Me entierro hasta el fondo, hasta la empuñadura y ella gime con ganas, jadea e intenta mover por sí misma las caderas. Las mías se mueven con fuerza, marcando el ritmo, entrando y saliendo con una necesidad que no puedo controlar. Cada embate hace que su cuerpo se arqueé, sus gemidos se transforman
—Siempre contigo —responde antes de que su boca se apodere de la mía, exigente. Me separo de su boca unos segundos después, y ambos sonreímos, respirando el uno del otro. Mi atención, sin embargo, se desvía hacia algo en la mesita de noche: una caja rosada, elegante, con un lazo decorativo que bri
*** Hoy es mi boda. Inhalo profundamente y exhalo, tratando de calmarme, pero el nerviosismo sigue ahí, mezclado con una felicidad tan intensa que me desborda. Es el día que hemos estado esperando con tanto anhelo, y no puedo creer que finalmente haya llegado. —Cielo, ¿cómo vas ahí dentro? —pregun
Asiento lentamente, sonriéndole con gratitud. —Estoy lista —respondo, con firmeza. Ella me devuelve la sonrisa y, con ese gesto, salimos. Los flashes nos golpean el rostro de inmediato. El perímetro está lleno no solo de los hombres de Alaric, sino también de los matones de Artem. Los reconozco po
Ahora es mi turno. Siento mi pulso acelerado, pero encuentro consuelo en su mirada. —Te prometo que, aunque el futuro nos desafíe, mi amor por ti será el faro que me guíe. Prometo no solo amarte, sino entenderte, escucharte, y apoyarte en todo lo que decidas. Seré tu compañera en cada paso, en cada
Casi muero durante ese viaje, pero no por otra razón que la frustración. Fueron catorce largas horas desde Berlín hasta el aeropuerto de Malé, la capital de Maldivas. Desde allí, abordamos un hidroavión rumbo a Rangali Island, donde nos dirigimos directamente al Conrad Maldives. Rangali Island es u
De postre, compartimos una mousse de mango con frutas tropicales frescas. Antes de irnos, Alaric pide una copa de vino blanco y un jugo de piña para brindar por nuestra nueva vida juntos. Cuando el cielo ya está teñido de tonos anaranjados y morados, regresamos caminando lentamente hacia nuestra vi
Liebling arquea la espalda, dejando escapar un gemido involuntario. Mi lengua explora su interior con avidez, bebiendo de ella, acariciando cada pliegue con suavidad. Mis dientes rozan ligeramente su clítoris, arrancándole jadeos cada vez más intensos. Mis labios se cierran sobre ese punto sensible,