Margret
—Sigo pensando que esto es una mala idea. —Le digo a Daisy, arreglando el cuello de mi camisa por quinta vez. Aunque estoy acostumbrada a este tipo de prendas, hoy me molesta muchísimo.
—Mar, es solo una cena, no seas dramática —una sonrisa se dibujó en su rostro mientras veía la pantalla de su teléfono.
—¿Con quien tanto hablas? —La miré con el ceño fruncido.
—Luego te cuento, por el momento tienes que darte prisa porque creo que ese de ahí es tu galán. —Señaló un auto aparcado frente al local de comida rápida donde trabajábamos.
Mis manos comenzaron a sudar mientras termino de arreglar mi maquillaje.
No voy a mentir diciendo que no me afecta que esto este pasando, porque si me afecta, y mucho.
—Estas hermosa, Mar —me asegura Daisy levantándose de su lugar, guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón y acercándose a mi lugar, detrás de la barra—. Sin importar lo que uses o como te arregles siempre estás perfecta.
Me sonrojo.
—No soy perfecta, girasol —salgo detrás de la barra y comienzo a caminar con dirección a la salida. Antes de llegar a la puerta, me volteo y me planto frente a ella, dándole un beso en la frente—. Te amo, regreso temprano.
—Te amo más. —Me sonríe—. ¡Espero tengas fiesta hoy!
Y dicho eso, comenzó a mover las caderas en un baile muy obseno. Sonreí, mitad divertida, mitad avergonzada.
Amo a Daisy con mi vida, pero ella es extremadamente exagerada a veces -todo el tiempo.
Cuándo salí del establecimiento, lo primero que sentí fue el frío chocar contra mis mejillas. Ajuste un poco más la chaqueta que llevaba, abrazándome a mi misma.
—Eres muy puntual. —Susurre cuando estuve frente a Nicklass.
Realmente no lo había visto. Yo tenía mi vista clavada en el suelo, y caminaba como si estuviera en una burbuja dónde solo yo podía entrar.
—Y agradezco que tú también lo seas —dijo, sacándome de mi burbuja con su voz firme y varonil. Automáticamente, mi vista viajó hasta él—. ¿Nos vamos?
Era el ser más hermoso que mis ojos habían visto. Sin exagerar, este hombre estaba buenísimo.
Aunque me ofreció irnos, no se movió. Me observó por un instante, que se me hizo eterno, y vi —fue algo irreal, a mi parecer—, como sus ojos grises se volvieron negros de un momento a otro.
Parpadeé y llegué a la conclusión de que estaba loca. Completamente loca. Sus ojos eran grises otra vez.
—Te abriré la puerta —dijo después de un rato.
Hizo ademán de caminar para rodear el auto y abrir la puerta, pero antes de que pudiera dar un paso lo detuve, sosteniendo su antebrazo en mis manos.
—Tran... —Aunque llevaba una chaqueta de jean y no podía tocar su piel, el contacto hizo que todo mi cuerpo se tensara—. Tranquilo, se abrir una puerta.
Una leve sonrisa se dibujó en su cara.
—Bien, —dijo abriendo su puerta—. Vamos que se nos hará tarde.
Subió a su auto y cerró la puerta de un solo golpe. Mis cejas se alzaron con sorpresa, pero no dije nada.
Yo rodeé el auto por la parte delantera. Mientras caminaba podía sentir su mirada en mi. No volteé, no podía hacerlo.
—¿A dónde vamos? —Pregunte mientras me abrochaba el cinturón de seguridad. Recordaba como conducía, y no quería salir lastimada en la primera cita.
Él encendió el auto y se puso en marcha. No dijo nada más, solo manejo, dejando mi pregunta en el aire.
—¿Hola? —Dije después de un rato.
No me gustaba que me ignorarán y menos si me habían invitado a una cita.
Tenía que dejar de decir que esto era una cita o me pondría más nerviosa.
—Esta es la única cosa que odio de ti, Margret. —dijo, haciendo que me girará completamente en su dirección, haciendo que el cinturón me lastimara un poco por la presión.
Me gustaría decir que he escuchado cosas de él, pero realmente no tenemos amigos en común. Ni siquiera se cual es su grupo de amistad. Así que sí, me sorprendí muchísimo al oír su tono de voz: frío e indiferente.
