El sol se filtraba tímidamente por las cortinas entreabiertas de la habitación, pintando destellos dorados sobre la cama donde Ximena permanecía recostada.Los rayos de luz se entrelazaban con las sombras, creando un juego de luces y sombras que reflejaba el tormento interno de Ximena.Su semblante que era usualmente radiante, ahora estaba ensombrecido por una tristeza profunda, que se reflejaba en cada línea de su rostro y en el brillo apagado de sus ojos.Lucas, quien observaba con preocupación desde el umbral de la puerta, decidió intervenir.Su figura se recortaba en la penumbra de la habitación, destacando su deseo genuino de ayudar a Ximena a superar su dolor.—Ximena, necesitas comer algo. No puedes seguir así —dijo Lucas, acercándose con cautela, como si temiera romper el frágil equilibrio de la habitación.Ximena apartó la mirada de la ventana y dirigió sus ojos vidriosos hacia Lucas, con una mezcla de tristeza y resistencia en su mirada. Sus labios temblaban ligeramente mien
Después de trabajar por meses en una tienda local decidió cambiar de trabajo a un restaurante cerca de la costa.Mientras Ximena tomaba órdenes y servía platos en el restaurante, una conversación animada entre clientes captó su atención.—¡Oye, Ricardo, tienes que probar este ceviche! Es absolutamente delicioso —exclamó una mujer con entusiasmo.—¿De verdad? Creo que me voy a animar entonces. ¿Qué tal está el pescado hoy? —preguntó Ricardo, mirando el menú con interés.Ximena sonrió mientras tomaba nota de la orden y se acercaba a la mesa.—¡Buenas tardes! ¿Les gustaría probar nuestro ceviche especial del día? Está hecho con pescado fresco recién llegado de la costa. Y para acompañar, tenemos una variedad de platos deliciosos que estoy segura de que disfrutarán —ofreció Ximena con amabilidad.Ricardo y su compañera intercambiaron una mirada de aprobación antes de asentir con entusiasmo.—Suena genial. Vamos a pedir el ceviche y también una porción de camarones a la plancha. ¿Qué te pa
—¿No has ido a trabajar hoy? —preguntó Ximena con una ceja alzada, observando a Lucas, quien se encontraba en la mesa de la cocina con un montón de libros esparcidos por todos lados.—No, mañana hay examen y tengo mucho que estudiar. Si bajan mis notas, retirarán mi beca y no la puedo perder —pronunció él con frustración, dejando escapar un suspiro de preocupación. Ximena, preocupada, se acercó y se sentó al lado de él, notando el agobio en su expresión. Tomó su libreta de notas con delicadeza, como si contenera el peso de su futuro.—Creo que es un mal momento para volver a la universidad... —mencionó Ximena, fingiendo que leía un pasaje al azar en la libreta, esperando ver la reacción de Lucas.—Si es un mal momento, muchos exámenes en estas fechas... Espera, ¿qué? —preguntó Lucas sorprendido, levantando la vista de sus anotaciones. Sus ojos se posaron en el rostro de Ximena, buscando una confirmación de lo que acababa de escuchar.—Volveré a la
Después de que ella dejara de llorar, Lucas le tomó la mano con cuidado y salieron del restaurante juntos, adentrándose en la noche fresca que envolvía las calles.Caminaron en silencio por la plaza, permitiendo que el bullicio de la ciudad llenara el espacio entre ellos, como si los faroles parpadeantes y las personas que pasaban fueran cómplices mudos de su compañía.El viaje de vuelta a casa transcurrió en completo silencio, solo interrumpido por el susurro suave del viento entre los árboles y el crujir de las hojas bajo sus pies, como si la noche misma les instara a la tranquilidad.Al llegar a casa, Lucas se sorprendió al encontrar a su padre parado en la entrada, su presencia imponente arrojaba una sombra oscura sobre el umbral.—¿Quién es ese señor? —preguntó Ximena con cautela en su voz.—Es mi padre. Hablaré con él. Si quieres, ve a descansar —respondió Lucas, tratando de ocultar su preocupación.Al entrar en la casa, Xi
