Tras dejar la sala y casi correr hasta el ascensor, bajé las cuatro plantas y salí del edificio para ir a comer. Aunque más me urgía escapar al exterior para tomar algo de aire fresco, me siento incluso mareado. Todo esto es nuevo para mí, nunca perdí la cabeza por una chica, porque aquella chica que alguna vez me interesó no provocó ni un mínimo de sentimientos que Alissa ha logrado.
Camino con las manos en los bolsillos, dejando de lado el sonido de mi celular que suena insistente. Llego hasta el restaurante que visito cada días desde que llegué a la empresa, el mismo que antes visitaba con mi padre.
Al entrar, me saludan los meseros y los chicos de la barra. Me voy a la misma mesa, una al rincón del lugar y al lado de la salida desde la cocina.
Unos minutos más tarde, con mi plato frente a mí, como con dificultad. En este momento me cuestiono si hice bien en dejar que Alissa se quedara. Aunque, dejando de lado lo que me hace sentir, ella es la indicada para ese puesto.
Rechazo el postre y me despido de todos, camino de regreso a la empresa, con la intención de encerrarme en mi oficina y no tener oportunidad de encontrarme a la mujer de mis sueños por los pasillos.
Espero el ascensor tan inmerso en mis pensamientos, que no me doy cuenta que alguien más está a mi lado, hasta que ingreso y otra mano marca el “4”, al mirar es ella. Está feliz, radiante, casi con una luz propia rodeándola.
-Hola… gracias por darme el trabajo – mira sus pies y se aferra a su cartera -. Solo espero estar a la altura de las expectativas.
-Mmm… - es todo lo que puedo emitir, porque estoy muy nervioso, está muy cerca de mí, en el ascensor -.
-Lo siento, soy muy habladora cuando estoy nerviosa – me mira y puedo ver sus bellos ojos café -.
Sin poder hablar, asiento y miro al frente. Ella ya no habla más y yo cierro los ojos con frustración, ahora más que nunca debería poder hablar con ella, dejar mi timidez.
“Vamos, Alex, tienes treinta y ocho años, ¡No puedes ser tan cobarde!”
Pero antes de que le haga caso a mi conciencia, las puertas se abren y le permito salir primero, cuando la veo quedarse con Fabiola, con las manos sudadas y miles de mariposas en el estómago, le digo con voz de estreñido.
-Buena suerte.
Listo, le hablé.
Me encierro en mi oficina, dejándome caer sobre la puerta y resbalando lentamente, llenando mis pulmones de precioso aire. Entierro mi cabeza entre mis manos unos segundos y luego la apoyo en la puerta, mirando al techo. Una conversación que se da tras la puerta, me llama la atención.
-Señora Fabiola… ¿el señor Manterola tuvo algún rechazo hacia mi elección?
-No lo creo, linda. Según me dijo la jefa de recursos humanos, él fue quién terminó de decidir tu incorporación. ¿Pasó algo?
-Solo… solo le hablé mientras subíamos, pero con suerte me respondió con un gruñido.
-Oh, lo que pasa es que no se siente cómodo al lado de las mujeres, en especial las jóvenes – gracias Fabiola, me estás justificando -.
-¿Le gustan las mujeres mayores? - ¡no, claro que no! -.
-Jajaja, no querida. Es que a él – no, ¡le dirá! -, a él no le gustan las mujeres.
¡Nooooo! Me entierro de nuevo entre mis manos, ahora me va a mirar extraño, como todas.
-¿Enserio? Que desperdicio, tan guapo que es… pero bueno, es su elección y me encanta que sea tan valiente.
¿Valiente? Soy todo menos valiente, me escondí bajo ese escudo para que no me casaran obligado, aunque mi madre de vez en cuando me insiste en acompañarla a alguna cena con mujeres solteronas o chiquillas que recién saben lo que es el mundo.
