El hijo de Diana era un niño. Todos se enteraron porque las bombas que se esparcieron por el cielo eran de color azul.
Solo para saber el nombre del niño, se hizo un gran evento al que asistieron trecientos invitados, según la pareja, todos eran amigos cercanos.
A Emely le encantaba ver a su amiga presumiendo su hermosa barriga y siempre que el bebé se movía, le tomaba la mano y le decía.
—¿Lo sientes? Mira, se volvió a mover.
Una vez Emely llegó a preguntarle que si el movimiento del bebé se podía comparar a cuando a uno se le mueve una tripa y Diana soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—Es lo mismo, pero con mucha más intensidad. O sea, es totalmente diferente, ¿entiendes?
Emely debió fingir que sí lo entendía.
Logró sobornar a su amiga al decirle que ella debía ser la madrina e
—Le dices que pagaré el cinco —dijo la madre de Emely mientras escribía una lista en la hoja de papel.Emely tragó en seco, mordió su labio inferior e inclinó la mirada.—El señor Francisco dijo que no nos fiaría una cosa más —replicó Emely—, es mejor que esta vez vayas tú.La mujer soltó un gruñido.—Sólo dile lo que dije —regañó—, le voy a pagar el cinco. La empresa ha demorado en pagarnos.—Mami —llamó la chica—, no nos dará nada.—¿Entonces qué vamos a hacer? —La mujer dejó de escribir en el papel—, ¿piensas aguantar el día de hambre?, ¿y qué haremos con tu hermana?, ¿pasará el día en blanco mañana?Emely sintió que un nudo se creó en su garganta. Su mandíbula comenzó a temblar y respiró hondo para controlar las ganas de llorar.—Le dices que lo anote a la cuenta, que yo en la mañana pasaré a hablar con él —informó la mujer mientras le pasaba el papel.La jovencita lo tomó y pasó una rápida mirada por la lista.—Falta la cartulina —comentó Emely—, mañana debo llevarla para la clas
El señor Francisco comenzó a sacar la cuenta de toda la compra, extendió la bolsa a Emely y sacó una libreta en mal estado con hojas arrugas, buscó la cuenta entre el montón de números y tachones, hasta llegar a una suma bastante extensa en la cual, al final, donde parecía que no cabía un número más, escribió una cifra que le pareció muy elevada a Emely.La jovencita notó que hacía falta la cartulina y los marcadores.—Señor Francisco —llamó la joven—, ¿no tiene marcadores y cartulina?—Sabes que yo no vendo eso.—Pe-pero, su esposa sí.El hombre dejó salir un bufido y alzó la mirada de la libreta.—Esa es mi esposa y ella no fía —aclaró de mala gana—. Eso ya te toca comprarlos.Emely acentuó con la cabeza, sus mejillas se ruborizaron en gran manera y sentía un impulso de salir corriendo de aquella tienda.—Dile a tu mamá que, si mañana no me paga, ni se aparezca por aquí, que vea cómo come en estos días —gruñó el hombre—. Lo único que hace es pedir y pedir, pero no paga.—Sí, señor —
La joven entró a la casa de Diana, arrastrándola de un brazo. Al estar en la sala decidió dejarle las cosas claras.—Deja de estar insinuándole cosas, por favor, te ves muy regalada y de paso me haces ver a mí igual —regañó—. Yo no quiero nada de tu hermano, ni siquiera me interesa y mucho menos soy su amiga, así que deja eso ya. Si tanto quieres sacarle algo, díselo, pero no me incluyas.—Ay, deja de regañarme —pidió Diana—. Qué grosera eres.—¿Es que no te das cuenta la vergüenza que me has hecho pasar?, claro, como no fuiste tú, no te importa para nada.En aquel momento entró Ian, hablaba por celular y se dirigió hasta las escaleras que comunicaban el segundo piso, subió y estuvo allí por unos minutos.Emely se sentó en un sofá blanco, sacó de su bolso una libreta cuadriculada y comenzó a pasar las hojas, mientras, Diana se dirigió a la cocina, según ella, para traer una limonada que estuvo preparando.Ian bajó las escaleras con una maleta de color negro, se detuvo al ver a Emely b
—Emely —llamó Ian de repente.La joven tragó el pedazo de carne que estaba mascando, preocupada por su expresión seria.—¿En qué horarios puedes ir a mi apartamento? —preguntó el joven.—Bueno… —Emely lo pensó dos veces antes de responder— después de clases, pero en unas dos semanas salgo de clases, así que estaré libre todo el día.—No te preocupes de ir todo el día —tranquilizó el joven—. Puedes ir unas horas al día, yo prácticamente no estoy en casa, así que sólo limpias y ya.Eso no le estaba gustando a Emely, no le beneficiaba en lo absoluto. Su rostro la delató.—Pero te pagaré el salario completo, el justo —aclaró Ian al verla con aquel semblante preocupado.—¿El… completo, el mínimo? Ian, tampoco, —soltó una risa de vergüenza— no te preocupes.—Dices que lo necesitas, ¿no?—Sí…—Irás todos los días, es lo justo —apoyó sus brazos en la mesa—. Tengo un gran desorden en mi apartamento en este momento, sabes que volví a mudarme y en dos meses… bueno… No soy la persona más organiza
