Capítulo 5

Fiorella

De vuelta a casa pase por una tienda de ropa y compre un vestido nuevo, hacía varios días lo había visto, pero no me animaba a comprarlo, no entendía porque ahora me sentía con más ganas de verme linda y lo compre, ya que era muy elegante y sexy.

Laura me acompaño y también se compró uno igual de bello, al terminar fuimos por un café a un bar, aprovechamos el tiempo y trabajamos en algunas notas que nos quedaron pendientes.

Llegada la noche partí directo a mi departamento, antes de llegar por casa pase por el mercado y compre para la cena de esta noche.

Subí en el ascensor cargada de bolsas, marque mi piso y a medida que subía pensaba en la cita que tuve hoy en el Bufete de aquel misterioso hombre que con su mirada me desnudaba y me gustaba que así fuera, ya que me sentía deseada, aunque eso solo sea atracción física y piel.

Me distraje en mis pensamientos que al entrar a casa no note las valijas que estaban en medio de la sala, ya que al entrar pase directo a la cocina, deje las bolsas sobre el desayunador y de camino a la habitación note que Lautaro había regresado al chocar con sus valijas, mire la bolsa de ropa en mi mano y luego a mi habitación, me volví en mis pasos y fui al lavadero, guarde la bolsa en el armario de toallas, Lautaro no entraba ni de broma a ese cuarto, así como tampoco quería que viera mi vestido nuevo y suponga que lo compre para él.

Me quedé en la cocina y puse la comida en el microondas, por suerte había comprado la caja grande de comida y alcanzaba para ambos. Al cabo de unos minutos él apareció en la cocina, traía puesto un pantalón de algodón gris y camiseta blanca.

—¡Hola! —le dije al verlo y él me sonrió —No sabía que volvías hoy —seque mis manos, ya que había lavado la taza que use en la mañana.

—Fue un largo congreso de publicidad y marketing ¿Te dije verdad? —hice memoria de la última vez que nos vimos y estaba segura de que el me hablo sobre su viaje.

—¡Si por supuesto! —le mentí y luego él se acercó hasta mí y me beso, fue un pico corto y se sentó enseguida en un banco del desayunador con celular en mano.

—¿Cómo fue tu semana? —me preguntó y no sabía si decirle sobre lo sucedido con el abogado entonces hable.

—¡Muy productiva! Laura consiguió una ayuda de un importante bufete, necesitamos el dinero así que creo que aceptaré ¿Tú qué opinas?

—Me parece perfecto, es importante que al inicio aceptes ayuda de grandes empresas así vas a ir creciendo de a poco, ya ves que mi jefe a duras penas aprueba hacerles publicidad.

—Eso lo sé, también soy consciente de que soy la competencia de Máximo.

—Estoy muy orgulloso de ti —soltó su móvil y tomo mi mano, me sentí terrible al sentir lo que ahora me sucedía, como es posible que mis sentimientos cambien así tan de repente, aunque no era mi culpa, nuestra relación no estaba en un buen momento.

—¿Viste a Pedrito? —cambié de tema y por su cara supe que no le gusto, pero no dijo nada al respecto lo cual agradecí.

—Vendrá mañana, Máximo me dio el día libre y llame a Valeria, lo buscaré antes de que ella se vaya al trabajo.

—¿Quieres que me quede con ustedes? —quería al hijo de Lautaro, pero tenía mucho trabajo.

—Él preguntó mucho por ti, si puedes quedarte sería genial —no quería pelear con Lautaro, pero tampoco podía faltar a mis obligaciones, otros de los temas que siempre nos hacía pelear, él siempre ponía su trabajo como más importante que el mío, muy a pesar de su apoyo, lo que yo aportaba en esta casa era menor y por eso siempre el creyó que no era fiable.

—Podre, pero solo hasta el mediodía —su mirad fue de rudeza y no quise explotar y conté en fracción de segundo hasta mil para no perder la paciencia.

—¡Está bien! —respondió solo eso, me trague mis palabras y termine ahí el tema con mi silencio, no tenía ganas de gastar mis energías peleando con él.

—¡Ya está la cena! —dije mientras sacaba la loza para servirla.