—¿Qué? —Pregunte, haciéndome la inocente.
—Sabes muy bien qué es —respondió, serio—. Esa m*****a costumbre de preguntar y no tener ni un poco de paciencia.
Bien, este hombre sabía más de lo que yo creía. Algo me lo decía.
¿Qué pasa aquí?
—¿Cómo sabes eso?
Sentí como se tensaba en su lugar, dejándome ver qué no quería decir lo que dijo. Pero ya era tarde.
—Esta no es la manera correcta de cortejar a una dama, Nicklass.
Quizás era porque estaba ofendida, o por qué no sabía que decir, pero dije eso con voz firme sin estar afectada aunque por dentro me moría de la vergüenza.
Rápidamente sustituí la vergüenza por la sorpresa, cuando Nicklass comenzó a reír sin pudor alguno.
—¿Una dama? —Detuvo el auto en un semáforo que estaba en rojo—. Margret, ¿sabes que estamos en el siglo veintiuno donde está bien decirle a una mujer que es una preguntona?
Inmediatamente, sentí como mis vellos de eruzabsn lleve mi mano a su brazo y pellizque la piel envuelta en la tela del suéter.
—¡Hey! —Dió un respingo alejándose de mi—. ¿Qué te pasa?
—¿Qué que me pasa? —Le dije, un poco perpleja—. ¿Para que me invitaste a esta cena, Nicklass? ¿Querías ganar una apuesta o joderme con algo de las clases? Porque si es así, vete bajando de esa nube, porque yo soy pendeja, pero no para tanto.
Realmente, la emoción y los nervios se habían ido. No voy a decir que deje de sentir cosas por él, porque solo estar en el mismo auto que él me tiene loca. El problema es que él está siendo un verdadero idiota.
—¡No me pasa nada! —Puso el auto en marcha cuando el semáforo cambio de color—. Solo fui sincero, pero ustedes son tan delicadas.
—¡No es ser delicadas, Nicklass! —Grite de regreso—. Es cuestión de ser un caballero y no decir esas cosas de una manera tan mordaz.
—¿Prefieres que te mienta? —Dijo, está vez su voz cambiando a un tono de sorpresa.
—No, no. Es solo que... —¿Cómo decirle a tu crush que te sientes insegura y crees que todo lo que te dice es porque no eres suficiente para él?—. Es complicado.
—¡Ves! —Le dió un leve golpe al volante—. Es lo que digo, son tan complicadas.
—Sin tin quimpliquidis —le saco la lengua, aunque se que no me puede ver—. Eres un idiota.
—Y tú una preguntona —lo dice en tono divertido.
—Idiota.
—Chismosa.
—Tonto.
—Metiche.
Siento como mi cara se vuelve de jn fuerte color rojo.
—¡Ah! Ya no tengo más insultos. Te odio —me cruzó de brazos y pongo una mueca viendo al frente.
—¿Me estabas insultando? —Escuche como se reía—. Pensé que era tu forma de conquistar.
—¡¿Qué?! —Este hombre iba a matarme—. No... yo no... yo no quise...
—Llegamos —ignoro mi intento de explicar, estacionando el auto.
No me había fijado que habíamos entrado en una calle lujosa de Seattle.
Muy lujosa, diría yo.
—¿Dónde estamos? —Veo como Nicklass comienza a ordenar cosas en su auto, se detiene y me observa.
—¿No conoces Seattle? —Pregunta un poco extrañado. La luz interior del coche está encendida, por lo que puedo ver todos sus rasgos. Es muy lindo de ver—. O sea, pensé que tenías un tiempo ya por aquí.
Por un momento, mi mente se desconecta, y vuelve a conectarse.
—¿Cómo sabes tantas cosas sobre mí? —Pregunto, realmente confundida.
Él me mira, y por un momento siento como si él quisiera quemarme completa, y solo con su mirada.
—Se todo sobre ti, Margret —se encoge de hombros, abriendo la puerta—. Es solo que tú eres muy distraída.
♡♡♡
Voy a decir la verdad: esperaba que está cita fuera un desastre.
