|Aisling Renn| Mi boda está a la vuelta de la esquina, y parece que Alaric está más emocionado que un niño en tienda de jueguetes. Ha querido adelantar todo, y yo no sé si es porque está ansioso por casarse o porque quiere asegurarse de que no me dé tiempo de cambiar de opinión. Zelda, por su part
—¡Aisling, querida! —Zelda me saluda con entusiasmo mientras termino de bajar los escalones—. Mira lo que Alaric te ha encargado. ¿No es precioso?. Le sonrío y me acerco a los vestidos. En el salón también están dos mujeres con impecables uniformes; deben ser las responsables de la entrega. —Cielo
Se mueve ligeramente, y aunque sigue dormida, el color de sus mejillas florece en un rubor que conozco bien, como si incluso en sueños respondiera a mi toque. —Ya estoy aquí —murmuro, mi voz un eco suave en la habitación. No despierta. Su sueño es profundo, pesado, y sé que el embarazo la ha agota
Me entierro hasta el fondo, hasta la empuñadura y ella gime con ganas, jadea e intenta mover por sí misma las caderas. Las mías se mueven con fuerza, marcando el ritmo, entrando y saliendo con una necesidad que no puedo controlar. Cada embate hace que su cuerpo se arqueé, sus gemidos se transforman
—Siempre contigo —responde antes de que su boca se apodere de la mía, exigente. Me separo de su boca unos segundos después, y ambos sonreímos, respirando el uno del otro. Mi atención, sin embargo, se desvía hacia algo en la mesita de noche: una caja rosada, elegante, con un lazo decorativo que bri
*** Hoy es mi boda. Inhalo profundamente y exhalo, tratando de calmarme, pero el nerviosismo sigue ahí, mezclado con una felicidad tan intensa que me desborda. Es el día que hemos estado esperando con tanto anhelo, y no puedo creer que finalmente haya llegado. —Cielo, ¿cómo vas ahí dentro? —pregun
Asiento lentamente, sonriéndole con gratitud. —Estoy lista —respondo, con firmeza. Ella me devuelve la sonrisa y, con ese gesto, salimos. Los flashes nos golpean el rostro de inmediato. El perímetro está lleno no solo de los hombres de Alaric, sino también de los matones de Artem. Los reconozco po
Ahora es mi turno. Siento mi pulso acelerado, pero encuentro consuelo en su mirada. —Te prometo que, aunque el futuro nos desafíe, mi amor por ti será el faro que me guíe. Prometo no solo amarte, sino entenderte, escucharte, y apoyarte en todo lo que decidas. Seré tu compañera en cada paso, en cada