Capítulo 3

Adal no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Luego de despedirse de la castaña, jamás esperó volver a verla, aunque una parte de él sentía una sensación extraña al encontrarla de nuevo.

-Veo que está más sorprendida que yo -comentó.

-Algo parecido, Adal - respondió ella. La cara de Adal cambió por completo, pasó de estar sorprendido a colocar un gesto completamente serio.

-Señor Muller - su voz comenzó a sonar más seria -ahora soy tu jefe, y no es correcto que una empleada me trate de tú -Alana quedó algo perpleja por su cambio de actitud, pero de inmediato se compuso.

-Lo siento, señor Muller, no volverá a suceder.

-Vamos a lo que venimos. La verdad, estamos muy sorprendidos con tu currículum y por las referencias que nos dieron de ti. Nos dan a entender que tienes gran potencial para lo que estamos buscando en nuestra empresa de arte. Ahora la pregunta es: ¿estás tú capacitada para asumir este puesto y dar lo mejor de ti, señorita García?

-Señor Muller, dejé mi vida en Madrid por venir a perseguir mis sueños. Mi sueño era trabajar en una gran empresa que apreciara el verdadero arte, que supiera valorar mis esfuerzos y mi capacidad. Sé lo que tengo y sé lo que soy capaz de dar, así que sí, estoy más que lista para asumir ese puesto.

Adal se quedó observando a la mujer que tenía frente a él. Sin lugar a dudas, era una mujer con un carácter fuerte y sabía que sería una pieza clave en la empresa. Pero algo que no lo dejaba pensar con claridad era ese aire de frescura que ella desprendía. Era una mujer muy hermosa y, si no tenía cuidado, podía lograr que perdiera la cabeza.

-Eso espero, señorita García. Ahora te tengo encomendada la primera tarea. Hoy en la noche se hará una exposición de varias obras y quiero hacer la adquisición de algunas para el museo. Quiero ver qué tan buen ojo tienes, así que irás hoy conmigo.

-Perfecto, señor Muller. ¿Podría darme la dirección del lugar? Yo llegaré.

-Nada de eso. Un chofer de la empresa irá por ti. La señorita Weber te llevará a tu oficina y te presentará a tu grupo de trabajo.

-Está bien, me retiro.

-¿Cómo te fue? - preguntó Tania.

-Me fue bien. Lo acompañaré a un evento esta noche.

-¡Maravilloso! Espero que les vaya bien. Te llevaré a que conozcas a tu grupo de trabajo - Ambas chicas se dirigieron a la oficina, que justo quedaba en el mismo piso pero más al fondo. Ahí se encontraba una chica de la misma edad de Alana. Era alta, de cabello negro, ojos color azul como el cielo y piel blanca como la nieve.

-Hola, Anabel.

-Buen día, Tania -dijo ella, regalándole una sonrisa. Justo apareció un chico al que Tania presentó como Bruno.

-Quería presentarles a la nueva asistente de arte.

-Mucho gusto, Alana García.

-¿De dónde eres? -preguntó Bruno.

-Soy de Madrid.

-¡Me encanta Madrid! -gritó emocionada Anabel.

-Genial, cuando gustes, las puertas de mi casa están abiertas.

-Oh, eres muy formal. Aquí en Alemania la gente no tiende a ser así.

El grupo de trabajo se pasó toda la tarde hablando acerca de algunos temas de trabajo y del funcionamiento de la empresa.

La empresa tiene varias funciones: compra y venta de obras de arte, captación de nuevos artistas para apoyar el arte, ya sea nacional o internacional. Además, la empresa también posee varios museos en Alemania y en algunas partes del mundo, con el fin de estudio, conservación y exposición de obras de arte de cualquier modalidad: pintura, escultura, dibujo, grabado y artes decorativas.

Alana desempeñaba algunas funciones. Tenía que apoyar al señor Adal en temas como investigación, acceso a obras y artistas, y apoyo en la adquisición de obras.

También le comentaron cómo era trabajar con el señor Adal. Es un hombre bastante estricto, genes 100% alemanes. Muy pocas veces comparte con los empleados y solo suele reunirse con los ejecutivos de alto mando en algunas ocasiones. Dicen que es bastante frío y que jamás se le ha visto una sonrisa, pero lo que más me sorprendió es que su vida es un completo misterio.

Llegó un mensaje al celular de Alana, del señor que el señor Adal mandó para que la recoja y la lleve al evento. Lo saludó formalmente y se subió al auto.

Al llegar al evento, los nervios empezaron a hacer estragos en su estómago y en las manos de Alana, ya que estas empezaron a sudar. El evento se veía muy elegante y la gente, ni qué hablar, todos se veían como gente de la alta sociedad, preparados para gastar bastante dinero en obras de arte.

-Por aquí, señorita -indicó el señor de la entrada.

Adal, desde una esquina, no dejaba de buscar con la mirada a la castaña. Empezaba a sentirse nervioso. ¿Y si Enrique no fue por ella? Adal quiso dar la vuelta para salir a fumar un cigarrillo, pero sus ojos se encontraron con los de Alana.

Adal miró la obra de arte que venía caminando hacia él con un vestido dorado ceñido a su cuerpo. Su cabello estaba recogido, y su rostro lucía con poco maquillaje, haciendo que se viera más joven de lo que era. Mientras Adal se recreaba con la figura de la castaña, Alana lucía extremadamente nerviosa al notar los ojos de su jefe encima de ella, como si no quisiera perderse ni un detalle. En ese momento, la castaña se preocupó porque pensó que no vino bien arreglada para la ocasión, mientras que el señor Muller había venido perfectamente arreglado.

Cuando Alana llegó hasta donde estaba Adal, este notó sus nervios.

