Me quedo parada en medio de la habitación sin saber qué hacer ahora que Lud se ha ido. Giro la cara en todas direcciones y siento curiosidad por lo que veo. En toda mi vida jamás había visto una habitación tan grande y lujosa como esta. Paredes de colores sobrios, acabados de primera, muebles y accesorios que deben costar más que mi casa con todo lo que hay dentro de ella. Me acerco a la cama y arrastro las yemas de mis dedos sobre la tela suave y sedosa. Suelto un jadeo. ¿Qué tipo hilo usaron para fabricar algo tan especial y delicado como esto? Movida por la curiosidad y la fascinación, apoyo las manos sobre la cama y quedo asombrada cuando estas se hunden en el colchón, que tiene la consistencia de una nube de algodón. Miro hacia la puerta para asegurarme de que está cerrada y que nadie va a atraparme en mi pequeña travesura. Así que salto a ella como si estuviera lanzándome de clavado a una piscina. Chillo cuando mi cuerpo es absorbido por arenas movedizas hechas de sábanas y colc
Abandono la habitación, refunfuñando y despotricando por la interrupción. Con zancadas rápidas y violentas, propias de un niño malcriado, bajo las escaleras y me dirijo hacia mi despacho. Cierro de un portazo al entrar. Levanto el teléfono y contesto hecho una furia. ―¿Cómo te atreves a llamarme a esta casa? Espeto con las sienes palpitando y la ira incrementándose a medida que avanzan los segundos. ―Lud, yo, yo… Elevo la mano y me aprieto el puente de la nariz. ―¿Qué carajos quieres, Perla? ―le pregunto con rudeza―. Espero que tengas una justificación muy importante para que hayas resuelto interrumpir mi privacidad, sobre todo, hacerlo cuando estoy en mi casa. Nadie, ni siquiera mi mejor amigo Rob, se ha atrevido a llamarme cuando sabe que estoy en mi santuario. Lo más contradictorio de todo, es que nadie sabía que estaba en este lugar. ―Lo lamento, Ludwig, no quise molestarte ―indica, avergonzada―. Nadie me daba respuestas sobre ti ―¿y por qué carajos tendrían que dárselas?―.
¡Maldición! Siento que mis pelotas están a punto de explotar debido a la gran cantidad de fluidos que se ha acumulado en su interior. Me arrastro de rodillas sobre la cama y aparto sus piernas para abrirme camino hacia su intimidad. Apoyo unos de mis brazos sobre el colchón y acerco la cara cuando estoy a la altura de sus tersos pechos. Abro mi boca y saco la lengua para deslizarla sobre su pezón izquierdo y darle una probada. ¡Joder! Suelta un gemido intenso y desenfrenado que se cuela por mis tímpanos como si fuera una hermosa melodía e impacta directo sobre mi polla para arrullarla. ―Por favor, Lud, por favor… Ruega desesperada cuando succiono y lamo sus pechos a mi antojo. Sonrío, sabiendo que estoy muy cerca de lograr mi cometido, cosa que me queda muy clara, cuando sus manos vuelan hasta mi cabeza y comienza a tensar algunos mechones de mi cabello. ―¿Dime qué es lo que quieres, Rachel? ―muerdo y tiro de la punta de su seno derecho cuando no me da su respuesta―. ¡Habla o me d
―Por… por favor, no me abandones ―suplica, desconsolada―. No me dejes sola. Necesito sentir tu calor. Al pronunciar sus últimas palabras se viene en vómito y lanza todo lo que hay dentro de su estómago sobre mi ropa. ―¡Mierda! ¡Otra vez no! ―espeto, iracundo. Ni siquiera me da la oportunidad de reaccionar a tiempo para evitar el desastre. Era esto o lanzarla contra el piso. La sostengo como puedo, sintiendo asco del maldito olor y de toda la porquería que vació sobre mí. Hunde su cara sobre mi pecho y cae, una vez más, inconsciente―. Acabas de arruinar unos de mis trajes más costosos. Siseo entre dientes. Esta noche definitivamente se ha ido al carajo. Voy de mal en peor. Necesito con urgencia tomar un baño con una infusión de cariaquito morado para combatir la mala suerte y cualquier conjuro que esta mujer haya lanzado sobre mí, porque no hay otra explicación para que siga insistiendo después de tantos tropiezos. Quizás funcione también un buen despojo a punta de ramazos con la pla
