|Artem Zaisetv| Me siento como si me hubiera pasado un camión encima. ¿Qué demonios me ocurre? Estoy más cansado que un sicario en lunes, la jaqueca me está taladrando el cráneo y, para colmo, todo me da asco. Ni siquiera el olor del café me gusta hoy, y eso ya es una señal del apocalipsis. Tengo
—¿Y si te dice que no?. —Maldición, ¿vas a seguir con tus malos augurios? Se supone que eres mi amigo. —Soy realista, Alaric. Si querías un porrista, hubieras traído a Gerd. Alaric se pellizca el puente de la nariz, buscando paciencia como quien busca monedas debajo del sofá. Lo sé, estoy insopo
Alaric gruñe algo entre dientes, pero termina sacando su tarjeta mientras el vendedor casi aplaude de felicidad. —Listo —dice, guardando la caja en el bolsillo de su saco—. Ahora sí, vamos. —¿Eso fue solo un momento? —pregunto con sarcasmo mientras lo sigo—. Si me haces acompañarte a comprar flore
Me detengo frente a la puerta del consultorio, mirando por el cristal. Kukla está sentada allí, tranquila, con su típica expresión de "aquí no pasa nada". Y me jode porque, claro, no le dijo nada de esto. Estaba convencido de que íbamos a cenar hoy. Pero no, parece que esta es la versión "Ginecologí
El tipo, el maldito, me mira confundido, como si pensara que estoy bromeando. Pues no, no estoy bromeando. Lo que estoy sintiendo ahora es algo mucho peor que ira. Es una rabia ciega. No sé por qué, pero me molesta todo. —Artem, por favor... —Kukla me aprieta la mano, tratando de calmarme—. No es
—¿No quieres que sea positivo? —murmuro en un tono bajo, buscando su mirada—. ¿No quieres un hijo conmigo?. Sus ojos reflejan una profunda incertidumbre. —No es eso —responde en voz apenas audible—. Solo... no estoy segura. Me siento incapaz de criar a un niño. —¿Lo deseas? —pregunto mientras aca
|Aisling Renn| Me miro en el espejo y, de inmediato, una sonrisa se dibuja en mi rostro. El vestido blanco que llevo puesto cae con suavidad, moldeándose a mi figura. El escote en V me resulta cómodo y realza mis rasgos de forma sutil, mientras las mangas abullonadas le aportan un aire romántico q
Alaric mira hacia mí antes de responder. —Agua mineral para los dos, por favor —dice con naturalidad, sin necesidad de que yo diga nada. El mesero asiente y desaparece rápidamente. Alaric se inclina hacia adelante, apoyando los codos en la mesa y entrelazando los dedos. Su mirada, cálida e inquisi