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“¡MIERDA UNA ESPINA!” —¡¿Narelys estas bien!?—Mat... ¡Mathew! —lleve las manos a mi cuello alarmándolo.—¡Mierda, te ahogas! —el alboroto comenzó a formarse en el restaurante. Yo tratando de escupir o regurgitar la m*****a espina y el gringo dándome fuertes palmadas en la espalda — ¡Vamos Narelys! ¡Escúpelo, escúpelo!—¡Ahs! ¡Grrr! ¡grrr! ¡Ahhh! —la espina salió junto con el pequeño trozo de la carne del pez que me había dignado a probar, el gringo me dio agua para poder recuperarme pero el daño estaba hecho, no me morí pero absolutamente todos en el restaurante me veía con una cara de desagrado y otros se reían sin disimulo.“¡Ahora si me quiero morir!” –Salí del restaurante esperando al gringo que estaba pagando la cuenta de la comida que no se pudo disfrutar. —Dios que vergüenza, Mathew llévame a mi casa. —dije intentando tapar mi rostro. Mi vergüenza y mi dignidad que se habían ido con aquel puto pescado, por eso odiaba comerlo.—Lo siento por eso, no debí pedir pescado, Narely
ALEX—Muy bien Edward, has una cincuenta repeticiones más y terminamos por hoy —el pelinegro comenzó hacer barras, mientras yo me encargaba de acomodar todas las pesas que habíamos utilizado. Ya llevamos trabajando juntos unas semanas y el pelinegro había sido un cliente muy obediente, hacia los ejercicios sin poner peros, no cometía errores. Lo único que le reclamaba era…—¡Edward deja de verme el trasero! —reclame al encontrarlo viéndome de manera lasciva, el tipo tenía un aura angelical pero también tenían un lado perverso.—Lo dejaría de hacer si tu dignaras aceptar mi propuesta. —fruncí mi ceño. Recordaba la vez en que nos habíamos quedado nosotros dos solos en el segundo piso y lo que él dijo. “¿Quieres follar? Te aseguro que no te vas arrepentir, soy muy delicado cariño”. En ese momento no me contuve y le golpee en el rostro y decidí irme de ahí, el muy atrevido sólo soltó esas palaras con tanta normalidad, como si estuviera hablando del clima. ¡No se le pregunta a una mujer
Fue duro e insulte a Alex más de una vez, pero al final cumplí con mi parte de la apuesta y Llegue a la oficina con mi nuevo outfits: una faldita negra con un corte por lo menos de cuatro o cinco por encima de la rodilla, una camisa blanca de botones que se ajustaba a mi abdomen y mis pechos, medias panti negras los tacones más altos que tenía, el maquillaje ojos ahumados y labios rojo, con mi largo cabello negro planchado y liso.Creí que me iba a avergonzar (bueno así fue al principio) pero la verdad que no me sentía que había perdido esta apuesta, si más bien recibí más de un silbido en la calle y los hombres más pasables y lindos del edificio me miraban embobados, me sentía Teresa Chávez con tanta atención masculina.Entre a la oficina con una gran sonrisa y los ojos de mi jefe se clavaron en mí. —Jaimes —él se aclaró la garganta —Esa no es la manera de vestirse para venir a trabajar. Dijo con reproche. Joaquín entro a la oficina y al verme sus ojos se descolocaron. —¿Princesa
Entré al departamento con una cara de culo que no me la quitaba nadie, Narelys y Alex no se extrañaron por verme de esa manera, ahora esa era mi expresión de todos los días que llegaba de trabajar, empezaba a odiar mi trabajo. No, más bien empezaba a odiar al señor Zimmerman. —Con verte la cara está más que claro que te fue pésimo en el trabajo y que tu jefe....—¡A ese desgraciado ni me lo nombres! —tire mi cartera al piso y me tire como morsa sobre el sofá. Las dos se me acercaron más que interesadas.—¿Qué paso marisca? ¿Por qué estas así?—Hoy el día estuvo pésimo, horrible, espantoso. Le llegaron unos señores no sé si eran inversionista o clientes pero mi jefe se puso de un humor peor del que ya tiene, cuando termino de hablar con ellos, la más pendeja, yo, pagué los platos rotos y descargó su arrechara conmigo haciéndome ir de una lado para otro. —Ojala pudieras hacer que tu jefe fuera más amable. Lyon Zimmerman tiene su carácter… —dijo Narelys comprensiva. —Más bien debería
