Leonardo se dirige rápidamente a la habitación de su madre, y al abrir la puerta, ve a su padre con los ojos llenos de emoción, sosteniendo la mano de Doña Victoria, quien finalmente ha despertado. Sin poder contener su alegría, Leonardo cruza la habitación y la abraza con fuerza.—¡Mamá! —exclama Leonardo, sus ojos brillando por las lágrimas contenidas—. No sabes cuánto esperé este momento.Doña Victoria sonríe débilmente, acariciándole el rostro.—Hijo… estaba deseando verlos a los dos juntos —murmura ella, mirando también a Don Mario—. Gracias… por estar aquí.Don Mario coloca una mano en el hombro de Leonardo, conmovido al ver a su familia reunida.—Estamos todos aquí, amor. Te prometo que cuidaremos de ti, como siempre tú cuidaste de nosotros.Leonardo asiente, abrazándola de nuevo con ternura.—Recupérate, mamá. Te necesitamos más fuerte que nunca.Doña Victoria sonríe y, con una voz apenas audible, les susurra:—Con ustedes a mi lado, todo es posible.El momento queda cargado d
Isabella se mira en el espejo una última vez, ajustando su vestido elegante y asegurándose de que todo esté en su lugar. Respira hondo y sale de la habitación, con paso firme y decidido. Al llegar al vestíbulo del hotel, ve a Esteban esperándola junto a la entrada.—Buenas noches, Isabella. Te ves... deslumbrante —dice Esteban, dándole una mirada apreciativa mientras le ofrece su brazo.—Gracias, Esteban. Tú también estás impecable —responde ella, con una sonrisa.—Espero que esta cena sea una ocasión productiva para ambos —comenta Esteban mientras salen del hotel—. He oído mucho sobre tu habilidad para los negocios, Isabella, y estoy seguro de que esta alianza será algo especial.—Ese es mi objetivo —responde ella, con determinación—. Tengo algunas ideas que quiero compartir contigo. Creo que podrían hacer que el proyecto sea aún más rentable para ambas partes.Esteban la mira, intrigado.—Con gusto escucharé todo lo que tienes que proponer. Me gusta cómo piensas, Isabella. Eres una
Al día siguiente, el doctor revisó los últimos exámenes de Doña Victoria y finalmente le dio el alta. Leonardo y Don Mario la ayudaron a salir del hospital y la acompañaron hasta la mansión Montiel. Después de asegurarse de que su madre estuviera cómoda en casa, Leonardo se despidió.—Mamá, me voy a la oficina un rato. Cualquier cosa, llámame de inmediato.—No te preocupes, hijo. Aquí estaré descansando —respondió Doña Victoria con una sonrisa—. Y, por favor, llama a Isabella cuando tengas tiempo. Me gustaría verla pronto.—Lo haré, mamá. Prometido.Leonardo asintió, le dio un beso en la frente y salió hacia la empresa. Una vez en su oficina, se acomodó en su silla, tratando de concentrarse, aunque la preocupación seguía presente.Isabella llegó al apartamento después de su viaje y encontró a su nana esperándola con una sonrisa cariñosa.—¡Mi niña! ¿Cómo te fue en el viaje? —preguntó la Nana mientras la abrazaba.—Muy bien, Nana. La reunión con los socios fue un éxito. Creo que hemos
Leonardo entra al apartamento y, al escuchar la voz de Isabella hablando por teléfono, se detiene un momento, prestando atención sin querer. Al darse cuenta de que menciona el nombre de Esteban, una incomodidad crece en su interior. Finalmente, se aclara la garganta y avanza hacia ella, haciéndole notar su presencia.Isabella lo ve de reojo y asiente al teléfono.—Esteban, muchas gracias por todo. Nos mantenemos en contacto, ¿sí? —pausa un instante—. Sí, cuídate. Hasta luego.Al colgar, Leonardo le dedicó una mirada interrogante.—Hola, Isabella, te interrumpí en algo; ¿puedo saber quién es Esteban? —sin quitarle la mirada de encima.Isabella guarda el teléfono y lo mira sin titubear.—Es un socio importante, Leonardo. Me ayudó mucho durante el viaje, y quería saber cómo llegué del viaje y quería saber cómo va todo con la negociación.Leonardo asiente, aunque su expresión refleja algo de desconfianza.—¿No era suficiente con la reunión? ¿O acaso pasó algo más?Isabella frunce el ceño,
