—¿Y bien, joven Artem? —mi abuela interviene, con esa mezcla de dulzura y amenaza que solo una matriarca puede dominar —. ¿La cena no está a su altura? Lo noto… inquieto. Artem levanta la vista, algo nervioso. —No, no es eso… —se aclara la garganta —. Es solo que ahora mismo el pescado no me apete
—Gracias —murmura Artem antes de levantarse de golpe. Su salida es tan brusca que apenas tiene tiempo de disculparse antes de casi correr escaleras arriba. Me levanto de inmediato, tratando de contener el pánico mientras me disculpo con mi familia. —Lo siento, voy a ver qué le pasa —digo rápidamen
*** |Alaric Kaiser| Aisling me ha estado evitando desde ayer. ¿He hecho algo mal? La duda me atormenta cada vez que la veo, cuando sus ojos parecen querer decirme algo, pero luego aparta la mirada y se queda en silencio. Me consume la preocupación. Tal vez aún no me ha perdonado por completo, o
Veo cómo algo en sus ojos se quiebra, y siento que también me rompo por dentro. ¿Qué está pasando? ¿Por qué actúa así? Me acerco, intento tomar sus manos, pero las aparta con rapidez. —Entonces... —su voz tiembla—. Yo no puedo... —¿Quieres tener hijos? —le pregunto directo, sin rodeos—. ¿Es por es
|Artem Zaisetv| Me siento como si me hubiera pasado un camión encima. ¿Qué demonios me ocurre? Estoy más cansado que un sicario en lunes, la jaqueca me está taladrando el cráneo y, para colmo, todo me da asco. Ni siquiera el olor del café me gusta hoy, y eso ya es una señal del apocalipsis. Tengo
—¿Y si te dice que no?. —Maldición, ¿vas a seguir con tus malos augurios? Se supone que eres mi amigo. —Soy realista, Alaric. Si querías un porrista, hubieras traído a Gerd. Alaric se pellizca el puente de la nariz, buscando paciencia como quien busca monedas debajo del sofá. Lo sé, estoy insopo
Alaric gruñe algo entre dientes, pero termina sacando su tarjeta mientras el vendedor casi aplaude de felicidad. —Listo —dice, guardando la caja en el bolsillo de su saco—. Ahora sí, vamos. —¿Eso fue solo un momento? —pregunto con sarcasmo mientras lo sigo—. Si me haces acompañarte a comprar flore
Me detengo frente a la puerta del consultorio, mirando por el cristal. Kukla está sentada allí, tranquila, con su típica expresión de "aquí no pasa nada". Y me jode porque, claro, no le dijo nada de esto. Estaba convencido de que íbamos a cenar hoy. Pero no, parece que esta es la versión "Ginecologí