Nos vemos mañana!!
Bajo los escalones de dos en dos. Tengo que alejarme de aquí cuanto antes. Estando cerca de ella me siento muy vulnerable. «Es demasiado tarde para rectificar, Lud. Acabas de joderte la vida» La voz de mi mayordomo me expulsa súbitamente de mis pensamientos. ―Buenas noches, señor. Bajo el último escalón y me detengo frente a él. ―Buenas noches, Alfred. Mueve su mirada hacia la parte superior de las escaleras. ―La cena está lista, desea que se la lleve a la habitación o cenará en el comedor. Niego con la cabeza. ―Voy de salida, Alfred, tengo asuntos urgentes que atender, pero, por favor, ordénale al servicio que suban comida para mi invitada y estén pendiente de ella. Bebió en exceso y su cuerpo no está acostumbrado al licor. Se me queda mirando como si no pudiera creer lo que acaba de escuchar. ―Por supuesto, señor, me encargaré personalmente que sea atendida como su invitada de honor. No sé que significan aquellas palabras, pero no estoy interesado en averiguarlo. ―Bien,
Espero que le quede clara esta advertencia, pero, si insiste y regresa, no me quedará otra opción que borrarlo de la faz de la tierra. No soy un maldito santo ni pretendo serlo. A mis enemigos les doy el trato justo y merecido. Y este se ha ganado un viaje con todos los gastos pagos directo al infierno en compañía del barquero. ―Sujétalo de las piernas Rob y saquémoslo de aquí antes de que alguien se dé cuenta de lo que está pasando. Aunque tiene las esposas puestas, tuve que golpearlo y dejarlo fuera de juego después de haberlo soltado para poder trasladarlo hacia el auto. Un tipo como él no se quedará tranquilo sabiendo lo que estamos a punto de hacerle. Además, no quiero que haga un alboroto y termine llamando la atención de vecinos entrometidos. ―Moveré la camioneta hasta el patio, será más fácil subirlo a ella sin que nadie se dé cuenta. Antes de que se vaya lo levantamos del suelo y lo trasladamos hasta la parte trasera de la casa. Sigue inconsciente, así que no causará incon
La golpiza que le dimos al hijo de puta estuvo a punto de mandarlo al inframundo, lugar del que nunca debió salir. Nos aseguramos de dejarlo tirado cerca de un centro médico para que cualquiera lo encontrara y lo trasladara hasta emergencias. Cruzo los dedos para que la suerte le dé la espalda. Estuve a punto de cavar un agujero en la tierra y lanzarlo vivo en el interior para que nunca más volviera a lastimar a ningún otro ser humano, pero creo que, con el escarmiento que le dimos, fue suficiente para que no lo piense ni una sola vez, antes de volver a poner un pie en esta ciudad. ―Nos vemos mañana, Lud, llámame si necesitas algo ―me indica Rob, antes de bajar de la camioneta―, ya sabes dónde encontrarme si requieres de mi ayuda ―sonríe, feliz y satisfecho. Menudo cabrón, sabe cómo incordiarme―. Creo que, por ahora, esta será mi nueva residencia. Lo miro con incredulidad. ―¿En serio? ―aparto la mirada de su cara y observo a través de la ventana―. ¿Vas a quedarte en esa pocilga? Mi
Después de mi bochornoso y denigrante encuentro con Perla, a la que no pude corresponderle como es debido gracias a que mi maldito pito no quiso funcionar, mi ánimo se vino al piso de forma estrepitosa. Mi polla, mi arma poderosa, mi bestia indomable, el orgullo de mi virilidad, se convirtió en el motivo de mi gran decepción. Por más que la estimulé, la sacudí y la cacheteé no tuvo fuerzas para levantarse. No tuve más opción que echar a Perla de mi oficina y soltar maldiciones a diestra y siniestra. Tras abandonar la oficina e integrarme a las actividades del club, no he hecho más que comportarme como un maldito cascarrabias con todo aquel que se atraviesa en mi camino. Un par de horas después, Jacob se ve obligado a intervenir al ver que estoy a punto de entrarme a puños con algunos de los clientes más molestos y pesados que se encuentran divirtiéndose en el interior del recinto. Después de lo que sucedió estoy buscando cualquier excusa para descargar mi frustración a punta de puñeta
