Otro día de trabajo para Alana, la castaña estaba preocupada porque llegaría tarde.
Al llegar a la empresa, el día de la castaña no podía ser peor, ahí estaba el señor Müller mirándola con cara de disgusto.
- Señor Müller, yo...
- Sus excusas no me interesan, señorita García. Desde el día uno le dije que para nosotros es importante el compromiso. Así que dígame, ¿está comprometida o no? – algo que siempre ha detestado el alemán es la impuntualidad. Los alemanes se caracterizan por ser personas estrictas y muy responsables.
Alana, por dentro tenía deseos de asesinar a Adal, ella no está acostumbrada a que le griten y más que lo haga alguien que no sea mi abuela… es más, ni su abuela le ha gritado en toda su vida.
- Señor Müller, le juro que no volverá a pasar.
- Más le vale, señorita García, porque si vuelve a llegar tarde, vaya buscando vuelo a Madrid – Adal se da la vuelta dejándola sola a Alana con unas fuertes ganas de darle un golpe en la cara, pero ella se aguanta tomando todo el aire posible para calmarse.
Alana entra de golpe a la oficina donde se encuentra Anabel, quien la recibe con una taza de café.
- Supuse que lo iba a necesitar - Alana sonríe mientras recibe el café.
- Gracias. ¿Qué tenemos para hoy? - en ese momento entra Bruno con algunos papeles y luego proyecta algunas obras que piensan exponer en dos semanas.
- Tenemos que elegir qué obras son las más atractivas para esta temporada según lo planteado. Eran muchas obras, podrían ser 500 obras y solo tenían espacio para 100 obras.
- Bueno, manos a la obra...
Al mediodía, Anabel sale con Bruno, dejando a la castaña, ya que aún tenían mucho trabajo y la verdad estaba muy emocionada por ver tanto talento, en especial dos obras. Alana no sabe cuál elegir porque ambas tienen gran potencial.
Adal se encuentra mirando hacia la oficina de la castaña, viendo cómo está trabajando concentrada mostrando lo profesional que es. Este mira la hora y se da cuenta de que están en hora de almuerzo. Sus pies comienzan a caminar hasta la oficina de la castaña, pero esta no se percata de la llegada de su jefe.
- ¿No debería estar almorzando? - la voz grave del señor Müller hace brincar a la pobre Alana del susto.
- Señor Müller, casi hace que se me salga el corazón. - Este entra observando las obras que tiene la castaña en el escritorio. Al verlas bien, la sonrisa de Adal se ensancha porque tiene un buen material.
- Muy buena elección, señorita García. - Alana, por dentro estaba confundida por el cambio de Müller. Hace algunos momentos estaba gritándole y ahora está sonriente.
- Aún no sé cuál poner de las dos, creo que ambas son perfectas, deberían estar en la exposición. - Es inevitable que Adal no mire a Alana con admiración, mientras que Alana se estaba muriendo al ver cómo Adal la penetraba con sus hermosos ojos, cosa que la hacía sentir algo extraña.
- Podemos hacer una excepción - menciona el alemán con una pequeña sonrisa.
- ¿A qué se refiere?
- Podemos poner las dos obras. - Alana abrió los ojos sorprendida y luego una hermosa sonrisa se forma en sus labios, lo que logra hacer que el alemán se pierda en ella, con solo una sonrisa hacia qué todo lo que estuviera alrededor fuera iluminado.
- ¡ES MARAVILLOSO!
En medio de su euforia, algo la impulsa a saltar a los brazos de él alemán. Este se tensa al momento de sentir el cuerpo de Alana pegado al suyo. Su cuerpo encajaba perfectamente con el suyo. El alemán tuvo la necesidad de corresponder a su abrazo, pero cuando lo iba a hacer, Alana se separa de golpe con sus mejillas rojas de la vergüenza por el arrebato que tuvo con su jefe.
- Lo siento, señor...
- Tranquila, no se preocupe. Ahora me tengo que ir, espero verla en la exposición.
- Así será, señor Müller. - le dedicó una sonrisa.
Adal salió de la oficina de ella con una sensación extraña en su cuerpo. Aún podía sentir el olor de la castaña impregnado en su traje. Pensó por un momento en cómo será tenerla a su disposición, mientras varias imágenes eróticas llegan a su mente.
