Luego de un rato, Adal está más calmado; el medicamento ya hizo efecto y ahora se siente como una m****a porque casi le causa daño a su hermano. Definitivamente, tenía que ir a su casa para pedirle perdón.
Cuando sale del despacho, nota que las cosas que estaban en el suelo ya están recogidas. Lo único que quedó mal fueron las paredes, que se encuentran con sangre de sus puños, y la mesa destrozada.
- Adal - dice Antón, que se encuentra sentado con una copa de vino en la mano.
- Antón, disculpa, yo no…
- No estás tomando los medicamentos - afirma su hermano.
- Sí los estoy tomando - Adal sabía que no, pero odiaba tener que estar medicado, además de que algunos de esos medicamentos le caían pesados, lo que no le permitía estar al cien por ciento en su trabajo.
- Deja de mentir - Antón le tira los medicamentos en el pecho - el tarro está completo, al igual que los otros. ¿¡Qué mierdas tienes en la cabeza!?
- Sé que debo tomarlos, pero…
- Pero nada. Esto es lo único que mantiene tus ataques a raya. Si no lo haces, cosas peores pueden pasar. ¿Quieres que vuelva a suceder lo que pasó hace algunos años?
Al mencionar Antón esa frase, una sensación extraña se forma en el pecho de Adal. Odiaba cuando Antón le recordaba ese horrible suceso, del cual solo tiene conocimiento su familia. Nadie más supo ese secreto y espera que nunca salga a la luz.
- Deja de decir esas cosas - gruñe el alemán.
- ¡Entonces toma tus estúpidos medicamentos!
Ahora llegó una curiosidad al hermano de Adal.
- ¿Qué ocurrió para que llegaras a esta crisis? - Adal se pone completamente serio; ni loco le iba a contar que todo fue a causa de una mujer.
- No te metas en eso, Antón - cuando Antón iba a responder, Adal sube a su habitación y la cierra con un fuerte golpe, dejándose caer en su cama.
Adal sabía que si seguía así, con deseos de esa chica, él iba a terminar muy mal.
Alana y Luciano entran a la casa donde ella se está quedando. La castaña le ofrece algo de tomar, mientras ve cómo Luciano mira todo con curiosidad.
- Estás viviendo mejor que en Madrid.
- La empresa lo paga todo.
- Por lo que veo, piensas quedarte - suelta un suspiro. Alana no va a regresar, era lo único que podía pensar Luciano.
- Yo te dije, Luciano, no pienso abandonar mis sueños por ti, ni por nadie. Esto es lo que siempre soñé y, si me amas, deberías apoyarme.
Luciano se acerca juntando sus labios con los de ella, pero algo extraño ocurre para la castaña. Los besos de Luciano ya no producen las mismas sensaciones que antes. Era como si de la noche a la mañana, parte de sus sentimientos hacia él hubieran muerto.
- Regresa conmigo, te lo pido.
- No insistas, Luciano, eso no pasará.
- Tu abuela te necesita.
- No me vas a manipular con eso. Mi abuela está bien, yo le tengo a alguien que la cuide, así que no digas estupideces.
- Solo quiero dejarte algo en claro, Alana - se acerca a ella acariciando su mejilla - tú eres mi gran amor y, si te hace feliz estar aquí, pues yo también estaré feliz, aunque no sea a mi lado.
Una lágrima rueda por la mejilla de la castaña, ya que por fin Luciano entendió lo importante que es para ella este trabajo. Alana se tira a sus brazos hasta que los dos se quedan dormidos en el sillón.
A la mañana siguiente, Luciano despierta antes que la castaña. Comienza a detallar cada parte de su rostro y de su cuerpo. Alana lo era todo para él. Ayer, cuando él la besó, se dio cuenta de que ella ya no le correspondía de la manera como lo hacía antes. Eso lo llenó de pánico y sabía que debía hacer algo.
- No puedo perderte. Haré lo que sea necesario para mantenerte a mi lado - deja un casto beso en sus labios y luego se retira de la casa de Alana, pero primero le deja un mensaje diciendo que pronto se volverían a ver.
Cuando Alana despertó, se dio cuenta de que Luciano se había ido. Se sintió un poquito mal porque no se pudo despedir de él, pero era lo mejor. Ambos tenían diferentes planes de vida y eso les iba a traer problemas en un futuro.
- Alana - escucha hablar por el teléfono a Tania.
- Hola, Tania, ¿necesitas algo?
- El señor Müller te solicita en su oficina. Trae el catálogo de las obras.
- Ya subo - Alana estaba muerta de nervios porque se acordó de que Adal la había visto con Luciano. Sé que no le debería importar lo que ella haga, pero es inevitable que se sienta extraña.
Toca dos veces la puerta. Al escuchar el “adelante”, agarra todo el aire que puede, abriendo la puerta. El señor Müller se encontraba en su computadora, concentrado. Alana no pudo evitar no detallar bien; su cara era perfecta, sus ojos hacían que ella se perdiera en ellos, su olor la embriagaba. Todo de él hacía que una sensación extraña recorriera su cuerpo.
