Capítulo 7

Fiorella

—¡Abogado! ¿Qué hace aquí? —me sorprendo al verlo en esta parte de la ciudad.

—Llámame mejor Dante, y respondiendo a tu pregunta, iba de camino a casa de mi amigo cuando te vi cruzar en el semáforo, espero no te moleste que pare y vine a verte —mi corazón latió tan fuerte que me causó un pequeño dolor, pero era de felicidad ante los sucesos acontecidos.

—No claro que no me molesta, solo que no pensé salir y encontrar a alguien —en ese momento arroje el cigarrillo al piso, luego lo pise para apagarlo.

—Debo confesar lo mismo, iba con la idea de hablar con Charly pero al verte me pareció buena idea acercarme ¿Hice mal? 

—No, claro que no, todo lo contrario, me agrada su compañía.

—Entonces no le molesta tomar algo en aquel lugar —señala al otro lado del parque en donde había un pequeño bar abierto.

—¿Ahora? 

—Disculpe no quiero incomodarla o que tenga problemas con su esposo —en ese momento no sabía qué responder.

—No tendré problemas con nadie ¡Vamos! —me levanté del asiento y caminamos hasta aquel bar, al entrar estaba prácticamente vacío, había solo dos mesas ocupadas, seguramente se debía a la hora, ya que eran las 23:30.

—¡Permítame! —dijo y corrió mí silla, tome asiento y luego él al frente mío.

—¡Gracias! —le sonreí y lo miré, no podía creer estar aquí con él, me gustaba su compañía y presencia.

—¿Qué le gustaría tomar? —me consultó mientras miraba la carta que ya estaba sobre la mesa.

—No sé tal vez un café —respondí mirando la variedad de opciones.

—¿A esta hora? Después no podrá dormir —dijo y tenía razón.

—Si es cierto, pero soy adicta a la cafeína, además mí profesión va de la mano del café, cuando en la madrugada me debo quedar a redactar notas o supervisar todo el contenido antes de ser publicado.

—Debería probar otro estimulante para el insomnio —dijo y no le entendí.

—Podría ser, pero está noche no tengo que trabajar así que pediré un trago, me lo merezco para quitarme el mal día que hoy pase.

—Me parece perfecto, también tuve un pésimo día —me responde.

—¿Trabajo? —consulté con dudas, ya que quería saber más de él.

—Un poco de todo ¿Y usted?

—¡También! Ahora ya tenemos porqué brindar —el levanto la mano para llamar al mozo, quien vino enseguida y pedimos nuestras bebidas.

—Entonces ¿Por qué brindamos? —me pregunto.

—¡Por nosotros! Para que no suframos nuevamente.

—Me parece perfecto —él me miró y por un momento me perdí en su mirada, sentía una conexión y eso me gustaba. Pasado unos minutos nos trajeron nuestro pedido.

—Puedo preguntar si no es molestia ¿Que hace un abogado a esta hora de la noche, en un bar con una desconocida que apenas conoció hace unas semanas? —le pregunté mientras tomaba mi trago.

—Es difícil de responder tu pregunta, pero como te dije antes, iba de camino a casa de un amigo, cuando te vi.

—¿Por qué? —indague para saber más, ya que la curiosidad me invadió por completo, eso más saber que hoy pasó por mí revista, cuando su bufete queda al otro lado de la ciudad.

—No lo sé, solo la vi y quise acercarme.

—En realidad me refería a salir tan de noche, no quiero entrometerme en su vida, pero parece que ambos estamos en una mala situación en casa.

—Es cierto, leíste mí mente al parecer.

—Tengo habilidades ocultas —dije jugando con él, me gustaba estar aquí, si por mí fuera me quedaba toda la noche.

—Ojalá pudiera tener esa habilidad para descifrar a los demás, así mí vida sería más fácil. 

—No es que mi vida sea wow una maravilla, pero creo saber por lo que vi, que no está pasando un buen momento, no quiero meterme en su vida privada, pero recuerdo que coincidimos en el consultorio en donde mi psicóloga atiende.

—Lo recuerdo, estaba con mi esposa en el psiquiatra, efectivamente mis problemas vienen por ahí —se sinceró conmigo, pero no quería ser metiche.

—No es necesario que me cuente nada, no quiero ser entrometida.

—No me molesta hablarlo, llevo varios años en la lucha, perdimos un hijo, ella estaba embarazada de cuatro meses, cuando un auto se le cruzó y el golpe que recibió provocó la pérdida, a raíz de eso ella tuvo depresión y hasta un brote psicótico, siempre se culpó de su pérdida, es por eso que la ayuda un psiquiatra, hace poco iniciamos nuevamente porque tuvo una recaída —no sé qué fue lo que me pasó, que al oírlo tome su mano para darle mi apoyo.

