╬ Querer ╬
Margret
¡No. Puede. Ser!
Mi corazón latía muy rápido y mis manos sudaban sobremanera.
¿Estaba teniendo uno de mis sueños con Nicklass, o realmente estaba sucediendo?
—¿Entonces? —Insistió después de un rato—. ¿Qué dirás?
—Bue... bueno —aclaré mi mente—. ¿Por qué me invitas a salir?
Por alguna razón, fue lo primero que se me vino a la mente, ¿por qué?
—Me pareces una mujer muy interesante. —Fue su respuesta.
Fruncí el ceño y lo mire, está vez, a los ojos. Por un momento sentí como el gris de sus ojos iba tornándose más y más oscuro, pero decidí no prestar mucha atención.
—¿Interesante? —Estaba un poco ofendida—. ¡Ni siquiera me conoces, Nicklass!
—Y es la idea de la cena, Margret —dijo, sin un ápice de remordimiento.
—Te lo diré ahora mismo —aproveche el poco valor que había aparecido en mí y dije todo lo que pensaba—. Si eres unos de esos de la escuela de ciencias que cree que puede jugar con las nerds de literatura, estás equivocado, no voy a caer en tus mentiras y engaños baratos...
Una sonrisa se abrió paso en su cara, haciendo que se le marcarán unos hoyuelos diminutos en las mejillas. ¡Mierda!
No me caí, yo me lancé de boca.
—Sé que quizás pensarás que estoy mintiendo, pero yo no soy así —volteé los ojos, volviendo a mi mal humor de hace un instante.
—Yi ni sii isi —me burle de él descaradamente.
Pero, eso solo duro un minuto, puesto que cuando me fijé en su mirada, me congelé.
No sé cuántas veces iba a decirlo, pero realmente la mirada de Nicklass Rhett, tenía un efecto en mí.
—Paso por ti a las ocho después de tu turno —sentenció. Observé como se ponía de pie, dejándome sin palabras y hecha un lío. Antes de alejarse mucho, se detuvo y me observó—. Por cierto, estás realmente sexy en esos pantalones con estampado de pandas.
♡♡♡
—¡¿Qué tienes una cita?! —Dijeron Daisy y Henry al mismo tiempo.
—¿Por qué les sorprende tanto?
—¿Quién tiene una cita? —Sentí que se me encogía el estómago cuando la voz de Cristóbal se hizo presente.
—No es tu problema, Parker. —Henry tampoco lo soportaba, por lo que la mirada que le lanzó lo dejó sin palabras.
—Relájate, Smith, no estoy haciendo nada. —Dijo, retrocediendo un paso. Henry era tres veces más musculoso que Cristóbal y eso él no lo dejaba pasar, nunca—. Sólo venía a recordarles que mi padre necesita el departamento.
Sentí como todo el color abandonaba mi cuerpo. Había olvidado ese detalle, lo había olvidado por completo. Volteé a ver a mis amigos, sintiendo miedo de su expresión, pero llevándome una sorpresa al verlos con expresiones relajadas.
Daisy le sonrió s Cristóbal y este frunció el ceño sin entender su gesto.
—¿Qué te pone tan feliz? ¿Qué te quedarás sin casa? —Pregunto él, extrañado.
—No pierdas el tiempo, Cristóbal. —Le hizo un gesto para que continuará con su camino. Ahora quién tenía el ceño fruncido era yo, no entendía nada de lo que sucedía—. Hablé con el señor Parker y dijo que eso no era cierto.
El alivio me invadió al oír eso. Un peso menos en mis hombros. Sin embargo, Cristóbal estaba pálido, no se movió por un rato, pero después de no encontrar que decir se giró y siguió su camino.
—¿Ya sabían? —Pregunte, dudosa.
—Dejaron una nota debajo de la puerta ayer y yo llamé al señor Parker inmediatamente. —Dijo Daisy, comiendo de su ensalada—. Te lo había dicho, Margret.
La verdad no lo recordaba, pero, no le di importancia.
Seguí comiendo y el recuerdo de mi charla con Nicklass volvió.
Después de la conversación con Nicklass, salí —literalmente— corriendo en busca de mis dos únicos amigos.
Por suerte, Henry había ido a la escuela de educación —el edificio donde estudiaba Daisy— y se había encontrado con mi mejor amiga.
