Alexa terminó siendo la mejor amiga de Ian y había comprado un restaurante en el muelle de la bahía desde hacía un año. Ian tenía la costumbre de ir a almorzar allí y pasar tardes enteras observando la vista del mar.
Afortunadamente, Emely no le había creado ningún pleito por haberse enterado anteriormente que Ian se veía mucho con una mujer en dicho lugar, porque Alexa terminó siendo una mujer dos años mayor que Ian, con un hijo de tres años y con un novio de cinco años de relación, con el cual había comprado el restaurante y lo administraban juntos.
El trato que aquellos amigos se tenían era uno muy alejado del amor, de hecho, Alexa trataba a Ian como un hermano menor.
Cuando se conoció con Alexa, sintió una gran vibra positiva y se llevaron muy bien. Ian ya le había hablado mucho a su amiga sobre Emely y la joven se sinti
Emely sabía que Carla estaba enterada sobre el pasado entre ella y Luciano. Si bien era una conversación incómoda que nunca tocaron, le agradecía que ella guardara su secreto.Una vez, cuando Emely y Luciano tenían su aventura, se quedaron hasta tarde en la empresa y él le pidió que fuera a su oficina. Ella así lo hizo y terminó sobre su escritorio, con la camisa abajo y él estampado en su cuello, besándola como si su vida dependiera de ello.Carla creía que era la única en la empresa y terminó entrando a la oficina de Luciano sin tocar, encontrándose la sorpresa de pillarlos en medio del acto.Fue un tema que no tocaron, seguramente, porque sabían lo complejo que era. Carla estaba más que enterada de que Luciano era el mejor amigo de Ian y que era un tema demasiado delicado.Sabían que una cosa era bromear que sería capaz d
Muchos de los perdones no se piden, solo se demuestran.Ian estuvo todo el tiempo pendiente de la recuperación de Luciano y le comentaba cómo iban los avances en las compañías Walton. Afortunadamente, todo poco a poco pudo mejorar (aparentemente).Ian pudo mover sus influencias y con ayuda de los mejores abogados del país, pudo rescatar el apellido Walton y todo su imperio; bueno, lo que quedaba. Para el público, para las personas de afuera, Walton solo tuvo la pérdida de la señora Rebeca por sus enfermedades de vejez, pero quedó el hijo, el heredero de toda aquella descomunal fortuna.Por dentro, los que conocían lo que había pasado, sabían que Luciano se había quedado solo, sin familia de verdad. Porque tenía a sus demás familiares, los que vivían en el extranjero y que solo habían llegado para el entierro de la señora y se fueron cuand
—Cálmate, que solo bromeaba —pidió Diana y dejó salir un poco la risa.Emely conocía mucho más a Carla que la propia Diana y sabía que había tocado una parte sensible de la chica con aquella aseguración.Al día siguiente, cuando estaban en la oficina, decidió acercarse a la oficina de su amiga y poder hablar con ella. Últimamente estaban muy distantes y casi no conversaban, a veces le daba la sensación de que Carla estaba ocultándole algo.Cuando llegó a la oficina de Carla, abrió sin tocar la puerta, ya que la encontró entreabierta. Se sorprendió de encontrar a Carla llorando.—¿Estás llorando? —inquirió—, ¿qué pasa?Su amiga se apresuró a limpiarse las lágrimas.—Ah… —no sabía qué responder, el que la encontraran
—Bueno, pues parece que esta vez sí que lo está, ¿no te has dado cuenta que anda con una barriguita extraña? Además, que tiene los síntomas y se fue a hacer una prueba de embarazo. Hoy la va a ir a recoger.—¡Ay, pero qué buena noticia! Por fin algo positivo…—Sí, pero debemos esperar a ver si es correcto.—Yo sé que sí…—Siempre dices lo mismo cuando se hace una prueba, Carla. ...—¡No, que yo seré la madrina, yo seré! —arguyó Emely.—¡No, que ella me dijo que sería yo! —insistió Carla.—¡Eso no es cierto, hace meses que me dijo que yo sería la madrina si quedaba embarazada! —bufó Emely.Diana observaba todo con una ligera sonrisa, volteó a ver a Rodolfo, aún segu&
