27EvelynMe dejé caer en una banca cercana, sintiendo cómo el cansancio pesaba en mis huesos. El aire fresco me ayudaba a calmar el torbellino de emociones dentro de mí.Mara se había ofrecido a traer a las niñas, así que solo tuve que esperar.No pasó mucho tiempo antes de que escuchara sus risas cristalinas.Levanté la vista y las vi corriendo hacia mí, con los ojos brillando de emoción. Llevaban vestidos nuevos, seguramente regalo de Mara, y en sus pequeñas manos apretaban con fuerza unos peluches.—¡Mamá! —gritó una de ellas con alegría, lanzándose a mis brazos.La otra no tardó en imitarla, y pronto ambas estaban abrazándome, con sus caritas iluminadas por sonrisas radiantes.Apreté los labios para contener la oleada de sentimientos que me recorrió.Las envolví en un abrazo firme, sintiendo el calor y la pureza de su amor.—¿Se han divertido? —pregunté con una sonrisa, acariciando sus cabellos.—¡Sí! —respondieron al unísono, moviendo los peluches como si ellos también asintiera
28 Evelyn—¿Tienes hambre? —preguntó Mara con una sonrisa—. Ya la comida debe estar lista. Te mandé preparar muchos platillos nutritivos.Antes de que pudiera responder, dos hombres entraron al comedor. Uno de ellos era Frederic, el pelirrojo que ya conocía. Pero el otro… tenía el cabello tan rubio como el mío, ojos verdes brillantes y una sonrisa tan grande que iluminaba toda la habitación.—¿Esta es mi hermana mayor? —preguntó, visiblemente encantado—. Me llamo Cedric. ¡Hermanita!Yo me quedé helada.—Hola, soy… Eva —dije, repitiendo el nombre que Mara me había dicho que usara.Cedric se me acercó y antes de que pudiera reaccionar, me envolvió en un fuerte abrazo.Me quedé rígida, sin mover los brazos, sorprendida por el contacto tan repentino. Pero, así como vino, se separó de mí con la misma alegría desbordante.—Tu padre ya viene en camino. Estaba en una manada ayudando con un incendio que quemó casi la mitad del territorio, pero cuando supo de tu regreso, dijo que llega
29MagnusBajé con dificultad las escaleras. La mesa ya estaba servida, Orión y Hunter desayunaban, pero se detuvieron al verme. Solo habían pasado unos días desde que Evelyn se fue, y la casa se sentía vacía. Ni siquiera Cerverus está aquí para regañarme, y eso me hace sentir más solo que nunca.—Alfa, siéntese y desayune —dijo Hunter, poniéndose de pie mientras secaba sus manos con un trozo de tela que había sacado de sus jeans.—Está bien —le hice una seña, y ella se sentó a regañadientes.—¿Qué tienes de los renegados? —le pregunté a Orión.—Nada, no hay muchas huellas que seguir.—¿Y la búsqueda de Evelyn? —Pregunté de nuevo.—Perdimos su rastro cerca de una cascada —intervino Hunter.—¿Les dijiste a los guardias que, si la encuentran, no pueden hacerle daño? —pregunté, ansioso.—Se les ordenó específicamente que no le hicieran daño a ninguna de las desertoras —respondió Hunter.En cuanto probé la comida, el poco humor que había logrado recuperar se fue al traste.—¿No sabe bien,
30.MagnusLa lluvia cae con fuerza, cada gota estrellándose contra mi piel como un recordatorio de mi fracaso. El olor a tierra mojada invade mis fosas nasales, ahogando el único aroma que realmente me importa.Perdí su rastro.Intento calmar mi respiración, pero es inútil. Mi lobo gruñe dentro de mí, su angustia reflejada en la mía. La idea de Evelyn allá afuera, sola con las niñas, me consume. Tantos peligros fuera de la manada. Annie no es una guerrera experimentada. Todos en las manadas saben algunos movimientos básicos de defensa, pero no es completamente obligatorio. Solo Eve sabe pelear. ¿Y si se encuentra con un peligro del que no puede escapar? ¿Cómo saldrán de eso?Me reprocho una y otra vez por no haber hablado con ella esa noche. Esa maldita noche.Maté a esos bastardos sin dudarlo, pero no porque fueran su amante. No. Fue porque la tocaron. Porque querían abusar de ella. Porque lo habían hecho antes con otras lobas y yo no lo sabía. No lo supe y eso es inaceptable.Un gr
