¡Aléjate, maldito! 

Constantemente, Marlén atravesaba un límite jamás pasado por alguien en su sano juicio.

—Cosa diminuta, ¿no tienes sensatez? Me cansé de esperar tu aprobación, voy a convertirte en mi luna ahora mismo—, aseguró Elijah antes de inclinar la cabeza, dejando al descubierto sus largos y filosos colmillos.

Ella sintió que estaba realmente perdida, tragó saliva y, como un pez fuera de su estanque, tomaba grandes bocanadas de aire.

—¡Auxilio! Por favor, alguien que me ayude—, chilló desesperada, sintiendo la necesidad de ser rescatada. Aunque no le tenía miedo, tenerlo sobre ella en esas condiciones la acobardó. Estar vulnerable la llevaba a odiar la sola idea de caer en sus brazos nuevamente.

Elijah se echó a reír sarcásticamente.

—¡Vamos, grita! Quiero ver cómo te quedas sin voz. Apártame, tú puedes, ¿o me dejarás completar mi propósito?—, fingió unos pucheros burlones simulando pena.

—Pensaste que estarías a salvo de mí. También te diré un secreto: he creado una barrera que no permite que
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