El hijo de Diana era un niño. Todos se enteraron porque las bombas que se esparcieron por el cielo eran de color azul.Solo para saber el nombre del niño, se hizo un gran evento al que asistieron trecientos invitados, según la pareja, todos eran amigos cercanos.A Emely le encantaba ver a su amiga presumiendo su hermosa barriga y siempre que el bebé se movía, le tomaba la mano y le decía.—¿Lo sientes? Mira, se volvió a mover.Una vez Emely llegó a preguntarle que si el movimiento del bebé se podía comparar a cuando a uno se le mueve una tripa y Diana soltó una carcajada y negó con la cabeza.—Es lo mismo, pero con mucha más intensidad. O sea, es totalmente diferente, ¿entiendes?Emely debió fingir que sí lo entendía.Logró sobornar a su amiga al decirle que ella debía ser la madrina e
—Le dices que pagaré el cinco —dijo la madre de Emely mientras escribía una lista en la hoja de papel.Emely tragó en seco, mordió su labio inferior e inclinó la mirada.—El señor Francisco dijo que no nos fiaría una cosa más —replicó Emely—, es mejor que esta vez vayas tú.La mujer soltó un gruñido.—Sólo dile lo que dije —regañó—, le voy a pagar el cinco. La empresa ha demorado en pagarnos.—Mami —llamó la chica—, no nos dará nada.—¿Entonces qué vamos a hacer? —La mujer dejó de escribir en el papel—, ¿piensas aguantar el día de hambre?, ¿y qué haremos con tu hermana?, ¿pasará el día en blanco mañana?Emely sintió que un nudo se creó en su garganta. Su mandíbula comenzó a temblar y respiró hondo para controlar las ganas de llorar.—Le dices que lo anote a la cuenta, que yo en la mañana pasaré a hablar con él —informó la mujer mientras le pasaba el papel.La jovencita lo tomó y pasó una rápida mirada por la lista.—Falta la cartulina —comentó Emely—, mañana debo llevarla para la clas
El señor Francisco comenzó a sacar la cuenta de toda la compra, extendió la bolsa a Emely y sacó una libreta en mal estado con hojas arrugas, buscó la cuenta entre el montón de números y tachones, hasta llegar a una suma bastante extensa en la cual, al final, donde parecía que no cabía un número más, escribió una cifra que le pareció muy elevada a Emely.La jovencita notó que hacía falta la cartulina y los marcadores.—Señor Francisco —llamó la joven—, ¿no tiene marcadores y cartulina?—Sabes que yo no vendo eso.—Pe-pero, su esposa sí.El hombre dejó salir un bufido y alzó la mirada de la libreta.—Esa es mi esposa y ella no fía —aclaró de mala gana—. Eso ya te toca comprarlos.Emely acentuó con la cabeza, sus mejillas se ruborizaron en gran manera y sentía un impulso de salir corriendo de aquella tienda.—Dile a tu mamá que, si mañana no me paga, ni se aparezca por aquí, que vea cómo come en estos días —gruñó el hombre—. Lo único que hace es pedir y pedir, pero no paga.—Sí, señor —
La joven entró a la casa de Diana, arrastrándola de un brazo. Al estar en la sala decidió dejarle las cosas claras.—Deja de estar insinuándole cosas, por favor, te ves muy regalada y de paso me haces ver a mí igual —regañó—. Yo no quiero nada de tu hermano, ni siquiera me interesa y mucho menos soy su amiga, así que deja eso ya. Si tanto quieres sacarle algo, díselo, pero no me incluyas.—Ay, deja de regañarme —pidió Diana—. Qué grosera eres.—¿Es que no te das cuenta la vergüenza que me has hecho pasar?, claro, como no fuiste tú, no te importa para nada.En aquel momento entró Ian, hablaba por celular y se dirigió hasta las escaleras que comunicaban el segundo piso, subió y estuvo allí por unos minutos.Emely se sentó en un sofá blanco, sacó de su bolso una libreta cuadriculada y comenzó a pasar las hojas, mientras, Diana se dirigió a la cocina, según ella, para traer una limonada que estuvo preparando.Ian bajó las escaleras con una maleta de color negro, se detuvo al ver a Emely b