Pero ella… ella es diferente, ella es muy especial y no es solterona ni una chiquilla que no conoce el mundo. Es una mujer en todo el sentido de la palabra.
La oigo reír, lo que para mí es música.
Me pongo de pie y camino hasta mi escritorio, tomo asiento y me giro hacia la ventana con un par de carpetas. Suspiro resignado a que ella me verá igual que las demás, como un desperdicio de la naturaleza por tener otros gustos, después de todo resultó ser tan superficial como todas.
Llaman a la puerta, sacándome de un nuevo modelo de producción entre mis manos, indico que pasen sin girar la silla. Siento que alguien se aclara la garganta y me doy vuelta para ver quien es, se me revuelven las mariposas en el estómago nada más verla sin la chaqueta formal de su trajes, lleva una blusa blanca, sin mangas, dejando ver su hermosa piel pálida, entierro la vista a mis papeles, antes de que pierda el sentido.
-Di-disculpe, pero necesito que firme mi contrato – si no la miro a la cara, puedo hablar, lo sé -.
-Eso debe hacerlo su jefe directo, el señor Moncaquer.
-Lo sé, pero se fue temprano al parecer, antes de que yo terminara de leer el contrato, la señora Fabiola me dijo que usted también podría hacerlo.
-Acérquese – le extiendo la mano, sin mirarla, porque de seguro estoy sonrojado -.
Ella me da el contrato, mientras yo lo reviso, ella se queda parada. La veo y está mirando las fotografías familiares de hace más de veinte años.
-Por favor, tome asiento – le digo y ella lo hace, sin dejar de ver la pared -. ¿Le gusta mi familia?
-Es muy linda, pero me llama la atención de que no hay actuales.
-Eso es imposible – le digo pasando a la siguiente hoja -. Mi padre está muerto y mi hermana escondida en un convento quién sabe dónde.
-Oh… lo siento, yo…
-Está bien – levanto el rostro y veo que ella en verdad lo siente -, fue hace algunos años. Se debe aprender a vivir con eso.
-Eso creo – se arregla un mechón de cabello rebelde y me mira con una sonrisa melancólica -. ¿Usted ha conseguido vivir con ese dolor?
-Más o menos. Mientras estoy aquí, trabajando y dirigiendo la empresa que inició mi abuelo y que continuó mi padre, puedo olvidar un poco. Pero al llegar a casa – bajo la mirada y cierro mis ojos, porque lo último que quisiera es llorar frente a ella en menos de veinticuatro horas de conocerla -.
-Se siente el vacío de no tener esas preguntas típicas, “¿cómo te fue?” “¿qué tal tu día?” – ella si deja salir sus lágrimas, pero se las limpia de inmediato -. Creo que solo vine a interrumpirlo, disculpe.
-No, está bien. La verdad es que nunca he hablado de esto con nadie – y nunca había hablado con una mujer sin colapsar, creo que al fin he madurado -.
-¿Ni siquiera con sus amigos?
-Mi único amigo es Ignacio, y no vamos a decir que se tome las cosas con seriedad.
-Sí – dice con una mueca de disgusto -. Creo que vamos a tener problemas de afinidad, pero sé adaptarme.
-Alissa, ¿a quién perdió usted? – veo su tristeza -. ¡Perdón, perdón, perdón! no quise ser indiscreto – le digo preocupado y agitando mis manos -.
-Se ve lindo sonrojado – me dice con una sonrisa y mirándome, menos mal que baja la vista a sus manos, porque siento que me arde la cara -. Hace tres meses perdí a mi padre, tenía cáncer de próstata.
-Oh… - contra todo mi instinto, mis debilidades y mi timidez de toda la vida, me pongo de pie y me arrodillo frente a ella, tomándole las manos -. Lo siento mucho. Pero sé que podrá salir adelante, se nota que es una mujer fuerte.
-Gracias.
Nos miramos unos segundos, hasta que me doy cuenta que la sostengo de las manos. Me pongo de pie y vuelvo al escritorio. Firmo el contrato y se lo entrego.
