YUSLEVI.
Me dolía la espalda y mi trasero seguramente debió desaparecer por estar tanto tiempo sentada, estos días habían sido los más cansados, tanto así que hasta debía llevarme algunos documentos al departamento para terminarlos en la comodidad de mi cama, ya que no me daba tiempo en la oficina y primera vez en mi vida que no había podido dormir bien en toda la semana.
Estaba en la sala de copias y la fotocopiadora no paraba de imprimir. Estaba tan cansada que los ojos me pesaban.—¡Epale, parcerita! —me sobresalte, abriendo mis ojos y encontrándome con la sonrisa del colombiano.—Ah, eres tu Joaquín. —dije con una sonrisa cansada. —Sabes que hoy te encuentras más bella que ayer. —hablar con Joaquín es muy reconfortante, el colombiano me alegraba los días con sus ocurrencias. —Joaquín erLYONEn la oficina solo se escucha el sonido de los botones del teclado al escribir, ya serian dos días y ella seguía enojada. No me hablaba más que con monosílabos, ahora era una mini copia de mi pero en femenino y no me gustaba, diría que hasta extraño a mi secretaria de la primera semana, vibrante y que se reía mientras “disimuladamente” revisaba sus redes sociales en la laptop con el Wi-Fi de la empresa.Trataba de concentrarme pero siempre mis ojos terminaban mirándola, ella ahora tan estoica y distante. Joaquín entro a mi oficina sin anunciarse, saludo a mi secretaria y ella le devolvió el saludo con una media sonrisa, luego se levantó de su silla.—¿A dónde va señorita Jaimes?—Ya es hora de mi almuerzo señor, si me disculpa —dijo con frialdad y luego salió de la oficina. Joaquín me miro con el ceñ
LYONJoaquín me dio la dirección del hospital al que había llevado a Yuslevi y rápidamente me fui de la empresa y conduje hacia allá. Entre al hospital y me encontré con Joaquín esperándome en la recepción. —¿En dónde está ella? —pregunté directamente. —Calma tigre, ya fue atendida por emergencia —eso me hizo sentir un poco más calmado —Le mandaron hacer unos exámenes y le están suministrando suero para que se le baje la hinchazón. —Quiero verla. —Como que es mucho interés por una simple empleada, ¿no te parece? —dijo con una ceja levantada. —Lo mismo digo —respondí a la defensiva. —Bueno en mi caso es diferente porque ella es mi amiga, no sé qué seas tú… —Deja de darle vueltas al asunto y no me hagas repetir la pregunta Joaquín. —Bien idiota, ella está en la segunda camilla de lado izquierdo en emergencias. Pase por su lado y fui hacia el área de emergencias, buscando a mi empleada. La encontré acostada en la camilla, sus tacones en el piso, tenía una intravenosa en su mano d
NARELYSYa habían pasado dos años desde que mis amigas Alex, Yuslevi y yo habíamos decidió dejar Venezuela y probar nuestra suerte aquí en Gringolandia. La verdad los comienzo nunca son fáciles, lo digo yo que tuve que pelear con uñas y dientes para poder ser la secretaria del señor Abernathy. —¡Ese alemán abusador nunca escucha lo que yo le digo! —se seguía quejando Yuslevi, la verdad es mi amiga pasaba más tiempo quejándose de su jefe que hablando de otra cosa, ya era un tema al que Alex y yo nos habíamos acostumbrado. A Yuslevi le gustaba su jefe, eso era más que obvio desde el primer día. Ya era viernes y por fin tendría mi cita con el gringo. Me había esmerado en escoger un atuendo que fuera sencillo y no muy revelador, fui al baño de la oficina para poder retocar mi maquillaje, perfumarme un poco para verme fresca y radiante para el rubio. Mathew eran de esos tipos que atraen las miradas apenas entra un lugar y la verdad me ponía un poco nerviosa, ninguno de los chicos con los
“¡MIERDA UNA ESPINA!” —¡¿Narelys estas bien!?—Mat... ¡Mathew! —lleve las manos a mi cuello alarmándolo.—¡Mierda, te ahogas! —el alboroto comenzó a formarse en el restaurante. Yo tratando de escupir o regurgitar la m*****a espina y el gringo dándome fuertes palmadas en la espalda — ¡Vamos Narelys! ¡Escúpelo, escúpelo!—¡Ahs! ¡Grrr! ¡grrr! ¡Ahhh! —la espina salió junto con el pequeño trozo de la carne del pez que me había dignado a probar, el gringo me dio agua para poder recuperarme pero el daño estaba hecho, no me morí pero absolutamente todos en el restaurante me veía con una cara de desagrado y otros se reían sin disimulo.“¡Ahora si me quiero morir!” –Salí del restaurante esperando al gringo que estaba pagando la cuenta de la comida que no se pudo disfrutar. —Dios que vergüenza, Mathew llévame a mi casa. —dije intentando tapar mi rostro. Mi vergüenza y mi dignidad que se habían ido con aquel puto pescado, por eso odiaba comerlo.—Lo siento por eso, no debí pedir pescado, Narely