-Estoy horrible, ¿verdad? -afirmó preocupada, pero no recibió respuesta de su jefe. Creyó que era mejor irse.

Cuando iba a dar la vuelta, este la tomó hasta acercarla a su cuerpo, quedando lo suficientemente cerca para observar mejor el rostro de Alana, percatándose de algunos lunares cerca de sus labios.

-Estás muy hermosa, señorita García. No dije nada porque me quedé admirando la obra de arte que tenía al frente - dijo Adal. Ambos se quedaron en shock ante las palabras del alemán. Este se aclaró la garganta rápidamente, volviendo a su posición de hombre serio e imponente -Es hora de entrar a la exposición.

Al entrar al evento, ambas personas llamaron la atención de los demás. Varios se acercaron mientras Adal presentaba a Alana como una pieza importante de su equipo.

Por unos momentos, la joven Alana se perdió admirando las obras que estaban en la exposición, ya que estaban preciosas y hacían que uno se quisiera perder horas y horas viéndolas.

-¿Te gustan? - preguntó un hombre alto, de ojos azules y cabello rubio como todo alemán, que se puso a su lado.

-Son preciosas. Quien sea el pintor de estas obras tiene mi profunda admiración, y si tuviera todo este dinero, compraría la colección o al menos una de sus obras. Son maravillosas, te transportan a otra realidad -dijo Alana, volteando y dándose cuenta de que aquel hombre la estaba mirando de manera intensa.

-¿Cuál es tu nombre?

-Alana García - respondió ella. Él tomó su mano y le dio un beso en ella.

-Un placer, Alana. Mi nombre es...

-¡¡John!! -interrumpió Adal, abrazando al rubio. Este también le devolvió el abrazo. - Qué bueno volver a verte - dijo Adal, sonriendo de una forma que sorprendió a Alana, ya que era la primera vez que lo veía sonreír así.

-Lo sé. Hace mucho que no te veía, pero no me dejaste terminar de presentarme con esta bella dama - dijo John, señalando a Alana. Adal se giró para ver cuál era la chica a la que su amigo el Casanova le había echado el ojo, pero cuando lo hizo y vio quién era, sintió cómo todo su cuerpo empezaba a arder, haciendo que la sonrisa que tenía hace unos segundos desapareciera de golpe.

-Señorita García, la estaba buscando -dijo Adal con el cuerpo tenso.

-¿Ya se conocen? -preguntó el rubio.

-Trabajo para el señor Muller. Estaba admirando las obras, pero las de este pintor me dejaron impresionada -respondió Alana.

-¿Te gustaría conocer al pintor? - preguntó Adal. Justo en ese momento, estaba maldiciendo a su mejor amigo. Sus malditos impulsos estaban queriendo apoderarse de él, pero trató de tomar todo el control de su cuerpo para evitar un escándalo.

-Sí, sería genial.-

-Bueno, pues lo tienes al frente. Mucho gusto, John León - dijo , revelando que durante todo ese rato estaba hablando con el pintor de esas magníficas obras.

-¿¡Tú eres el pintor!? -preguntó Alana, sorprendida.

-Y para que veas que es verdad -le hizo una seña a una chica -Carla, dale el cuadro del frente a la señorita García.

-¿Pagará con tarjeta o en efectivo? -preguntó Carla.

-El cuadro corre por mi cuenta -dijo John, sonriendo y tratando de impresionarla. Pero Alana sentía mucha pena, jamás había recibido un regalo tan costoso.

-No, señor León, no puedo aceptar eso.

-Adal, dile a Alana que yo no acepto un no como respuesta -dijo John. Adal tomó aire.

-Acéptalo como un regalo.

-Es que es muy costoso, yo no...

-Te lo ganaste por saber distinguir lo que es un buen arte -dijo John, regalándole un guiño.

-En ese caso, muchas gracias, señor León.

-Fue un placer -sonrió John. -Oye Adal, ¿cuándo nos veremos para tomar algo?

-Un día de estos, tengo un viaje programado.

-¿Cuándo piensas regresar?

-No lo sé. Ahora te tengo que dejar, luego hablamos.

-Adiós, Alana.

-Hasta luego y gracias, señor León.

Pasó la noche y Adal decidió llevar a la castaña a su casa. Durante todo el viaje, ambos estuvieron muy callados. Adal no dejaba de pensar en la forma en que John coqueteaba con ella y ella le regalaba sus sonrisas. Adal estaba empezando a sentir que estaba perdiendo el control que tanto le había costado tener.

-¿Pasó algo? Lo noto extraño -dijo Alana, llamando su atención.

-¿Te gustó John? -las palabras salieron por sí solas del alemán. Hasta él se sorprendió por la pregunta, pensando "Soy un idiota", mientras que Alana pensaba que el hombre era guapo, pero ella acababa de terminar una relación y no sentía interés por ese hombre. Solo estaba enamorada de sus obras. Sin embargo, él no debería meterse en su vida, no debería preguntar ese tipo de cosas.

-Señor Muller, con todo respeto, creo que es algo que a usted no debe interesarle. Pero si se siente mejor, se lo diré. El señor León es lindo, pero no siento interés por él. Solo me gustan sus obras.

-Lo hago porque sé cómo es él y se ve que tú no eres de las chicas con las que él frecuenta.

-Sé cuidarme sola, señor Muller - dijo Alana, mientras Adal sonreía internamente al volver a notar el carácter fuerte de la mujer que tenía al lado.

Fuerte y hermosa. Es una combinación bastante peligrosa en una mujer, pero que resulta atractiva ante los ojos de cualquier hombre, y Adal no era la excepción. El carro se detuvo.

-Gracias por traerme a mi casa, señor Muller. Mañana nos vemos. Que tenga feliz noche.

-Igualmente, señorita García.

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