31MagnusLa lluvia caía sin tregua, empapándome hasta los huesos mientras cruzaba el umbral del gran salón. No me detuve ni un segundo para sacudirme el agua o saludar a Ciro; mis botas dejaron un rastro húmedo sobre el suelo de piedra, pero me daba igual. Había cosas más importantes de las que preocuparme.Apenas entré, cinco pares de ojos se posaron en mí. Cinco ancianos, cada uno representando a una manada distinta, conformaban el consejo que regía bajo reglas ancestrales. Solo el Rey Alfa tenía la autoridad para estar por encima de ellos.Uno de ellos, Ciro, estaba de pie detrás de mí, me rodeó y me dedicó una leve inclinación de cabeza.—Alfa Magnus, buenas noches —saludó con voz grave.—Ciro. —Le devolví el saludo con un leve movimiento de cabeza mientras avanzaba sin pausa—. Buenas noches. ¿Qué te trae por aquí?—Noticias alarmantes sobre esta manada. —Su tono fue pausado, pero firme.Me detuve frente a la mesa de madera maciza donde todos estaban reunidos. Mi ropa segu
32EvaMina corría libre por las praderas, su pelaje plateado brillando bajo la luz de la luna mientras el viento acariciaba su lomo. Sentía la energía vibrante de la naturaleza a su alrededor, la tierra húmeda bajo sus patas y el aroma de la hierba fresca llenando sus sentidos. Se revolcó en el césped con gusto, disfrutando del momento de libertad, hasta que un sonido llamó su atención.Un lobo marrón con manchas blancas emergió de entre los árboles, moviéndose con cautela, pero con una determinación inconfundible. En su hocico llevaba un conejo y, al acercarse, lo dejó caer a los pies de Mina.Ella ladeó la cabeza, observando el gesto con curiosidad. Entendía lo que significaba. En su forma de lobos, cazar y compartir la presa era un acto de afecto, una forma primitiva de cortejo, una manera de decir: te cuido, te protejo, eres mía.El lobo la miró con intensidad, sus ojos reflejando más de lo que sus palabras humanas podrían haber dicho.—Te extraño, nena —murmuró con un tono carga
33Eva—Querida, cámbiate los zapatillas a algo más cómodo, Escarlata vive en lo alto de la montaña —me señaló detrás de ella.—Oh, está bien —respondí, dándome media vuelta para salir corriendo.Cuando estuve lista de nuevo, bajé rápidamente y nos pusimos en marcha, no antes de dejar a las niñas con Annie e Isolde.—Mamá, ¿podemos ir contigo? —preguntó una de ellas con ojitos brillantes, aferrándose a mi falda.—Sí, queremos ir a la montaña también —insistió la otra, saltando en su lugar.—No, mis amores, es un camino largo y difícil. Quédense con Annie e Isolde, ¿sí? Mamá vendrá pronto —les di un beso en la frente.—Pero nos portaremos bien —suplicó la más pequeña, aferrándose más fuerte a mi vestido.—Por favor, mamá, nunca nos llevas contigo a ningún lado —dijo la otra con un puchero, mirándome con sus enormes ojos suplicantes.Suspiré, intentando mantenerme firme.—No es seguro para ustedes —insistí.—Podemos caminar despacio —dijo una, mientras la otra asentía con energía.—Y si
34Eva Seis meses después...El sudor resbalaba por mi piel mientras ejecutaba una llave precisa contra uno de los guerreros, enviándolo con fuerza contra la lona.Mi loba no tenia comparación con nadie desde que Escarlata la desató de ese hechizo, pero de todas maneras no dejaba de entrenar.—¡Princesa Eva...! —gimió el chico con voz adolorida— eso dolió.Le tendí la mano con una sonrisa.—Debes cuidar tu derecha —le aconsejé al ayudarlo a ponerse de pie.—¡Van ocho chicos fuera! —anunció Trinity con entusiasmo.—¡Mi hermana es la mejor! —secundó Hans con orgullo.Les sonreí con más amplitud antes de llamar a mi siguiente aprendiz.—Kristen, ven aquí —la llamé y enseguida se levantó, había esperado su turno con paciencia.Mi hija menor trotó hacia mí con una gran sonrisa. Su coleta de caballo se balanceaba con cada paso, y su atuendo—un tutu combinado con mallas y una camiseta de unicornio en tonos rosa, morado y blanco—delataba su personalidad vibrante. Era su vestimenta favorita,