El viernes a las dos de la tarde todos los estudiantes de mi año, maletas en mano, salieron del internado en fila india ante la atenta mirada del resto.
Habíamos hecho dos columnas. Johanna, arrastrando una maleta con ruedas de color granate se encontraba a mi lado, y justo delante de mí estaba mi rubio amigo con tan solo una mochila negra sencilla, vistiendo jeans y camisa a cuadros, la melena alborotada como de costumbre. Junto a él una preciosa azabache de melena brillante con lejeans negros, una blusa ceñida de tirantes color rosa pálido y sobre ella una casaca jean. Ella, al igual que Johanna, arrastraba consigo una maleta rodante.
Iban a paso elegante, tomados de la mano. Yo por mi parte no pude evitar observar sus dedos entrelazados. Ella, toda piel tersa y suave, uñas pintadas de rojo oscuro y un bonito anillo dorado en el anular izquierdo, unida con la mano de él, varonil y considerablemente gran
Llegar al campamento no fue tan tedioso como lo había sido el viaje. Ya habían levantado dos grupos de carpas, unas separadas de otras. El primer grupo estaba compuesto por carpas de color blanco, y las otras, por el contrario, eran negras. Las blancas se las asignaron a las chicas, y las negras a nosotros.Mientras escogíamos cuál nos pertenecería a nosotros, Will me alcanzó.—¿Qué dices, compartimos? —me dijo.Asentí de inmediato.Tenía que agradecer un par de bonos añadidos de este paseo al que en realidad yo no tenía muchas ganas de asistir. El primero: tal y como en el internado los hombres no podían compartir la habitación con las mujeres ni siquiera en sueños. Por lo menos así tenía garantizado el hecho de que no tendría que presenciar ninguna otra de esas escenitas entre Will y Valerie, lo que me iba a brindar u
Desperté con el suave silbido de la brisa matutina y un ligero dolor de cabeza. Tenía la sensación de que me habían gritado durante la noche con una voz tan potente que había carcomido hasta las zonas más recónditas de mi cerebro.Sin embargo, me encontraba bastante bien. En mi habitación del internado despertaba todas las mañanas cegado por la luz del día. En esa tienda, por el contrario, la litera de arriba bloqueaba a mis ojos el brillo solar que se colaba por cada una de las costuras.Si mal no recordaba, había tenido un sueño muy bonito.En él había regresado a la carpa con Will, le había comentado sobre el frío que tenía, él me había ofrecido dormir juntos y por alguna razón yo lo había rechazado, luego yo me había acostado en mi cama y él había acariciado mis labios antes de quedarme dormid
Al cabo de un par de días las cosas ya habían retomado su curso natural. Las clases transcurrieron y el tiempo también. A inicios de noviembre, contabilizaba yo, Will había adquirido la rutina de salir por las noches cada martes, jueves y sábado. Llegaba tarde, desordenado, pero sobrio y contento. Yo por mi parte había tenido que cubrirlo un par de veces más… y un par de veces más él había tenido que suplicarme perdón de rodillas.Valerie cada vez se volvía menos santa de la devoción de Johanna… y debo admitir que a mis ojos tampoco era la Madre Teresa de Calcuta. Tenía ciertas actitudes con las que yo no congeniaba. Yo no estaba seguro de si eran las miradas condescendientes o los comentarios sutilmente malvados sobre la gente, pero cada vez se me hacía más complicado fingir cortesía genuina.Sin embargo, todo andaba bien. Era soportable
A la mañana siguiente Will estaba tan callado que de inmediato comencé a presentir que algo no andaba bien. El problema era que no tenía idea de qué podía estar mal, si hasta el día anterior todo iba de la manera más normal del mundo.¿Habría tenido que ver con la noche anterior?No podía recordarla muy bien. Es decir, sí, un poco, pero no tan claramente como lo haría en cualquier otro caso. Todo era confuso… aunque yo no recordaba haber hecho nada para molestarlo.—Will… ¿estás bien? —le dije, antes de salir de la habitación.Había tenido que reunir toda mi fuerza de voluntad para preguntarlo. Tal vez no quería conocer la razón de su actitud.—Yo… bien —masculló, dándome una leve sonrisa—. Un poco cansado.No parecía cansado. Más bien dubi
Desperté con el pie izquierdo una mañana de esas. Me levanté tarde, tarde como casi nunca, lo cual era inexplicable, porque a la noche anterior había dormido como un bebé… que yo recordara.Me di una ducha de dos minutos, desperté a Will y ambos llegamos corriendo al comedor tan solo para oír cómo el timbre sonaba para indicar el fin del desayuno. Con los estómagos vacíos ambos fuimos a nuestra primera clase del día.Me moría de maldito sueño. Me sentía como un zombie flotante, como si no hubiera dormido en toda la noche. Era extraño, si incluso había dormido más de lo que debería. Quizás era por el hecho de no haber desayunado. Me faltaban nutrientes y energía. Apenas fui consciente de cómo transcurrió el día, de las clases, los recesos, las tareas, y los trabajos.Por primera vez en muc
Cuando Will volvió a la habitación casi cuatro horas más tarde yo seguía despierto, pero fingía dormir. Estaba cubierto hasta el cuello con las sábanas, de cara a la pared y sin poder pegar un ojo cuando oí la puerta abriéndose, y lentos pasos discretos tratando de pasar desapercibidos.Bien, se preocupaba por no despertarme. Esa era una buena señal… ¿no?Oí el crujido de su cama, el desorden en sus sábanas, y finalmente su profunda respiración. Pero la suya no era fingida como la mía… supongo.¿Hasta cuándo iba a estar enojado conmigo? Por mi parte yo había pasado por una fase de personalidad múltiple desde el momento en el que él había salido de la habitación. Había pasado de la furia histérica al llanto desconsolado, de ahí a la reflexión jadeante, y luego a la silenciosa p
No me considero una persona asustadiza, a pesar de tener mil y un miedos y ser muy frágil y sensible. Pero lo que vino en la mañana en realidad logró hacerme dudar de esto.—¡Ethan, Will, he encontrado una…!En un pequeño momento pasaron muchas cosas. Pero a pesar de que aún seguía medio dormido, no fui capaz de olvidarlas. Sobre todo porque mi corazón se detuvo por un par de minutos en lo que cada una ocurría.Primero: Will y yo despertamos como recorridos por una descarga eléctrica, alertados por esa voz. Luego, mi corazón se detuvo al contemplar la posición en la que me encontraba: mirando hacia mi propia cama, de espaldas a Will, mi espalda pegada a su pecho y su brazo todavía aferrándome con fuerza. En tercer lugar, cada uno reaccionó a su manera, pero al mismo tiempo: Will apartó su brazo de mí de golpe, y yo, al tratar de inco
No hubo más insinuaciones del tema en más de una semana. Gracias a Dios, la relación entre Will y yo había vuelto a la feliz normalidad, pero lo único que no podía cambiar aunque quisiese, era el hecho de que mi rubio amigo llegaba todos los días sin falta de madrugada, ebrio y cansado.Sí, la ebriedad se había vuelto un factor definitivo.Yo para entonces había sido precavido y me había abastecido de una razonable ración de pastillas para tratar de ayudarlo por las mañanas.Oh, cuánta lástima me daba. Verlo tan sonriente pero adormilado, medio durmiéndose en las clases, habiendo perdido el brillo de la mirada por culpa de las ojeras.No entendía por qué de repente había adquirido ese horroroso hábito de embriagarse tan seguido. Tampoco entendía cómo Valerie lo permitía. Ella no era para