ALEX—Muy bien Edward, has una cincuenta repeticiones más y terminamos por hoy —el pelinegro comenzó hacer barras, mientras yo me encargaba de acomodar todas las pesas que habíamos utilizado. Ya llevamos trabajando juntos unas semanas y el pelinegro había sido un cliente muy obediente, hacia los ejercicios sin poner peros, no cometía errores. Lo único que le reclamaba era…—¡Edward deja de verme el trasero! —reclame al encontrarlo viéndome de manera lasciva, el tipo tenía un aura angelical pero también tenían un lado perverso.—Lo dejaría de hacer si tu dignaras aceptar mi propuesta. —fruncí mi ceño. Recordaba la vez en que nos habíamos quedado nosotros dos solos en el segundo piso y lo que él dijo. “¿Quieres follar? Te aseguro que no te vas arrepentir, soy muy delicado cariño”. En ese momento no me contuve y le golpee en el rostro y decidí irme de ahí, el muy atrevido sólo soltó esas palaras con tanta normalidad, como si estuviera hablando del clima. ¡No se le pregunta a una mujer
Fue duro e insulte a Alex más de una vez, pero al final cumplí con mi parte de la apuesta y Llegue a la oficina con mi nuevo outfits: una faldita negra con un corte por lo menos de cuatro o cinco por encima de la rodilla, una camisa blanca de botones que se ajustaba a mi abdomen y mis pechos, medias panti negras los tacones más altos que tenía, el maquillaje ojos ahumados y labios rojo, con mi largo cabello negro planchado y liso.Creí que me iba a avergonzar (bueno así fue al principio) pero la verdad que no me sentía que había perdido esta apuesta, si más bien recibí más de un silbido en la calle y los hombres más pasables y lindos del edificio me miraban embobados, me sentía Teresa Chávez con tanta atención masculina.Entre a la oficina con una gran sonrisa y los ojos de mi jefe se clavaron en mí. —Jaimes —él se aclaró la garganta —Esa no es la manera de vestirse para venir a trabajar. Dijo con reproche. Joaquín entro a la oficina y al verme sus ojos se descolocaron. —¿Princesa
Entré al departamento con una cara de culo que no me la quitaba nadie, Narelys y Alex no se extrañaron por verme de esa manera, ahora esa era mi expresión de todos los días que llegaba de trabajar, empezaba a odiar mi trabajo. No, más bien empezaba a odiar al señor Zimmerman. —Con verte la cara está más que claro que te fue pésimo en el trabajo y que tu jefe....—¡A ese desgraciado ni me lo nombres! —tire mi cartera al piso y me tire como morsa sobre el sofá. Las dos se me acercaron más que interesadas.—¿Qué paso marisca? ¿Por qué estas así?—Hoy el día estuvo pésimo, horrible, espantoso. Le llegaron unos señores no sé si eran inversionista o clientes pero mi jefe se puso de un humor peor del que ya tiene, cuando termino de hablar con ellos, la más pendeja, yo, pagué los platos rotos y descargó su arrechara conmigo haciéndome ir de una lado para otro. —Ojala pudieras hacer que tu jefe fuera más amable. Lyon Zimmerman tiene su carácter… —dijo Narelys comprensiva. —Más bien debería
LYONDe la nada sentí un escalofrío y un sudor frio por mi espalda baja. Joaquín me miro extrañado.—¿Te sientes bien?—No, de la nada mi piel se erizo. Qué raro. —Joaquín levanto una ceja.—Lo raro es que te de un escalofrió estando aquí en tu despacho donde hace un calor, prende el aire acondicionado. —rodé los ojos.—A veces olvido como es que terminaste siendo mi amigo. —¡Yo traigo alegría a todos los seres del universo! —dijo con una sonrisa de idiota. —Eres un payaso. En cuanto Joaquín se marchó y yo me prepara para dormir, no dejaba de pensar en Yuslevi y todo lo que había provocado desde que entro a mi vida. Había sido descuidado, me comportaba como un imbécil cerca de ella, m*****a sea; ella me descolocaba por completo. No quería pensar en su sonrisa con hoyuelos y en las ganas que tenia de poder estar un poco más cerca de ella para poder oler su perfume, por más que trataba alejarla de mis pensamientos más fuertes se imponía la carismática castaña. Recordaba solo días at