Capitulo 4

Otro día de trabajo para Alana, la castaña estaba preocupada porque llegaría tarde.

Al llegar a la empresa, el día de la castaña no podía ser peor, ahí estaba el señor Müller mirándola con cara de disgusto.

- Señor Müller, yo...

- Sus excusas no me interesan, señorita García. Desde el día uno le dije que para nosotros es importante el compromiso. Así que dígame, ¿está comprometida o no? – algo que siempre ha detestado el alemán es la impuntualidad. Los alemanes se caracterizan por ser personas estrictas y muy responsables.

Alana, por dentro tenía deseos de asesinar a Adal, ella no está acostumbrada a que le griten y más que lo haga alguien que no sea mi abuela… es más, ni su abuela le ha gritado en toda su vida.

- Señor Müller, le juro que no volverá a pasar.

- Más le vale, señorita García, porque si vuelve a llegar tarde, vaya buscando vuelo a Madrid – Adal se da la vuelta dejándola sola a Alana con unas fuertes ganas de darle un golpe en la cara, pero ella se aguanta tomando todo el aire posible para calmarse.

Alana entra de golpe a la oficina donde se encuentra Anabel, quien la recibe con una taza de café.

- Supuse que lo iba a necesitar - Alana sonríe mientras recibe el café.

- Gracias. ¿Qué tenemos para hoy? - en ese momento entra Bruno con algunos papeles y luego proyecta algunas obras que piensan exponer en dos semanas.

- Tenemos que elegir qué obras son las más atractivas para esta temporada según lo planteado. Eran muchas obras, podrían ser 500 obras y solo tenían espacio para 100 obras.

- Bueno, manos a la obra...

Al mediodía, Anabel sale con Bruno, dejando a la castaña, ya que aún tenían mucho trabajo y la verdad estaba muy emocionada por ver tanto talento, en especial dos obras. Alana no sabe cuál elegir porque ambas tienen gran potencial.

Adal se encuentra mirando hacia la oficina de la castaña, viendo cómo está trabajando concentrada mostrando lo profesional que es. Este mira la hora y se da cuenta de que están en hora de almuerzo. Sus pies comienzan a caminar hasta la oficina de la castaña, pero esta no se percata de la llegada de su jefe.

- ¿No debería estar almorzando? - la voz grave del señor Müller hace brincar a la pobre Alana del susto.

- Señor Müller, casi hace que se me salga el corazón. - Este entra observando las obras que tiene la castaña en el escritorio. Al verlas bien, la sonrisa de Adal se ensancha porque tiene un buen material.

- Muy buena elección, señorita García. - Alana, por dentro estaba confundida por el cambio de Müller. Hace algunos momentos estaba gritándole y ahora está sonriente.

- Aún no sé cuál poner de las dos, creo que ambas son perfectas, deberían estar en la exposición. - Es inevitable que Adal no mire a Alana con admiración, mientras que Alana se estaba muriendo al ver cómo Adal la penetraba con sus hermosos ojos, cosa que la hacía sentir algo extraña.

- Podemos hacer una excepción - menciona el alemán con una pequeña sonrisa.

- ¿A qué se refiere?

- Podemos poner las dos obras. - Alana abrió los ojos sorprendida y luego una hermosa sonrisa se forma en sus labios, lo que logra hacer que el alemán se pierda en ella, con solo una sonrisa hacia qué todo lo que estuviera alrededor fuera iluminado.

- ¡ES MARAVILLOSO!

En medio de su euforia, algo la impulsa a saltar a los brazos de él alemán. Este se tensa al momento de sentir el cuerpo de Alana pegado al suyo. Su cuerpo encajaba perfectamente con el suyo. El alemán tuvo la necesidad de corresponder a su abrazo, pero cuando lo iba a hacer, Alana se separa de golpe con sus mejillas rojas de la vergüenza por el arrebato que tuvo con su jefe.

- Lo siento, señor...

- Tranquila, no se preocupe. Ahora me tengo que ir, espero verla en la exposición.

- Así será, señor Müller. - le dedicó una sonrisa.

