Dante
—¿Cómo te fue con la periodista? —ingresa a mi oficina Charly luego de que ella se fue.
—Creo que aceptara la ayuda —su imagen venia una y otra vez a mi mente, recordaba como observaba mis movimientos, me hacían pensar que ella sentía lo mismo.
—¿Tú sabes que si entre ustedes pasa algo…?
—¡Lo se! Sería la primera vez que engañe a Beatriz, pero nunca antes me paso algo así con nadie, es algo distinto lo que siento por ella. Ese día que la vi en el restaurante la primera vez, no pude despegar mi vista de ella, luego la vi dos veces más…
—¿Cómo? No entiendo.
—Me la cruce en un bar, si te comenté, después cuando lleve a Beatriz a su cita con el psiquiatra, al salir del consultorio la vi, y creí que alucinaba, pero no, era ella.
—Estas hasta las manos Dante, una cosa es tener una aventura, pero veo que es algo más.
—Mejor cambiemos de tema— hablar sobre lo que sentía no me hacía sentir cómodo, menos en la oficina en donde cualquiera podía escuchar, especialmente Nicolas, mi hermano.
—¡Como usted ordene abogado! —Charly no pregunto más y se lo agradecí.
Llegada la tarde, salí del bufete, y lo primero que hice fue pasar por la revista de Fiorella, sabía que si ella me veía podría creer que la estaba acosando, pero no quería hacerle daño, solo verla, me estacione a una distancia prudente y espere que saliera. La conciencia comenzó a pesarme y sabía qué hacía mal, entonces encendí mi auto y me fui, lo único que lamentaba era que no la vi, pero era mejor así, solo debía esperar su llamado.
—Llegaste temprano —me recibe mi esposa con una enorme sonrisa en su rostro, verla así y recordar lo que estaba haciendo me hacían sentir terrible, ella se acercó y deje un beso en su mejilla.
—No hay mucho por hacer, estamos en feria judicial y algunos empleados salieron de vacaciones, al igual que los clientes.
—Lo importante es que estas aquí —me rodeo con sus brazos y me sonrió con felicidad.
—¿Cocinaste? —le consulte mientras nos dirigíamos a la cocina.
—¡No! Mamá se encargó de la cena, pero hizo tu comida favorita —hacía varios años que Beatriz no se dedicaba a los quehaceres del hogar, solo se la pasaba en la habitación leyendo libros o durmiendo, debido a su depresión por la pérdida del bebé. Motivo por el cuál desde entonces mi suegra vive con nosotros.
—¿Cómo estuviste hoy? Ya tomaste tu medicación.
—¡Si! Eso lo hago, pero no quiero hablar de ello, sabes que me estresa toda la situación.
—Lo sé, pero también debes hacer lo que el medico te dijo, no puedes seguir aquí dentro encerrada —su rostro cambio de felicidad a enojo, sabía que no le gustaba hablar sobre el tema, pero debíamos hacerlo.
—Creo que la cena ya está —dijo evadiendo el tema, como lo hacía siempre.
—¿Te gustaría un viaje? —ella solo me miro y no dijo nada.
—¡Un viaje! Seria fabuloso que fuéramos los cuatro —mi princesa apareció y me dio un abrazo.
—¡Vamos a cenar Mariza! —dijo y nuestra hija se dio cuenta el cambio de humor de su madre.
—Lo se mamá, me encanto la idea papá, yo creo que para junio estaría perfecto hacer el viaje, ya para esa fecha es verano en México, yo me encargare de todo, sacare pasaje, el resort ¡Todo! —dijo mi hija muy alegre, pero Beatriz no respondió y salió de la cocina —¿Por qué es así? —dijo al ver su actitud.
—Sabes que mamá no está pasando un buen momento, tu encárgate de todo, aún hay tiempo de convencerla —llegue hasta ella y deje un beso en su cabeza.
—Se que no puedo curar su dolor, pero todos sufrimos la perdida, entiendo que ella lo sintió más, pero papá estamos nosotros, mi mamá no habla conmigo y tampoco hacemos nada juntas, solo mi abuela logra sacarla un momento de su mundo.
—Hay que armarse de paciencia, sé que ella muy en el fondo sabe que le haces falta, le demos tiempo.