LYONDe la nada sentí un escalofrío y un sudor frio por mi espalda baja. Joaquín me miro extrañado.—¿Te sientes bien?—No, de la nada mi piel se erizo. Qué raro. —Joaquín levanto una ceja.—Lo raro es que te de un escalofrió estando aquí en tu despacho donde hace un calor, prende el aire acondicionado. —rodé los ojos.—A veces olvido como es que terminaste siendo mi amigo. —¡Yo traigo alegría a todos los seres del universo! —dijo con una sonrisa de idiota. —Eres un payaso. En cuanto Joaquín se marchó y yo me prepara para dormir, no dejaba de pensar en Yuslevi y todo lo que había provocado desde que entro a mi vida. Había sido descuidado, me comportaba como un imbécil cerca de ella, m*****a sea; ella me descolocaba por completo. No quería pensar en su sonrisa con hoyuelos y en las ganas que tenia de poder estar un poco más cerca de ella para poder oler su perfume, por más que trataba alejarla de mis pensamientos más fuertes se imponía la carismática castaña. Recordaba solo días at
YUSLEVI Al parecer la tía bruja de Alex era un fraude, el amarre no había servido para nada, mi jefe seguía igual de mandón conmigo, se supondría que estaría comiendo de mi mano y no al revés. Lo observaba en la juntas de trabajo siempre tan seguro de sí mismo, elegante, guapo, inteligente. ¡Por dios ya aterriza Yuslevi! un hombre como el en su vida te tomaría en serio. Él trabajaba en un nuevo contrato cuando una mujer entro a la oficina como si fuera la dueña del lugar, era alta con una hermosa melena castaña, vestida de marca y bellos ojos verdes, pero su manera de mirar a Lyon me hizo dar un tic en mi ceja izquierda. “Retrocede, pon las manos nuca y váyase a ser puta a otra lado o mejor retrocede que hueles a zorra” –pensé molesta. —Tu, niña ya vete. —me ordeno la muy atrevida, Lyon se levantó de su silla. —¡Mi amor te extrañe tanto!Ella lo beso y todo mi cuerpo se encrespó ante esta escena, esta hija de… El alemán la separo incómodo y limpiándose la marca del labial que de
JOAQUÍN“Que vaina vale”. Esos dos no conocían la palabra discreción. Sus gritos se escuchaban claramente al otro lado de la puerta, perecía que se iban a matar, ahora entendía todo, la princesa estaba llorando por Lyon. Miraba a la morena y estaba completamente roja de la rabia.—Esa tipa… —la sujete de la muñeca al ver dispuesta a interrumpirlos.—Mire señorita, a usted no le dieron vela en ese entierro así que venga conmigo y deje que esos dos se maten solos. —dije casi arrastrándola al ascensor, esperemos que Lyon no cometa una estupidez estando tan furioso. Desde el primer momento se pudo ver que el alemán andaba loco por esa chiquilla, pero es tan troglodita que se niega admitir lo que siente. YUSLEVISu cercanía casi me quemaba, me hacía sentir tan indefensa. —¡Cómo podría quedarme después de todo lo que me has dicho! Siento decepción, arrechera, tantos sentimientos mezclados. —No te vayas, te lo pido —él se inclinó sobre mí pasando sus brazos por debajo de mi trasero, al
YUSLEVILas lágrimas seguían saliendo de mis ojos al igual que los sollozos, estaba tan furiosa conmigo, con él, con todo; me dejé arrastrar. Dejé que por un momento el me hiciera sentir una basura insignificante.—Bueno ahora si es definitivo, ya no tengo trabajo. —mi cabeza dolía de solo volver a empezar a buscar otro trabajo. Estaba harta de todo, me quité la ropa y me puse algo más cómodo, solo quería un gran tarro de Nutella y helado, encerrarme en mi cuarto y estar sola el resto del día ya después me pensaría en qué hacer. Hoy era para llorar y asimilar todo lo que había pasado. Él me había besado, aun podía sentir el calor de su cuerpo, el cómo me llevo al cielo y al infierno en pocos segundos, cerraba los ojos y veía sus ojos sobre mí, su mirada casi glacial. Ahora me doy cuenta que estoy realmente jodida, mi jefe me enamoró y duele porque sé que él nunca podrá ser mío y yo nunca seré importante para él. Mi teléfono empezó a sonar y contesté al leer el nombre del colombiano.