Adal salió de la oficina de ella con una sensación extraña en su cuerpo. Aún podía sentir el olor de la castaña impregnado en su traje. Pensó por un momento en cómo será tenerla a su disposición, mientras varias imágenes eróticas llegan a su mente.

Adal, ¿qué carajos pasa contigo? Concéntrate, es tu empleada - se regañó mentalmente.

Alana estaba por irse a su casa, pero se lleva una gran sorpresa al ver a la persona que no espero volver a ver.

- Luciano...

- Alana, nena - Luciano corre mientras toma en brazos a la castaña pegándola a su cuerpo - te extrañé tanto - toma su rostro besando sus labios, pero para la mala suerte de la castaña, el señor Müller ve todo.

- Señorita García...

El alemán estaba perdiendo la cordura, solo de ver a la castaña pegada al cuerpo de ese hombre, mientras hace unas horas ella había estado pegada al cuerpo de él... En ese momento, el juicio del señor Müller se nubla por completo, mientras sus manos forman un puño.

- Señor Müller - trató de retomar la compostura la castaña viendo cómo ambos hombres se estaban matando con la mirada.

- Creo que la visita con el novio la puede dejar para el horario fuera de la empresa. ¡Mierda Luciano, te mataré!

- Disculpe, señor, yo...

- Señor, es mi culpa. Yo vine de sorpresa - Adal lo mira por encima y luego se gira dejándolo hablando solo.

- ¿Qué haces aquí? - pregunta la castaña.

- Vine a verte, quería saber que todo está bien entre nosotros.

- Luciano, tú y yo queremos cosas diferentes.

- Pensé que habías cambiado de opinión.

- Es mejor que salgamos.

Adal llega a su casa rojo y sudoroso, un ataque de rabia en cualquier momento se va a desencadenar, él lo puede sentir, puede sentir que ya no es dueño de su cuerpo, hasta que ocurre lo inevitable, un ataque de ira aparece destruyendo todo lo que encuentra a su paso.

El Alemán rompe unos espejos de su sala con su puño, tira una mesa destruyéndola en su totalidad, las paredes las comienza a golpear hasta sentir como sus puños empiezan a sangrar, pero ni siquiera eso lo detiene, va al bar que tiene tomando todas las botellas, mientras las tira contra la pared, en ese intento varios vidrios rebotan haciendo una pequeña herida en su mejilla.

-¡MALDITA SEA!

El juicio se le nubla cuando piensa en ese imbécil besando a la chica del tren, a su preciosa castaña, no sé qué tenía ella, pero hacía que cualquier cordura que tuviera el alemán desapareciera de golpe.

-¡JODER, ADAL!

El hermano mayor del alemán entra a la casa al escuchar unos ruidos provenientes de ella, en ese momento las alertas del hermano mayor se encienden corriendo al interior de la casa viendo el desastre que ha causado su hermano.

Escanea el lugar encontrando a su hermano dándole golpes a la pared.

-¡Mierda, Adal, detente! - agarra a su hermano por la espalda y lo tumba al suelo tirándose encima de él.

-¡SUÉLTAME, M*****A SEA! - gruñe molesto Adal, intentando quitar a su hermano de encima.

-No lo haré hasta que te calmes, no me obligues a dormirte, imbécil - el alemán lo tira a un lado, haciendo que su hermano se de un golpe en la espalda.

-Véte de aquí, Anton - dice intentando controlar su ira, no quiere lastimar a su hermano.

Antón toma las pastillas que el psiquiatra le dio en caso de alguna crisis como esta.

-Adal, tómate esta pastilla.

-¡DEJA DE OFRECERME ESA M****A!

-¡MALDITA SEA, DEJA DE SER TAN TERCO Y TÓMALAS! - cuando su hermano Adal se iba a disponer a seguir dañando su casa, Anton lo toma con fuerza y no sabe cómo, pero termina haciéndole tragar la pastilla a su hermano.

-¡TE MATARÉ! - Anton retrocede con algo de miedo, porque sabe que su hermano no se mide cuando está en ese estado.

-Adal, cálmate, soy tu hermano, piensa en nuestros padres - el alemán toma aire y luego se encierra en su despacho tratando de calmar sus demonios.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo