Nos vemos más tarde con un nuevo capítulo.
Veo al maldito tirado en el piso con la sangre cubriendo sus facciones y la muerte pululando a su alrededor, a la espera del momento oportuno para hincarle sus garras y arrástralo al inframundo. Con mucho gusto lo ayudo a llevarse de este mundo a esta m*****a alimaña. Intento desprenderme de la sujeción de la persona que está intentando alejarme de ese malnacido. ―Señor, irá a la cárcel si lo mata ―me advierte Jacob al sujetarme para alejarme de la humanidad de esa aberración creada por error de la naturaleza―. Llamaré a la policía para que arresten a este hombre ―anuncia con determinación―, pero me temo que usted irá detenido hasta que se realicen todas las averiguaciones pertinentes. Es el procedimiento normal. Me importa una m****a si voy a prisión con tal de apartar de las calles a esta clase de monstruos que van por el mundo con toda impunidad, destruyendo la vida de seres inocentes e indefensos. Forcejeo entre los brazos de mi chofer para que me suelte y, acabar de una vez por
El ruido de un teléfono me hace despertar de manera súbita. Abro los ojos y me quedo estático. Hay un cuerpo suave y tibio aferrado al mío como si fuera una ventosa. Trago grueso, es la primera vez que paso la noche con una mujer y, lo más curioso de todo, es que no hubo sexo entre nosotros. «¿Otra novedad, Lud?» Ignoro el pensamiento y dirijo la mirada hacia ella. Su cuerpo desnudo está envuelto alrededor del mío y, mi polla, punzonado como aguijón sobre su vientre plano. Deslizo mi mirada cautivada por su precioso rostro acorazonado. Su belleza me deja sin aliento. Mi corazón, de manera sorpresiva, comienza a golpear contra mi esternón con una fuerza intempestiva y violenta. ¿Qué demonios me está pasando? No me atrevo a moverme para no despertarla. ―Lud… Mi corazón se salta un latido al escucharla pronunciar mi nombre. Se remueve sobre mi cuerpo y se pega tanto que ya no queda ni un solo milímetro de espacio entre nosotros. Acomoda su cabeza sobre mi pecho y la inclina hacia atr
Bajo los escalones de dos en dos. Tengo que alejarme de aquí cuanto antes. Estando cerca de ella me siento muy vulnerable. «Es demasiado tarde para rectificar, Lud. Acabas de joderte la vida» La voz de mi mayordomo me expulsa súbitamente de mis pensamientos. ―Buenas noches, señor. Bajo el último escalón y me detengo frente a él. ―Buenas noches, Alfred. Mueve su mirada hacia la parte superior de las escaleras. ―La cena está lista, desea que se la lleve a la habitación o cenará en el comedor. Niego con la cabeza. ―Voy de salida, Alfred, tengo asuntos urgentes que atender, pero, por favor, ordénale al servicio que suban comida para mi invitada y estén pendiente de ella. Bebió en exceso y su cuerpo no está acostumbrado al licor. Se me queda mirando como si no pudiera creer lo que acaba de escuchar. ―Por supuesto, señor, me encargaré personalmente que sea atendida como su invitada de honor. No sé que significan aquellas palabras, pero no estoy interesado en averiguarlo. ―Bien,
Espero que le quede clara esta advertencia, pero, si insiste y regresa, no me quedará otra opción que borrarlo de la faz de la tierra. No soy un maldito santo ni pretendo serlo. A mis enemigos les doy el trato justo y merecido. Y este se ha ganado un viaje con todos los gastos pagos directo al infierno en compañía del barquero. ―Sujétalo de las piernas Rob y saquémoslo de aquí antes de que alguien se dé cuenta de lo que está pasando. Aunque tiene las esposas puestas, tuve que golpearlo y dejarlo fuera de juego después de haberlo soltado para poder trasladarlo hacia el auto. Un tipo como él no se quedará tranquilo sabiendo lo que estamos a punto de hacerle. Además, no quiero que haga un alboroto y termine llamando la atención de vecinos entrometidos. ―Moveré la camioneta hasta el patio, será más fácil subirlo a ella sin que nadie se dé cuenta. Antes de que se vaya lo levantamos del suelo y lo trasladamos hasta la parte trasera de la casa. Sigue inconsciente, así que no causará incon
