Sin pensarlo dos veces, empiezo a avanzar con sigilo, escudriñando entre los arbustos. Lin me agarra de la blusa, intentando detenerme, pero la curiosidad siempre me gana. Ella podrá ser una cobarde, pero yo no. Y entonces los vemos. Entre los arbustos, escondidos en un rincón del jardín, están ell
Lin y yo intercambiamos una mirada, y finalmente suspiro. —Sí, ellos —admito, alzando las manos en señal de rendición. Artem me mira como si acabara de decirle que el sol sale por el oeste. —¿Kate? ¿Ese témpano de hielo? —su tono es incrédulo, pero luego sus ojos se entrecierran—. ¿Y tú te quedas
—Un poquito —repito, asintiendo lentamente—. ¿Y por qué estabas ahí?. —Es que Thea… —Ah, claro —murmuro con una ligera sonrisa irónica—. Parece que ni el matrimonio ni un embarazo pueden calmar las hormonas de tu amiga. —Alaric… —protesta haciendo un puchero adorable—. Te juro que no vimos nada m
|Aisling Renn| Mi boda está a la vuelta de la esquina, y parece que Alaric está más emocionado que un niño en tienda de jueguetes. Ha querido adelantar todo, y yo no sé si es porque está ansioso por casarse o porque quiere asegurarse de que no me dé tiempo de cambiar de opinión. Zelda, por su part
—¡Aisling, querida! —Zelda me saluda con entusiasmo mientras termino de bajar los escalones—. Mira lo que Alaric te ha encargado. ¿No es precioso?. Le sonrío y me acerco a los vestidos. En el salón también están dos mujeres con impecables uniformes; deben ser las responsables de la entrega. —Cielo
Se mueve ligeramente, y aunque sigue dormida, el color de sus mejillas florece en un rubor que conozco bien, como si incluso en sueños respondiera a mi toque. —Ya estoy aquí —murmuro, mi voz un eco suave en la habitación. No despierta. Su sueño es profundo, pesado, y sé que el embarazo la ha agota
Me entierro hasta el fondo, hasta la empuñadura y ella gime con ganas, jadea e intenta mover por sí misma las caderas. Las mías se mueven con fuerza, marcando el ritmo, entrando y saliendo con una necesidad que no puedo controlar. Cada embate hace que su cuerpo se arqueé, sus gemidos se transforman
—Siempre contigo —responde antes de que su boca se apodere de la mía, exigente. Me separo de su boca unos segundos después, y ambos sonreímos, respirando el uno del otro. Mi atención, sin embargo, se desvía hacia algo en la mesita de noche: una caja rosada, elegante, con un lazo decorativo que bri