inmediato.

—¡Pero es una locura!

—Es por el bien de mi hija y fin del asunto.  No quiero oír tus reproches y decir que no puedes hacer algo tan sencillo como lo que te pedí. Recuerda quién financio este hospital, quien te ayudó a cumplir tus sueños.

—¿Me estás chantajeando?

—Solo te estoy recordando que gracias a mí tienes todo esto.

—No podrás engañarlo por mucho tiempo, Em. ¡Él no es un estúpido! —advirtió y bufé.

—Tú solo ocúpate de hacer tu parte que yo me encargo de lo demás. Sé perfectamente como manipularlo; todos los hombres tienen un punto débil, Scott. Incluso tú.

—Estás loca… —murmuró, marchándose en otro sentido del largo pasillo.

Ahora solo me restaba, ocuparme de que aquella mocosa pensara lo peor y lo terminara odiando.

Tomé mi móvil y marqué su número.

Hola —oí del otro lado.

—¿Cómo siguen las cosas?

No hay nada nuevo que reportar; la chica estuvo haciendo compras durante la mañana y luego regresó a su casa. Hasta el momento, no volvió a salir.

—Mantenme informada de todos los movimientos que haga esa chiquilla.

Entendido, señora.

 Volví a repasar cada paso de las cosas que debía hacer.

Tenía que encontrar la manera de que Richard no tuviera ningún contacto con esa niña. Lo conocía demasiado como para afirmar que salió desesperado de Boston y con la diferencia de hora, estaba segura que aún no le había hablado a la sobrina de John.

¿Quién iba a imaginarse que aquella niña insoportable se le metería por los ojos a un hombre como Richard?

Aun la recordaba, con aquellas coletas y un aspecto de niño por los atuendos que vestía. Y es que si John la criaba, no se podía esperar otra cosa. Sin embargo, ese patito feo creció y se ha convertido en todo un cisne que embrujó a mi querido ex esposo.

Aproveché el momento para revisar el pequeño equipaje de Richard y ¡bingo! No tenía a mano su laptop y el móvil con la batería tampoco estaban. Tal vez lo tenía consigo y debía asegurarme de que no llamara aun a aquella mocosa.

Antes de que regresara, coloqué todo en su sitio y esperé pacientemente a que volviera. Cuanto más se tardara, más me favorecía.

Al regresar, lo increpé con disimulo y luego de asegurarme de que no sospechaba nada, decidí que era hora de marcharme. Sin embargo, mis planes cambiaron cuando preguntó si tenía un tonto cargador porque le urgía realizar una llamada. Eso solo confirmaba mis sospechas de que no se comunicó con la sobrina del odioso de John y que tendría muchísima ventaja si por azares de la vida, ese condenado teléfono desaparecía.

En el elevador pensé pacientemente en lo que haría, hasta que se me ocurrió una grandiosa idea.

Saqué de mi bolso el pequeño gotero con la medicina para dormir que me había recetado Scott y sonreí victoriosa. Salí del establecimiento hasta la cafetería que quedaba a media manzana y pedí un descafeinado. Le tiré un par de gotas de aquella medicina para dormir y regresé feliz a la clínica.

Me encontré con Scott en el elevador y solo ignoré su mirada de reproche.

—Te ves muy feliz, Em. ¿Tan segura estás que lograras lo que pretendes?

—Bastante, querido hermanito. Sabes que siempre me salgo con la mía.

Suspiró cansino negando con la cabeza. Miró el vaso térmico que llevaba en una mano y enarcó una ceja.

—Tú no bebes café.

—Es para Richard.

—No le habrás puesto algo, ¿cierto?

—¿Por quién me tomas? —repliqué ofendida y rodó sus ojos.

—Encuentra otra manera de retenerlo aquí en Londres, Em. Te doy dos semanas a lo mucho para que te lleves a Erín de aquí o le diré toda la verdad —amenazó con firmeza y sonreí. Sabía que no haría jamás nada en mi contra.

El elevador se abrió y Scott se sorprendió de ver a  Richard cavilando en una silla de espera. Le ofreció un cuarto y cuando bebió el café, sonreí complacida internamente. Todo marchaba mejor de lo que esperaba.

Aguardé paciente a que la medicina surtiera efecto e ingresé despacio a su habitación. Había fingido marcharme para que mi hermano no sospechara que tramaba algo.

Visualicé el móvil sobre la mesilla y oí los suaves ronquidos de Richard. Tomé rápidamente el teléfono y me marché del hospital victoriosa.

Definitivamente, las casualidades estaban de mi lado.

***

Al día siguiente llegué a las ocho al establecimiento médico. Sin embargo, Richard aún no había despertado. Al parecer, se me habían ido las gotas y lo dormí demás. ¡Ni modo!

Cuando alrededor de las once apareció cabreado, supe que ya se había dado cuenta que su teléfono desapareció.

—¿Cómo dormiste? —pregunté con seriedad para que no se reflejara en mi rostro la satisfacción que sentía al verlo así.

—Demás —fue lo único que dijo—. Debo salir un momento. Veré a Erín y luego iré al centro comercial.

