—No soy tu hija. Mi madre se llamaba Julia. Murió y no pude despedirme de ella por tu culpa. Reina bruja, mantengamos la distancia. No seremos enemigas, pero tampoco amigas— dejó muy claro.En cambio, Arabella aún seguía en un estado de shock. Su abuelo, a quien ella consideraba indestructible, fue asesinado por Marlen con tanta facilidad que parecía un chiste amargo. Sintió miedo. No era tonta. Sin apoyo, no lo enfrentaría. Observó al beta de Elijah, el que descubrió justo en esa guerra que es su compañero destinado, su adversario, un lobo, un ser que aborrecía, pero al que muy en el fondo no quería rechazar.—Supremo, permítame hacer algo antes— pidió Lucius cuando todas las tropas (brujos, gnomos y lobos) se estaban retirando.Elijah asintió sin entender qué haría su beta, pero inmediatamente lo supo cuando lo escuchó decir:—Yo, beta real, renuncio a todo vínculo contigo, bruja princesa. Le imploro a mi diosa que nunca haga que nuestro camino se vuelva a unir, porque prefiero la s
En el aquelarre, ocupando el lugar de su padre bajo una gran infelicidad, se encontraba Dayanara, con una familia destruida y sin valor para abandonarlos y correr tras el amor.—Mamá, no nos podemos quedar así, no es justo que dejes que esa mujer tome mis poderes. Mató al abuelo y tiene que pagar, por ello— exigió Draven frente a los otros brujos.—No haremos nada, ya perdimos una guerra injustificada. Tu abuelo buscó su muerte por cuenta propia y solo él es responsable de su destino. En cuanto a ti, por trabajar a escondidas bajo sus órdenes, conociendo su secreto, tendrás que permanecer encerrado. Conocías todas sus maldades y decidiste callar y servirle— anunció Dayanara sin mirar a su hijo a la cara, y este cayó de sus piernas.—Mamá, estás siendo más tirana que nuestro abuelo. Se te nota la amargura, nos condenas a nosotros porque la perdiste a ella, la hija que concediste con amor. Es injusto, eres nuestra madre— le gritó él mientras era arrastrado por los guardias, mientras Ara
—¿No será que quiere aprovechar que Elijah no está aquí para chuparme la sangre? — le preguntó nerviosa, y Roy rompió en carcajadas. —Puede que sí o que no.— Entonces no me voy a arriesgar. Dile que no estoy, que ando recorriendo el mundo, que posiblemente me tome dos mil años en regresar, y que gracias por su interés.—Él sabe que está aquí y si le digo eso sabrá que le teme, pero despreocúpese, luna. Si la muerde, le arrancaré los colmillos y le haré un collar con ellos. —Pero estaré mordida y ese collar solo me recordará el momento más traumático de mi vida—. Ella apretó los labios dramáticamente y, aunque sus piernas temblaban, aceptó ir a ver a ese ser.—Recuerde, luna, no debe dejar que perciba su miedo y siempre mírelo a los ojos con firmeza. Si siente que es una amenaza, péguele fuego. Usted es poderosa— le aconsejaba Roy.Cuando Marlen llegó a la barrera de la manada, vio a un hombre alto, delgado, de piel pálida y ojos tan negros como su cabello. Jadeó impresionada; se n
14 años después: “Deidad en la Tierra”. Este era el nombre con el cual muchos seres de distintas especies llamaban a Marlen, quien se había convertido en un símbolo para los híbridos y los padres de estos. Al fin, los reyes no se veían obligados a asesinar a los niños que eran concebidos por la unión de dos especies; podían dejarlos vivir porque estos niños no representaban amenaza alguna. La manada del Supremo, cada día más, recibía un híbrido que iba en busca del apoyo de su reina, sí, porque Marlen no supo cómo ni cuándo, pero ahora ya no era solo la Luna de los lobos y la futura regente de los gnomos, sino también la reina de los híbridos, y no sabía qué había hecho para merecerlo. El beta, en su recorrido por todas las manadas junto a su supremo, se enamoró de una loba guerrera y ambos, habiendo rechazado a sus parejas, decidieron empezar un romance, uniéndose y siendo felices a pesar de no ser destinados. Mientras tanto, el delta, en un viaje al mundo gnomo junto a Marlen, se