- ¿Tienes el catálogo? - al escuchar su voz, Alana sale por completo de su trance, viendo que este la está mirando de forma extraña.
- Sí, señor Müller, aquí están - extiende el catálogo, pero algo llama su atención por completo. Los nudillos de Adal estaban completamente destrozados, tenía heridas sin haberlas curado bien.
Con un impulso que no sabe de dónde sacó, agarra la mano de Adal, tomándolo por sorpresa.
- ¿Qué le ocurrió?
Otra vez Alana desestabilizaba a Adal. Este siente sus pequeñas manos acariciar las suyas, mientras su cara muestra señales de preocupación.
- Alana... - susurra el señor Adal, tratando de controlarse.
- Eso se ve mal, déjeme ayudarlo.
Los recuerdos del porqué estaba así le llegaron de golpe al alemán. Todo esto es por culpa de ella y de su noviecito. Si seguía así, iba a terminar cayendo en la oscuridad en la que alguna vez estuvo. Ella podría lograr que él cometiera locuras, cosa que él no podría permitir.
Adal retira su mano con brusquedad, tomándola por sorpresa.
- Ya se puede retirar, señorita García.
Ella no puede desestabilizarlo. Alana García debe alejarse, era lo mejor.
Alana se encontraba en su oficina intentando trabajar en las posibles obras para el museo, pero no lograba concentrarse. No paraba de pensar en Adal y no entendía qué le pasaba, pero le preocupó ver en el estado en que se encontraban sus nudillos. Anabel entra a la oficina de Alana, viendo que esta se encuentra algo ausente. - Alana, hay una llamada que es para ti - Alana sale de su trance al percatarse de que Anabel se encontraba en la oficina. - ¿Quién es? - pregunta Alana. - No lo sé. - Pásame la llamada - Anabel se retira regalándole una sonrisa. Alana contesta el teléfono y escucha la voz de Luciano. - Hola, hermosa. - Luciano, ¿todo bien? - Sí, todo está bien. Quería saber si nos podemos ver hoy, yo paso por ti a la oficina - Alana se sorprende de que Luciano aún no se haya ido. - Luciano, no creo que… - Alana, mañana me voy, quiero verte por última vez - Alana suelta un suspiro, mientras se debate en si verlo o no, pero luego piensa en que ya no lo vería quién sabe has
Adal había regresado a la empresa porque se le habían quedado unos documentos importantes. A esa hora, seguramente no estaría nadie, pero pensó mal. Cuando llegó al piso de su oficina, escuchó unos gritos y llantos. El corazón de Adal se paralizó al reconocer la voz de la persona que estaba gritando. -¡Alana! -Corrió rápido hasta la oficina de ella, de donde provenían los gritos, hasta toparse con una escena horrible: el imbécil de su novio la tenía recostada contra el escritorio, intentando abusar de ella. En ese momento, todo empezó a verse rojo, la cordura en Adal desapareció por completo, llegando a él una furia que ni él podría controlar. -¡Hijo de puta! - Adal tomó con fuerza a Luciano, estampándolo contra la pared. El primer golpe de Adal impactó en el rostro de Luciano, sacándole sangre. -¡Suéltame, animal! - Adal no alcanzaba a ver nada, todo a su alrededor se mostraba en rojo. No podía dejar de golpearlo con fuerza, sus nudillos empezaron a sangrar, pero ese ardor no se c
Pasó una semana desde el incidente de Alana. La castaña tuvo el placer de conocer a Anton, el hermano de Adal; es un hombre bastante simpático, todo lo contrario a Adal. Lo que Alana no entendía era por qué estaba en el hospital, pero ninguno supo darle respuesta. De Luciano no se supo nada desde lo ocurrido, solo se sabe que está en la cárcel por lo que hizo. Al parecer, Adal se encargó de que Luciano pagara por lo que intentó hacerle a la castaña. Pero ahora algo anda en la mente de Alana. Ese día, cuando Adal la encontró en esa situación, por unos momentos ella sintió miedo al verlo casi matando a Luciano, pero también seguridad. Él la salvó de una tragedia y ahora está en deuda con él. -¡Alana!, al fin regresaste -dijo Anabel, abrazándola efusivamente - Todos estuvimos muy preocupados cuando nos enteramos de lo que te pasó -Gracias por preocuparse, ya estoy mejor -respondió Alana. -No fuimos los únicos que se preocuparon. El señor León estuvo aquí y preguntó por ti. Ah, y dejó