—¿Cuánto? Tengo veinte años y hace tres que ella no sabe si rio, lloro o estoy feliz, simplemente prefiere no estar.
—Hay que hacer lo que dice Dante cariño, disculpen que me entrometa, pero los escuche al entrar —dice mi suegra entrando en la cocina.
—Espero que puedas convencer a mi princesa ¿Sabes si ya llego Augusto? —pregunte por mi hijo cambiando de tema.
—Si está en tu despacho.
—Habla con tu abuela y no te preocupes, mamá volverá a ser la misma pronto —le dije a mi hija y salí hacia mi despacho.
—¿Estas ocupado? —Augusto mi hijo mayor se encontraba en la computadora trabajando.
—No, solo estaba terminado de redactar unos documentos que me quedaron pendientes de la mañana, ya que estas aquí, quería hablar contigo sobre mi participación en la fundación —al escucharlo cerre la puerta y me senté en el sillón frente suyo.
—Augusto ya te dije que no quiero que participes en el negocio, te necesito en el bufete, además ya te falta poco para recibirte en leyes.
—Tú y yo sabemos que el bufete es una pantalla, que el verdadero negocio está en la fundación, podría encargarme de trabajar en Europa y abrir muchas puertas allí, el otro mes viajo a terminar mis estudios ahí, sabes que no hay mejor aliado que tu propia familia.
—Entiendes que esto no es un juego, si caemos tu tendrías serios problemas, y es lo que no quiero.
—¿Por qué? Si Martin está dentro ¿Por qué yo no?
—No sé porque Nicolas incluyo a su hijo en esto, yo no.
—Acaso no soy adulto, quiero entrar en el negocio y demostrarles que puedo con esto.
—Entiende que traficar droga no es un juego, ya te dije que no quiero que nada les pase.
—Eso lo sé, y con respecto a caer como dices, ya estamos manchados, que mamá o Mariza no sepan, no las libera de la culpa, papá somos millonarios, de repente broto la plata como el agua.
—No subestimes la inteligencia de ellas, mientras crean que el dinero viene del Bufete es mejor y con respecto a la organización si no puedo convencerte de lo contrario, está bien, pero quiero que sepas que si algo te sucede tendrás que aprender a lidiar con gente pesada.
—A eso no le temo, lo que si se es que puedo hacer este negocio más grande de lo que es.
Fiorella
—Estoy harta de todo —le confese a Laura al llegar a la revista.
—Tan mal te fue con Lautaro…
—Es un poco de todo, creo que lo mejor será separarnos, no puedo estar con alguien que no quiero.
—¿Y el abogado en donde entra en esta ecuación? —escuchar hablar de él me hacía sonreír.
—Por ahora nada, él es casado, sabes que nunca haría una cosa así.
—Pero quien pecaría seria él, además tu no lo buscaste ¡Fue él!
—La verdad que a esta altura estoy dudando de aceptar lo que me ofrece, no quiero enredar mas todo.
—Se que el concejo que te estoy dando no es el más adecuado, pero si él te hace sentir cosas, una vez en tu vida has lo incorrecto, además tú lo dijiste, si él quiere, pon tus las reglas que él se la juegue, que busque la manera de que nadie los descubra.
—Me confunde más, no se no es lo correcto.
—¿Y si te separas de Lautaro? ¿Lo harías? —su pregunta me dejo pensando, pero tampoco me quería divorciar.
—No voy a separarme porque ese hombre no sale de mi cabeza, debe ser pasajero, no puedo engañarme, con Lautaro llevamos una vida entera, seria dejar todos por nada.
—Pero si estas confundida no es porque lo viste a él, es porque tu pareja no funciona, tú lo sabes, solo debes afrontar la verdad, además que el abogado no está nada mal para que te consueles con él.
—Mira mejor dejemos este tema aquí.
—¿Por qué? Si sabes que te dije la verdad y piénsalo no descartes al abogado, tal vez no sea hoy, pero mañana quien sabe, él esta loquito por ti y tú por él, no dejes pasar el tren porque pasa una vez y sin retorno.
—¡Esta bien! Pero le escribiré dentro de dos días, no quiero que piense que estoy desesperada.
Al terminar de trabajar salimos juntas con Laura, al ir saliendo antes de abrir la puerta de cristal, la detuve.
