Capítulo 3: Solo.

Los años han pasado, terminé mi carrera y me incorporé a la empresa para trabajar con mi padre, creamos un dúo fantástico. Aprendí todo lo que él esperaba y más, hemos sido inseparables por todos estos dieciocho años que mi hermana no ha estado.

Entro a su oficina con unos documentos en la mano para revisarlos junto a él, me lo encuentro mirando por la ventana con la vista perdida, seguramente pensando en mi hermana, como hago yo cada día. Su cabello gris, aquellos surcos en su rostro me llaman a abrazarlo cada día, porque no quiero que el día que deje este mundo la consciencia me atormente con aquellas cosas que pude y no hice.

-¿En qué piensa el mejor padre del mundo?

-Supongo que lo bien que lo ha hecho en su vida, mientras que yo estoy aquí pensando en las cosas que no hice bien.

-Padre, para mí tú eres el mejor del mundo, y no creo que hicieras algo mal.

-Tu hermana…

-No, ella decidió irse, nosotros no podíamos hacer nada aunque quisiésemos, ya sabes lo testaruda que es.

-Y tú… no te juzgo por tus gustos, pero tengo miedo de que no llegues a ser feliz.

-Padre, tranquilo. He sido feliz estos años, me siento libre.

-Pero ese es el problema, no lo eres. A pesar de decirnos que no te interesan las mujeres, tampoco te he conocido una pareja masculina.

-No creí que aceptaras te presentara un novio.

-No se trata de que acepte o no a alguien que te haga feliz, se trata de que tú seas feliz. Y eso es lo que me preocupa, te he visto tan solitario toda la vida hijo.

-Si no has conocido a nadie es porque no he encontrado la persona indicada.

Suspira con resignación, toma asiento y lo sigo, comenzamos a revisar los documentos, vamos haciendo anotaciones y correcciones. Veo que mi padre se suelta un poco la corbata y que suda profusamente.

-Padre, ¿te sientes bien?

-Tengo calor… necesito agua.

-Yo te traigo.

Me pongo de pie, pero no consigo girarme siquiera, porque mi padre cae al suelo.

-¡Papá!

Lo veo con los ojos cerrados y un terror infinito me invade. Corro fuera de la oficina pidiendo ayuda, mientras llamo a emergencias. Su asistente entra de inmediato y comienza a revisarlo.

-¡Tiene pulso!

Doy gracias a Dios por eso, espero que aguante hasta que llegue la ambulancia, porque si llego a perder a mi padre, no sé qué será de mí.

Mis manos se encuentran rojas de tanto torcer un papel, el cual no tengo idea de dónde salió, mi madre llora a  mi lado sin consuelo, pero no puedo consolarla, no me nace. Un doctor se acerca a nosotros para darnos información y me pongo de pie de inmediato.

-¿Familiares de Alex Manterola?

-Soy su hijo, ella su esposa… ¿cómo está?

-Bueno, ha sufrido un infarto. Ahora está sedado y duerme para que los medicamentos que le dimos para estabilizarlo sean más efectivos. Necesito que me den todos los antecedentes cotidianos, lo que come, lo que toma, si hace ejercicios o es sedentario, algún vicio… lo que sea.

-Sí, doctor.

-En treinta minutos estaré en mi oficina y puede pasar por allí para que me dé esos antecedentes.

-¿Puedo entrar a verlo?

-Me temo que por ahora no, pero veremos cómo evoluciona por la noche y mañana podrán entrar.

-Entonces yo me voy a casa, no tiene sentido que me quede aquí – dice mi madre -.

-Mamá… podría necesitarte aquí.

-No lo creo, tú sabes todo de tu padre, yo me iré a descansar, esto me ha provocado una migraña terrible.

Sin más ceremonias, se va dejándome solo con el estado de salud de mi padre y con un doctor bastante sorprendido.

Llamo a la única persona que puedo llamar en un momento así, busco el número de Pilar, la que no sé si estará disponible, ya que hoy había matrimonio en la familia y seguro ella está allá. Le marco y me responde de inmediato.

-Hola prima, perdón por molestarte, solo quería avisarte que mi padre tuvo un infarto esta tarde y ahora está internado, bajo observación.

-Alex… lo siento mucho, en cuanto pueda estará allá, no te dejaré solo en esto.

-Gracias, Pili.

-Nos vemos.

Cuelgo sintiendo un poco más de alivio, me derrumbo en una silla y solo deseo que mi padre salga pronto de aquí, llevarlo a casa y cuidarlo como se merece. Esto definitivamente me va a obligar a sacarlo de la empresa, es tiempo de que asuma el mando para que él pueda descansar de sus años de trabajo.

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Tras varios días de angustias, el desenlace que menos esperaba ha llegado.

Mi padre agoniza y ha pedido que me quede solo con él, me toma una mano y balbucea palabras que no entiendo.

-Jaz-Jazmín… búscala… hijo… cuídalos…

-Papá, mamá ya la contactó, pero sus votos no le permiten salir del convento.

-Alex… búscala… hijo…

-Hablaré con mamá, te prometo que no la dejaré tranquila hasta queme diga y yo mismo iré por Jazmín.

-Nieto…

-Papá, los tendrás,  muchos, quiero contarte algo que nunca quise decirte por vergüenza – me acerco a su oído y le susurro -. No soy gay, lo hice para que mamá me dejara tranquilo.

-Bien… feliz, sé feliz.

Cierra sus ojos y deja escapar un último suspiro.

-Te amo, hijo. Búscala… busca a Jazmín y a su…

Pero no dice nada más, todo su sistema colapsó luego de un segundo infarto y una embolia, no volvió a levantarse. El monitor me dice que mi padre me deja y no puedo hacer nada.

Tengo miles de millones en mi cuenta, podía pagar el mejor hospital, los mejores doctores, pero eso no era suficiente para salvarle la vida a mi padre.

Dejo que mis lágrimas corran sin control, mientras el doctor y las enfermeras entran para hacer algo por él, es su instinto, el instinto humano de dar vida, de confortar, de proteger, de salvar. Pero nada es suficiente ahora.

Una enfermera me saca de allí, mientras trata de darme consuelo, pero es inútil, estoy solo. No puedo decir que tengo a mi madre, porque simplemente no cuento con ella, apenas me dirige la palabra por mi supuesta condición y prefiero que se quede así, hasta estas alturas me quedaré solo.

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