24EvelynMe desperté desorientada, con la visión de un techo inmaculadamente blanco. Intenté moverme, pero cada centímetro de mi cuerpo dolía intensamente, y mi loba descansaba y la vi durmiendo plácidamente en mi mente, exhausta. Apenas pude comprender lo sucedido cuando oí una voz baja, casi un susurro, decir:—Despertó la loba.No pude ver a quién provenía esa voz, pero su cercanía me heló la sangre. Con gran esfuerzo abrí los ojos, asustada, y me senté pese al dolor punzante que recorría mi cuerpo. Al hacerlo, noté que al menos tres pares de ojos me observaban con atención, como si cada uno quisiera descifrar mi estado.—No huele a renegada —comentó alguien, con tono curioso y algo inocente, una loba adolescente.—Eso es porque hace apenas unos días dejé mi manada —respondí, con voz ronca, cargada de cansancio y resignación.El recuerdo de esa decisión me llenó de nostalgia y pesar. De repente, un ataque de tos me sacudió, y antes de que pudiera detenerlo, alguien se me acercó y
25Evelyn Me sentía bastante conmocionada por lo que había dicho esa mujer. El ambiente aún estaba impregnado de la tensión de todo lo ocurrido, y el médico, con tono firme, anunció: —Creo que la paciente debe descansar —dijo el médico, viendo mi rostro ojeroso. La mujer, sin soltar mi mano, respondió con voz serena: —Por supuesto, sí… vendré después —dijo Mara.Antes de que quisiera o pudiera irse, apreté sus manos, sin querer soltarla. Con una mezcla de duda y esperanza la miré.—¿Te puedes… quedar? —le pregunté dudosa, tal vez tenga cosas que hacer.Ella me sonrió con una mirada acuosa y, suavemente, contestó: —Claro que sí, mi ángel —sonrió más brillantemente.Inmediatamente, un suspiro de alivio escapó de mis labios y le devolví la sonrisa. En mi interior, anhelaba respuestas; y solo ella, con su calidez y comprensión, podía dármelas. —Hermanita, nos vemos después. Iré a ver a mis sobrinas —me guiñó un ojo antes de alejarse.Atónita, casi sin poder creerlo.
26MagnusEstaba en constante dolor. Sin importar que siempre estaba allí, a veces se hacía insoportable de aguantar. El médico me daba medicina, pero no era suficiente. No podía respirar sin sentir el vacío en el pecho. Quería que ella regresara.—Alfa —llamó Orión, preocupado, mientras el médico me inyectaba algo en el brazo—.—Estoy bien —murmuré con voz ronca, aunque los dos sabíamos que era mentira.—La manada está muy contenta con la ida de la luna y quieren que usted dé una fiesta y un discurso.Mi mandíbula se tensó. Un rugido bajo vibró en mi pecho.—No haré esa mierda. Yo no la saqué. No me dejó limpiar su nombre —gruñí, lanzándole una mirada asesina a mi beta.Orión no apartó la vista, aunque su expresión se endureció.—Alfa, me preocupa su salud. ¿No es mejor aceptar el rechazo?Mis colmillos asomaron al empujar la silla hacia atrás con un golpe seco. Me levanté, sintiendo la furia latir en mis venas.—Eres un buen beta, Orión. De hecho, excelente… pero todo tiene un límit
27EvelynMe dejé caer en una banca cercana, sintiendo cómo el cansancio pesaba en mis huesos. El aire fresco me ayudaba a calmar el torbellino de emociones dentro de mí.Mara se había ofrecido a traer a las niñas, así que solo tuve que esperar.No pasó mucho tiempo antes de que escuchara sus risas cristalinas.Levanté la vista y las vi corriendo hacia mí, con los ojos brillando de emoción. Llevaban vestidos nuevos, seguramente regalo de Mara, y en sus pequeñas manos apretaban con fuerza unos peluches.—¡Mamá! —gritó una de ellas con alegría, lanzándose a mis brazos.La otra no tardó en imitarla, y pronto ambas estaban abrazándome, con sus caritas iluminadas por sonrisas radiantes.Apreté los labios para contener la oleada de sentimientos que me recorrió.Las envolví en un abrazo firme, sintiendo el calor y la pureza de su amor.—¿Se han divertido? —pregunté con una sonrisa, acariciando sus cabellos.—¡Sí! —respondieron al unísono, moviendo los peluches como si ellos también asintiera
