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No hubo más insinuaciones del tema en más de una semana. Gracias a Dios, la relación entre Will y yo había vuelto a la feliz normalidad, pero lo único que no podía cambiar aunque quisiese, era el hecho de que mi rubio amigo llegaba todos los días sin falta de madrugada, ebrio y cansado. Sí, la ebriedad se había vuelto un factor definitivo.

Yo para entonces había sido precavido y me había abastecido de una razonable ración de pastillas para tratar de ayudarlo por las mañanas. 

Oh, cuánta lástima me daba. Verlo tan sonriente pero adormilado, medio durmiéndose en las clases, habiendo perdido el brillo de la mirada por culpa de las ojeras. 

No entendía por qué de repente había adquirido ese horroroso hábito de embriagarse tan seguido. Tampoco entendía cómo Valerie lo permitía. Ella no era para

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