—Precisamente de eso venía a hablarte, Richard —frunció el ceño—. Scott me acaba de decir que Erín ha tenido una reacción adversa a unos medicamentos.

—¡¿Qué?! —bramó furioso y suspiré—. ¿Pero cómo sucedió eso?

—No sabían que podía tener alergia ya que nunca las tuvo ni siquiera con la comida. El caso es que tengo una junta que he estado aplazando por Erín y hoy es el último plazo que me han dado.

—¿Qué quieres decir?

—Que necesito te quedes aquí y no te muevas hasta que yo regrese.

—¡Pero necesito hacer algunas cosas!

—Richard, nunca te he molestado y siempre me he encargado sola de la niña todos estos meses. Que te quedes un par de horas, no hará que nadie muera.

Bufó negando, pero al final accedió.

—Está bien; puedes ir tranquila.

—Gracias —sonreí y me marché.

Alrededor de las tres p.m., regresé y me lo encontré en el mismo sitio donde lo había dejado, pensativo y suspirando.

Al parecer, esa niña le gustaba demasiado, tanto que nunca lo había visto tan angustiado como en ese momento. Sin embargo, los sentimientos eran para los tontos y lo que importaba era que mi hija conservara lo suyo íntegramente; que a su padre lo obnubilara el deseo en aquellos momentos, no era bueno para el futuro de Erín.

—Ya regresé —dije para llamar su atención y saltó de su silla.

—Iré al centro comercial —anunció furioso, mirándome con rabia y se marchó.

Me encogí de hombros y tomé asiento, viéndolo divertida cabrearse.

Una hora más tarde, mi móvil repicó y respondí de inmediato.

—¿Nuevas noticias? —indagué sin saludar.

Fue a buscarlo a su casa, pero no la dejaron pasar a pesar de tener la llave.

—Tenemos que pensar una manera de que no lo siga buscando. ¿Has hecho lo que te pedí en la noche?

Por supuesto. Pero al parecer, no está dispuesta a creer en ese texto así como así.

—Era de suponerse… —pensé en un modo, pero no se me terminaba de formar una idea para que dejara de hurgar en los asuntos de Richard—. No la pierdas de vista por el momento; ya pensaré en algo más.

Entendido.

Colgué la llamada y tomé de mi bolso la tablet. Escribí el nombre de la mocosa en el buscador, pero no hallé nada interesante. Pulsé en los enlaces que aparecían y en uno de ellos, una nota de hace una semana donde se hacía mención de que el hijo de un fulano empresario, pronto contraería matrimonio con ella.

Entonces… no había roto su compromiso oficialmente.

Interesante.

Sin embargo, no me convenía ponerme en contacto con su novio y mucho menos, decirle lo que pasaba entre esa chiquilla y mi ex esposo… si es que aún no lo sabía.

¿En qué podría beneficiarme ese muchacho si estaba tan enamorado como afirmaron?

Absolutamente en nada. Las personas se vuelven estúpidas cuando se enamoran y estaba segura que ese jovencito estaría dispuesto a sacrificarse por esa chiquilla.

De momento, le dejaré como una pieza que tal vez en su debido tiempo, la mueva.

De pronto, mi móvil comenzó a repicar nuevamente y fruncí el ceño al ver el número en la pantalla. Los códigos eran iguales, pero no se trataba de él.

Respondí titubeante, pero grande fue mi sorpresa cuando quien me estaba llamando, era nada más y nada menos que John Richmond.

«Esto no podría ponerse mejor», pensé, mientras le lanzaba veneno tras veneno en relación a una posible reconciliación entre Richard y yo, ya que si estaba llamando, era únicamente porque ya estaba al tanto de la situación entre su sobrina y su mejor amigo, y guardaba esperanzas de que Richard hubiera venido a Londres por alguna emergencia con Erín.

Sonreí internamente porque definitivamente, la vida me había levantado su pulgar en esos instantes.

Definitivamente, a pesar de que había fraguado perfectamente mi plan y nada podía salir mal, las casualidades o el destino, estaban absolutamente a mi favor.

Cuando colgué con John, supe que no pudo haber sido más perfecto si no hubiera llamado. Lo había notado tenso y decepcionado, seguramente de que Richard se hubiera aprovechado de su adorada sobrina.

Al principio, cuando me enteré de la situación, creí que no permitiría esa estúpida historia entre esa chiquilla que crió y su mejor amigo, pero cuando nada ocurría y estuvieron a punto de formalizar su aventura en la cara de John, no me quedó más remedio que actuar y con lo que le dije, no sería demasiado difícil que él mismo me fuera de gran ayuda para terminar de imponer una distancia que nunca se acortaría, mientras ese hombre detestable estuviera vivo.

Lo conocía tanto que me lo imaginaba haciendo todo lo posible para que Richard no pudiera volver siquiera a hablar con su sobrina. Esbocé una sonrisa y suspiré tranquila porque ya no hacía falta que pensara en algo más para que la niña no pudiera comunicarse con mi ex esposo. El mismísimo John Richmond, con sus ínfulas de protector e instintos paternales, impondría una barrera que estaba segura, jamás Richard derribaría.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo