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🔥CAPITULO 6🔥

Narra Alessandra

Ya pasaron dos días y no he visto a ninguno de los hermanos, sé que me están dando espacio, que no pedí.

Pero eso no va a arruinar el buen humor que tengo, mi madre al fin decidió darle sepultura a María.

Se despertó con la loca sensación de que su amiga ya fue vengada, no hace 7 años cuando incendió el prostíbulo y mató al padre de mi saco.

No cuando le cortó los dedos de la mano derecha, no cuando fileteo sus nalgas, tampoco cuando le cortó las orejas y le perforó los tímpanos para que no pueda escuchar las voces de mis padres.

Ni siquiera después de ser usada durante casi siete años como saco de boxeo y tiro al blanco, la cuenta de mi madre se sentía saldada, pero hoy sí.

María va a tener el privilegio de tener a cuatro personas de la familia vaciando sus cargadores en ella hoy.

Mi madre, mis padres, Mattia y Matteo y por supuesto yo.

Ya estamos fuera de su jaula esperando que salga.

¿Olvide decirles que antes de que la dejarán sorda se le obligó a aprender a leer los labios? ¿Sí? Bueno ya saben.

María: Ama.

Si también eso, fue un capricho de mi madre, la hizo una sumisa, no de forma sexual si es lo que piensan.

Cada vez que mi madre entra al granero la tiene que saludar con un «ama», nunca, jamás, puede ver a alguien de mi familia a los ojos.

No le saco los ojos a ella porque si no, no podría leer los labios y según mi madre eso ya es benevolencia.

Opino lo mismo, personas como ella no merecen vivir, tampoco morir, por lo menos no tan fácil.

Edeline: Al campo de tiro, ahora.

María: Sí ama.

Camina lento y cojeando, tiene golpes por todos lados y sus piernas fueron muchas veces lastimadas por las balas.

Parece más un colador que una persona.

Y cuando terminemos lo será, tendrá tantos agujeros en su cuerpo que la luz del sol pasaría a través de ella.

Mi estómago gruñe recordando que no he desayunado, no importa cuando termine aquí, me voy a ir a comer una hamburguesa, total no me voy a manchar.

Alessandra: ¿Podemos hacerlo rápido? Quiero ir al puesto del señor Franco.

Franco Rossi, tiene 60 años y hace comida callejera para mantener a su familia, siempre que voy compro dos para Tom y algunas para tener en la heladera como antojo nocturno.

Son las mejores de toda Sicilia, mucho mejores que en esos restaurantes caros.

A veces para apoyarlo mando a los hombres de Addy a comer allí, yo lo pago claro, pero lo hago porque él no acepta mi ayuda.

Mattia: Va a llegar el día en que el señor deje de hacer hamburguesas y quiero ver qué haces con esa adicción que tienes.

Me encojo de hombros.

Alessandra: Le compró la receta y no hables de adicción cuando fueron ustedes los que me mostraron esa majestuosidad.

Matteo: Pero no para que tengas mal humor, si no comes al menos una al día, no es sanó.

Alessandra: El alcohol tampoco y los he visto beber, aparte de algo hay que morirse, de bonito no lo haces.

Matteo: Pero comiendo eso todos los días lo vas a hacer más rápido.

Me encojo de hombros y le hago un gesto con la mano restándole importancia.

Alessandra: Solo estoy adelantando lo inevitable.

Mattia: Puedo ayudarte con eso.

Putas, ¿Ya me quiere matar?

Me hago la ofendida.

Alessandra: ¿Ya no me quieres? ¿Por qué me quieres matar?

Suelto pocas lágrimas.

Matteo: Ni lo sueñes hija, tu madre usó ese mismo truco para hacernos sentir mal antes.

Pues sí, tengo que buscar nuevas técnicas u otras personas con quien usar estas.

Edeline: Ya está en su puesto, ¿Están listos?

Como nunca.

Nos ponemos uno al lado del otro, a unos metros de distancia de María, y alzamos nuestras armas.

La primera bala en perforarla es la de mi madre que entra justo en su ojo, es posible que ya esté muerta, pero como la ató a un poste no va a caer hasta que terminemos.

Y así uno a uno vaciamos nuestros cargadores.

Es... liberador, sentir el rebote del arma en mi mano y ver cómo cada bala entra en su cuerpo.

Alessandra: ¿Qué vas a hacer con el cuerpo?

Preguntó cuando terminamos.

Edeline: Lo mismo que con el de su padre.

Genial.

Alessandra: ¿Puedo verlo?

Matteo: Lo siento mi niña, no puedes.

Alessandra: ¿Por qué?

Me quejo como una niña chiquita.

Edeline: Aless, cariño, literalmente voy a hacer lo mismo que con su padre, encontré no muy lejos de aquí otro prostíbulo que secuestra niñas, las voy a sacar y prenderle fuego, con ella adentro.

Señala el saco, perforado y atado al poste.

Alessandra: Oh, bueno... en ese caso —me rasco la nuca incómoda.

Mattia: Tranquila mi niña, nosotros nos ocupamos, ve con el señor Franco, se debe estar preguntando dónde está la muchacha muerta de hambre que viene todos los días.

Frunzo el ceño.

Alessandra: No soy una muerta de hambre.

Edeline: Lo pareces cuando no comes una de tus benditas hamburguesas.

Se ríe.

Quién diría que estos mafiosos serían grandes padres, tíos, hijos, hermanos, nietos, bueno entendieron, quién diría que serían graciosos y amorosos.

[•••]

Llegó al puesto de comida rápida, no está muy alejado del centro, no está muy visible en este lugar, pero el municipio no le dio el permiso para ponerlo allí donde toda la gente pasa y va a comprar.

Me compro una hamburguesa y le digo que prepare 10 para llevar, me siento en una de las dos mesas que tiene, cada una con dos sillas.

Una de las mesas está ocupada por 2 hombres y una está vacía, en esa me siento mientras prepara mi pedido.

Veo los pocos autos pasar, la voz del señor Franco contestar a sus clientes y tararear las canciones que reproduce la radio.

...: Disculpe, si no le es incómodo, podría sentarme —señala la silla frente a mí— es que las otras están ocupadas.

Alessandra: Claro, no hay problema.

Es un hombre, musculoso en sus brazos y piernas, varios tatuajes en lo que se puede ver.

Apostaría mi fortuna a qué debajo de esa camiseta tiene un six pack bien marcado, y apostaría el resto a qué está en el gimnasio 6 días a la semana por lo menos tres horas.

Pelo negro y corto, ojos igual y medios chinos, mandíbula marcada, tiene rasgos asiáticos.

Alessandra: ¿Puedo saber el nombre del hombre que va a compartir una comida conmigo?

Me sonríe, es raro que mi cuerpo no se tense por su presencia, pero nada en él me genera miedo, es la misma sensación con los gemelos e Isaac, incluso con mi familia.

Confianza.

¿Cómo podría? Lo acabo de conocer hace 5 minutos.

...: Akio.

Alessandra: Bueno Akio, yo soy Alessandra.

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