Una hora después.
Mientras Hugo se encontraba sentado sobre una de las bancas, pensativo, escuchó como el timbre de la puerta. Inhaló profundo y se dirigió a abrirla.
—Fernando, buenas noches —saludó con cariño, mientras ingresaba a la casa y caminaban hacia el comedor.
—Hola Hugo, disculpa la hora, solo quería pasar a desearle buenas noches a Clarissa— Su mirada se iluminó.
—Toma asiento —Hugo solicitó, observándolo sin ocultar su tristeza—. Ella se fue a acostar hace un rato.
— ¿Qué ocurre? —cuestionó con preocupación.
—Tuve que hablar con mi sobrina— Se puso de pie caminando por la sala— no pude evitar romperle el corazón— expresó con profundo dolor.
—Por favor, explícame que sucedió —suplicó con preocupación.
—Perla, la madre de mi sobrina, vino a la ciudad, la vi por la maña
Perla lastimó a Clarissa con su indiferencia, pero estando en el país muchas cosas pueden pasar. Esperemos que Cristina no acepte la propuesta de Carlos y lo ponga en su lugar.
Fernando se intentaba acomodar el nudo de su corbata, sintiéndose con algo de ansiedad, sin comprender por qué. Sin embargo, debido a que estaba con el tiempo limitando, no se detuvo a indagar el motivo. Ya que despertó con esa extraña sensación, que no lo dejaba, sin embargo se le hacía tarde y tenía que asistir a una reunión con Memo y un par de amigos, para hablar sobre la idea de asociarse en un proyecto, que a todos les gustaba, así que decidió apresurarse. De pronto un recordatorio, se escuchó en su móvil, por lo que lo desbloqueó. En cuanto lo vio, comprendió el motivo del porqué se encontraba así. En ese momento una gruesa capa de lágrimas, envolvió su profunda mirada: —Hace mucho tiempo que te fuiste y a veces suele parecer que fue ayer, cuando… —No pudo continuar hablando, al recordar la forma en la que la tuvo por última vez entre sus brazos—, nunca te voy a olvidar —susurró buscando una de sus fotografías—. Feliz cumpleaños —
Clarissa iba hacia la terminal del autobús, al observar que su tío no salía de su oficina, recibió un mensaje de él avisándole que iba a tardar un poco. Caminaba por una de las calles de la colonia en la que se encontraba la parroquia para buscar un taxi o llegar al autobús, cuando sintió las luces de un auto acercarse a ella, así como escuchó un familiar sonido de claxon, a continuación giró su rostro observando la camioneta de Fernando estacionarse. —Te estoy llamando a tu móvil — Mostró el suyo—, pero no respondes. Clarissa abrió los ojos con amplitud, al poner atención, cuando descendía de su vehículo. —Lo lamento, creo que lo tengo en silencio— Mordió uno de sus labios, apenada. —Por fortuna te alcancé. Hugo me dijo que tenía poco que te habías retirado —mencionó esbozándole una sonrisa. Clarissa se sintió feliz de verlo. Se llenó de gran emo
Horas después. Hugo se encontraba preocupado, luego de haber tenido una discusión con Carlos, el padre de Fernando. Miró los documentos que le entregó, además de recordar las insinuaciones que le hizo, al rememorar todo el tiempo que llevaba viviendo en aquel inmueble propiedad de él. Siendo mitad de mes no tenía la menor idea de que podría hacer al estar presionado de la forma en la que estaba arrinconando. Descendió de su auto luego de visitar a un par de enfermos e intentar inyectarles un poco de esperanza. Se dirigió hacia la lujosa suite, en donde Robert, le suplico que no abandonara a su hermano, ya que no lograban hacerlo que se levantara o se alimentara, además de rechazar las terapias. Al ingresar a la lujosa habitación, lo vio recostado, con todas las cortinas corridas. Observó a su hermano y su papá sentados en los sillones, con la mirada cristalizada, mientras Perla sos
Fernando y Clarissa caminaban tomados de la mano dirigiéndose al estacionamiento del hospital, sonreían más aliviados al saber que Memo se encontraba fuera de peligro, luego de haber pasado toda la noche ahí y parte del día siguiente. —Gracias por acompañarme. —Fernando acarició su mejilla. —No tienes nada que agradecer, lo hago con gusto. —Sonrió con dulzura—, me alegra que tus amigos estén fuera de peligro —mencionó con sinceridad. Justo cuando él la detuvo, antes de subir a la SUV. Fernando acunó con sus grandes manos el rostro de la joven y la acercó para besarla con ternura. —Te amo —esbozó una sonrisa que llegó hasta su mirada. Prosiguieron con sus dedos entrelazados, para abrir la portezuela, entonces se encontraron con Sol y Brisa. —Buenas tardes —Sol intervino al observar a su hermana enmudecida. —Que tal— Fernando
Luego de pasar un agradable momento Fernando se puso de pie y salió de la mano con Clarissa hacia el jardín hasta llegar a una banca y tomar asiento. —Veo que tienes un admirador— Dirigió su vista a la de la joven con una cálida sonrisa. — ¿Tú lo crees? —cuestionó sonrojada. —En definitiva, sí —comentó con seguridad— no te dejaba de mirar, creo que no le caí bien —inquirió. —Que te puedo decir, me sucedió lo mismo con aquellas mujeres que babean por ti, además de… —Inclinó su mirada. Fernando elevó el rostro de su chica con su mano, de manera delicada. —Termina de decirlo —solicitó. —Además de Brisa. Está enamorada de ti —declaró, mirándolo con timidez—. Ustedes tuvieron historia en España. —Suspiró profundo. —No, no te llenes la cabeza de telarañas, llegué a salir con ella, sí, lo acepto. La invité a
Días después. Se encontraban en el hermoso centro de la ciudad queretana Lucy, Hugo, Clarissa, Ricky, Robert y Fernando, en un lindo restaurante, para desayunar. Clarissa y Fernando observaron divertidos a Richard y Robert, al saber las actividades que habían realizado desde que llegaron a la casa. — ¿Qué tal ha estado su estancia con Hugo? —Fernando presionó sus labios. Robert miró sus manos, sintiéndolas arder, luego observó a su tío. —Nunca imagine efectuar actividades tan rudas, cómo las que nos pone a hacer —expresó serio. Ricky suspiró profundo. —Creo que ya se me tonificaron los brazos —bromeó. —Ay si mi Ricky, ya tienes las extremidades bien marcadas, como los de mi Fer— Lucy presiono uno de los antebrazos del joven, además de morder su labio de manera coqueta—. No cab
Te pienso en cada momento. Te quiero en cada día. Te sueño en cada minuto. &nb
Luego de que Fernando llegó y su novia le dio el recado, se dirigió a buscar a Hugo. —Buenas tardes —saludó. —Hola, me alegra verte. Necesito hablar contigo —mencionó con seriedad. Fernando lo observó, se percató que algo lo preocupaba. —Si Hugo, te escucho. —Imaginó que le haría algún reclamo por haberse llevado a Clarissa sin consultarle a su casa a dormir, después de aquella discusión con su mamá. —Son dos cosas —puntualizó— una de ellas es referente a las veces que ella se ha quedado contigo —pronunció— estoy preocupado. Fernando inhaló profundo. —Amo a tu sobrina, con todo mi ser —respondió sin titubear. —Soy el responsable de Clarissa y considero que ambos saben la postura que tengo sobres las relaciones premaritales. —Lo observó a los ojos, con seriedad. —Lo sé, lamento de