Dada la medianoche, ambos se fueron a dormir, cada uno en sus respectivas habitaciones. El suave murmullo de la brisa nocturna se colaba por las ventanas entreabiertas, mientras la luz de la luna iluminaba tenuemente la habitación de Lucas.Lucas no podía conciliar el sueño debido a la felicidad que cargaba en el pecho al saber que las cosas estaban marchando más que bien con Ximena. El simple hecho de que ella hubiera decidido darse una oportunidad con él lo hacía sonreír en la penumbra de su cuarto. Sin embargo, Ximena tampoco podía dormir, ya que tenía muchas cosas en la cabeza. Los pensamientos se agolpaban en su mente, creando un torbellino de emociones que la mantenía despierta.Su encuentro con los severos padres de Alejandro y cómo la miraban aún la hacían sentir una especie de escalofríos recorrer su cuerpo. Recordaba sus frías miradas clavadas en ella, como si pudieran leer sus pensamientos más profundos.Y aunque aún tenía algo muy claro en su m
Alejandro escuchó el timbre de la puerta, pero no estaba de ánimos para recibir visitas ese día. Dejó que siguiera sonando, mientras se sumergía en sus pensamientos.Entre sus papeles, Alejandro se sorprendió al encontrar un sobre con las fotografías que Camila llevó aquel día que lo confrontó por su relación con Ximena.Sacó una de las fotos y se quedó mirándola fijamente.Los rayos del sol se filtraban por la ventana, iluminando débilmente la habitación y resaltando los detalles de la fotografía en la mano de Alejandro.La expresión serena en el rostro de Ximena contrastaba con la tormenta de emociones que Alejandro sentía en su interior.—¿En verdad te he perdido para siempre? —murmuró, sus palabras eran un susurro en el silencio del despacho, mientras acariciaba con ternura la imagen de Ximena en la foto—. Perdóname, nunca debí haberte lastimado. No sabes cuánto me arrepiento.Una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla,
Ximena se encontraba agotada por la tensión que dominaba su día en la universidad. Cada hora en clase se volvía una lucha interna para mantener la concentración, mientras que el ambiente a su alrededor se cargaba de hostilidad.Incluso los profesores parecían mantenerse distantes, como si temieran involucrarse en el conflicto latente entre Ximena y Paulina.Mientras tanto, Paulina no desperdiciaba la oportunidad de sembrar la discordia entre las antiguas amistades de Ximena, riéndose y murmurando a sus espaldas con un grupo de chicas que la seguían como si fueran su séquito personal.Al finalizar la última clase del día, Ximena se apresuró a salir del salón, deseando escapar de la tensión que la rodeaba. Sin embargo, su escape fue bloqueado por la figura imponente de Paulina, quien la detuvo con una sonrisa en el rostro. A su alrededor, las amigas de Paulina se agruparon como si formaran una muralla contra Ximena, aumentando la sensación de intimidación.
—Tú no lo amas, Ximena. Tú aún me... —empezó Alejandro, pero sus palabras se vieron ahogadas por la frustración en la voz de Ximena.—¿Yo aún amarte a ti? Por favor, Alejandro, no me hagas reír. ¿Por qué me trajiste a tu casa? ¿Para hablar de tu gran amor por Xiomara? ¿Para decirme que solo fui tu amante y nunca llenaría los zapatos de esa mujer? ¿Para decirme que mi hijo era un bastardo y no merecía vivir con una madre como yo? ¿Para alegrarte de que no pueda tener más hijos y así no traer más personas como yo a este mundo? Todo el mundo me juzga sin saber realmente lo que siento —dijo Ximena, con frustración, mientras el viento agitaba su cabello y el sol del atardecer la perfilaba.Alejandro suspiró, sintiendo el peso de las palabras de Ximena, y la observó en silencio por un momento, sin saber qué decir.—Ximena, lo siento de verdad. Entremos y hablemos dentro de la casa —propuso Alejandro, intentando calmar la situación, con una mirada llena de angust