Cuándo nos sentamos en la mesa, me di cuenta que Nicklass realmente es así: muy franco y directo. Pero, no lo hace por ser cruel, simplemente es su personalidad y aunque a veces es molesto, creo que podría vivir con eso.
También descubrí que había elegido ese lugar porque amaba la comida italiana y según él, era el lugar perfecto para comer pasta a la boloñesa. No pude contradecirlo, porque realmente estaba muy buena.
Y el descubrimiento más importante de toda la velada, fue el hecho de saber que él en realidad no me acosaba -como suponía yo-, se enteró de algunas cosas por medio de Jonny Lee, el ex novio de Daisy que compartía algunas materias con él.
Me dijo que Jonny había estado hablando de mi desde que empezó con Daisy, también creía que Jonny estaba enamorado de mi y no de mi amiga.
—Pregunta rápida —dijo Nicklass. Estábamos de camino a mi departamento—. Si tuvieras que elegir entre tener sueños super locos cada vez que duermes o simplemente no soñar nada, ¿qué elegirías?
Aunque su tono de voz era relajado, se veía muy concentrado en lo que hacía.
—Mhm... —Pensé en su pregunta—. Creo que preferiría no soñar nada.
Estábamos a una calle de distancia de mi piso. Por una parte sentía como mis sentimientos estaban muy, pero muy mezclados dentro de mi, pero por otra sentía como la incomodidad iba mermando y podía hablar con más fluidez.
—¿Por qué? —Dijo cuando estacionó frente a mi edificio. Quite el cinturón de seguridad y me giré un poco en su dirección, él hizo lo mismo y me observó.
Me encogí de hombros, sin saber muy bien que decir.
—Bueno, es que a veces soñar solo hace que te sientas mal, y prefiero simplemente no soñar.
Él me miró un momento. Sentía como algo dentro de mi me instaba a continuar hablando y relatarle toda mi vida a Nicklass, pero me contuve.
—Es raro —dijo más para él que para mí—. A todos ustedes les gusta tener sueños y escapar de la realidad y todo eso. ¿Por qué tú no?
—¿Quienes nosotros? —Lo mire, algo confundida.
De devolvió la mirada, como dándose cuenta de lo que había dicho.
—Digo, nosotros —se encogió de hombros—. En fin, la mente humana es tan complicada. Por eso elegí medicina forense y no psicología.
No le creía mucho si excusa, eso de haberse equivocado —Nicklass tenía unos ojos muy lindos, podría acostumbrarme a verlos cambiar de color—, y que él no dijo —sí, que sonría así también le da puntos—, que no dijo... ¿Qué dijo?
Parpadeé varias veces y sentí como mi estado de ánimo decaía.
Un bostezo escapó de mi sin poder controlarlo. Me tape la boca rápidamente.
—Disculpa —dije después de bostezar.
—No hay nada que disculpar —dijo sonriendo de lado—. Ya es tarde y es hora de dormir, hoy no tuviste un buen día.
—Realmente no —dije, cubriendo mi boca cuando otro bostezo se hizo presente. No recuerdo haber tenido sueño hace un rato—. Gracias por la cena, Nicklass, estuvo muy rico.
—No es nada —sonrio de lado. Me quedé embelesada por un momento hasta que volvió a hablar—. Quiero decirte que, está no será la última vez que me veas. Estaré detrás de ti hasta que mueras... —Mis cejas se fruncieron, pero el hablo antes de que yo pudiera decir cualquier cosa—. ...del aburrimiento por mi culpa.
Sonreí tontamente, mientras abría la puerta del auto.
Pude un pie fuera, pero antes de moverme, él tomó mi brazo y dijo:
—Puedes decirme que no y me detendré ahora mismo —no sabía a lo que se refería, por lo que solo me giré y lo vi con cara de confusión. Él busco algo en mis ojos, pero, no lo encontró por lo que suspiro y negó brevemente—. Corres con todas las consecuencias, Margret.
Libero mi brazo y volvió a su puesto.
—Buenas noches, Margret. —Dijo.
Sentía que algo no estaba bien, pero, no podía reaccionar, estaba muy cansada.
No sé qué me pasaba, pero mi cuerpo no respondía muy bien a las órdenes que mi mente le daba. Por lo que solo dije:
—Buenas noches, Nicklass.