—Es que... —Daisy se aclaró la garganta—. Volviendo al tema de tu cita, es solo que ese chico es raro y nunca lo habíamos visto, así que no pensamos que tendrías una cita con un desconocido, eso es no es propio de t...
—No es un desconocido —corto su parloteo—. Lo conozco desde el primer año.
Los ojos de Daisy se abren de par en par, mientras Henry se atraganta con el agua que estaba bebiendo.
—¡¿Qué?! —Gritan los dos al unísono.
—¡No entiendo por qué se sorprenden cuando hablo de chicos heterosexuales en mi vida! —La molestia no tardó en hacerse presente.
Los dos se observan, hablando con la mirada, pero los ignoré, poniéndome de pie y comenzando a caminar al estacionamiento.
Es medio día, y ya termine con mis clases por hoy, por lo que decido ir a casa a descansar dos horas antes de ir a mi turno en el local de comida donde trabajo.
Aunque estoy extremadamente cansada, —por alguna razón que desconozco—, camino muy rápido intentando poner distancia entre mis amigos y yo. El alivio que había dejado la noticia de saber que no me quedaré sin casa, fue borrado por la mala leche de mis amigos.
—¡Detente, Mar! —Grita Daisy.
—¡No seas infantil, Margret Johnson! —Esta vez quién grita es Henry.
—¡Váyanse al diablo los dos! —Me giró, caminando de espaldas—. ¡Claro, como me ven como una nerd que solo estudia, trabaja y lee libros eróticos siendo virgen… —La cara de Daisy se torna de un violento rojo, mientras Henry intenta contener la risa—,…no creen que pueda despertar el interés de un chico sexy!
La cara de Daisy se descompone de tal manera que siento como si estuviera desangrándose. Mientras que Henry se detiene y voltea intentando ocultar su risa.
Con más frustración que antes, me volteo, dispuesta a ignorarlos por el resto del día, pero, mi plan se ve frustrado cuando chocó contra un torso duro que sin saber por qué, sé a quién pertenece antes de siquiera ver su cara.
La vergüenza se arremolina en mi estómago, provocando náuseas.
Quiero hacerme la difícil, actuar indiferente frente a él. Pero no puedo, simplemente siento unas ganas de meter la cabeza en la tierra como un avestruz y olvidar el mundo exterior.
—Qué sorpresa —susurró Nicklass con una expresión de sorpresa en su rostro—. Hoy es el día para vernos, Margret.
—Ajá. —Digo, en un hilo de voz.
Él me observa y siento como todo mi cuerpo reacciona a su mirada.
Nunca ningún hombre me había visto de esa manera, y mucho menos el hombre que me gusta, y créeme, es más de lo que puedo soportar.
—No deberías estar divulgando tus pensamientos personales por ahí, Mar —me estremezco al escuchar el tono con el que dice mi nombre.
Automáticamente, mi mente vuelve a la realidad y me hace recordar lo que acabo de decir. ¡Mierda!
—Eh... —Aclaro mi garganta, intentando alejarme de él—. ¡No puedes juzgarme por ser virgen a los 20!
Al instante que lo digo, me arrepiento.
La cara de Nicklass pasa de la indiferencia a la sorpresa. No, no, no, no.
—¡Vaya, vaya! —Dice entre divertido y sorprendido—. Yo me refería al hecho de que te parecía sexy, pero es bueno saber eso.
Volteo a ver a mis amigos que observan la escena desde lejos, pero no dicen nada. Intento suplicarles con la mirada que vengan a salvarme, pero, ellos simplemente no captan mis señales.
La voz de Nicklass hace que dé la vuelta, enfrentado al hermoso hombre frente a mí.
—Te veo a las ocho, Margret —se inclina un poco más al frente, quedando unos centímetros cerca de mi boca—. ¿O necesitas un aventón?
La manera en que lo dice me hace sentir un escalofrío en todo el cuerpo, haciéndome retroceder un paso.
—N-no, mi amiga me llevará —intento sonreír, pero creo que sale como una mueca—. Gra-gracias de igual forma.
Me observa un poco más y siento como si estuviera desnuda frente a él, tan expuesta que si no fuera consciente de que estoy vestida, llevaría mis manos a mis partes para cubrirlas de su mirada.