—No voy a cenar, me cayó mal la comida del avión —mire los platos en mi mano y asentí, luego guarde uno y me serví, ya había preparado la cena no podía no alimentarme porque el decidió ponerse modo cretino.

—¡Está bien! Igual solo es comida de rotisería —me serví y me senté en el desayunador.

—Si no te molesta voy a enviar unos textos que me quedo pendiente, ya vengo —se levantó de su banco, dejo su móvil sobre la barra y luego volvió con su laptop, la prendió y comenzó a teclear, mientras cenaba, él trabajaba, ninguno hablo ni dijo nada.

Lave la losa que use, guarde la comida que sobro en un hermético y puse todo en la heladera, al terminar de dejar la cocina limpia, el cerro su laptop.

—¡Listo terminé! ¿No hay postre? —en ese momento no quería ninguna clase de postre, sabía que se refería al sexo, llevábamos casi quince días sin hacerlo, ya que antes de irse estaba con la regla y antes a eso tuve mucho trabajo y me recostaba muy de madrugada.

—¡No! Sabes que no como azúcar de noche, deberías hacer lo mismo no siempre tendrás un cuerpo así —lo señale, ya que el muy condenado tenía un cuerpo de infarto, podía comerse diez vacas y aun así no engordaba, aunque debía ser sincera él se mataba en el gimnasio diariamente.

—¡Está bien! —dijo solo eso, tomo su laptop y su móvil, luego se volvió en sus pasos, me miro y yo a él —Te espero en la habitación —claro como si el mandara en mi vida, no tenía ni la más mínima intención de ir.

Mire en dirección de la habitación y estaba muy cansada, fui hasta allí y al entrar el me vio y guardo rápidamente su móvil, me hice la que no vi nada y pase de largo hasta el armario, busque mi pijama e ingrese en el baño, puse seguro y abrí la ducha, mientras el agua caía me quite la ropa, entre en la ducha y de pronto vino a mi mente la imagen del abogado, pero porque me sucedía esto.

Esfume esos pensamientos sin sentido que solo me traerían problemas y salí de la ducha, me seque y cambie, luego seque mi cabello, una vez lista, recogí la ropa mía y Lautaro la puse en un canasto y al salir él se encontraba al parecer ya dormido. Fui hasta el cuarto de lavado, deje el canasto sobre la lavadora y largue mi llanto contenido.

Al día siguiente desperté con un terrible dolor de cabeza, sentía como me palpitaba mi cerebro, era por la falta de sueño, ya que dormí poco, me levante fui al baño, me higienice e hice mis necesidades.

Fui a la cocina y Lautaro no se encontraba ahí, luego recordé que Pedrito nos visitaría, entonces prepare un rico desayuno para recibirlo, saque leche y puse a calentarla, en lo que estaba busque galletas de chocolate que siempre tenía en la alacena porque eran sus favoritas.

—¡Fiorella! —dijo mi nombre al entrar, a pesar de tener 17 años y ser todo un hombre el aún se alegraba cuando me veía.

—¡Hola Pedrito! Que bueno verte —me saludo con un beso, dejo su mochila en una de las sillas y se sentó en unos de los bancos.

—Hay Fio, no me digas así, solo Pedro —sabía que no le gustaba que le diga su nombre en diminutivo, pero a mí me gustaba.

—¡Está bien Pedro! Te preparé leche con galletas ¿Vas a querer? O tomarás café como los grandes.

—Eso si te lo acepto Fio —se levantó e ingreso al cuarto de baño de la cocina a lavarse las manos.

—¿Dormiste bien? —me consulto Lautaro mientras le servía café.

—¡Muy bien! —le mentí —¿Y tú?

—Si sabes que estamos mal —deje mi taza sobre la barra y lo mire.

—¿No podemos hablarlo después? ¡Esta tu hijo!

—En la noche, ni un día más —en ese momento Pedrito volvió a la cocina y al parecer el clima pesado se hacía sentir, ya que él nos miró a ambos.

—¿Todo bien? —Lautaro me vio y no dije nada.

—¡Si hijo!

Sigue leyendo en Buenovela
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Escanea el código para leer en la APP