Adal, ¿qué carajos pasa contigo? Concéntrate, es tu empleada - se regañó mentalmente.
Alana estaba por irse a su casa, pero se lleva una gran sorpresa al ver a la persona que no espero volver a ver.
- Luciano...
- Alana, nena - Luciano corre mientras toma en brazos a la castaña pegándola a su cuerpo - te extrañé tanto - toma su rostro besando sus labios, pero para la mala suerte de la castaña, el señor Müller ve todo.
- Señorita García...
El alemán estaba perdiendo la cordura, solo de ver a la castaña pegada al cuerpo de ese hombre, mientras hace unas horas ella había estado pegada al cuerpo de él... En ese momento, el juicio del señor Müller se nubla por completo, mientras sus manos forman un puño.
- Señor Müller - trató de retomar la compostura la castaña viendo cómo ambos hombres se estaban matando con la mirada.
- Creo que la visita con el novio la puede dejar para el horario fuera de la empresa. ¡Mierda Luciano, te mataré!
- Disculpe, señor, yo...
- Señor, es mi culpa. Yo vine de sorpresa - Adal lo mira por encima y luego se gira dejándolo hablando solo.
- ¿Qué haces aquí? - pregunta la castaña.
- Vine a verte, quería saber que todo está bien entre nosotros.
- Luciano, tú y yo queremos cosas diferentes.
- Pensé que habías cambiado de opinión.
- Es mejor que salgamos.
Adal llega a su casa rojo y sudoroso, un ataque de rabia en cualquier momento se va a desencadenar, él lo puede sentir, puede sentir que ya no es dueño de su cuerpo, hasta que ocurre lo inevitable, un ataque de ira aparece destruyendo todo lo que encuentra a su paso.
El Alemán rompe unos espejos de su sala con su puño, tira una mesa destruyéndola en su totalidad, las paredes las comienza a golpear hasta sentir como sus puños empiezan a sangrar, pero ni siquiera eso lo detiene, va al bar que tiene tomando todas las botellas, mientras las tira contra la pared, en ese intento varios vidrios rebotan haciendo una pequeña herida en su mejilla.
-¡MALDITA SEA!
El juicio se le nubla cuando piensa en ese imbécil besando a la chica del tren, a su preciosa castaña, no sé qué tenía ella, pero hacía que cualquier cordura que tuviera el alemán desapareciera de golpe.
-¡JODER, ADAL!
El hermano mayor del alemán entra a la casa al escuchar unos ruidos provenientes de ella, en ese momento las alertas del hermano mayor se encienden corriendo al interior de la casa viendo el desastre que ha causado su hermano.
Escanea el lugar encontrando a su hermano dándole golpes a la pared.
-¡Mierda, Adal, detente! - agarra a su hermano por la espalda y lo tumba al suelo tirándose encima de él.
-¡SUÉLTAME, M*****A SEA! - gruñe molesto Adal, intentando quitar a su hermano de encima.
-No lo haré hasta que te calmes, no me obligues a dormirte, imbécil - el alemán lo tira a un lado, haciendo que su hermano se de un golpe en la espalda.
-Véte de aquí, Anton - dice intentando controlar su ira, no quiere lastimar a su hermano.
Antón toma las pastillas que el psiquiatra le dio en caso de alguna crisis como esta.
-Adal, tómate esta pastilla.
-¡DEJA DE OFRECERME ESA M****A!
-¡MALDITA SEA, DEJA DE SER TAN TERCO Y TÓMALAS! - cuando su hermano Adal se iba a disponer a seguir dañando su casa, Anton lo toma con fuerza y no sabe cómo, pero termina haciéndole tragar la pastilla a su hermano.
-¡TE MATARÉ! - Anton retrocede con algo de miedo, porque sabe que su hermano no se mide cuando está en ese estado.
-Adal, cálmate, soy tu hermano, piensa en nuestros padres - el alemán toma aire y luego se encierra en su despacho tratando de calmar sus demonios.