(Leonardo entra al apartamento, cierra la puerta con un suspiro y se dirige al cuarto de Isabella. Toca suavemente la puerta).—¿Qué quieres, Leo? —pregunta Isabella desde el otro lado, con evidente molestia.—Podemos hablar, por favor.(Isabella abre la puerta apenas un poco, lo suficiente para mirarlo, pero no lo deja pasar).—No quiero hablar. Déjame en paz.(Leonardo suspira y apoya una mano en el marco de la puerta).—Isabella, lo siento. No debí dejar que Valeria entrara al apartamento. Sé que esto es nuestro hogar ahora, y prometo que no volverá a pasar.(Isabella lo mira con desconfianza, pero no cede).—¿Nuestro hogar? ¿De verdad crees que esto parece un hogar, Leonardo? Porque para mí, no lo es. Esto es solo un acuerdo, y cada día me lo recuerdas.—Sé que estás molesta...(Isabella lo interrumpe, abriendo más la puerta y mirándolo fijamente).—Molesta no es suficiente para describirlo. Estoy cansada, Leo. De tus indecisiones, de tus idas y venidas con Valeria. Estoy aquí cum
(La nana regresa con la cafetera y sirve más café en la taza de Leonardo. Él la observa por un momento antes de suspirar profundamente).—¿Sabes, nana? —dice Leonardo, moviendo la taza entre sus manos—. Yo me enamoré de Valeria… Siento que aún la amo.(La nana lo mira con atención, pero guarda silencio, dándole espacio para continuar).—Pero, a veces, su comportamiento me saca de mi lugar. Me hace cuestionar si lo que tenemos es lo que realmente quiero. —Leonardo hace una pausa, mirando el líquido oscuro en su taza—. Y no quiero lastimar a Isabella.—La niña Isabella no es fácil de lastimar, joven Leonardo. —Es más fuerte de lo que usted cree —responde la nana con suavidad, sirviendo café para sí misma—. Pero eso no significa que merezca menos cuidado.(Leonardo asiente, pero su mirada se endurece).—Lo sé, nana. Esto entre nosotros es solo un acuerdo. Pero a veces… no sé, siento que estoy cruzando límites que no debería.—¿Y cuáles son esos límites, joven? —pregunta la nana, apoyándo
(Isabella estaba revisando unos documentos en su oficina cuando tocan la puerta).—Adelante.(Don Samuel entra, con una sonrisa cálida).—Hola, hija.(Isabella se levanta de su silla, sorprendida).—¡Papá! ¿Qué haces aquí?(Don Samuel se acerca y le da un beso en la frente).—Vine a verte y a pedirte un favor especial.(Isabella lo mira con curiosidad, cruzándose de brazos).—¿Un favor? ¿Qué necesitas?—Es sobre tu madre. Este año celebramos nuestro aniversario, y quiero darle una fiesta sorpresa.(Isabella sonríe ampliamente).—¡Qué hermoso detalle, papá! ¿Ya tienes algo en mente?(Don Samuel asiente mientras se sienta frente a ella).—Sí, pero necesito tu ayuda para organizar todo. Quiero que sea elegante, algo que realmente la sorprenda.—Cuenta conmigo. Podemos buscar un buen lugar, elegir la decoración, el menú... ¡todo!—Eso esperaba escuchar de ti, hija. Nadie conoce los gustos de tu madre mejor que tú.(Isabella sonríe, emocionada).—Déjamelo a mí. Haremos que sea un día inolv
(Leonardo entra a la oficina de Isabella. Ella está revisando unos documentos).—Isabella, ¿almorzamos juntos hoy?—Lo siento, Leonardo, pero ya tengo planes. Quedé en almorzar con mis amigas.(Leonardo cruza los brazos y la mira con escepticismo).—¿Tus amigas? Claro… ¿O es que simplemente no quieres hablar conmigo?(Isabella levanta la mirada, molesta, pero mantiene la calma).—Piensa lo que quieras, Leonardo. No tengo que darte explicaciones.(Leonardo se acerca un poco más, intentando controlar su tono).—No es cuestión de explicaciones, Isabella. Es evidente que estás evitando cualquier conversación conmigo.—¿Y qué quieres que hablemos, Leonardo? ¿De cómo entraste a mi habitación anoche para intentar justificarte? ¿O de cómo siempre terminas defendiendo a Valeria?(Leonardo guarda silencio unos segundos, claramente incómodo. Isabella toma sus cosas y se pone de pie).—Disculpa, pero voy a llegar tarde. Espero que disfrutes tu almuerzo.Isabella pasa a su lado con la cabeza en al