Emely intentaba no pensar mucho en los errores que había cometido ese año que había pasado. Porque entre más pasaba el tiempo, veía todo mucho más claro.
Luciano nunca le dio la cara, era como si hubiera desaparecido. Y de cierta forma fue así, porque volvió a irse de viaje; seguramente era una costumbre que tenía para evitar sus errores.
Sin embargo, esto le daba a Emely un respiro, porque lo menos que deseaba era encontrárselo por ahí.
En un principio, tenían un pequeño despacho rentado cerca del apartamento de Emely, pero, a mitad de año, decidieron mudarse para un elegante edificio en el centro de la ciudad. Con esperanza de poder darle mucha más presencia a su firma de contadores y contrataron mucho más personal.
Con toda esta inversión, Emely tuvo que renunciar a la única posesión que le quedaba como recuerdo de su rel
—¿Y realmente sentías repulsión por él?—Bueno… en ese momento sí, porque no me mostraba que era ese hombre del que yo me enamoré. Estaba temblando y se aferraba a mi pierna con miedo. —Los ojos de Emely se llenaron de lágrimas—. Me parecía injusto que me quisiera hacer sentir como la mala, cuando me engañó con cinco mujeres, ¡cinco mujeres! Y en ese momento yo creía que había dejado embarazada a una de ellas. ¿Cómo iba a volver con él cuando estaba esperando unos hijos que no eran míos? Me sentía muy enojada en ese momento. Por eso llamé a seguridad para que se lo llevaran y lo traté de la peor forma posible.Emely soltó el llanto con más fuerza. La psicóloga le pasó un pañuelo de papel para que limpiara sus lágrimas.—Yo… —Emely limp
Vestía de forma informal, con una camisa de mangas largas de tela clásica que estaba remangada hasta los codos, con jean oscuro y zapatos de cuero negro. Iba acompañado de una chica que también llevaba un paraguas transparente y sonreía, a la vez que le decía algo al hombre, de forma muy animada.A Ian se le veía rebosante de alegría, carcajeando y negando con la cabeza. Se notaba de lejos que le iba bastante bien, la vida lo trataba con mucha amabilidad.La pareja se marchó, siendo escoltada por cuatro guardaespaldas y nunca se percataron de la desdichada joven de ojos rojos e hinchados que los observaba en la lejanía.Entonces, Emely sintió que su corazón se iba rompiendo de a pequeños trozos.Esperó que pasaran unos minutos para percatarse que no volvería a encontrarse con la pareja y después se marchó rumbo a su apartamento.El
Esos ojos color miel, siempre cálidos, siempre tranquilos, aquella tarde de lluvia se mostraban brillantes.A Emely siempre le pareció que esos ojos color miel de Ian le recordaban el atardecer, el crepúsculo que avecina la noche traviesa.Vestía una camisa negra de mangas cortas, mostrando sus brazos fuertes y bronceados; también tenía puesto un pantalón jean desgastado, algo apretado a sus gruesas piernas. A Ian siempre le gustó ejercitarse; decía que así podía sacar el enojo que le provocaban sus empleados. Pero ella todo ese tiempo creyó que lo hacía porque era un vanidoso de primera: sabía que nació dotado de gran belleza y le encantaba presumirla.La vida lo estaba tratando jodidamente bien. Los años no le pasaban, aunque ya se encontraba en sus treinta, se veía sumamente joven y muy atractivo.Todo esto produjo que Emely se cohibie
Los ojos de Emely estaban magullados de tanto llorar. Por fin se había calmado y estaba a mitad de la sesión.—Desde hace mucho, he deseado hablar con Ian —confesó Emely—. De hecho, todo esto comenzó porque… yo me preguntaba que si las cosas no hubieran terminado tan mal… —Intentó calmar el temblor en su voz—. A mí me gustaría que Ian me perdonara por lo que le hice. —Llevó una mano a su pecho—. Yo no puedo simplemente pensar que las cosas terminaron así y que ya, que con el tiempo él me va a perdonar. No, yo necesito hablar con él y pedirle perdón por la traición que hice. Doctora, yo no puedo cerrar ese ciclo sin saber si me perdonó.—¿Quieres que los dos se reúnan y lo dialoguen?Emely dejó salir un suspiro y lo meditó.—Sí, claro, me gustaría. Es
La despedida fue con un abrazo y una leve sonrisa en el rostro de Ian. Por un momento tomó el rostro de Emely con sus manos, como anteriormente solía hacer, limpió con sus dedos las lágrimas que corrían por sus mejillas y finalizó con un beso en su frente.Aquella despedida… hizo que el hueco en el pecho de Emely, quedara intacto. Le parecía injusto que la vida los tratase así.¿Por qué Ian, ahora que era todo lo que ella buscaba en un hombre, se estaba despidiendo?Su trato dulce, cálido y paciente, le recordaba mucho a ese joven que conoció cuando era una jovencita.Le recordaba mucho a los primeros días en que solían hablar, cuando él la recogió en la carretera, en pleno medio día y la llevó a comer a un restaurante y le propuso que trabajara para él. Su sonrisa rosada y dulce seguía siendo la misma.
—¿Cómo está Niango? —Fue lo único que pudo preguntar—. Tengo años que no lo veo, me imagino que ya me olvidó.—¿Ñango? —Emely nunca pudo pronunciar correctamente el nombre del gato—. Está bien… Engordando, como siempre.Ian volvió a sonreír, pero esta vez con tristeza y algo de nostalgia. Emely no lo iba a invitar para verlo, ¿verdad? Era mejor rendirse y dejar las cosas como estaban.Pero no sabía que internamente, Emely estaba gritando y no sabía cómo tomar la cañada que le acababan de echar.—Pu-puedes venir a verlo —dijo con rapidez, parpadeó dos veces—. Estoy segura que te extraña. Claro que te extraña, y mucho.—¿Puedo ir el viernes por la tarde?—¿El viernes? —Emely organizó su agenda mentalmente con un ra
Fue bueno que limpiara todo su apartamento la noche anterior; bueno, tampoco es que ella desorganizara mucho, pero, por si las moscas, debía dejar todo impecable, para darle una buena impresión a Ian.Era un sitio pequeño, pero Emely le daba toques con pequeños detalles como cuadros con temas abstractos, un tocadiscos de vinilos que sí utilizaba y tenía una colección pequeña que eran su tesoro. También había en la sala una pared llena de fotos con sus amigos y familia con marcos de madera clara, que hacían un muy buen contraste con la pared pintada de verde manzana.Emely siempre había gozado de muy buenos gustos, algo que la hacía ser una chica de muchísimo estilo que llama la atención a dondequiera que vaya y a Ian siempre le agradó esta característica de ella, hasta el punto que dejaba que la joven fuera la que organizara lo que él se deb&iac
Las mejillas de Emely se ruborizaron.—Lo hice sin pensarlo —confesó con tono triste.—Dejaste muchas de tus cosas en la casa.—No eran del todo mías.—Claro que sí, ¿qué puedo hacer con cosas de mujer? —Ian dejó salir una pequeña risita.—¿Venderlas?—Claro que no podría vender tus cosas, son tuyas. —La observó fijamente a los ojos—. Puedes ir por ellas cuando quieras, están en la casa.—¿Sigues viviendo allí?—No, es demasiado grande para mí. Compré un pequeño apartamento por la Circunvalar, es solo de dos habitaciones, baño, cocina y sala. Es perfecto para vivir solo.Emely lo meditó un poco antes de hablar. Tenía muchísimas preguntas, sin embargo, la mayoría serían incómodas para Ian.