Bueno, parece que, Massimo, está ganando la partida.
De repente, las lágrimas inundan mi rostro. Siempre deseé algo como esto, pero ahora que está sucediendo, no me siento completamente feliz.―¿Isabella?Me limpio las lágrimas y sonrío cuando su voz me trae de regreso. No voy a dejar que mi pasado afecte mi presente y mi futuro. Tal como lo hice aquella noche en la que decidí olvidarme de Ludwig, obligo a mi mente a que lo anule de mis pensamientos. Esta es mi nueva vida y lo será para siempre.―Por supuesto que acepto, Massimo.Se levanta del suelo para estrecharme entre sus brazos. Lo rodeo del cuello en el instante en el que me levanta del piso y comienza a dar giros sobre sus pies mientras reímos y nos besamos emocionados.―No sabes lo feliz que me hace escuchártelo decir, principessa ―deja de girar, pero me mantiene cargada entre sus brazos―. Será mi mayor propósito hacerte la mujer más feliz del mundo.Vuelve a besarme antes de separarse de mí y ponerme sobre el suelo. Saca el hermoso anillo de la caja y lo introduce en mi dedo an
Un escalofrío recorre mi cuerpo en cuanto veo las imágenes que Joseph acaba de entregarme. Mis piernas se sienten tan débiles que me derribo sobre la silla. Veo con incredulidad a la mujer de ojos color miel y sonrisa apacible, me mira como si nos conociéramos.―Ella es Isabella Soracchi.Mis oídos silban y la realidad comienza a difuminarse como un borrón. Una sucesión de temblores recorre todo mi cuerpo. El corazón martilla contra mi pecho violentamente y la respiración es tan acelerada que me quema los pulmones. Gotas frías de sudor inundan mi frente y se deslizan por mis sienes como cascadas de agua. Niego con la cabeza.―Esto no puede ser verdad.Dejo caer la serie fotos sobre la mesa. Si no fuera por el color de sus ojos juraría que esta mujer es Rachel. Su piel, su cabello, cada uno de sus rasgos. Son como dos gotas de agua.―¿Qué sucede, Lud? ―pregunta Robert desconcertado al notar mi reacción. Al advertir que no soy capaz de responderle, se acerca a averiguarlo. Coge la pila d
Este fin de semana que pasamos juntos, fue maravilloso y significativo. Sobre todo, porque Isabella aceptó ser mi esposa. Ya no tendremos que fingir que somos marido y mujer.―Tengo ganas de bajar un rato a la piscina, ¿te animas a venir conmigo?Niego con la cabeza.―No, cariño, ve tú y diviértete, tengo algunos asuntos pendientes por resolver ―me acerco a ella, la envuelvo entre mis brazos y le doy un pico en la boca―. Te prometo que me reuniré contigo en cuanto termine mi trabajo y, si te parece, después daremos un paseo por la ciudad. Mi corazón se derrite con esa preciosa sonrisa que me ofrece y que me deja deslumbrado.―Me parece una idea genial ―se eleva sobre las puntas de sus pies y me da un beso en la boca―, sobre todo, porque desde que llegamos a este país no has dejado de trabajar ―hace un precioso mohín con su naricita pecosa―. Creo que ya es hora de que te tomes unas merecidas vacaciones y le dediques más tiempo a tu futura esposa.Ella no lo sabe, pero ya he estado toma
Una semana despuésMe quedo admirando desde el balcón de nuestra habitación el hermoso paisaje conformado por enormes castillos medievales construidos en ladrillo rojo y la espesa vegetación que los circunda. Hace una semana que llegamos a esta maravillosa ciudad. Siena está ubicada en pleno corazón de la Toscana, al sur de Florencia y al este del pequeño macizo de las colinas metalíferas.―El desayuno está listo, mia bella principessa ―susurra Massimo al pie de mi oreja. Me abraza desde la espalda y deja caer su mentón sobre mi hombro―. ¿Te gusta mi regalo de bodas, cariño? ―pregunta en un tono emocionado―. Desde que te conocí quise traerte a este lugar, mostrarte lo hermosa que es mi ciudad natal.Me doy la vuelta y cerco su cuello con mis brazos.―Me encanta, cielo ―me alzo sobre las puntas de mis pies y alcanzo sus labios para dejar un beso casto y suave―, aunque fue muy repentino el viaje, me fascina que me hayas traído a este lugar tan sorprendente.Me levanta del suelo y comienz