Adal se encontraba en la oficina mirando hacia la nada, mientras intentaba hacer que la culpa desapareciera de su mente, pero por más que lo intentaba, los ojos de la castaña en su mente hacían que todo fuera más difícil… Dios, creo que lo mejor es reparar el daño. Adal toma su teléfono y marca el número de Tania. - Señor Müller, ¿necesita algo? – responde Tania. - Comunícame con Marta, la diseñadora de interiores. - Claro, señor. – al minuto, Marta se comunica con Adal. - Qué sorpresa tu llamada – habla de manera coqueta. Hace un tiempo, Marta y Adal habían tenido un romance y en ocasiones tenían sus encuentros, pero jamás llegó a pasar nada sentimental. - Necesito que hagas algo por mí. - ¿Qué sería? - Necesito que modifiques una oficina, está destruida y quiero que la decores y la arregles muy bien. - ¿Para cuándo la necesitas? - Para mañana mismo. Ah, y que tenga un toque femenino – al escuchar eso, Marta se quedó sorprendida, tenía curiosidad de saber quién era la mujer
Alana se encontraba con Tania, Anabel y Bruno disfrutando de unas cervezas y uno que otro baile en una de las discotecas más populares de Alemania. Todos la estaban pasando bien, pero en la mente de Alana seguía rondando el nombre de Adal. Luego de lo ocurrido en la casa de su hermano, ella quedó bastante enojada. No sabía qué le pasaba a Adal y eso le desesperaba."-Alana, ¿qué tienes? Te veo como desconectada, como si estuvieras en otro lugar - pregunta Tania, mientras se toma una cerveza.- No pasa nada, mejor dame una de esas - dice Alana señalando las cervezas que había sobre la mesa.- ¡Alana!, tienes un admirador - grita Anabel, mientras choca nuestras bebidas.- ¿Quién? - dice Tania.- Mira a tu derecha, el chico de camisa blanca con pantalones negros - Alana mira disimuladamente donde se encuentra el hombre del que Anabel habla. Tenía que aceptar que el hombre era guapo y se notaba que era alto.- Dios, amiga, no para de verte - Tania le regala una sonrisa pícara, mientras tom
Adal se encontraba mirando a la castaña que estaba acurrucada en su pecho. Él llevaba despierto desde las 6 de la mañana, observando lo hermosa que era. Después de esa noche que habían tenido, sería imposible alejarse de ella. A los ojos de Adal, Alana era una mujer preciosa con un corazón enorme. Ella no se merecía tener a un enfermo y asesino a su lado. Era demasiado buena para él. Por un momento, se planteó la idea de contarle toda su historia, pero el miedo a perderla superaba todo. -¿Qué haré contigo, Alana? -susurró mientras acariciaba su mejilla. Sin embargo, la castaña logró escucharlo, ya que hacía un rato que estaba despierta, pero quería seguir pegada al pecho de Adal. -Sé sincero conmigo. Adal se puso tenso al escuchar la voz de Alana. Ella se levantó dejando sus pechos al descubierto, lo que hizo que los ojos de Adal se enfocaran en ellos. Pero rápidamente, Alana tomó su rostro. -Dime, ¿cuál es el secreto? ¿A qué le temes? -los ojos de la castaña penetraban en lo más
Sandro se encontraba de lejos mirando cómo Adal salía con la castaña que había conocido en ese bar. Necesitaba volver a tener al león en el ring y la única forma sería amenazando a Adal con contarle a la chica que, al parecer, no sabe nada del pasado de Adal. -Consigan una cita con el CEO, tengo que visitar a un viejo amigo - ordena a sus hombres. Alana se encontraba almorzando con Adal, ya que este le había invitado a comer algo. -Hoy estás más hermosa que nunca -dice Adal tomando la mano de Alana y dejando un beso en ella. -Gracias, tú estás muy guapo -Sabes, me gusta mucho estar así contigo - Alana le causa ternura al ver a Adal así de entregado con ella. Se veía tan calmado que se sentía contenta por eso. -A mí también, Adal -responde. En ese momento, el celular de Adal suena, sacándolos de su trance. Adal lo toma y ve que es su secretaria. -Tania, ¿qué necesitas?-Señor, disculpe por interrumpir su hora del almuerzo, pero me pidieron una cita con urgencia con usted, así que
Alana salió bastante enojada de la oficina de Adal. Sabía que él escondía un enorme secreto, pero no tenía el coraje para decirle la verdad. -¿Todo bien? -Anabel sacó a Alana de sus pensamientos, mostrándose preocupada. -Sí, bueno, eso creo -respondió Alana, confundiendo a Anabel. -¿Qué te parece si nos vamos a tomar unas copas? - No sería mala idea, pensó la castaña; todo lo que estaba pasando la tenía afectada y estresada.-Terminamos aquí y nos vamos -Genial, le diré a Tania para que se anime Antón acababa de llegar a la empresa porque había quedado de ir a casa de sus padres con Adal. Como sabía que la relación de Adal con su padre era algo tensa, decidió venir por él, ya que su madre sí quería verlos. Cuando Antón entró a la oficina de su hermano, se llevó una gran sorpresa: su hermano estaba completamente alcoholizado y sus puños estaban rojos con sangre. -¿¡Qué te pasó!? -Antón corrió hacia su hermano para ayudarlo a sentarse en el sillón, ya que estaba en el suelo. -Me