—Eres tan pura, Margret —se pone recto—. Más de lo que puedo soportar a veces.
Y sin decir más se voltea y se va.
♡♡♡
—¡Aun no puedo creer que me dejarán sola! —Digo por quinta vez—. ¡Les suplique que fueran a salvarme y ustedes solo se rieron!
—Venga ya, Mar —Henry se voltea en su asiento para verme—. Si te sientes tan intimidada cuando estás con él, ¿por qué no rechazaste su propuesta?
Le lance una mirada desde el puesto de atrás del auto de Daisy. Estamos de camino a casa, y Henry decidió que se saltaría el trabajo por hoy, porque quería ayudarme a elegir que usar en mi cita.
Realmente, no sé por qué quiero ir con él a esa cena. La verdad es que Nicklass me hace sentir rara. Es una mezcla de miedo con vergüenza y un poco de calentura —una mezcla muy rara—, que me hace desconfiar de mí estando con él.
—No lo sé —digo después de un rato—. Pero, quiero intentarlo. Es estúpido que siga siendo está tonta nerd que no se atreve a nada que no sea seguro. Quiero ser atrevida y tener una cita con alguien como Nicklass.
—Sí, lo entiendo —Henry tiene el ceño fruncido—. Solo te voy a pedir una cosa —asiento, dándole a entender que puede continuar—. ¡Deja de una puta vez de decirte nerd!
—Yo estaba por decir lo mismo, Mar —Daisy habla por primera vez—. No eres una nerd, es solo que tú coeficiente intelectual es más alto que el de los demás.
—Gracias, Daisy —la miro con cara de pocos amigos—. Eso es tan reconfortante.
Ella me ignora, mientras estaciona en la calle frente a nuestro piso.
Me bajo sin esperar a ninguno y camino directo a la entrada. Subo las escaleras trotando y saco las llaves en el camino. En cuanto estoy frente a la puerta, no espero mucho y abro, cerrando de un portazo.
Por alguna razón mis emociones están a flor de piel hoy. He pasado de estar triste y cansada a estar muy molesta y con ganas de asesinar a todo el que se me crucé por el medio.
—¡Margret! —Grita Daisy entrando a la casa—. ¡Ven aquí!
Murmuró una grosería entre dientes y sin ganas regreso a la pequeña sala-de-estar/cocina.
Ella y Henry están de pie con los brazos cruzados, esperándome.
Me quedo quieta observándolos desde una distancia prudente; la verdad es que Daisy y Henry son bellísimos —en todos los sentidos—. Daisy con su cabello rubio teñido, que la hace ver elegante y su estilo hippie-rockero la hace llamar más la atención. Por su parte, Henry tiene una belleza exótica tanto por su color de piel como por su energía. Es fornido y lo complementa con su ropa colorida y extravagante.
Ellos dos juntos intimidan. Intimidan juntos y separados, pero a mí no.
—¿Qué? —Digo bruscamente.
—A mí no me hablas así, Margret —me reprende Daisy—. Deja de actuar como una niña y por favor habla con nosotros de lo que te sucede con ese chico.
—No actuó como una niña, Daisy —suspiro, sentándome en el pequeño sofá a mi derecha—. Es solo que me da miedo que después que me conozca, yo no le guste.
—¿Quieres gustarle? —Pregunta Daisy.
¿Quiero gustarle?
Aunque no lo conozco del todo, él me gusta.
No sólo por su belleza externa, también por lo inteligente que es, y lo interesante que se mira. También me gusta el timbre de su voz cuando susurra cualquier cosa, o su mirada que te envuelve y hace que te pierdas en ella. Obviamente que me gusta su físico, es inevitable; él fue esculpido por los dioses —o eso creo yo—.
Después de pensarlo detenidamente, llegó a una conclusión: si quiero gustarle.
Quiero gustarle, porque estoy cansada de sentirme menos que las otras chicas.
Quiero gustarle, porque él me gusta.
Y quiero gustarle, porque sin importar que, quiero dejar de ser tan reprimida y dejar que los errores de otros afecten mi vida.
—Sí, deseo con todas mis fuerzas gustarle a Nicklass Rhett. —Digo, con voz firme.