Luego de un rato, Adal está más calmado; el medicamento ya hizo efecto y ahora se siente como una m****a porque casi le causa daño a su hermano. Definitivamente, tenía que ir a su casa para pedirle perdón. Cuando sale del despacho, nota que las cosas que estaban en el suelo ya están recogidas. Lo único que quedó mal fueron las paredes, que se encuentran con sangre de sus puños, y la mesa destrozada. - Adal - dice Antón, que se encuentra sentado con una copa de vino en la mano. - Antón, disculpa, yo no… - No estás tomando los medicamentos - afirma su hermano. - Sí los estoy tomando - Adal sabía que no, pero odiaba tener que estar medicado, además de que algunos de esos medicamentos le caían pesados, lo que no le permitía estar al cien por ciento en su trabajo. - Deja de mentir - Antón le tira los medicamentos en el pecho - el tarro está completo, al igual que los otros. ¿¡Qué mierdas tienes en la cabeza!? - Sé que debo tomarlos, pero… - Pero nada. Esto es lo único que mantiene t
Alana se encontraba en su oficina intentando trabajar en las posibles obras para el museo, pero no lograba concentrarse. No paraba de pensar en Adal y no entendía qué le pasaba, pero le preocupó ver en el estado en que se encontraban sus nudillos. Anabel entra a la oficina de Alana, viendo que esta se encuentra algo ausente. - Alana, hay una llamada que es para ti - Alana sale de su trance al percatarse de que Anabel se encontraba en la oficina. - ¿Quién es? - pregunta Alana. - No lo sé. - Pásame la llamada - Anabel se retira regalándole una sonrisa. Alana contesta el teléfono y escucha la voz de Luciano. - Hola, hermosa. - Luciano, ¿todo bien? - Sí, todo está bien. Quería saber si nos podemos ver hoy, yo paso por ti a la oficina - Alana se sorprende de que Luciano aún no se haya ido. - Luciano, no creo que… - Alana, mañana me voy, quiero verte por última vez - Alana suelta un suspiro, mientras se debate en si verlo o no, pero luego piensa en que ya no lo vería quién sabe has
Adal había regresado a la empresa porque se le habían quedado unos documentos importantes. A esa hora, seguramente no estaría nadie, pero pensó mal. Cuando llegó al piso de su oficina, escuchó unos gritos y llantos. El corazón de Adal se paralizó al reconocer la voz de la persona que estaba gritando. -¡Alana! -Corrió rápido hasta la oficina de ella, de donde provenían los gritos, hasta toparse con una escena horrible: el imbécil de su novio la tenía recostada contra el escritorio, intentando abusar de ella. En ese momento, todo empezó a verse rojo, la cordura en Adal desapareció por completo, llegando a él una furia que ni él podría controlar. -¡Hijo de puta! - Adal tomó con fuerza a Luciano, estampándolo contra la pared. El primer golpe de Adal impactó en el rostro de Luciano, sacándole sangre. -¡Suéltame, animal! - Adal no alcanzaba a ver nada, todo a su alrededor se mostraba en rojo. No podía dejar de golpearlo con fuerza, sus nudillos empezaron a sangrar, pero ese ardor no se c
Pasó una semana desde el incidente de Alana. La castaña tuvo el placer de conocer a Anton, el hermano de Adal; es un hombre bastante simpático, todo lo contrario a Adal. Lo que Alana no entendía era por qué estaba en el hospital, pero ninguno supo darle respuesta. De Luciano no se supo nada desde lo ocurrido, solo se sabe que está en la cárcel por lo que hizo. Al parecer, Adal se encargó de que Luciano pagara por lo que intentó hacerle a la castaña. Pero ahora algo anda en la mente de Alana. Ese día, cuando Adal la encontró en esa situación, por unos momentos ella sintió miedo al verlo casi matando a Luciano, pero también seguridad. Él la salvó de una tragedia y ahora está en deuda con él. -¡Alana!, al fin regresaste -dijo Anabel, abrazándola efusivamente - Todos estuvimos muy preocupados cuando nos enteramos de lo que te pasó -Gracias por preocuparse, ya estoy mejor -respondió Alana. -No fuimos los únicos que se preocuparon. El señor León estuvo aquí y preguntó por ti. Ah, y dejó