-Bienvenida a Crea Moda.
-Gracias – sonríe feliz y camina hacia la puerta, pero antes de salir me mira y me dice -. ¿Sabe? Usted es muy especial, si no le molesta, yo feliz sería su amiga, pero con la condición de contarme todo sin burlarme. Hasta mañana.
Me quedo mirando a la puerta más de lo que querría hacerlo. Finalmente, cierro los ojos, respiro y miro al techo.
-Papá, dame ánimo desde allá, porque de verdad lo voy a necesitar. Ella es la mujer de mi vida y no tengo idea de cómo conquistarla.
Respiro profundo, tratando de concentrarme en lo que debo hacer, pero saber que ella está allí, en su escritorio tecleando afanada, con el ceño fruncido, casi sin parpadear. Con su boquita haciendo un piquito, lista para ser besada--¡Concéntrate!Me regaño y ya siento que me estoy volviendo loco. En tan solo un par de días me he visto en la obligación de reconocer que Alissa me gusta de verdad, muchísimo y estoy dispuesto a trabajar en mi timidez. Esta es la oportunidad de mi vida y me vale gorro la diferencia de doce años que tenemos.Miro el reloj, me quedan quince minutos para salir, eso en teoría, porque por estar pensando en ella, escondido aquí para no terminar como colegial enamorado todo sonrojado, me he retrasado en algo que debe quedar listo hoy sí o sí.No podré desearle un buen fin de semana, pero creo que el lunes podré verla repues
Arranco el auto, las manos me tiemblan y solo ruego que ella no lo note, porque quedaría en ridículo.-Muchas gracias – me dice con un poco de nostalgia en la voz -. La verdad es que no recuerdo cuando fue la última vez que alguien me ayudó sin esperar algo a cambio de mí.-Bueno, tampoco es que no espere nada a cambio – ella me mira sorprendida -. Supongo que esto amerita el pedirte un día que almuerces conmigo, para que me sigas contando sobre tus trabajos anteriores. Aún no sé por qué te despidieron, si eres tan inteligente.-Por un momento creí que harías lo que hacen todos los hombres que me han dado su ayuda “desinteresada”.-Yo jamás haría eso – le digo divertido mirando el camino -.-Obvio, no es que yo sea de tu gusto – se ríe -.Mi cuerpo se tensa, pero no dejo de reír, más porque su ri
Me quedo en el estacionamiento unos pocos minutos, sonriendo al saber que después de dos días la veré, con su sonrisa brillante, su cuerpo perfecto y su carácter de mujer independiente.Me bajo del auto, queriendo saltar de felicidad y buscando entender que todo esto es resultado de años reprimido. Camino hacia la entrada, consigo ver a Ignacio sosteniendo la puerta para que Alissa y la señora Fabiola pasen al edificio. Algo se me retuerce en las entrañas, como si el maldito Alien quisiera salir de mí de un momento a otro.Entro al edificio, tratando de mantener la sonrisa con la que llego todos los días, obligándome a entender que fue un gesto de caballerosidad para ambas mujeres.Espero el ascensor, que baja rápido y, una vez se cierran las puertas, busco la manera de respirar para no salir corriendo a mi oficina en cuando la vea. La caja metálica llega a su destino y al abrirs
Se que me he ganado unas ojeras por casi no haber dormido anoche, porque no podía sacarme de la cabeza la imagen de Alissa sonriendo con Ignacio. Es estúpido, sería la solución decirle la verdad de una vez, pero me muero de miedo.Son veinte años de sostener una vida que no existe para escaparme de todas las mujeres que a mi madre se le ocurrió que podían ser mi pareja. Para justificar que estuviera tan solo desde siempre, que huyera de las mujeres y que… ¡aaahhhhhh!Llego a mi oficina como alma en pena, solo quiero enterrarme en trabajo y no pensar en nada más que no sea trabajo. Pero uno nunca tiene lo que quiere, ¿se han dado cuenta de eso?Llaman a la puerta, de mala gana indico que pase la persona, sea quien sea, solo quiero que entre y se vaya lo antes posible, para quedarme tranquilo aquí, en mi soledad y mi trabajo.-Señor Manterola, le traigo unos informes d