Margret—Sigo pensando que esto es una mala idea. —Le digo a Daisy, arreglando el cuello de mi camisa por quinta vez. Aunque estoy acostumbrada a este tipo de prendas, hoy me molesta muchísimo.—Mar, es solo una cena, no seas dramática —una sonrisa se dibujó en su rostro mientras veía la pantalla de su teléfono.—¿Con quien tanto hablas? —La miré con el ceño fruncido.—Luego te cuento, por el momento tienes que darte prisa porque creo que ese de ahí es tu galán. —Señaló un auto aparcado frente al local de comida rápida donde trabajábamos.Mis manos comenzaron a sudar mientras termino de arreglar mi maquillaje.No voy a mentir diciendo que no me afecta que esto este pasando, porque si me afecta, y mucho.—Estas hermosa, Mar —me asegura Daisy levantándose de su lugar, guardando el teléfono en el bolsillo de su pantalón y acercándose a mi lugar, detrás de la barra—. Sin importar lo que uses o como te arregles siempre estás perfecta.Me sonrojo.—No soy perfecta, girasol —salgo detrás de
MargretEstuve pensando, si me va mal en el mundo de la literatura, podría ofrecer mis servicios como asesora para ignorar personas.¿Por qué creo que me iría bien? Fácil. Llevo cinco días ignorando completamente a Nicklass.La verdad es que no sé porque lo hago. Obvio que me muero por estar cerca de él y obvio que me siento como una tonta ignorándolo, pero no puedo siempre estar dispuesta a lo que él me ofrezca —en realidad ese no es el verdadero motivo; es simple, no puedo evitar que mis piernas tiemblen cuando estoy a unos pasos de él y me avergüenza imaginar que él puede notarlo—.El día después de nuestra cita, lo vi merodeando por la parada de autobuses cerca de donde vivo. ¿Qué si no me puse cómo loca? Literalmente me metí detrás de un contenedor de basura, porque precisamente ese día estaba en mis peores fachas.No es como si siempre luciera bien y toda la cosa, pero, ese día no me esforcé. Había amanecido muy cansada y no podía intentarlo más.También lo vi seguido comiendo
Margret—Eres una buena chica, Mar —estaba sentada en una silla muy pequeña, en medio de una habitación. La habitación parcialmente iluminada por una bombilla que reposaba sobre mí cabeza—. Pero, ese es tu defecto.Alguien me hablaba, un hombre, pero no podía verlo. Aunque era yo la que estaba sentada ahí, no tenía ningún poder en mi cuerpo.Solo podía ver unos jeans azules, con manchas frescas de algo rojo, y más abajo de eso, unos pies descalzos llenos de cortes y sangre seca.—¡¿Me estas escuchando?! —Sentí como tiraron de mi cabello hacia atrás. El dolor no tardó en llegar. El agarre en mi nuca era tan fuerte que sentía como si me estuvieran arrancando el cabello de raíz.—Sí, sí —dije rápidamente. Mi voz salió distinta; más aguda, como la de una niña—. Lo siento, lo siento.Sentí como la persona aflojaba el apretón en mi cabello.—No basta con decir que lo sientes, Margret —el hombre detrás mío peino mi cabello y luego camino hasta quedar frente a mi. Mi vista estaba fija en mi r
MargretEl viaje en motocicleta no estaba tan mal.Nick, en particular, no era mal conductor.Sentía el aire golpear mis mejillas mientras Nicklass serpenteaba las calles de Seattle.Nos habíamos desviado del camino porque él me había dicho que iba a pasar por algo a la casa de un amigo y que luego me llevaría a mi departamento.No proteste. Realmente me sentía bien con Nicklass, no me sentía cansada, no me sentía insegura, y todos los pensamientos de antes se habían esfumado casi completamente.Tenía mi mejilla adherida a la camisa de Nick, mis brazos apretados alrededor de su abdomen, mi cabello volaba salvaje a mi alrededor... Era libre.Un suspiro de frustración escapó de mi cuando Nicklass comenzó a bajar la velocidad, deteniéndose en un edificio muy moderno en el centro de Seattle.—Antes no querías subir —dijo sobre su hombro cuando me separé un poco de él—, ahora no quieres bajarte. ¿Quién las entiende?Lo mire mal. El se carcajeo mientras bajaba de la moto. Me quedé sentada a