28 Evelyn—¿Tienes hambre? —preguntó Mara con una sonrisa—. Ya la comida debe estar lista. Te mandé preparar muchos platillos nutritivos.Antes de que pudiera responder, dos hombres entraron al comedor. Uno de ellos era Frederic, el pelirrojo que ya conocía. Pero el otro… tenía el cabello tan rubio como el mío, ojos verdes brillantes y una sonrisa tan grande que iluminaba toda la habitación.—¿Esta es mi hermana mayor? —preguntó, visiblemente encantado—. Me llamo Cedric. ¡Hermanita!Yo me quedé helada.—Hola, soy… Eva —dije, repitiendo el nombre que Mara me había dicho que usara.Cedric se me acercó y antes de que pudiera reaccionar, me envolvió en un fuerte abrazo.Me quedé rígida, sin mover los brazos, sorprendida por el contacto tan repentino. Pero, así como vino, se separó de mí con la misma alegría desbordante.—Tu padre ya viene en camino. Estaba en una manada ayudando con un incendio que quemó casi la mitad del territorio, pero cuando supo de tu regreso, dijo que llega
29MagnusBajé con dificultad las escaleras. La mesa ya estaba servida, Orión y Hunter desayunaban, pero se detuvieron al verme. Solo habían pasado unos días desde que Evelyn se fue, y la casa se sentía vacía. Ni siquiera Cerverus está aquí para regañarme, y eso me hace sentir más solo que nunca.—Alfa, siéntese y desayune —dijo Hunter, poniéndose de pie mientras secaba sus manos con un trozo de tela que había sacado de sus jeans.—Está bien —le hice una seña, y ella se sentó a regañadientes.—¿Qué tienes de los renegados? —le pregunté a Orión.—Nada, no hay muchas huellas que seguir.—¿Y la búsqueda de Evelyn? —Pregunté de nuevo.—Perdimos su rastro cerca de una cascada —intervino Hunter.—¿Les dijiste a los guardias que, si la encuentran, no pueden hacerle daño? —pregunté, ansioso.—Se les ordenó específicamente que no le hicieran daño a ninguna de las desertoras —respondió Hunter.En cuanto probé la comida, el poco humor que había logrado recuperar se fue al traste.—¿No sabe bien,
30.MagnusLa lluvia cae con fuerza, cada gota estrellándose contra mi piel como un recordatorio de mi fracaso. El olor a tierra mojada invade mis fosas nasales, ahogando el único aroma que realmente me importa.Perdí su rastro.Intento calmar mi respiración, pero es inútil. Mi lobo gruñe dentro de mí, su angustia reflejada en la mía. La idea de Evelyn allá afuera, sola con las niñas, me consume. Tantos peligros fuera de la manada. Annie no es una guerrera experimentada. Todos en las manadas saben algunos movimientos básicos de defensa, pero no es completamente obligatorio. Solo Eve sabe pelear. ¿Y si se encuentra con un peligro del que no puede escapar? ¿Cómo saldrán de eso?Me reprocho una y otra vez por no haber hablado con ella esa noche. Esa maldita noche.Maté a esos bastardos sin dudarlo, pero no porque fueran su amante. No. Fue porque la tocaron. Porque querían abusar de ella. Porque lo habían hecho antes con otras lobas y yo no lo sabía. No lo supe y eso es inaceptable.Un gr
31MagnusLa lluvia caía sin tregua, empapándome hasta los huesos mientras cruzaba el umbral del gran salón. No me detuve ni un segundo para sacudirme el agua o saludar a Ciro; mis botas dejaron un rastro húmedo sobre el suelo de piedra, pero me daba igual. Había cosas más importantes de las que preocuparme.Apenas entré, cinco pares de ojos se posaron en mí. Cinco ancianos, cada uno representando a una manada distinta, conformaban el consejo que regía bajo reglas ancestrales. Solo el Rey Alfa tenía la autoridad para estar por encima de ellos.Uno de ellos, Ciro, estaba de pie detrás de mí, me rodeó y me dedicó una leve inclinación de cabeza.—Alfa Magnus, buenas noches —saludó con voz grave.—Ciro. —Le devolví el saludo con un leve movimiento de cabeza mientras avanzaba sin pausa—. Buenas noches. ¿Qué te trae por aquí?—Noticias alarmantes sobre esta manada. —Su tono fue pausado, pero firme.Me detuve frente a la mesa de madera maciza donde todos estaban reunidos. Mi ropa segu