Lejos de todo lo que me pueda atormentar, de todas las personas que me pueden causar daño, de las distracciones y del trabajo, aquí me encuentro, en una de las playas más hermosas de Chile, en el norte del país.Bahía Inglesa es un balneario que se encuentra a unos siete kilómetros de una pequeña ciudad llamada Caldera, en la región de Atacama. Unas pocas personas viven aquí de manera permanente, las demás viviendas se ocupan solo para épocas de vacaciones.Incluso en invierno es agradable de venir, escaparse del bullicio de la gente. Pero venir aquí en cualquier época del año que no sean vacaciones, es una oportunidad para estar solo y tranquilo. Por eso lo he elegido para pasar una semana, otra poder ordenar mi vida y buscar la manera de tomar las riendas que una vez dejé sueltas por miedo a ser más estricto con los que me rodean. En especial con esa se&nti
Voy subiendo por el ascensor, con todas las ganas de ver a mi princesa, sin embargo, al llegar no la veo por ninguna parte. Quiero llevarla a almorzar para contarle lo que he descubierto y que muy pronto podré tener a mi lado familia que me quiera.Me voy directo a mi oficina, la señora Fabiola hoy tiene permiso de llegar más tarde, así que decido que antes de comenzar a trabajar, quiero un café y chocolates. Justo en ese momento me llama el abogado.-Señor Olivares, buen día.-Señor Manterola, muy buen día, le tengo noticias nuevas.-Solo dígame lo que sabe, estoy ansioso por encontrar a Jazmín y a mi pequeño Alex.-Jajaja, que de pequeño ya no tiene nada, es un hombre de veintitrés años, terminó sus estudios en la carrera de pedagogía en artes visuales. Su hermana hipotecó la casa para pagarle sus estudios.-¿
No, no estoy orgullosa de lo que acaba de pasar, no he debido permitir ese beso, por más sola que me sienta, ha sido una completa estupidez. Siento unas ganas tremendas de llorar, más aún porque él me vio, maldición, me siento... sucia.Miro el reloj, veo que me queda una hora de tortura, me entierro en mi asiento, sabiendo que en unos minutos Alex saldrá de esa oficina y ni siquiera sé qué decirle. Aunque mi ser racional me diga que no somos más que amigos, por lo que no debería justificarme, mi corazón me dice que he sido una maldita p3rr4.Tan solo hace unos días le dije que no me gustaba Ignacio, que me gustaba estar cerca de él. Acepté mejorar mi relación con él solo por el ambiente laboral, ser un poco cordial y nada más, pero esto se ha ido a un punto que debo aclarar con Ignacio en cuanto pueda.-Te puedes ir a la mierda… pero &iq
Semanas perdido de la oficina, arreglando todo para el regreso de mi hermana junto a mi sobrino, porque sé ella volverá. No he dejado de pensar un solo día en Alissa, preocupado de lo que pueda pasar entre ella e Ignacio, pero también es cierto que no he dejado de hablar con ella cada día.A veces por un par de horas y otras por apenas unos minutos, pero con ella todo es infinito.Me cuenta de cómo van las cosas en la oficina, aunque me entere por la señora Fabiola, saber por boca de ella es mucho mejor. Pero lo más importante, me dijo que puso a raya a Ignacio.“-Le dije que ese beso había sido un error y no volvería a suceder. No le gustó, pero luego de nombrar las palabras “abogado, entrepierna, rodillazo y renuncia” comprendió de inmediato.-Jajaja me imagino la frase que le dijiste con todas ellas, así cualquiera entiende. Y tú, ¿