MargretEstuve pensando, si me va mal en el mundo de la literatura, podría ofrecer mis servicios como asesora para ignorar personas.¿Por qué creo que me iría bien? Fácil. Llevo cinco días ignorando completamente a Nicklass.La verdad es que no sé porque lo hago. Obvio que me muero por estar cerca de él y obvio que me siento como una tonta ignorándolo, pero no puedo siempre estar dispuesta a lo que él me ofrezca —en realidad ese no es el verdadero motivo; es simple, no puedo evitar que mis piernas tiemblen cuando estoy a unos pasos de él y me avergüenza imaginar que él puede notarlo—.El día después de nuestra cita, lo vi merodeando por la parada de autobuses cerca de donde vivo. ¿Qué si no me puse cómo loca? Literalmente me metí detrás de un contenedor de basura, porque precisamente ese día estaba en mis peores fachas.No es como si siempre luciera bien y toda la cosa, pero, ese día no me esforcé. Había amanecido muy cansada y no podía intentarlo más.También lo vi seguido comiendo
Margret—Eres una buena chica, Mar —estaba sentada en una silla muy pequeña, en medio de una habitación. La habitación parcialmente iluminada por una bombilla que reposaba sobre mí cabeza—. Pero, ese es tu defecto.Alguien me hablaba, un hombre, pero no podía verlo. Aunque era yo la que estaba sentada ahí, no tenía ningún poder en mi cuerpo.Solo podía ver unos jeans azules, con manchas frescas de algo rojo, y más abajo de eso, unos pies descalzos llenos de cortes y sangre seca.—¡¿Me estas escuchando?! —Sentí como tiraron de mi cabello hacia atrás. El dolor no tardó en llegar. El agarre en mi nuca era tan fuerte que sentía como si me estuvieran arrancando el cabello de raíz.—Sí, sí —dije rápidamente. Mi voz salió distinta; más aguda, como la de una niña—. Lo siento, lo siento.Sentí como la persona aflojaba el apretón en mi cabello.—No basta con decir que lo sientes, Margret —el hombre detrás mío peino mi cabello y luego camino hasta quedar frente a mi. Mi vista estaba fija en mi r
MargretEl viaje en motocicleta no estaba tan mal.Nick, en particular, no era mal conductor.Sentía el aire golpear mis mejillas mientras Nicklass serpenteaba las calles de Seattle.Nos habíamos desviado del camino porque él me había dicho que iba a pasar por algo a la casa de un amigo y que luego me llevaría a mi departamento.No proteste. Realmente me sentía bien con Nicklass, no me sentía cansada, no me sentía insegura, y todos los pensamientos de antes se habían esfumado casi completamente.Tenía mi mejilla adherida a la camisa de Nick, mis brazos apretados alrededor de su abdomen, mi cabello volaba salvaje a mi alrededor... Era libre.Un suspiro de frustración escapó de mi cuando Nicklass comenzó a bajar la velocidad, deteniéndose en un edificio muy moderno en el centro de Seattle.—Antes no querías subir —dijo sobre su hombro cuando me separé un poco de él—, ahora no quieres bajarte. ¿Quién las entiende?Lo mire mal. El se carcajeo mientras bajaba de la moto. Me quedé sentada a
Margret—Te contaré la historia de la niña que nació en el infierno —una voz susurraba. No podía ver quién era, no podía ver de dónde provenía, solo sabía que era un hombre—. Nació hace cuatrocientos años. Fue criada por Lucifer y enviada a la tierra como un demonio más.»Más tarde Lucifer se dio cuenta que en realidad la niña no era una simple demonio. No, ella atraía. —Vi como de un momento a otro una luz empezó a iluminar poco a poco el lugar—. Atraía a los seres más puros; los ángeles. Pero también atraía a los humanos, nefilim y ángeles caídos.»Era muy especial —pude notar que lo que iluminaba la habitación eran antorchas, que se fueron encendiendo una a una por todo el lugar. Cuando todas estuvieron encendidas, pude notar que me encontraba en algo semejante a una mazmorra ¿cómo lo sabía? Ni idea—. Lucifer, por su parte, intento aprovechar la grandiosa habilidad que sin querer le había dado a su creación.»Y ahí estaba él, enseñándole a su pequeña demonio a como destruir el ciel
