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Amor Real (Serie Amores que Renuevan 5)
Amor Real (Serie Amores que Renuevan 5)
Por: Sofía de Orellana
Capítulo 1: Sin poder decir adiós.

Llego feliz a casa después de dos semanas de vacaciones con mi amigo y su familia, hoy mis padres tendrán una fiesta para sus cercanos, seguro que terminaré encerrado en el jardín o en la habitación de mi hermana, escuchando su música y hablando del futuro, uno que tal vez nunca será.

Nada más entrar, veo el revuelo que hay instalando las mesas con los bocadillos, la nana Ceci me ve y se lanza sobre mí para abrazarme, como siempre, dándome más amor que mi propia madre.

-¿Cómo estuvo ese viaje? – me pregunta con una mezcla de entusiasmo y tristeza, lo que se me hace raro, porque ella siempre ha sido alegre -.

-Bien… nana, ¿te pasa algo?

-Nada, mi niño, a la servidumbre nunca le pasa nada – besa mi frente y me quita el bolso -. Tu padre está en su despacho y tu madre en el salón de belleza.

-Gracias nana – camina hacia la escalera y le pregunto -. ¿Y mi hermana, todavía no llega de la universidad?

-Es mejor que vayas a ver a tu padre, mi niño.

Me deja preocupado, pero con mi sonrisa de siempre me voy a ver a mi padre. Llamo a la puerta, me indica que entre y al verlo, sé que algo malo ha pasado. Se ve demacrado, negras ojeras enmarcan sus ojos, que además están rojos, como si hubiese llorado mucho.

-Papito… - me acerco a él y lo abrazo -. Papito lindo, ¿qué te pasó?

-Nada hijo, nada – me dice con la voz quebrada, lo miro a los ojos y sé que me miente -. Solo mucho trabajo, nada más.

-¿Algo que pueda hacer por ti? Me preocupa verte así… ¿la empresa… - pero me interrumpe con una sonrisa -.

-Todo bien, de hecho, somos dos mil millones más ricos que hace cuatro meses – me dice con la voz llena de sarcasmo -, pero eso no importa si no estamos todos.

-¿A qué te refieres a que no estamos todos?

-¡Alex, hijo! – mi madre sobresalta a mi padre, me giro para verla justo cuando llega a mi lado para abrazarme, debe estar enferma -. Te extrañé, hijito, ¿cómo estuvo ese viaje?

-Bien, muy bien. Tengo muchas cosas que contarle a mi hermana, le traje un par de regalos que sé le van a gustar.

-Me temo que no podrás – me dice con la cara transformada por el enojo -. Tu hermana se fue a un convento.

-Pe-pero… pero no se despidió de mí, no es posible que se fuera de esa manera y no se despidiera de su hermano.

-Con suerte se despidió de nosotros, así que asúmelo de una vez – se gira a la puerta para irse pero se detiene y me mira -. Te dejé un smoking en tu habitación, te quiero decente para la fiesta de hoy, vendrán las hijas de los Hernández y los Carrasco, algunas de ellas están interesadas en ti.

-Tengo quince años, mamá… no creo que sea lo mejor, primero debería estudiar, conocer cómo funciona el mundo.

-No es tan difícil, Alex, funciona con dinero. Mientras tengas mucho y consigas más, puedes optar a tener una bella esposa que se quede en casa cuidando a tus hijos y atendiendo tus necesidades.

Sale del despacho, mi padre da un largo suspiro, me mira y estira una de sus manos para que me acerque a él.

-Hijo, si quieres conocer el mundo, haré lo que quieras para que lo conozcas. Si quieres estudiar botánica, biología o administración de empresas, es tu decisión, yo te apoyaré con todo. Ahora, ve a tu cuarto, llora por tu hermana todo lo que quieras y luego te preparas para estar diez o quince minutos en la fiesta, luego de eso eres libre de esconderte donde quieras.

Me da un abrazo fuerte, de esos que siempre nos dábamos los tres juntos. Subo a mi habitación, me tiro a la cama mirando al techo y dejo salir mis lágrimas. No puedo creer que mi hermana se fuera así, sin despedirse de mí.

Cuando las lágrimas han menguado un poco, me incorporo para buscar con la vista mi bolso. Lo veo al costado de la puerta, voy hasta él para sacar los regalos que le traía a mi hermana: una lapicera hecha en madera y unos aros de plata, de estilo mapuche muy bellos que sé le encantarían.

Los miro unos segundos y luego decido ir a su habitación, veo que todo está igual, nada más que la cama está sin tender y los cajones vacíos. Me voy a la mesita de noche, al sacar el cajón queda un espacio oculto, que no encuentras a menos que lo quites, dejo allí ambos regalos, con la esperanza de que un día mi hermana se arrepienta o que la dejen venir de visita, para entregarle estos presentes.

Me regreso a mi habitación, me ducho y visto para la famosa fiesta, no entiendo cómo mi madre puede estar para fiestas, mientras que con mi padre estamos deshechos por la partida de Jazmín. Escucho que comienzan los murmullos de los invitados, suspiro con tristeza y bajo.

Nada más poner un pie en el primer piso, Cory Hernández y Amalia Carrasco me toman una cada una del brazo, sin primero darse una terrible mirada de odio. Mi madre se acerca a nosotros feliz, esto para ella debe ser la gloria, pero para mí es molesto, porque no me gusta la cercanía con las chicas, me hace sentir incómodo.

Unos minutos después, y gracias a mi padre, logro zafarme de ellas, para escapar a mi habitación donde me encierro con llave para que ninguna se atreva a entrar por “casualidad” mientras buscaba el baño.

Me recuesto en la cama, mirando el techo pensando en lo solitaria que será mi vida desde ahora, mi padre es muy poco lo que pasa en casa, aunque esos momentos son de calidad y no me quejo, él me demuestra su amor cada día, pero es cierto que la empresa le absorbe tiempo y mi hermana era mi fiel compañera en muchas cosas.

-Ay, hermanita, ¿por qué te fuiste así? Ojalá no te olvides que tienes un hermano que te adora y te extrañará.

Y con una foto donde estamos los tres sonriendo felices en la playa me quedo dormido, dejándome llevar en los brazos de Morfeo para escapar de esta nueva triste realidad.

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