—¡Espera! —detuve su acción al querer abrir la puerta.
—¿Qué paso? —me mira confundida.
—¡Era él! —me quede mirando como su coche se alejaba por la calle de la ciudad.
—¿Quién? —miro hacia la calle y luego abrió la puerta para salir e hice lo mismo.
—Nadie, creí haber visto a alguien —negué con mi cabeza —No me lleves el apunte —me acerqué hasta ella y nos saludamos con un beso.
—No sé a quién viste, pero cambio tu semblante, no soy bruja, pero creo que fue al abogado ¡No digas nada! —me devolvió el saludo y se fue por el lado contrario, ya que ella vivía para el otro lado de la ciudad.
Camine hasta la estación de bus, cuando llego el mío subí y veinte minutos después me estaba bajando a dos cuadras de mi edificio, antes de llegar a casa pase por la tienda y compre helado, para compartir con Lautaro y Pedrito.
—¡Hola! Llegue —dije al entrar, deje mis llaves sobre la mesa del lado de la puerta y fui a la cocina, saque el helado de la bolsa y lo guarde en el frezer para comerlo luego de la cena.
—¡Tenemos que hablar! —me sorprende Lautaro entrando en la cocina, su cara era de seriedad.
—¿Y Pedrito? —no podíamos hablar sobre lo nuestro con su hijo aquí.
—No te preocupes, está en casa de un amigo —tomo asiento en una silla de la mesade la cocina.
—¡Esta bien! Te escucho… —me acerque y tome asiento junto con él, al frente suyo.
—Lo pensé mucho y creo que lo mejor va a ser que nos separemos… —sus palabras se volvieron eco en mi cabeza, en ese momento no sabía que sentir, ni que responder.
—¿Es una broma? —no entendía porque no aceptaba lo que me decía, era más que obvio que esta relación no tenía más futuro.
—Fiorella es en serio, acaso no te das cuenta de que ya no somos una pareja, solo compartimos una casa, nada más.
—¡Lo se! Solo que no es fácil.
—¿Y qué crees que para mí si lo es?
—¡Esta bien! Tienes razón esto no tiene salvación ni futuro —me levante de mi lugar y lo mire un instante —Voy a salir un momento.
—La casa es tuya, quien se va soy yo —se levantó, fue a la habitación y volvió con su bolso ya hecho —no pude decirle nada, solo quería llorar, me sentía mal y no encontraba el motivo de mi angustia, no era que me dejara, pero dolía porque el cariño aun existía, aunque ya no era el mismo que antes.
—Espera —lo detuve antes de que saliera de la casa, él se volteo y me miro entonces hable —¿Desde cuándo lo planeaste? Yo sé que estamos mal, pero…
—No se puede mendigar amor, ni mucho menos atención, tampoco puedo obligarte a estar conmigo, es duro para mí también Fiorella, porque te quiero y sé que ambos tenemos la culpa, si quieres esto lo tomamos como un distanciamiento, vemos que es lo que queremos, pero separados y si aún hay amor, podremos iniciar nuevamente una vida juntos —mordí mis labios ya que estaba nerviosa, mire al piso y suspire, levante mi vista y lo mire, sabía que ese hombre que tenía en frente me hizo la mujer más feliz del mundo por muchos años, pero también fue el mismo que acabo con mi amor hacia el con su indiferencia y desprecio.
—Es cierto, pero no creo que la distancia cure lo que juntos no pudimos salvar, pero lo intentare —no dijo nada, asintió, tomo sus llaves y se fue, me quede un rato parada mirando la puerta por donde se fue, en ese momento no sabía que sentir ya que tenía sentimientos encontrados.
Estuve un buen rato mirando la nada y decidí salir a tomar aire, fui a mi habitación y me puse ropa deportiva y salí a correr por el parque que estaba cerca de casa, al llegar solo me senté en un banco, prendí un cigarrillo y me perdí en mis pensamientos.
—No debería fumar, eso afecta tu salud —al oír su voz solo lo mire, no entendía porque el universo conspira en mi contra.