Margret—Te contaré la historia de la niña que nació en el infierno —una voz susurraba. No podía ver quién era, no podía ver de dónde provenía, solo sabía que era un hombre—. Nació hace cuatrocientos años. Fue criada por Lucifer y enviada a la tierra como un demonio más.»Más tarde Lucifer se dio cuenta que en realidad la niña no era una simple demonio. No, ella atraía. —Vi como de un momento a otro una luz empezó a iluminar poco a poco el lugar—. Atraía a los seres más puros; los ángeles. Pero también atraía a los humanos, nefilim y ángeles caídos.»Era muy especial —pude notar que lo que iluminaba la habitación eran antorchas, que se fueron encendiendo una a una por todo el lugar. Cuando todas estuvieron encendidas, pude notar que me encontraba en algo semejante a una mazmorra ¿cómo lo sabía? Ni idea—. Lucifer, por su parte, intento aprovechar la grandiosa habilidad que sin querer le había dado a su creación.»Y ahí estaba él, enseñándole a su pequeña demonio a como destruir el ciel
MargretSentí como algo cálido recorrió mi pierna. Baje la vista y la trabe en el líquido carmesí que escurría desde la parte interna de mi muslo hasta la rodilla.Sangre.—Es la menstruación, Margret —una voz suave susurro a mis espaldas. La conocía, y muy bien—. A las niñas humanas les sucede eso cuando están entrando en la edad adulta.—Pero padre dice que los que sangran son débiles, y que yo no soy humana —dije con voz firme. No sabía de qué hablaba, pero lo decía muy confiada—. Yo no soy débil.—No, no lo eres —suspiro Kim, la madre de Daisy—. ¿Y cómo serlo? Si eres hija de él.Un empujón me hizo salir del sueño.Me senté aturdida en la camilla. Hacía pocas horas desde que Daisy se fue y había decidido tomar una siesta porque no tenía nada que hacer.Me estruje los ojos y quite el sueño de mis pestañas, cuando de repente el sueño que acababa de tener volvió a mi.Antes de analizarlo bien, escuché como alguien carraspeaba en algún lugar de la habitación.Volteé la cabeza a la esq
MargretHace seis días que desperté en este hospital. Según Daisy había sufrido un accidente por manejar una Harley con los ojos vendados.Al principio no estaba segura de creer eso, por lo que ignoré el hecho de que había un vídeo rodando por internet y solo me hice la que se creyó todo el cuento.Bien, digamos que si sucedió, entonces ¿cómo explica Daisy o su novio Reyi —que por cierto no había visto desde que desperté— o Nicklass el por qué tengo la imagen en mi mente de mi cuerpo cayendo y estrellándose contra el pavimento? Porque tengo entendido que lo que ellos me cuentan sucedió en el estacionamiento, y lo que yo recuerdo, sucedió de un séptimo piso, muy por encima del suelo.Aun así, me tragué mis dudas. Creía que algo estaba realmente mal, pero no lo discutí con nadie. Vivíamos en un mundo donde la persona que expresará sus pensamientos era tildada como loca, así que preferí callar y esperar... Quizás en algún punto recuerde lo que pasó de verdad y pueda aclarar mi mente.—¿E
MargretNací hace dos siglos, el día nunca lo supe, pero hace menos de un siglo, mi padre y Kim decidieron darme una fecha.Ahora, mi cumpleaños es el 31 de octubre. En algunos países se celebra el Halloween, en otros el día de las brujas, pero al final terminan por ser lo mismo.Tengo doscientos veinte años —sin embargo, llevándonos por la fecha nombrada para mi cumpleaños, tengo veinte, casi veintiún años—, pero no soy inmortal. Cuando nací mi padre solo pudo darme la capacidad de no envejecer y no morir por cualquier enfermedad, virus o por decirlo de otra forma, causas naturales, no obstante, puedo morir por un disparo, una puñalada o una caída de un séptimo piso...Cuando sucedió el accidente desde el techo, morí. Pero solo lo hice por unos minutos.Asimilar todo lo sucedido nunca es fácil, siempre tengo que lidiar con lo mismo y revivir mi vida no es mi cosa favorita.—No puedes decirle que volviste —Kim está de pie en medio de mi habitación. Tiene los brazos cruzados sobre el p