―Eres un chico muy malo, Ludwig. Creo que tienes un secreto muy sucio que debes contarme. Me indica Rachel, quien se encuentra parada delante de mí con el aspecto de una diosa del inframundo. Trago grueso al verla negar con la cabeza y fulminarme con esa mirada letal que hace que me pique la nuca y se me ericen los vellos de la piel. Dirijo la mirada hacia el objeto con el que se golpea, repetidamente, la palma de su mano. Es una especie de varita mágica con la que intenta amedrentarme y enviarme un mensaje subliminal. ¿Qué demonios? ―No tengo ningún secreto, señora. La imagen poderosa que irradia con esa indumentaria hace que mi mandíbula se desencaje y la baba se salga de mi boca. La observo de pies a cabeza y me pongo duro tan solo con ver la manera en la que va vestida. ¡Me lleva el diablo! Luce, un sexi y ajustado corsé de ballenas en cuero negro brillante, adornado con accesorios de metal que simbolizan la rudeza y madurez en un entorno hostil, oscuro y tenebroso, semejante al
Cierro los ojos y bufo con alivio. Me paso la mano por la polla y compruebo que sigue en el mismo lugar. «Estás cagado como la m****a, Lud, tienes que calmarte, te estás comportando como un imbécil» Deslizo las manos por mi cara y le doy gracias a Dios de que aquella terrible experiencia solo fuera un sueño. El peor que he tenido en mi vida. Aspiro un par de profundas bocanadas de aire para tratar de normalizar la respiración y los latidos frenéticos de mi corazón. Llevo mis manos hasta mi cuello y suelto el nudo de la corbata para permitir la entrada de aire hacia mis pulmones con mayor fluidez. ―Señor, hemos llegado ―anuncia, Johnson, sacándome de mi aturdimiento y desconcierto, incluso, la borrachera que llevaba encima se ha esfumado como por arte de magia con aquella pesadilla―. ¿Necesita ayuda? Desvío la mirada hacia el retrovisor y le hago una señal con la cabeza para indicarle que todo está bien, que yo mismo puedo hacerme cargo de todo. Abro la puerta y salgo del auto al mi
Me quejo cuando siento mi cabeza palpitar con un intenso dolor que está a punto de partir mi cerebro en dos mitades. Me giro en otra posición, buscando acomodo sobre la almohada mullida para hacer que el dolor desaparezca, pero no lo consigo. Gimo porque las punzadas se hacen insoportable, así que decido salir de la cama para pedirle a mamá que me dé un calmante para la terrible jaqueca que está a punto de volverme loca. Sin embargo, cuando abro los ojos me doy cuenta de que aún es de noche y que no estoy en mi habitación. Elevo las manos y me aprieto las sienes, porque mi sorpresa no ha hecho otra cosa que empeorar el malestar. ¡Madre mía! Mis padres me van a matar cuando se enteren de que no pasé la noche en casa. Tengo que conseguir mi teléfono y comprobar si hay mensajes o llamadas de ellos. Quedaron en que iban a comunicarse conmigo en cuanto llegaran al asilo en el que está alojada mi abuela, pero debido a la borrachera que me pegué perdí la conexión con el mundo. Me incorporo
―Yo, yo… ―noto con gusto, el movimiento de su garganta. Está nerviosa y eso me fascina―, debo ir a casa. El único lugar al que irá será directo a mi cama. ―¿Irte? Asumo el control de la situación y esta vez me siento satisfecho de que Rachel se encuentre en pleno uso de sus cinco sentidos. Dispuesta para lo que tengo preparado para ella. Me tomo una pausa y juego con su impaciencia. En el poco tiempo que llevo conociéndola, me he dado cuenta de lo mucho que la inquieta estar en este tipo de situaciones y lo afectada que se siente por mi cercanía. Ella es tan receptiva a mis estímulos que me hace sentir famélico y sediento. Por supuesto, soy consciente de mi asombrosa habilidad para reconocer las señales en una mujer excitada. Sin embargo, tengo que reconocer que con Rachel he descubierto cosas que no conocí con ninguna de mis amantes. Puedo llevar su excitación a niveles insospechados sin siquiera tocarla. Provocarle orgasmos con una simple caricia. Y eso es lo que me tiene obsesion