Fiorella—¡Abogado! ¿Qué hace aquí? —me sorprendo al verlo en esta parte de la ciudad.—Llámame mejor Dante, y respondiendo a tu pregunta, iba de camino a casa de mi amigo cuando te vi cruzar en el semáforo, espero no te moleste que pare y vine a verte —mi corazón latió tan fuerte que me causó un pequeño dolor, pero era de felicidad ante los sucesos acontecidos.—No claro que no me molesta, solo que no pensé salir y encontrar a alguien —en ese momento arroje el cigarrillo al piso, luego lo pise para apagarlo.—Debo confesar lo mismo, iba con la idea de hablar con Charly pero al verte me pareció buena idea acercarme ¿Hice mal? —No, claro que no, todo lo contrario, me agrada su compañía.—Entonces no le molesta tomar algo en aquel lugar —señala al otro lado del parque en donde había un pequeño bar abierto.—¿Ahora? —Disculpe no quiero incomodarla o que tenga problemas con su esposo —en ese momento no sabía qué responder.—No tendré problemas con nadie ¡Vamos! —me levanté del asiento y
Fiorella Subí a mi departamento y al llegar fui directo a mi habitación, lo primero que hice fue tirarme en la cama, me sentía feliz, no podía dejar de sonreír, recordarlo me iluminaba el rostro, como es posible que me pase esto justo ahora, entonces recordé su tarjeta y que nunca agende su número, me levanté de la cama y fui al comedor en donde deje mi cartera, rebusque dentro hasta que di con ella, sonreí y volví a mi habitación, tomé mi móvil y agende su número, luego entre al chat del WhatsApp y su última vez fue a las 22 horas, lo que quiere decir que cuando estuvo conmigo no traía celular encima o lo dejo en su coche, no pensé mucho más y deje el móvil en la mesa de noche, me levante y cambie por mi pijama para luego irme a dormir.Al día siguiente me levanté cuando sonó mi alarma, me di un baño rápido, me cambié y salí hacia la revista, antes de llegar compré café para todos los que estaban en el piso, subí al ascensor cargada, pero feliz.—¡Buenos días! Me ayudas con los café
Fiorella—¡Quiere verme esta tarde! —le dije a Laura toda emocionada.—¿Ya te respondió?—¡Si! Al parecer estaba con el celular en mano.—¡Dile que sí! Apúrate mujer —no di muchas vueltas y respondí okey.—¡Listo! Ahora que hago—comencé a caminar en círculos.—Ahora no vas a hacer nada, solo cálmate y sigamos trabajando —me sugiere Laura como si nada, cuando por dentro no podía con la felicidad que cargaba.—Tienes razón, así las horas pasaran más rápido —le respondí y fui a mi lugar de trabajo, me senté en mi sillón y me sentía como adolescente enamorada, lo cual me preocupaba y mucho, no sabía cuáles eran las verdaderas intenciones del abogado, mire mi computadora y decidí mejor hacer mi trabajo, tenía que comenzar en la semana del amor e inicie navegando en internet sobre cupido y ahí encontré la leyenda del hilo rojo, decidí en ese momento elaborar una nota sobre el tema, anote varios tips, pase la mañana investigando, hasta que llegó la hora del almuerzo, pedí algo rápido así no
Fiorella—Ya hablé con Cinthia no tardará en llegar —me anuncia Laura al entrar en la habitación en donde me encontraba internada para control por el golpe en mí cabeza.—No hacía falta que le avises, no quiero preocupar a mí madre, y mucho menos quiero ver a Lautaro aquí —dije sinceramente, no quería preocuparlo o darle una oportunidad para volver a casa con él.—Por eso hablé a Cinthia y no a Melanie, además tuve que decirle que tú y Lautaro están distanciados, creo que deberías hablarlo con tu familia, así evitas que él esté en medio si algo sucede contigo, imagínate si estaba Eugenia en la revista ella a quien primero llamaría sería a Lautaro o a tu madre.—Eso es cierto, pero apenas llevamos días separados, no fue mucho que se fue, también tengo que hablar con Pedrito —expuse ante todo lo que tenía que aclarar, sabía que bien mí madre sepa las novedades pegará el grito en el cielo.—Por eso mismo, mientras más pasen los días será peor, imagínate que sepan por un tercero, es mejor