En un principio. —Elijah, amor mío, hazme tu luna y entre los dos tendremos el mundo a nuestros pies —, susurró seductoramente Thalía, la princesa de los brujos, al alfa supremo de los lobos, envolviéndolo en un hechizo de palabras, mientras sus ojos brillaban con el deseo de poder y conquista.Elijah, quien había experimentado la traición de aquellos que solo buscaban aprovecharse de su posición como rey, creyó en un principio que Thalía era diferente. Pensaba que finalmente había encontrado a una mujer que lo entendía, a una amante perfecta. Sin embargo, pronto descubrió que ella solo pretendía tomar el trono de los lobos a su lado.—¿Qué te has creído? —, le contestó Elijah ocultando su desilusión. —Yo jamás dejaría que una bruja sea mi luna.—Soy una princesa, y al unirte a mí, tu poder crecerá —, argumentó Thalía con voz melosa. Enfurecido y sintiéndose utilizado, Elijah respondió con desprecio: —Si algún día decidiera ligarme a otra especie, no sería a los sucios y despreciabl
25 años después:—¡Eres una maldita bruja estéril! — le gritó Silvana a Marlén, con sus ojos inyectados de furia.La mujer, de espalda curvada y rostro marcado por las arrugas de la edad y la amargura, se abalanzó sobre Marlén como un halcón sobre su presa; la zarandeaba de los hombros como si fuera una muñeca de trapo.—Señora… contrólese — le suplicó Marlén, mordiéndose el labio inferior. Apenas habían dado sepultura a su esposo, su compañero durante varios años, la persona que le había brindado afecto y comprensión, a quien no le importaba el extraño problema que Marlén tenía en sus manos.Ella quería llorar su pena, pero Silvana no parecía entender.—¡Por tu mala suerte, mi hijo ha muerto! —. Su voz era un grito agudo que se estrellaba contra las paredes del desolado salón.Marlén, siempre respetuosa y obediente, mantenía la cabeza agachada, soportando todos los insultos y maltratos en respeto a la memoria de su amado.—¡Quiero que te largues de esta casa! — le gritó nuevamente la
Actualidad.Marlén sentía como si la maldición que su suegra le había atribuido la persiguiera a donde fuera. A pesar de todos los intentos por huir de la cruda realidad, se consideraba a sí misma endemoniada, como si realmente fuera responsable de la muerte de su esposo.El sonido de un teléfono la sacó de su ensimismamiento y respiró profundo antes de responder.—Hola Marlén, dime cómo ha ido tu vuelo y si estás disfrutando ya. No olvides nadar, tomar y conocer personas. He gastado el equivalente de lo que costaría mi riñón izquierdo, así que disfruta cada segundo por consideración a mi esfuerzo — le dijo su mejor amiga al otro lado de la línea, y Marlén sonrió débilmente.—Aún siento que esto es una mala idea. Pide reembolso y volveré a casa. No creo que sea prudente disfrutar de este hotel cuando se supone que estoy de luto por la muerte de mi esposo. Apenas ha pasado un mes desde que lo perdí.—Eso no se discute, Marlén. Ya no vas a revivir a Enzo. —Pero es que…—Pero nada, Marl
Ocho meses después:Marlén se encontraba en una situación desesperante como nunca antes en su vida. Esta era la séptima vez que llevaba a su pequeño hijo Mateo al hospital. La rutina se había vuelto monótona: el incesante llanto del niño, seguido de exámenes exhaustivos y, para su desconcierto, no parecía haber nada mal con el bebé de tres meses de edad.Sin embargo, Marlén, como obstetra, sabía que algo no estaba bien. Era una rareza que Mateo hubiera nacido prematuramente y en completo desarrollo a los cinco meses de gestación. Además, había una serie de cosas extrañas que le ocurrían al bebé, sin que ella tuviera respuestas claras. Desde su nacimiento, su temperatura siempre había sido más alta de lo normal, y en las últimas ocasiones parecía haber aumentado aún más. Mateo también emitía gruñidos y ronroneos como los de un animal, y mostraba una agilidad sorprendente para un bebé de su edad, ya que podía sentarse y gatear. Además, su forma de morder los juguetes parecía indicar qu