No esperaba su llamada tan pronto. Salgo de la habitación y bajo hasta mi oficina privada para atenderla. Me pone nervioso que las cosas no vayan como lo había previsto, sobre todo, ahora que Isabella y yo somos más felices que nunca.«¿A qué le temes, Massimo? Si tu esposa te ama, entonces Reeves no representa ningún riesgo para tu matrimonio. Quizás este sea el momento preciso para que le cuentes la verdad. Ella tiene derecho a saber lo que está sucediendo»Aún no estoy preparado para hacerlo, primero tengo que confrontar a Reeves y averiguar qué es lo que quiere con ella. La razón por la que no deja de buscarla. Por ahora me ocuparé de evitar que ese hombre la encuentre. No lo quiero entrometiéndose y tratando de arruinar nuestra relación, porque tengo el presentimiento de que Reeves no se detendrá hasta que logre recuperarla. Entro a mi oficina y cierro la puerta. Una vez que me siento seguro, respondo la llamada.―Buenos días, Roger, ¿a qué se debe tu repentina llamada?Me preparo
Me doy la vuelta en cuanto percibo el otro lado de la cama vacío. Deslizo la mano sobre la sábana y la siento fría. ¿A dónde fue a esta hora de la madrugada? Suelto un bostezo y me estiro perezosamente, antes de sacar las piernas de la cama y apoyar mis pies sobre la alfombra. Ayer fue un día bastante agotador y exigente, todavía sigo sintiendo el rigor de mis músculos cansados. Disfruté del paseo, pero creo que fue demasiado para mí. No quise preocupar a Massimo, pero desde hace algunos días me he estado sintiendo mal.Salgo corriendo hacia el baño porque mi vejiga está a punto de explotar. Sin embargo, me detengo a medio camino al sentirme repentinamente mareada. Apoyo la mano en la pared para estabilizarme.―Sí, definitivamente, me exigí demasiado.Me digo a mí misma mientras espero a que pase el malestar. Una vez que me siento mejor, me dirijo hacia el baño. Después de vaciar la vejiga, me cepillo los dientes, me lavo la cara y recojo mi cabello en un moño alto. Abandono la habitac
Me quedo mirando a mi mujer después de haberle escuchado confesar a mi médico de confianza que, hace poco más de una semana, se ha estado sintiendo mal. Por poco se salen mis ojos de sus cuencas orbitales. ¿Por qué razón no me lo dijo? Lo primero que se me viene a la cabeza es la paliza que el hijo de puta le dio en aquel callejón y que la mantuvo al filo de la muerte. Me aterra pensar que los mareos sean consecuencia de las patadas que recibió en la cabeza. Recordarlo me hace hervir de la rabia. Juro por Dios que sería capaz de ir al desierto de Mojave a desenterrar el cuerpo de ese maldito solo para volverlo a asesinar.Sigo esperando en silencio mientras Lorenzo procede con la evaluación. No he podido estar tranquilo desde que mi mujer estuvo a punto de rodar por los escalones. ¿Y si no hubiera estado allí justo en ese momento? Ni siquiera me atrevo a pensarlo.―Bien, señora De Luca, debo informarle que la encuentro en perfecto estado de salud.¿En perfecto estado de salud? Joder. N
Hace una semana que se publicó el artículo sobre la esposa del fiscal y ese maldito no ha dado señales de vida. Me estoy quedando sin opciones. Repaso mi rostro con las manos en señal de impotencia.―¿Crees que aparezca antes de que se realice la exhumación?Giro la cara y niego con la cabeza.―No tengo ni puta idea, Jacob ―comento, agobiado―. Pero no estoy dispuesto a rendirme. Haré lo que esté en mis manos para obligarlo a salir de dónde quiera que esté ―sentencio con convicción―. Voy a acabar con su paz, con su vida y con su m*****a carrera ―bebo un trago de mi vaso―. No va a construir su felicidad a costa de la mía.Mis dedos se contraen alrededor del vaso con excesiva fuerza.―Su reputación va a rodar por el piso en cuanto esa tumba se abra y no encuentren sus restos, Lud ―comenta Rob al apartar la mirada de su móvil―. Tendrá que dar explicaciones al respecto y, él, mejor que nadie, sabe que todo fue una componenda de su parte. No va a salir bien parado de esta ―muevo mis dedos co