FiorellaÉl ingresó en mí habitación y ambos nos quedamos hipnotizados, ninguno decía nada, el silencio y las miradas decían más que mil palabras, solo escuchaba el latir frenético de mí corazón al verlo aquí, recordar que el paso la noche velando por mí me hacían saber que tal vez él sentía lo mismo.—¡Buenos días, Fiorella! —rompió el silencio e hizo dos pasos hacia mí, me miró tan profundo que me puse nerviosa.—Buenos días, Dante, no debió molestarse en venir —respondí y él hizo otro paso, noté el nerviosismo en su cuerpo, al parecer no sabía qué hacer.—No es molestia, además que me preocupé mucho cuando supe lo que le pasó —tomo la silla y se sentó al lado de mí cama.—¡Gracias! Fue un pequeño accidente, por suerte no fue grave —dije y uní mis manos a la altura de mí pecho, no sabía qué hacer o cómo reaccionar con él, dentro mío tenía una inmensa duda ¿Por qué pasó aquí la noche? Sabía que estaba casado, pero eso lo investigaré después.—Por fortuna la atendieron rápido y me ale
Fiorella—¿Estás seguro? Porque el paso que estamos por dar hacia adelante ya no podremos devolverlo y no quiero sufrir, quiero esto tanto como tú —le confesé mis sentimientos y el tomo mis manos con las suyas y luego dejo un beso en ellas.—Se que tienes miedo y es normal, no quiero obligarte a nada —me dijo mirándome a los ojos y vi sinceridad en su mirada.—No es eso, solo que hay algo que da vueltas en mí cabeza —me levantó de la cama y me paro cerca de la ventana al lado del tocador.—Pregúntame lo que quieras —respire profundo y pensé lo que iba a decirle sin ser entrometida, mientras él llega hasta mí, se para al frente mío y me acorrala contra la pared.—¡Está bien! ¿Tú estás separado? Porque no entiendo tu relación con tu esposa, discúlpame, pero es necesario que seas sincero, jamás podré estar contigo si aún estás en pareja con ella —le dije mirándolo a los ojos, su cercanía me ponía nerviosa, pero me gustaba lo que sucedía.—Tienes razón, no fui claro con respecto a mí rela
FiorellaAún sonreía por lo sucedido la noche anterior, todo había salido perfecto, si lo hubiera planeado, estaba casi segura de que no sería como fue, sabia muy adentro que ambos sentíamos lo mismo, mi corazón palpitaba de felicidad, pensarlo me sacaba una sonrisa, era inevitable, me había enamorado.—Permiso Fiorella, necesito que apruebes la nota, ya casi está lista —interrumpe mis pensamientos Eugenia, al entrar en mi oficina.—Si, envíamela al correo —dejo lo que estaba haciendo y le prestó atención a ella.—¡Ya te la envié! —me informa mientras toma asiento al frente mío.—¡Perfecto! Ahora mismo la veo —abrí el navegador web e ingresé en mi correo, la nota en la que ella trabaja era sobre la utilización de juguetes en la intimidad.—Faltaría añadir la nota de Marina, creo que con eso ya estaríamos —me informa mientras sigo leyendo.—Quedo muy bien, además el tema va de acuerdo con la nota de la sexóloga…—Lo acabo de decir ¿Estás bien? —me pregunta ella y para ser sincera estab
Dante —¿Qué pasó? —es lo primero que consultó al ingresar al despacho de mi hermano Nicolas.—Toma asiento por favor —por el tono que uso es algo serio y sabía que se trataba de nuestra mercadería.—Me estas preocupando ¿Qué pasa? —pregunto casi en voz baja, ya que por lo general aquí no podíamos hablar sobre nuestro negocio.—Hable con la gente de Colombia, necesitan que viajemos, pero hay un problema.—¿Por qué? Se supone que todo llegó bien y ¿Cuál es ese problema? —consulté sin entender qué sucedía.—Al parecer hay un soplón en la aduana de su país, están investigando la procedencia de los productos, necesitamos que seas tu quien entregue los papeles, ya que nuestro hombre está siendo investigado, nadie vinculara al empresario Dante Ponzio.—No se supone que nuestro testaferro está bien camuflado, nadie puede vincular nuestro nombre, estamos a nada de iniciar la campaña Nicolas.—Por eso mismo necesito que seas tu quien viaje a Cartagena, allí te encontrarás con otras personas, e