Las casualidades no son tan casuales, suelen darse por un cúmulo de actos de las personas que se van entrelazando hasta que crean un nudo tenso: la casualidad.Luciano no era de esas personas que las ves en lugares muy públicos y mucho menos se bajaba del auto en una gran avenida, para comprar un regalo en una pequeña tienda que observó en una vitrina porque le gustó y sabía que a Emely podría gustarle, porque ella era así, se emocionaba por todos los regalos tiernos y algo extraños.Nunca imaginaría que Ian venía en un auto detrás de él, mucho menos que lo observaría con curiosidad; porque sabía que Luciano no era así, nunca se bajaría en ese lugar, mucho menos para entrar a una tienda de regalos.Las casualidades no son del todo casualidades…Ian prefirió esperarlo dentro de su auto y, una vez que Luciano volvió a l
Luciano sabía que estaba mal, que debía hablar con Emely sobre lo ocurrido. Pero no era capaz de verla a la cara, de hecho, lo menos que quería era eso. Sabía que terminarían discutiendo, porque ella le diría que eso en algún momento iba a pasar, que lo superarían, pero no era así de fácil, porque Ian era su amigo: era su amigo.No solo había perdido a ese amigo, sino también a un socio importante y toda la junta de accionistas se lo comerían vivo y preguntarían el por qué de una ruptura y enemistad. Todos iban a escarbar, hasta enterarse de lo sucedido.Lo mejor era estar apartado de Emely y esperar a que todo se apagara. Lo menos que necesitaba su imagen en ese momento era mancharse con rumores de infidelidades y traición.Y su madre. ¡Por Dios, su madre!Ella también se lo iba a comer vivo, lo señalaría con un dedo
Ian observaba un video de Emely en el televisor. Era el primer día que Emely pudo conocer la nieve.Ella cantaba y daba vueltas, mientras tiraba nieve al viento. Ian reía y le preguntaba si la nieve era tal y como pensó.—Es igual a la escarcha de la nevera que había en la casa de mi mamá —dijo ella a la cámara y dejó salir una risita.—Es mucho mejor, Emely —se escuchó la voz de Ian en el video.Mientras, el actual Ian tomaba vino y observaba con rostro aburrido la enorme pantalla en la sala.Lo que duele no es el amor que se siente hacia esa persona, sino los recuerdos detrás de ese amor. Eso es lo que nunca se podrá olvidar y hará que el paso del tiempo sea doloroso....—Lo que suceda entre ustedes dos en el ámbito personal —decía la señora Rebeca con voz severa—, no puede afec
Nunca creyó que debería desocupar su oficina. Mucho menos que debería hacerlo tan rápido, porque desde la presidencia pidieron su oficina limpia ese mismo día.La hicieron salir como una empleada más que pasa por poco tiempo por la empresa. Si bien era cierto que no tenía tantos años como los más veteranos, ella había escalado rápidamente y era una de las empleadas modelos.Su jefe anterior nunca habría dejado que ella se fuera de la empresa de aquella forma.Aquella aventura. Aquel amante esporádico que tuvo… le había salido demasiado caro.En momentos como aquellos, se arrepentía de haber dejado a Ian; por más rabia que le diera, sabía que había cometido su primera mala elección en la vida.¡Cómo se arrepentía de haberse enredado con Luciano! Jamás debió cruzar el lími
Emely intentaba no pensar mucho en los errores que había cometido ese año que había pasado. Porque entre más pasaba el tiempo, veía todo mucho más claro.Luciano nunca le dio la cara, era como si hubiera desaparecido. Y de cierta forma fue así, porque volvió a irse de viaje; seguramente era una costumbre que tenía para evitar sus errores.Sin embargo, esto le daba a Emely un respiro, porque lo menos que deseaba era encontrárselo por ahí.En un principio, tenían un pequeño despacho rentado cerca del apartamento de Emely, pero, a mitad de año, decidieron mudarse para un elegante edificio en el centro de la ciudad. Con esperanza de poder darle mucha más presencia a su firma de contadores y contrataron mucho más personal.Con toda esta inversión, Emely tuvo que renunciar a la única posesión que le quedaba como recuerdo de su rel
—¿Y realmente sentías repulsión por él?—Bueno… en ese momento sí, porque no me mostraba que era ese hombre del que yo me enamoré. Estaba temblando y se aferraba a mi pierna con miedo. —Los ojos de Emely se llenaron de lágrimas—. Me parecía injusto que me quisiera hacer sentir como la mala, cuando me engañó con cinco mujeres, ¡cinco mujeres! Y en ese momento yo creía que había dejado embarazada a una de ellas. ¿Cómo iba a volver con él cuando estaba esperando unos hijos que no eran míos? Me sentía muy enojada en ese momento. Por eso llamé a seguridad para que se lo llevaran y lo traté de la peor forma posible.Emely soltó el llanto con más fuerza. La psicóloga le pasó un pañuelo de papel para que limpiara sus lágrimas.—Yo… —Emely limp
Vestía de forma informal, con una camisa de mangas largas de tela clásica que estaba remangada hasta los codos, con jean oscuro y zapatos de cuero negro. Iba acompañado de una chica que también llevaba un paraguas transparente y sonreía, a la vez que le decía algo al hombre, de forma muy animada.A Ian se le veía rebosante de alegría, carcajeando y negando con la cabeza. Se notaba de lejos que le iba bastante bien, la vida lo trataba con mucha amabilidad.La pareja se marchó, siendo escoltada por cuatro guardaespaldas y nunca se percataron de la desdichada joven de ojos rojos e hinchados que los observaba en la lejanía.Entonces, Emely sintió que su corazón se iba rompiendo de a pequeños trozos.Esperó que pasaran unos minutos para percatarse que no volvería a encontrarse con la pareja y después se marchó rumbo a su apartamento.El
Esos ojos color miel, siempre cálidos, siempre tranquilos, aquella tarde de lluvia se mostraban brillantes.A Emely siempre le pareció que esos ojos color miel de Ian le recordaban el atardecer, el crepúsculo que avecina la noche traviesa.Vestía una camisa negra de mangas cortas, mostrando sus brazos fuertes y bronceados; también tenía puesto un pantalón jean desgastado, algo apretado a sus gruesas piernas. A Ian siempre le gustó ejercitarse; decía que así podía sacar el enojo que le provocaban sus empleados. Pero ella todo ese tiempo creyó que lo hacía porque era un vanidoso de primera: sabía que nació dotado de gran belleza y le encantaba presumirla.La vida lo estaba tratando jodidamente bien. Los años no le pasaban, aunque ya se encontraba en sus treinta, se veía sumamente joven y muy atractivo.Todo esto produjo que Emely se cohibie