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Desperté con el suave silbido de la brisa matutina y un ligero dolor de cabeza. Tenía la sensación de que me habían gritado durante la noche con una voz tan potente que había carcomido hasta las zonas más recónditas de mi cerebro.

Sin embargo, me encontraba bastante bien. En mi habitación del internado despertaba todas las mañanas cegado por la luz del día. En esa tienda, por el contrario, la litera de arriba bloqueaba a mis ojos el brillo solar que se colaba por cada una de las costuras.

Si mal no recordaba, había tenido un sueño muy bonito.

En él había regresado a la carpa con Will, le había comentado sobre el frío que tenía, él me había ofrecido dormir juntos y por alguna razón yo lo había rechazado, luego yo me había acostado en mi cama y él había acariciado mis labios antes de quedarme dormid

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