—Mamá, sabes que si dejo de trabajar volveremos a llenarnos de deudas —informó Emely, sin dejar de ver su plato de comida—. Ian ha sido muy bueno conmigo.—Lo sé, y le agradezco muchísimo —aceptó la mujer—. Pero sabes que no me gusta para nada que estés trabajando, quiero un mejor futuro para ti. Mírame, ¿qué tal que no hubiera buscado otro empleo? ¿Qué tal que me hubiera quedado limpiando baños en aquella empresa? Cuando yo había hecho mi técnico, sólo porque una vez no encontré trabajo y me resigné a quedarme en ese lugar… Por eso te digo, hija, necesitas algo mejor.A Emely le gustaba que su madre estuviera tan positiva gracias a su nuevo trabajo, pero sabía que aquella mujer era impulsiva. Ella no podía arriesgar su trabajo, no jugaría con la economía de su casa. Gracias a esa estabilidad podían pagar la guardería donde su hermana era bien cuidada mientras ellas trabajaban, gracias a eso podían comer dignamente y dormir tranquilas en las noches.—Voy a estudiar en la universidad,
Sus embestidas se volvieron más firmes y ella jadeaba y se retorcía. Sus piernas comenzaron a temblar y tuvo que bajarlas de los hombros de Ian. Él hizo que se pusiera boca abajo e hizo que subiera un poco sus caderas. Desde allí, tenía una vista completa de todo su cuerpo delgado; y esos glúteos con los que tanto había fantaseado y que fueron la fantasía de varias de sus noches solitarias.Puso sus manos en sus glúteos y los apretó con fuerza, después le dio una nalgada e invistió su vagina. Ella soltó otro grito.—¡Ian, me encanta, me duele, pero me encanta! —Exclamó Emely—. Es una de mis fantasías, deseaba algo como esto…Ian la tomó del cabello y mordió una de sus orejas. Sacó su pene lentamente y lo introdujo con fuerza.—¿Te refieres a esto? —le susurró en su oído.—¡Sí, sí! —respondió ella entre un jadeo. Pronto la vagina de Emely se acomodó al grosor del miembro de Ian y ella no sintió tanto dolor. Siguieron comiéndose a besos, Ian le enseñó a la joven a moverse, para poder
Era la primera vez que Emely detestaba que fuera sábado por la mañana y estar frente a la puerta del apartamento de Ian abriéndola.En la sala estaba Ian esperándola en el mueble de color crema, aun vestido con su pijama y con un rostro serio.—¿Por qué no respondiste mis llamadas? —preguntó.La joven sintió su rostro palidecer y tragó en seco. Caminó hasta la mesa de cristal y dejó las llaves sobre ella.—¿Por qué no viniste a trabajar en la tarde? —Inquirió Ian con tono de regaño—, ¿por qué no me avisaste que no llegarías?—Yo… estaba ocupada con… el… tema del grado —respondió.—Te llamé cuatro veces y no devolviste mis llamadas.—Lo siento.—Te quedé esperando toda la tarde —dijo Ian sonando mucho más serio.—Lo siento, yo… Ian, es muy extraño que me llames y…—Por esa misma razón debiste llamarme, ¿no crees? —La miró fijamente—, ¿es que no querías hablar conmigo?, ¿es eso? —se levantó del mueble—, ¿me estás evitando?Ian miró fijamente a Emely a los ojos, algo que la intimidó en g
Los días siguieron transcurriendo como de costumbre. Pero, Ian llegaba bastante temprano al apartamento y la lograba encontrar antes de salir. Él le pedía que se quedara a cenar con él y lo hacían mientras veían alguna película.Ian estaba muy cariñoso con ella. Se sentía con la confianza suficiente con ella y la besaba, acariciaba y, cuando ella menos pensaba, comenzaba a comerla a besos, hasta arrastrarla a la cama para hacerla gemir hasta que se saciaba.Claro, Emely le encantaba todo esto. Se sentía como una mujer mayor, alguien totalmente diferente y que estaba aprendiendo cosas que nadie imaginaría que ella fuera capaz de hacer. Era la mezcla de una joven tímida e inocente de día y una mala y pervertida de noche.Se sentía más entusiasmada por ir al apartamento de Ian y tomaba cualquier excusa para quedarse a esperarlo. Su orgullo hacía que se mintiera con la más tonta excusa, y, de hecho, se las decía a Ian. Él la contemplaba con una sonrisita y le seguía el juego. El sábado I