MargretSentí como algo cálido recorrió mi pierna. Baje la vista y la trabe en el líquido carmesí que escurría desde la parte interna de mi muslo hasta la rodilla.Sangre.—Es la menstruación, Margret —una voz suave susurro a mis espaldas. La conocía, y muy bien—. A las niñas humanas les sucede eso cuando están entrando en la edad adulta.—Pero padre dice que los que sangran son débiles, y que yo no soy humana —dije con voz firme. No sabía de qué hablaba, pero lo decía muy confiada—. Yo no soy débil.—No, no lo eres —suspiro Kim, la madre de Daisy—. ¿Y cómo serlo? Si eres hija de él.Un empujón me hizo salir del sueño.Me senté aturdida en la camilla. Hacía pocas horas desde que Daisy se fue y había decidido tomar una siesta porque no tenía nada que hacer.Me estruje los ojos y quite el sueño de mis pestañas, cuando de repente el sueño que acababa de tener volvió a mi.Antes de analizarlo bien, escuché como alguien carraspeaba en algún lugar de la habitación.Volteé la cabeza a la esq
MargretHace seis días que desperté en este hospital. Según Daisy había sufrido un accidente por manejar una Harley con los ojos vendados.Al principio no estaba segura de creer eso, por lo que ignoré el hecho de que había un vídeo rodando por internet y solo me hice la que se creyó todo el cuento.Bien, digamos que si sucedió, entonces ¿cómo explica Daisy o su novio Reyi —que por cierto no había visto desde que desperté— o Nicklass el por qué tengo la imagen en mi mente de mi cuerpo cayendo y estrellándose contra el pavimento? Porque tengo entendido que lo que ellos me cuentan sucedió en el estacionamiento, y lo que yo recuerdo, sucedió de un séptimo piso, muy por encima del suelo.Aun así, me tragué mis dudas. Creía que algo estaba realmente mal, pero no lo discutí con nadie. Vivíamos en un mundo donde la persona que expresará sus pensamientos era tildada como loca, así que preferí callar y esperar... Quizás en algún punto recuerde lo que pasó de verdad y pueda aclarar mi mente.—¿E
MargretNací hace dos siglos, el día nunca lo supe, pero hace menos de un siglo, mi padre y Kim decidieron darme una fecha.Ahora, mi cumpleaños es el 31 de octubre. En algunos países se celebra el Halloween, en otros el día de las brujas, pero al final terminan por ser lo mismo.Tengo doscientos veinte años —sin embargo, llevándonos por la fecha nombrada para mi cumpleaños, tengo veinte, casi veintiún años—, pero no soy inmortal. Cuando nací mi padre solo pudo darme la capacidad de no envejecer y no morir por cualquier enfermedad, virus o por decirlo de otra forma, causas naturales, no obstante, puedo morir por un disparo, una puñalada o una caída de un séptimo piso...Cuando sucedió el accidente desde el techo, morí. Pero solo lo hice por unos minutos.Asimilar todo lo sucedido nunca es fácil, siempre tengo que lidiar con lo mismo y revivir mi vida no es mi cosa favorita.—No puedes decirle que volviste —Kim está de pie en medio de mi habitación. Tiene los brazos cruzados sobre el p
NicklassCiento cincuenta años antes...El viento sopla tan fuerte que las personas a mi alrededor tienen que sujetarse a lo primero que encuentran para poder mantener los pies en la tierra.—Por estos días los huracanes azotan con más ahínco en estas zonas. ¿Será por eso que nos delegan a este lado del mundo? —Pregunta Cristóbal a mi lado. Estamos en medio de una evacuación, pero no nos hemos movido, solo observamos como las personas se mueven sin percatarse de nuestra presencia—. La verdad es que no me gustan las catástrofes que envía el Creador a estos humanos. Creo que es muy cruel.Me giró en su dirección y lo observó con los ojos entrecerrados.—Deberías cuidar tus palabras, Cristóbal. —Era inútil decir eso, pero era mi deber—. El Creador sabe lo que es mejor para los humanos y ninguna de sus acciones puede considerarse como crueldad.—Lo sé, pero he estado mucho tiempo con los humanos cómo para dejarme envolver con sus tonterías. —Una risita se escapa de sus labios—. Pero, se l