—Lo siento mucho, no podría imaginarme pasar algo así, no tengo hijos, pero imagino que la pérdida de uno debe ser muy dolorosa.

—De hecho, lo es, pero la vida debe continuar a pesar de todo, tenemos dos hijos más y aun así fue como si para ella no existieran.

—Es complicado ¿Y sus hijos qué edad tenían cuando sucedió?

—Fue hace tres años atrás, Mariza tenía 17 y Augusto 19.

—¡Son adolescentes! —trague saliva al saber que era un hombre con una historia de vida extensa, nunca imagine que fueran tan grandes, lo que me lleva a pensar que debe tener unos cincuenta años o más.

—Ya son adultos, ahora tienen 20 y 22 años, mi hijo mayor estudió leyes, ya está por recibirse y mi hija está estudiando administración de empresas, ambos trabajan en la fundación.

—¡Lindas carreras! Ya son casi profesionales, felicidades —le dije sinceramente.

—Gracias y ahora cuéntame un poco de ti, yo ya te dije sobre mi —me pregunto y tenía razón ya que me había contado bastante.

—Bueno que decir sobre mí, sabe que soy periodista, que tengo una pequeña revista que está apenas iniciando en las gráficas, no tengo hijos y estoy en un impasse en mi relación, con mi marido llevamos 13 años de casados y el amor se esfumó —eso último no debí decirlo, pero no podía volver el tiempo, aunque quisiera hacerlo.

—¿Un impasse? —preguntó curioso mirándome fijamente.

—Si, nos dimos un tiempo, pero ambos sabemos que ese tiempo no curará las heridas y es más que seguro que nos divorciemos.

—¡Lo siento mucho!

—¡Está bien! Con el tiempo terminaré acostumbrándome a estar sola.

—Puedo ser tu abogado si quieres —me ofreció y sonreí.

—¿Mi abogado?

—Si soy abogado de familia.

—Te imaginé más penalista ¡No sé por qué!

—El bufete lo fundó mi padre, mi hermano mayor se graduó primero y siguió la especialidad penalista, y apenas éramos tres abogados con mi padre, me tocó elegir la rama que no había en el bufete.

—¡Ya veo! Pero se ve que le gusta porque ahora son una gran empresa con varios abogados.

—¡Así es! Seguí como abogado de familia —en ese momento miré la hora en mi reloj pulsera y ya eran más de las doce de la noche.

—Ya es muy tarde, deberíamos volver a nuestras casas él miró la hora en su reloj y asintió.

—Tienes razón y mañana hay que madrugar —levantó la mano para pagar la cuenta y saque mi billetera para pagar mi bebida —¡No hace falta! —me detuvo —¡Yo invito! —el mozo llegó y pagó con su tarjeta ambos tragos, luego de eso salimos fuera del bar.

—Muchas gracias por la charla, fue un placer coincidir con usted —le dije sinceramente.

—Por favor llámame, Dante, y con respecto a la coincidencia estoy de acuerdo, las horas se pasaron volando y fue porque la compañía era buena —en ese momento no sabía que responderle, me puse nerviosa miré el piso y luego a él y le sonreí.

—Entonces Dante, nos vemos —no sabía si acercarme y darle un beso en la mejilla o un apretón de manos.

—Nada de eso ¡Te llevo!

—¿Qué? Pero si vivo a dos cuadras de aquí —señala hacia mi edificio.

—Lo sé, pero es muy tarde y puede pasarte algo, no tengo problemas en dar una vuelta contigo en mi auto ¿Tu sí? —me dijo ya que debía dar vuelta a la manzana para dejarme en mi departamento.

—¡No! Vamos —su auto estaba estacionado cerca del bar, el muy caballero me abrió la puerta de su auto y subí, dio la vuelta al parque y luego me dejó en la puerta del edificio.

—¡Llegamos! —señale afuera —Muchas gracias —me anime y me acerque a él para besarlo en la mejilla, pero algo nos detuvo y nos miramos un instante, creí que el me besaría, pero no fue así, solo me observo un segundo y luego besó mi mejilla.

—¡Gracias por escucharme! —tomo ahora mi mano y dejo un beso allí, no supe qué decirle, él se bajó, rodeo el auto para abrir mi puerta y baje.

—¡Nos vemos! —solo dije aquello.

—¡Esperaré su llamada! —lo escuche decir e ingrese en el edificio, el subió a su auto una vez estuve dentro y luego se fue, había pasado la mejor noche de todas, su cercanía y todo lo que hablamos me hizo saber de qué en verdad este hombre me interesaba más de lo que creía. El único problema era que estaba casado.

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