"La ilusión puede ser tan dulce y cálida como hiriente y dolorosa.
Como un lobo disfrazado con piel de cordero. Qué hermoso animalito se te acerca, esponjoso y de ojos brillantes. Cómo acomoda su cabeza bajo tu mano, cómo parece sucumbir a tus caricias, cómo espera ganarse tu confianza y afecto para, de la manera menos sutil posible, arrancarse el poético disfraz revelando su horrenda apariencia, abalanzarse sobre ti y hacerte pedazos.
El dolor físico no es tan relevante cuando se le compara con el que fabrica nuestra propia mente para nosotros.
Morir desde adentro, es la forma más terrible de morir"
Así rezaba la introducción de mi ensayo. Escribirlo no me había tomado ni dos minutos y la mano me dolía por la rapidez con la que lo había hecho.
Me encontraba en la biblioteca haciendo algunas tareas en el tiempo que m
Joslyn era una rubia de unos treinta años. Se encargaba del departamento de distribución y mantenimiento de habitaciones desde que yo había llegado al internado, quizás un poco más. Ella se encargaba de decidir quién iba con quién, y en dónde. Tenía el poder en sus manos, aunque no era la clase de poder que ella considerase importante. Debía ser un poco más que eso, porque ya la conocían antes de que yo llegara.Siempre vestía un innecesario traje sastre de color esmeralda oscuro, como si nos encontráramos en la gran manzana, en una elegante y formal oficina en la que en cualquier momento tu jefe podía cruzar la puerta y pedirte que lo cubras en alguna importantísima reunión de trabajo. No vestía, definitivamente, como si se encontrara en el Henderson Green, un internado en medio de un casi artificial ambiente campestre.Yo nunca había ha
El cuarto de Ike era pequeño, frío y con tan solo verlo me daban ganas de salir de ahí cuanto antes. Cuando entré descubrí una habitación vacía, ordenada y con las luces apagadas. No había rastros de las pertenencias de Ike. Al parecer estaba convencido de que su futuro estaba en Canadá y de que ya no volvería.La cama estaba junto a la ventana, casi como en mi otra habitación. Sin embargo, las cortinas eran grises, y el cristal estaba más limpio… esa por lo menos era una buena noticia.Dejé mi ejemplar de "El Resplandor" en el velador. Este era de madera más oscura que el antiguo, al igual que el closet y las patas de ese pequeño sofá de cuero que ocupada el vacío en medio de todo. Quizás estaba estratégicamente diseñado para que todo hiciera juego… no lo sé, era una posibilidad.Estaba solo, pero me se
Johanna se quedó conmigo hasta que llegó la hora de su próxima clase. Luego se fue.Desde ese momento, ese preciso momento en el que mi mejor amiga atravesó la puerta para no llegar tarde, empezó un período de mi vida, un lapso de tiempo que yo llamaría no mucho después "la purga". Sí, era eso exactamente lo que era. Era mi propio proceso de desintoxicación. Sacar de mi vida y de mi corazón cualquier rastro de Will Robinson que pudiera haber quedado accidentalmente esparcido por ahí, olvidar de una vez por todas no solo a él, sino todo lo que me pudiera evocar su recuerdo.Pasaron algo de tres semanas. Para mí parecían años. No sabía si era por mi lastimada noción del tiempo o por mi purga, pero así era. Esas tres semanas parecieron transcurrir en milenios, y los segundos, los minutos, las horas, se deslizaban tortuosamente sobre mí
Tarde.Tarde, tarde, tarde.—Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda… —gruñí calzándome las zapatillas y sin haberme dado siquiera una ducha de dos minutos.El sudor me corría por la frente y esa mañana en particular mis manos se habían vuelto especialmente torpes, lo cual convirtió la simple tarea de atarme los pasadores en una lucha titánica.—¡Ya, joder, ya! —chillé antes de terminar.Me levanté de la cama como un rayo, tomé mi mochila del suelo y corrí hacia la oficina de Gibson con el celular en la mano para tener la oportunidad de ver la hora en el camino.¿Pero para qué carajo he traído la mochila?Quizás había sido el reflejo que usualmente tenía cuando me levantaba tarde para ir a clases. Hubiera bastado que llevara el trabajo para Gibson entre las manos y y
—¡¿Que Will hizo qué?! —chilló.—Baja la voz… —insté.—No, espera, ¡¿me quieres decir que quiso volver a hacerte…?!—¡Shhhh…!—Está bien, está bien, voy a calmarme…—…—…—…—¡¿FUE BESO CON LENGUA O COMO EN LA PRIMARIA?!—¡Por favor!Tal vez no había sido tan buena idea contárselo a Johanna de una manera tan directa. Pero eso era inevitable, ella después de todo era mi mejor amiga.—¿Por favor qué? ¡Necesito saber! —chilló nuevamente la castaña con los ojos brillantes de emoción.—Querer y necesitar no son la misma cosa —exhalé dejándome caer de espaldas en mi cama.—Pfff, simples tecni
William Robinson cumplió su palabra. Es decir, no es que no lo hiciera usualmente… bueno, en realidad sí, ese idiota era un niño grande.Pero lo hizo. Lo primero que hizo al terminar el día, fue dejar a Valerie. Fuimos juntos, en realidad. Will llamó a Valerie a un lado alejado del comedor, a la hora de la cena. Por indicación suya los seguí y me agazapé en un rincón en el que ninguno de los dos podía verme. Yo le había dicho a Will que eso no era necesario, pero él había insistido en que yo tenía que verlo.—¿Qué pasa, Willy? —sonreía Valerie—. ¿Para qué me has traído aquí?Acto seguido se acercó a Will y deslizó coquetamente sus manos por las fornidas costillas del rubio, pero él las apartó con delicadeza y cortesía.Sinceramente lo que pasara con el
—Respira…Yo temblaba. Temblaba demasiado. No, no podía ser.—Ethan, tranquilo…Inhala.Exhala.Inhala.Exhala.No llores.Inhala.Llora.—Ya… tranquilo —Johanna dejó que me acurrucara entre sus brazos mientras el llanto me consumía.Estábamos en un rincón de mi habitación con las luces apagadas. Yo había salido corriendo del lugar, no había resistido las miradas un segundo más. Johanna había salido justo detrás de mí, y Will… no tenía idea de dónde podía estar él.—¿Por qué me pasan estas cosas, Johanna? —lloré. El pecho me dolía de tanto sollozar.—Son unos hijos de puta —dijo amargamente mientras acariciaba mi cabell
—¿Ethan?Nada. Los golpes en la puerta no cesaban.—Eth, sé que estás ahí, abre la puerta.Ya casi no podía respirar. Estaba sentado abrazando mis rodillas y con la espalda apoyada en un costado de mi cama.—¡Ethan, abre! —más golpes—. ¿Qué fue lo que pasó? Acabo de ver a tu padre irse en su auto…Más silencio. Y dolor consumiendo cada centímetro de mí. ¿Acaso no había nada que pudiera pararlo? Sí, sí lo había… y estaba a unos metros de mí, golpeando la puerta.Antes que Will hubiera podido decir otra cosa, corrí a la puerta, la abrí lo más rápido que pude, y una vez frente a él lo abracé con todas mis fuerzas.—¿Pero qué pasó, Eth? —preguntó en voz muy baja rodeándome con s