Adal se encontraba en la oficina mirando hacia la nada, mientras intentaba hacer que la culpa desapareciera de su mente, pero por más que lo intentaba, los ojos de la castaña en su mente hacían que todo fuera más difícil… Dios, creo que lo mejor es reparar el daño. Adal toma su teléfono y marca el número de Tania. - Señor Müller, ¿necesita algo? – responde Tania. - Comunícame con Marta, la diseñadora de interiores. - Claro, señor. – al minuto, Marta se comunica con Adal. - Qué sorpresa tu llamada – habla de manera coqueta. Hace un tiempo, Marta y Adal habían tenido un romance y en ocasiones tenían sus encuentros, pero jamás llegó a pasar nada sentimental. - Necesito que hagas algo por mí. - ¿Qué sería? - Necesito que modifiques una oficina, está destruida y quiero que la decores y la arregles muy bien. - ¿Para cuándo la necesitas? - Para mañana mismo. Ah, y que tenga un toque femenino – al escuchar eso, Marta se quedó sorprendida, tenía curiosidad de saber quién era la mujer
Alana se encontraba con Tania, Anabel y Bruno disfrutando de unas cervezas y uno que otro baile en una de las discotecas más populares de Alemania. Todos la estaban pasando bien, pero en la mente de Alana seguía rondando el nombre de Adal. Luego de lo ocurrido en la casa de su hermano, ella quedó bastante enojada. No sabía qué le pasaba a Adal y eso le desesperaba."-Alana, ¿qué tienes? Te veo como desconectada, como si estuvieras en otro lugar - pregunta Tania, mientras se toma una cerveza.- No pasa nada, mejor dame una de esas - dice Alana señalando las cervezas que había sobre la mesa.- ¡Alana!, tienes un admirador - grita Anabel, mientras choca nuestras bebidas.- ¿Quién? - dice Tania.- Mira a tu derecha, el chico de camisa blanca con pantalones negros - Alana mira disimuladamente donde se encuentra el hombre del que Anabel habla. Tenía que aceptar que el hombre era guapo y se notaba que era alto.- Dios, amiga, no para de verte - Tania le regala una sonrisa pícara, mientras tom
Adal se encontraba mirando a la castaña que estaba acurrucada en su pecho. Él llevaba despierto desde las 6 de la mañana, observando lo hermosa que era. Después de esa noche que habían tenido, sería imposible alejarse de ella. A los ojos de Adal, Alana era una mujer preciosa con un corazón enorme. Ella no se merecía tener a un enfermo y asesino a su lado. Era demasiado buena para él. Por un momento, se planteó la idea de contarle toda su historia, pero el miedo a perderla superaba todo. -¿Qué haré contigo, Alana? -susurró mientras acariciaba su mejilla. Sin embargo, la castaña logró escucharlo, ya que hacía un rato que estaba despierta, pero quería seguir pegada al pecho de Adal. -Sé sincero conmigo. Adal se puso tenso al escuchar la voz de Alana. Ella se levantó dejando sus pechos al descubierto, lo que hizo que los ojos de Adal se enfocaran en ellos. Pero rápidamente, Alana tomó su rostro. -Dime, ¿cuál es el secreto? ¿A qué le temes? -los ojos de la castaña penetraban en lo más
Sandro se encontraba de lejos mirando cómo Adal salía con la castaña que había conocido en ese bar. Necesitaba volver a tener al león en el ring y la única forma sería amenazando a Adal con contarle a la chica que, al parecer, no sabe nada del pasado de Adal. -Consigan una cita con el CEO, tengo que visitar a un viejo amigo - ordena a sus hombres. Alana se encontraba almorzando con Adal, ya que este le había invitado a comer algo. -Hoy estás más hermosa que nunca -dice Adal tomando la mano de Alana y dejando un beso en ella. -Gracias, tú estás muy guapo -Sabes, me gusta mucho estar así contigo - Alana le causa ternura al ver a Adal así de entregado con ella. Se veía tan calmado que se sentía contenta por eso. -A mí también, Adal -responde. En ese momento, el celular de Adal suena, sacándolos de su trance. Adal lo toma y ve que es su secretaria. -Tania, ¿qué necesitas?-Señor, disculpe por interrumpir su hora del almuerzo, pero me pidieron una cita con urgencia con usted, así que