Comienzo a preguntarme qué demonios hago con una mujer tan insignificante y aburrida como ella, teniendo a mi disposición tantas opciones que podrían brindarme infinitas noches de placer y satisfacción. Sin embargo, en cuanto ella me mira con esa inocencia, pero, al mismo tiempo, con hambre y necesidad, repasándome como si fuera el último vaso de agua del desierto o el primer plato de comida que ve luego de haber permanecido mucho tiempo sin comer; me doy cuenta de que ninguna otra mujer me ha mirado de esa manera. Eso me hace sentir nervioso y genera un enorme lío de pensamientos confusos dentro de mi cabeza. Esta chica tiene un no sé qué, que me atrae de la misma manera en que son atraídos los osos por un panal de miel. ―Estoy esperando tu respuesta, Rachel. Le hablo con voz de mando. De repente, me siento molesto, cabreado y eufórico. Una mezcla de sentimientos confusos y preocupantes. ―Quiero que lo hagas, Lud ―susurra en voz baja con ese tono sexi y ronco que se desliza a lo la
La noche pintaba de maravilla. Todo marchaba a pedir de boca, hasta que Rachel cayó de bruces contra mi pecho y comenzó a roncar. Su mano quedó atrapada entre nuestros cuerpos, todavía aferrada a mi polla como si no quisiera dejarla escapar. ―Esta noche ha ido de mal en peor ―espeto con disgusto―. Creí que la situación estaba salvada, pero una vez término dándome contra la pared justo cuando mi polla estaba más que lista para entrar en la jugada. ¡Maldición! «Estás perdiendo tus habilidades, Ludwig» Suelto un bufido de enojo debido a lo molesta que me resulta la situación. Es la primera vez que un intento por tener sexo resulta más que desastroso. Meto la mano en el agua y jalo el tapón del desagüe para vaciar la bañera. Rachel está inconsciente, podría decir que ha quedado nocaut gracias a la gran borrachera que se ha pegado con el maldito vino. Aparto su mano de mi polla, antes de que la desprenda de mi pelvis, ya que cada vez que realizo algún movimiento sus dedos la aprietan y l
¡Ese hijo de puta! Sabía que no era un maldito inversor. Algo dentro de mí me lo decía. Ese tipo vino por Rachel, quiero lo que me pertenece. Pero no le voy a permitir que se interponga en mi camino. Debí seguirlos en cuanto los vi alejarse, pero esa metiche de su vecina me impidió que lo hiciera. Se apareció cuando menos lo esperaba y evitó que recuperara a mi mujer. Camino de un lado a otro, como perro rabioso y enjaulado. Tan solo imaginar que ese maldito está poniendo sus manos sobre ella me hace enloquecer. Salgo del auto, cruzo la calle y abro la verja. Desde anoche no sé nada de ella. No responde el teléfono local y las luces de su casa han permanecido apagadas. Lo sé, porque estuve vigilándola durante toda la noche. No me he movido de aquí desde hace casi doce horas, esperando a que apareciera, pero nunca llegó. Quizás entró a la casa sin que me diera cuenta, es posible que me haya quedado dormido mientras pernoctaba sentado en el asiento de mi auto. Me detengo frente a la pu
Me dirijo hacia el baño mientras Victoria acude a atender a la visita inesperada. Cierro la puerta al entrar y me detengo frente al lavabo. Abro la llave y me lavo las manos al igual que mi rostro para eliminar la gruesa capa de sudor debido a lo exigente y rápido que fue el sexo. Uno de los que más he disfrutado hasta ahora, porque con Vicky no solo tengo sexo, sino que hago el amor, puesto que involucro mis sentimientos y emociones. Sonrío satisfecho y orgulloso debido a lo afortunado que he sido durante estas últimas horas. No tenía ni la más mínima idea de que Vicky albergara algún tipo de afecto hacia mí, al menos no del tipo amoroso, ya que en muchas ocasiones escupió en mi propia cara que era demasiado viejo para ella. Aquel recuerdo me causa mucha gracia. Es cierto, existen diez años de diferencia entre nosotros, que en lo que a mí respecta, no perturba en ningún aspecto lo que siento por ella ni cambia el hecho de que la quiera en mi vida para siempre. Sin embargo, jamás imag