La golpiza que le dimos al hijo de puta estuvo a punto de mandarlo al inframundo, lugar del que nunca debió salir. Nos aseguramos de dejarlo tirado cerca de un centro médico para que cualquiera lo encontrara y lo trasladara hasta emergencias. Cruzo los dedos para que la suerte le dé la espalda. Estuve a punto de cavar un agujero en la tierra y lanzarlo vivo en el interior para que nunca más volviera a lastimar a ningún otro ser humano, pero creo que, con el escarmiento que le dimos, fue suficiente para que no lo piense ni una sola vez, antes de volver a poner un pie en esta ciudad. ―Nos vemos mañana, Lud, llámame si necesitas algo ―me indica Rob, antes de bajar de la camioneta―, ya sabes dónde encontrarme si requieres de mi ayuda ―sonríe, feliz y satisfecho. Menudo cabrón, sabe cómo incordiarme―. Creo que, por ahora, esta será mi nueva residencia. Lo miro con incredulidad. ―¿En serio? ―aparto la mirada de su cara y observo a través de la ventana―. ¿Vas a quedarte en esa pocilga? Mi
Después de mi bochornoso y denigrante encuentro con Perla, a la que no pude corresponderle como es debido gracias a que mi maldito pito no quiso funcionar, mi ánimo se vino al piso de forma estrepitosa. Mi polla, mi arma poderosa, mi bestia indomable, el orgullo de mi virilidad, se convirtió en el motivo de mi gran decepción. Por más que la estimulé, la sacudí y la cacheteé no tuvo fuerzas para levantarse. No tuve más opción que echar a Perla de mi oficina y soltar maldiciones a diestra y siniestra. Tras abandonar la oficina e integrarme a las actividades del club, no he hecho más que comportarme como un maldito cascarrabias con todo aquel que se atraviesa en mi camino. Un par de horas después, Jacob se ve obligado a intervenir al ver que estoy a punto de entrarme a puños con algunos de los clientes más molestos y pesados que se encuentran divirtiéndose en el interior del recinto. Después de lo que sucedió estoy buscando cualquier excusa para descargar mi frustración a punta de puñeta
―Eres un chico muy malo, Ludwig. Creo que tienes un secreto muy sucio que debes contarme. Me indica Rachel, quien se encuentra parada delante de mí con el aspecto de una diosa del inframundo. Trago grueso al verla negar con la cabeza y fulminarme con esa mirada letal que hace que me pique la nuca y se me ericen los vellos de la piel. Dirijo la mirada hacia el objeto con el que se golpea, repetidamente, la palma de su mano. Es una especie de varita mágica con la que intenta amedrentarme y enviarme un mensaje subliminal. ¿Qué demonios? ―No tengo ningún secreto, señora. La imagen poderosa que irradia con esa indumentaria hace que mi mandíbula se desencaje y la baba se salga de mi boca. La observo de pies a cabeza y me pongo duro tan solo con ver la manera en la que va vestida. ¡Me lleva el diablo! Luce, un sexi y ajustado corsé de ballenas en cuero negro brillante, adornado con accesorios de metal que simbolizan la rudeza y madurez en un entorno hostil, oscuro y tenebroso, semejante al
Cierro los ojos y bufo con alivio. Me paso la mano por la polla y compruebo que sigue en el mismo lugar. «Estás cagado como la m****a, Lud, tienes que calmarte, te estás comportando como un imbécil» Deslizo las manos por mi cara y le doy gracias a Dios de que aquella terrible experiencia solo fuera un sueño. El peor que he tenido en mi vida. Aspiro un par de profundas bocanadas de aire para tratar de normalizar la respiración y los latidos frenéticos de mi corazón. Llevo mis manos hasta mi cuello y suelto el nudo de la corbata para permitir la entrada de aire hacia mis pulmones con mayor fluidez. ―Señor, hemos llegado ―anuncia, Johnson, sacándome de mi aturdimiento y desconcierto, incluso, la borrachera que llevaba encima se ha esfumado como por arte de magia con aquella pesadilla―. ¿Necesita ayuda? Desvío la mirada hacia el retrovisor y le hago una señal con la cabeza para indicarle que todo está bien, que yo mismo puedo hacerme cargo de todo. Abro la puerta y salgo del auto al mi